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February 23rd, 2025

23/2/2025

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La única seguridad

  • Un hombre decidió consultar a un psicólogo porque sufría de un complejo de inferioridad. Se sentía muy inseguro de sí mismo. Después de escucharlo durante algún tiempo, el doctor le dijo: Tengo dos noticias – una buena y una mala. La buena noticia es que no tienes un complejo de inferioridad. La mala noticia es que simplemente eres inferior.
  • ¡No les recomiendo que consulten a ese psicólogo! Estoy seguro de que el pobre paciente salió de su oficina más inseguro que nunca. En algún momento de la vida, todos sentimos la inseguridad. Nos sentimos inseguros acerca del futuro. Nos sentimos inferiores a otros.
  • Intentamos cubrir esos sentimientos de insuficiencia y presentar una apariencia de confianza y seguridad. Muchas personas presentan una cara al mundo de invulnerabilidad, pero por dentro tiemblan como gelatina. Todos luchamos, en algún momento, con la inseguridad.
  • Algunos te dirán que simplemente tienes que creer en ti mismo. Si tomas en serio ese consejo, una de dos cosas sucederá. O te volverás soberbio e insoportable, creyéndote la última Coca-Cola en el desierto, o te harás más inseguro porque sabes que no puedes hacerlo solo.
  • En realidad, nos sentimos inseguros porque estamos separados de la fuente de nuestra seguridad. La inseguridad es una planta cuya raíz es el pecado. El pecado nos separa de Dios, nuestro único apoyo firme. Sin él, vacilamos de un lado a otro buscando sostén. Sólo hay una manera de tener un corazón realmente seguro.
  • Esta realidad se refleja en la vida de Saúl, el primer rey de Israel. Él mismo había sido un gran guerrero. Sin embargo, un día llegó a su corte uno mejor que él. David había derrotado al gigante Goliat cuando Saúl y sus hombres sólo temblaban de miedo. Veamos ahora como respondió Saúl a este suceso. Leamos la historia en 1 Samuel 18:6-16.
  • Ahora bien, cuando el ejército regresó, después de haber matado David al filisteo, de todos los pueblos de Israel salían mujeres a recibir al rey Saúl. Al son de liras y panderos, cantaban y bailaban, 7 y exclamaban con gran regocijo:
  • «Saúl mató a sus miles,
  •     pero David, a sus diez miles».
  • 8 Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: «A David le dan crédito por diez miles, pero a mí por miles. ¡Lo único que falta es que le den el reino!». 9 Y a partir de esa ocasión, Saúl empezó a mirar a David con recelo.
  • 10 Al día siguiente, el espíritu maligno de parte de Dios se apoderó de Saúl, quien cayó en trance en su propio palacio. Andaba con una lanza en la mano y, mientras David tocaba el arpa, como era su costumbre, 11 Saúl se la arrojó, pensando: «¡A este lo clavo en la pared!». Dos veces lo intentó, pero David logró esquivar la lanza.
  • 12 Saúl sabía que el Señor lo había abandonado y que ahora estaba con David. Por eso tuvo temor de David 13 y lo alejó de su presencia, nombrándolo comandante de mil soldados para que dirigiera al ejército en campaña. 14 David tuvo éxito en todas sus expediciones, porque el Señor estaba con él. 15 Al ver el éxito de David, Saúl se llenó de temor. 16 Pero todos en Israel y Judá sentían gran aprecio por David, porque él los dirigía en campaña.
  • Cuando los soldados regresaban de una batalla que habían ganado, era tradición que las mujeres salieran a recibirlos con cantos y bailes de alegría. Se parecía a la recepción que se da a los ganadores de los partidos de fútbol. Los hinchas hacen escándalo. Celebran, gritan y cantan. No conviene vivir muy cerca de un estadio grande porque las celebraciones se pueden volver destructivas y violentas.
  • En este caso, las mujeres celebraban las victorias de Saúl y de David. Ambos luchaban por el mismo equipo. Tenían el mismo enemigo. Sin embargo, ¡Saúl se sentía amenazado por los éxitos de David! En lugar de celebrar el hecho de que sus enemigos sufrían derrota, Saúl sintió recelo hacia David. Se sentía inseguro.
  • Saúl sospechaba que David se iba a quedar con el reino. Tenía razón. Dios ya lo había escogido. Cuando Saúl dejó que su inseguridad se convirtiera en amargura, lo que no entendía era que se estaba oponiendo a la voluntad de Dios. Observemos a dónde llevó la inseguridad a Saúl.
  • Primero, Saúl volvió a caer bajo el ataque del espíritu maligno que Dios había permitido llegar a su vida. David tocó el arpa para calmarlo. En lugar de tranquilizarlo, sin embargo, lo molestó más. Cuando te opones a Dios, lo que antes te calmaba te llega a fastidiar. Cuando estamos bien con Dios, nuestro corazón se llena de gozo. Las cosas más sencillas nos alegran.
  • En cambio, cuando nos alejamos de Dios, perdemos ese gozo. A veces buscamos lo que antes nos alegraba, pero ya no tiene el mismo efecto. La música de adoración, la lectura bíblica y las reuniones de la iglesia nos molestan en lugar de alegrarnos. Cuando eso pasa, es como un termómetro que marca fiebre. Tenemos que ver qué está mal en nuestro corazón.
  • Segundo, Saúl intentó matar a David. Poco antes, David había enfrentado un enemigo que lo atacó con una lanza. Era un gigante pagano, enemigo de Dios. Ahora Saúl lo atacaba de la misma manera. A causa de su inseguridad, Saúl se había convertido en enemigo de Dios.
  • Cuando confrontamos la inseguridad, tenemos dos opciones. Podemos buscar soluciones humanas, como lo hizo Saúl. Podemos dejar que nos lleve a la amargura o a la envidia. Podemos tratar de defendernos con astucia y con artimañas, con mentiras y con violencia. O podemos confiar en Dios frente a la inseguridad, como lo hizo David.
  • En su inseguridad, Saúl cometió un error fatal. Se le olvidó de quién era el reino. Él no se había hecho rey por su propia cuenta. Dios lo había escogido. El profeta Samuel lo había ungido. Dios le había encomendado el reino, pero el reino siempre era de Dios. Saúl temía perder el reino, pero realmente no era suyo. Dios se lo había dado, y Dios se lo podía quitar.
  • Es irónico observar que Saúl ataca a David, pero Saúl es el que tiene miedo. ¿No debería de ser al revés? La víctima del ataque debería temer. Saúl, al quedar fuera de la voluntad de Dios, se convierte en agresor. Sin embargo, su agresión no le quita el temor.
  • La única forma de hallar verdadera seguridad en esta vida es pertenecer al reino seguro de Dios. Saúl tuvo la oportunidad de ser un rey dentro de ese reino, pero perdió la oportunidad. Se le olvidó de quién era el reino. Se excluyó a sí mismo.
  • Podemos ser como Saúl, tratando de construir nuestro propio reino del cual podemos ser reyes y reinas. O podemos aceptar las condiciones de Dios y vivir dentro de su reino. Son las únicas dos opciones. Para pertenecer al reino de Dios, tenemos que recibir al verdadero Rey. ¿Qué es el reino de Dios? El reino de Dios es una realidad que se manifiesta de formas diferentes a lo largo de la historia.
  • Cuando Dios creó el universo, él reinaba en cada rincón. No había ninguna rebelión contra su reinado. Sin embargo, llegó el momento en que alguien se rebeló. La primera rebelión sucedió cuando Satanás y sus ángeles caídos decidieron establecer un reino en competencia con el reino de Dios.
  • Cuando Dios puso a Adán y Eva en el jardín del Edén, ese jardín era parte de su reino. Ellos disfrutaban de la protección y la presencia de Dios. Sin embargo, tentados por el enemigo, decidieron unirse a su reino y rechazaron la autoridad de Dios. El pecado los separó de su Rey.
  • Desde entonces, Dios ha estado obrando para restaurar su reinado sobre toda la creación. Durante los días de Saúl y David, ese reino se manifestó en la monarquía de Israel. Ellos eran los reyes escogidos por Dios para reinar sobre su pueblo.
  • Sin embargo, su reino fue imperfecto. Como ya vimos. Saúl se confundió acerca del reino y quedó excluido. David, aunque era un hombre conforme al corazón de Dios, también resultó ser imperfecto. Nos hacía falta otro Rey mejor, un Rey sin defectos, un Rey perfecto.
  • Ese Rey se llama Jesús. Él es el Rey por excelencia. En Jesús el reino de Dios se hace presente. Un día, se establecerá plenamente sobre la tierra. Ahora confrontamos la misma decisión que enfrentó Saúl. Si tenemos un corazón como el suyo, quedaremos excluidos del reino. Si nuestra inseguridad nos lleva a querer mantener el control, terminaremos estableciendo un reino en competencia con el de Dios. Eso nunca termina bien.
  • En cambio, si confiamos en Dios como lo hizo David, si esperamos su tiempo y nos sometemos a su voluntad, descubriremos la única seguridad verdadera y duradera. Cuando recibimos al verdadero Rey, a Jesús, vivimos seguros bajo su reinado y jamás seremos derrotados.
  • ¿Cómo respondes a la inseguridad? No seas como Saúl. Reconoce de quién es el reino, y recibe al verdadero Rey. No busques soluciones a tu inseguridad dentro de tu propio corazón. Encuentra la seguridad que sólo Jesús te puede ofrecer. 
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