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La obra de restauración

29/6/2025

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  • ¿Cuál es tu concepto de Dios? ¿Cómo te lo imaginas? Algunas personas se imaginan a un Dios lejano y enojón. Su Dios busca cualquier oportunidad para castigarlos por algún error. Otros se imaginan a un Dios alcahuete. Nunca dice que no. Lo único que quiere es que nos sintamos bien.
  • En realidad, Dios no se parece a ninguna de estas dos caricaturas. Una de las formas en las que Dios se da a conocer a nosotros es como nuestro restaurador. Jesús dijo: El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Los enemigos de Dios destruyen; Jesús vino para restaurarnos a una vida abundante.
  • Jesús quiere restaurar tu vida. Quiere darte paz y esperanza para enfrentar cualquier problema. Él te ofrece su ayuda. Para empezar, te ofrece la salvación. Si te arrepientes de corazón y lo reconoces como Señor y Salvador, cambiará tu destino del infierno al cielo. También te ofrece dirección en la vida diaria. Dios no ignora la oración de sus hijos.
  • Ese Dios que constantemente está restaurando las vidas de los que se entregan a él también restaura a su pueblo. Durante estas semanas estamos recorriendo el libro de Esdras para aprender cómo Dios hace su obra de restauración. Hemos visto que Dios obra por medio de un pueblo pequeño. No importa si somos pocos. Dios puede hacer cosas grandes con nosotros.
  • La semana pasada aprendimos que el proceso de restauración comienza con la adoración. Antes de hacer cualquier otra cosa, tenemos que levantar nuestra mirada hacia Dios y reconocer quién es él. Sólo así tendremos el poder y el valor para terminar la obra.
  • Hoy veremos cómo comenzó el pueblo a trabajar. Después de restaurar la adoración en el altar, como vimos la semana pasada, comenzaron la reconstrucción del templo. Escuchemos con atención como Esdras 3:7-13 nos cuenta la historia.
  • Luego dieron dinero a los canteros y carpinteros. A los de Sidón y Tiro les dieron comida, bebida y aceite para que, por mar, llevaran madera de cedro desde el Líbano hasta Jope, conforme a la autorización que había dado Ciro, rey de Persia.
  • 8 Zorobabel, hijo de Salatiel, y Jesúa, hijo de Josadac, junto con el resto de sus parientes, que eran sacerdotes, y con los levitas y con todos los que habían regresado del cautiverio, comenzaron la reconstrucción del templo de Dios en el mes segundo del segundo año de haber llegado a Jerusalén. A los levitas mayores de veinte años les encomendaron la tarea de supervisar las obras del templo del Señor. 9 Entonces Jesúa, junto con sus hijos y hermanos, también Cadmiel y sus hijos, que eran descendientes de Hodavías,[a] y los descendientes de Henadad, y sus hijos y hermanos, que eran levitas, se unieron para supervisar a los obreros que trabajaban en el templo de Dios.
  • 10 Cuando los constructores echaron los cimientos del templo del Señor, llegaron los sacerdotes con sus vestimentas sagradas y sus trompetas, junto con los levitas descendientes de Asaf con sus címbalos, para alabar al Señor, según lo establecido por David, rey de Israel. 11 Todos daban gracias al Señor y a una le cantaban esta alabanza:
  • «Él es bueno; su gran amor por Israel perdura para siempre».
  • Y todo el pueblo alabó con grandes aclamaciones al Señor, porque se habían echado los cimientos del templo. 12 Muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia, que eran ya ancianos y habían conocido el primer templo, prorrumpieron en llanto cuando vieron los cimientos del nuevo templo, mientras muchos otros gritaban de alegría. 13 Y no se podía distinguir entre los gritos de alegría y las voces de llanto, pues la gente gritaba a voz en cuello y el ruido se escuchaba desde muy lejos.
  • Lo que comenzaron a construir fue más que un simple edificio. Era el único templo en todo el mundo dedicado a la adoración del Dios verdadero. Era el templo donde Jesús mismo, Dios hecho hombre, iba a ser dedicado y luego enseñar al pueblo. En ese momento de la historia, la construcción del templo estaba al centro del plan restaurador de Dios.
  • Dios estaba obrando para restaurarlos, pero ellos también tenían que actuar. La obra de restauración es de Dios, pero él nos llama a colaborar con él. Dios podría haberles hecho caer un templo del cielo, pero no lo hizo. Ellos mismos tuvieron que ponerse a trabajar.
  • Esto nos lleva a entender un punto muy importante: La restauración nace de la colaboración. Todos trabajaron unidos para que la obra se realizara. Algunos donaron dinero, otros comida, bebida y aceite. Otros trabajaron en la obra. Gracias a su colaboración, Dios hizo algo hermoso.
  • Cuando el rey Salomón construyó el primer templo cuatrocientos años antes, había recibido madera de cedro cortesía del rey de Tiro. Salomón lo había pagado con trigo y con otras cosas. En la reconstrucción del templo, vuelven a recibir apoyo del mismo lugar. Aunque el pueblo era pequeño, todos colaboraron para usar los mejores materiales, tal como se había hecho en la construcción del primer templo.
  • Si queremos ver la restauración de Dios, tenemos que trabajar juntos. Podemos aprender mucho de las hormigas. En una colonia de hormigas, cada hormiga tiene su trabajo. Las trabajadoras buscan alimento, los soldados defienden la colonia y la reina pone huevos para hacer más hormigas. Todas las hormigas se coordinan usando señales químicas.
  • Cuando la colonia se inunda, ¿qué hacen las hormigas? Se unen para formar una bola, una especie de balsa viviente, que da vueltas para que ninguna de las hormigas se ahogue. ¿Has visto la cabeza de una hormiga? Es muy pequeña. Sin embargo, Dios les ha dado la sabiduría para trabajar juntas.
  • Al igual que una colonia de hormigas, cada creyente en la iglesia tiene una función. La iglesia no debe tener pasajeros. Los únicos pasajeros son los visitantes, que todavía no se han comprometido con Cristo. Si ya te has unido a la iglesia, Dios te llama a aportar tiempo, oración y apoyo económico a la misión de su iglesia. Sólo alcanzaremos todo lo que Dios tiene para nosotros si nos unimos para trabajar juntos.
  • Esto nos lleva a una segunda gran verdad que se refleja en estos versículos. Sencillamente, la restauración requiere supervisión. Si vamos a experimentar la obra de Dios que nos restaura, se necesita supervisión y delegación. Los dos líderes que Dios había puesto a cargo del pueblo eran Jesúa, el sumo sacerdote, y Zorobabel, el gobernador. Ellos tomaron ciertas decisiones, pero delegaron el liderazgo también.
  • En este caso, los supervisores eran todos los levitas mayores de veinte años. Cuando leí eso, me puse a pensar. ¿Me gustaría seguir las instrucciones de un jovencito de veinte años? La edad normal para que un levita comenzara su servicio era de treinta años. Quizás les faltaban suficientes líderes, y tuvieron que depender de los más jóvenes.
  • En todo caso, fue necesario que Jesúa y Zorobabel delegaran el trabajo de supervisión porque si no lo hacían, la obra nunca se acabaría. Siempre llega un momento en el pueblo de Dios cuando se necesita delegación de autoridad. Le pasó a Moisés con el pueblo después de salir de Egipto. Su suegro lo visitó y se dio cuenta de que él trataba de guiar al pueblo solo, y todos se estaban quedando agotados – el pueblo de esperar, y Moisés de juzgar.
  • Le recomendó que pusiera jueces sobre grupos de diferentes tamaños, y que Moisés mismo solo se ocupara de los casos más difíciles. Así lo hizo, y el pueblo floreció. Lo mismo sucedió en los primeros años de la iglesia. Los apóstoles se vieron con el problema de que algunas viudas se sentían desatendidas en la distribución de los alimentos.
  • Dijeron a la iglesia que nombrara diáconos para encargarse de su cuidado. Cuando no hay delegación, no hay crecimiento. Las cosas se estancan. Para que haya delegación, se necesitan personas dispuestas a tomar responsabilidad bajo el liderazgo de otros. También es necesario que la iglesia acepte la autoridad que ellos reciben.
  • En algunas iglesias se presenta el problema de que el pastor lo tiene que decidir todo. Si él pone a otra persona al frente de algún ministerio, los miembros siguen buscando al pastor. Si pone un líder de célula, la gente cree que no cuenta si el pastor no está. Esta actitud estanca el crecimiento de la iglesia. La restauración requiere supervisión, y esto implica delegación.
  • En esta historia encontramos una tercera verdad importante. La reconstrucción se satura en adoración. Cuando los constructores pusieron los cimientos del nuevo templo, ¿qué hicieron? Llegaron los sacerdotes y los levitas para guiar al pueblo en adoración. Juntos cantaron: Él es bueno; su gran amor por Israel perdura para siempre.
  • La semana pasada vimos que la restauración comienza con adoración. Esa adoración tiene que ser constante en todo el proceso. Cuando ellos adoraron, sucedieron dos cosas hermosas. En primer lugar, se conectaron con su antepasado, el gran rey David. Él había nombrado a Asaf como su líder de alabanza. Ahora los descendientes de Asaf guían a pueblo en la alabanza.
  • Esto refleja la realidad de que la alabanza nos une con el pueblo de Dios a lo largo de los siglos. Podemos parecer pocos los que estamos aquí, pero nos unimos a millones de hermanos a lo largo de las edades cuando alabamos a Dios.
  • La otra cosa que sucedió fue que se cumplió una profecía. Unas décadas antes, el profeta Jeremías había escrito: La voz de los que traen al Templo del Señor ofrendas de acción de gracias y cantan: ‘Den gracias al Señor de los Ejércitos, porque el Señor es bueno, porque su gran amor perdura para siempre’. (Jeremías 33:11)
  • En todo esto se refleja una gran realidad. La fe verdadera alaba a Dios aun antes de ver su respuesta. La reconstrucción del templo no se había terminado. Sin embargo, alabaron a Dios de una vez. No podemos esperar hasta ver que nuestras oraciones sean contestadas para alabar a Dios. Expresamos nuestra fe cuando lo alabamos antes de ver la respuesta.
  • Sin embargo, su celebración de alabanza reflejaba sentimientos encontrados. Algunos de los que recordaban el primer templo que se había destruido lloraban. Sabían que el segundo templo no llegaría a ser tan grande o impresionante como el primero. Sus lamentos se mezclaron con el regocijo de los que celebraban lo que se habían comenzado.
  • Mientras vivamos en este mundo, tendremos la misma experiencia. Dios hace cosas maravillosas entre nosotros, pero todavía no ha llegado la perfección. Él restaura nuestras vidas y familias, pero la restauración completa sólo vendrá cuando Jesús regrese. En el pueblo de Dios siempre habrá una mezcla de regocijo y lamento hasta que Jesús regrese para enjuagar toda lágrima de nuestros ojos.
  • ¿Vives esperando ese día? Mientras esperamos la venida de Jesús, trabajemos para la restauración. Trabajemos juntos, con una buena organización, alabando siempre al Señor. Así se extenderá su reino hasta que Jesús regrese para establecerlo en toda su plenitud.
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