El amigo del reyJosé, el asistente de mayor confianza del gobernador, murió mientras dormía una noche. El gobernador dependía de José para recibir consejos sobre muchas cosas, desde proyectos de ley pendientes hasta decisiones sobre la ropa que se ponía. Además, José había sido su amigo más cercano. Así que era comprensible que el gobernador no recibiera de buen grado la avalancha de ambiciosos aspirantes a su puesto.
"Ni siquiera tienen la decencia de esperar hasta que el hombre se haya enterrado", murmuró el gobernador. En el funeral, un entusiasta se acercó al gobernador. "Gobernador", dijo el hombre, "¿hay alguna posibilidad de que yo pueda ocupar el lugar de José?" "Por supuesto", respondió el gobernador. "Pero será mejor que te apures. Creo que el enterrador casi ha terminado. Si te quieres meter al ataúd, debes hacerlo ya." Como lo demuestra la historia de José y el gobernador, la amistad es una fuerza muy poderosa. ¿Qué sería la vida sin amigos? Sería triste. Quizás haya animales que vivan felices a solas, como la solitaria. A los seres humanos Dios nos creó para vivir en amistad. Sin embargo, muchas veces vivimos aislados. Es difícil encontrar buenos amigos. La buena noticia es esta: Jesús nos enseña a ser buenos amigos y nos ofrece su amistad. Encontramos un gran ejemplo de esto en la vida del rey David. Inmediatamente después de su gran victoria sobre el gigante Goliat, Dios le concedió un buen amigo. Leamos la historia en 1 Samuel 18:1-5. Una vez que David y Saúl terminaron de hablar, Jonatán entabló con David una amistad entrañable y llegó a quererlo como a sí mismo. 2 Saúl, por su parte, tomó a David a su servicio y, desde ese día, no lo dejó volver a la casa de su padre. 3 Jonatán hizo un pacto con David, porque lo quería como a sí mismo. 4 Jonatán se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David; también le dio su túnica y aun su espada, su arco y su cinturón. 5 Cualquier encargo que David recibía de Saúl, lo cumplía con éxito, de modo que Saúl lo puso al mando de todo su ejército, con la aprobación de los soldados de Saúl y hasta de sus oficiales. (NVI) Jonatán era el hijo de Saúl. También fue un gran guerrero, pero no vio a David como su rival. Más bien, se convirtieron en buenos amigos. Antes, Saúl había tratado de darle a David su armadura cuando luchó contra Goliat. No le había quedado. Ahora, por amistad, Jonatán le regala artículos de armamento que sí le quedan. En el plan de Dios, el afecto entre Jonatán y David presagia su ascenso al trono. El plan de Dios fue que David fuera rey y no Jonatán. No sé si Jonatán lo reconocía en ese momento. Por supuesto, David lo sabía; ya había sido ungido como rey por Samuel. Quizás se lo contó a Jonatán, o quizás Jonatán mismo se dio cuenta. Más tarde, Jonatán lo declaró directamente. En todo caso, Jonatán no sintió envidia de David. Lo apreció como amigo. Nosotros tampoco debemos tener envidia de lo que Dios les da a otros. El verdadero amor se ve cuando podemos celebrar con sinceridad los logros de los demás. Jonatán, aunque era hijo del rey Saúl y legítimo heredero del trono, reconoció y apoyó la elección divina de David. Este acto de humildad y amor sincero refleja la profundidad de su amistad. En realidad, cuando sentimos envidia de otros, deshonramos a Dios. Si Jonatán hubiera sentido envidia de David porque Dios lo había escogido como rey a él y no a Jonatán, diría con eso que Dios se había equivocado. Cuando sentimos envidia de otros por sus logros o por su posición, en realidad estamos diciendo que Dios se equivocó en concedérselo. Cuando ves a alguien que tiene una capacidad que desearías tener o que ocupa una posición que desearías ocupar, sigue el ejemplo de Jonatán. Acércate a él y hazte su amigo. Se gana mucho más con la amistad que con la envidia. La envidia es como el agua salada; cuanto más se bebe, más sed da. En cambio, con la amistad, puedes encontrar mucha satisfacción. La amistad entre Jonatán y David no sólo presagia el ascenso de David al trono de Israel. El afecto entre Jonatán y David nos muestra el valor de la amistad. Ambos eran guerreros valientes y ambos amaban profundamente al Señor. Tenían intereses en común. Los intereses en común nos atraen a otras personas, pero la fe en el Señor nos une estrechamente. La Biblia nos muestra cómo esta amistad fue cimentada no solo en intereses comunes, sino en un amor profundo hacia Dios. Esta relación nos enseña que la verdadera amistad se basa en un amor compartido por el Señor y en el apoyo mutuo en los momentos difíciles. Los amigos que comparten nuestra fe en Jesús nos pueden dar un apoyo que nadie más puede dar. En los momentos más difíciles de mi vida, he tenido amigos que me han ofrecido su apoyo. Algunos de ellos han sido creyentes, y otros no. Aprecio el apoyo de los no creyentes. Lo hacen de buen corazón. Sin embargo, muchas veces no tienen esperanza para ofrecer en los momentos bajos. En cambio, la persona que comparte nuestra fe comprende lo que más nos importa. Nos conectamos a un nivel mucho más profundo. Aprendamos a ser amigos de nuestros hermanos en Cristo. Si quieres tener más amigos, se amigable. Pídele a Dios que te ayude a encontrar buenos amigos. Aprecia a los amigos que tienes. En lugar de llenarte de envidia por lo que ves en Facebook o Instagram, conéctate con una o dos personas a quienes aprecias y conversa un rato. En lugar de alimentar los celos, alimenta la amistad. La amistad entre David y Jonatán, dentro de la Biblia, señala más allá de sí misma. En realidad, el afecto entre Jonatán y David refleja la amistad que Jesús nos ofrece. Jonatán elevó a David con su amistad. Siendo el príncipe de la nación, Jonatán le dio confianza y posición a David. De una manera similar, Jesús nos llama amigos. Nunca seremos como Él, pero podemos ser príncipes y princesas a su servicio. La amistad de Jesús nos eleva. Hace casi dos años, Carlos III fue coronado rey del Reino Unido. Las fotos del evento muestran al nuevo rey vestido de pieles y ropas espléndidas, con una corona llena de joyas y medallas por todos lados. Fue todo un espectáculo. Ese mismo hombre a veces sale en fotos vestido con un simple suéter y una gabardina. Luce totalmente diferente. Si uno no supiera quién es, jamás pensaría que es el rey de Inglaterra. Podría pasar desapercibido en cualquier calle pública. Tú y yo podemos parecer gente común y corriente, pero Jesús nos ha llamado sus amigos. Eso nos da una dignidad y un honor que nadie nos puede quitar. Nuestro valor no viene de nuestra ropa o de nuestra cuenta bancaria, sino del hecho de ser amigos de Jesús. David cumplió las palabras de Deuteronomio 29:9: Ahora, cumplan fielmente las condiciones de este pacto para que prosperen en todo lo que hagan. David prosperó porque estaba bajo el control del Espíritu, quien lo capacitaba para cumplir las condiciones del pacto. Nuestra dignidad y honor vienen de ser amigos de Jesús y vivir bajo la dirección de su Espíritu. Jesús nos eleva con su amistad. A través de su sacrificio y amor, nos ha otorgado una dignidad y honor inimaginables. Aunque nunca seremos iguales a Él, tenemos la oportunidad de vivir como príncipes y princesas bajo su servicio. Nuestra verdadera identidad y valor provienen de nuestra relación con Él y de vivir bajo la guía de su Espíritu Santo. La historia del gobernador y José, así como la amistad entre Jonatán y David, nos enseñan la importancia de la verdadera amistad y el amor desinteresado. Jesús nos ofrece una amistad que trasciende cualquier relación terrenal y nos invita a vivir bajo su dirección y guía. Al igual que Jonatán y David, debemos aprender a celebrar los logros de los demás y a valorar las amistades verdaderas que Dios pone en nuestro camino. Que nuestra relación con Jesús nos inspire a ser mejores amigos y a vivir con humildad y amor en cada aspecto de nuestra vida.
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