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June 08th, 2025

8/6/2025

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El pueblo de la restauración

​
  • ¿Cómo es el pueblo de Dios? Pensemos en las características de los pueblos de nuestras tierras. Si eres de México, ¿cómo caracterizas a los que son de Monterrey? Tienen fama de ser ahorrativos, ¿verdad? En el Perú, los que son de la ciudad de Arequipa se consideran de mejor calibre. Se dice en broma que es necesario conseguir pasaporte para entrar a Arequipa.
  • Seguramente podríamos mencionar muchos otros ejemplos. Si cada pueblo tiene ciertas características que lo definen, ¿cuáles son las características sobresalientes del pueblo de Dios, el pueblo que él restaura? Veamos hoy cómo era el pueblo que él trajo de vuelta a la tierra para restaurarla después del exilio en Babilonia.
  • Cuando vemos cómo era el pueblo que regresó a la tierra, podremos comprender mejor cómo trabaja Dios y qué clase de personas busca para su obra. Descubriremos que Dios obra a través de personas como nosotros. Vamos a comenzar en Esdras 2, y si tienes la Biblia, te invito a abrirla allí.
  • Esdras 2:1 dice así: La siguiente es la lista de la gente de la provincia, es decir, de aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos y a quienes se les permitió regresar a Jerusalén y a Judá. Cada uno volvió a su propia ciudad. (NVI)
  • Si pasamos el ojo rápidamente por la lista que sigue, descubrimos que cada persona que regresó tenía que mostrar su descendencia. Tenía que mostrar que pertenecían al pueblo de Dios porque podía enseñar su linaje. Se mantenían registros de cada familia. Si alguien no podía comprobar quiénes eran sus ancestros, quedaba en una lista de espera.
  • Algunos países todavía tienen procesos parecidos. En Italia, si uno puede mostrar que sus abuelos fueron italianos, tiene derecho a solicitar la ciudadanía italiana. El país moderno de Israel acepta como ciudadano a cualquiera que pueda demostrar su linaje judío.
  • ¿Por qué tuvo el pueblo que demostrar sus credenciales? ¿Es Dios racista? ¿Quería excluir a los que no fueran de pura cepa? No es cuestión de racismo, sino de la pureza de su pueblo. Dios había escogido a un pueblo en particular para ser su canal de revelación al mundo. Ese pueblo había recibido sus leyes. Por medio de ese pueblo nacería Jesús.
  • Hoy en día, el pueblo de Dios no se define por su descendencia. Se define por la decisión de reconocer a Jesús como Señor y Salvador. La credencial que nos identifica como miembros del pueblo de Dios es Cristo. Efesios 1:6 dice que Dios nos hizo aceptos en el Amado. (RVC)
  • Nadie puede entrar al pueblo de Dios porque desciende de cierta persona, pero todos podemos pertenecer a su pueblo si somos de Cristo. Cuando te entregas a Cristo, Dios te acepta de la misma forma en que lo acepta a él. Esto lo representa el bautismo. Nos sumergimos en las aguas como lo hizo Jesús para unirnos a él.
  • Desde ese momento, pertenecemos a Dios. Imagina, por un momento, cómo se habrá sentido uno de los judíos que regresó a la tierra cuando vio su nombre familiar en esta lista. Con toda seguridad, sabría que pertenecía. Algo parecido sucede ahora. En estas fechas hemos asistido a varias graduaciones. Siempre hay una lista de los egresados. Cada uno busca su nombre.
  • Hay una lista más importante que cualquier otra. Se llama el libro de la vida. En ese libro están escritos los nombres de todos los que serán salvos en el día del juicio. Puedes saber que tu nombre aparece en esa lista si le entregas tu vida a Jesús. Dios está preparando un pueblo puro. Tú y yo somos puros por la fe en Jesús.
  • Hay una segunda característica de este pueblo. Según el verso 64, los que regresaron fueron 42.360 personas. ¡Eran muy pocos! Los que habían salido de la esclavitud en Egipto 900 años antes eran millones. Ahora regresaban menos de cincuenta mil. ¡No había comparación!
  • Sin embargo, esos poquitos que regresaron estaban al centro del plan de Dios para salvar al mundo. El mundo los ignoraba, pero ellos llevaban la Palabra de Dios. Por medio de ellos nos llegaron las Escrituras del Antiguo Testamento. Es más, por medio de ellos llegó Jesús al mundo. Ellos reconstruyeron el templo donde él enseñó. Su impacto sobre el mundo no tenía nada que ver con su tamaño.
  • Todos hemos visto cosas pequeñas que tienen un gran impacto. Un chile muy pequeño puede enchilar toda una olla de comida. Una astilla pequeña en el dedo causa un dolor muy grande. Un poquito de sal cambia el sabor de toda una cena. De la misma manera, Dios usa un pueblo pequeño para transformar el mundo.
  • Jesús mismo dijo esto a sus discípulos: No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles el reino. (Lucas 12:32) No importa si somos pocos. Lo que importa es que pertenezcamos al rebaño de Jesús. Si pertenecemos a su rebaño, somos los herederos de todo.
  • A Dios le encanta trabajar con pocos porque así él se lleva toda la gloria. Durante el tiempo de los jueces llamó a Gedeón para librar a su pueblo de los madianitas. El ejército madianita era enorme. Gedeón logró juntar a 32.000 hombres para luchar contra ellos. Sin embargo, Dios le dijo que eran demasiados.
  • Primero le dijo que despidiera a todos los que tuvieran miedo. Sólo quedaron 10.000. Luego, lo mandó a llevarlos para beber agua. Los que se inclinaban para beber como perros volverían a casa, mientras que los que lamían de la mano se quedarían. De los 32.000 hombres, sólo quedaron 300. ¡Era menos del 1%! Pero con ellos, Dios ganó la victoria.
  • Nosotros pensamos que somos pocos. ¿Qué podrá hacer Dios con nosotros? No tenemos influencia, no tenemos dinero y no tenemos grandes capacidades. Sin embargo, nosotros también estamos al centro del plan de Dios para salvar al mundo.
  • Dios nos puede usar en oración para cambiar el destino de naciones. Puede usar nuestro testimonio para la salvación de muchos. Puede usar nuestras capacidades para mejorar nuestras comunidades. Quizás uno de los niños que enseñas en la escuela dominical se convierta en un gran evangelista. Quizás una ofrenda que das a las misiones transforme la vida de alguien al otro lado del mundo. Dios usa un pueblo pequeño para hacer cosas grandes.
  • Hemos visto que Dios usa a un pueblo puro para realizar su obra, y que usa a un pueblo pequeño. Encontramos la tercera característica del pueblo que Dios usa para su obra de restauración en los versos 68 y 69. Dicen así: Cuando llegaron al Templo del Señor en Jerusalén, algunos jefes de familia dieron donativos para que se reconstruyera el Templo de Dios en el mismo sitio. 69 De acuerdo con sus capacidades económicas dieron, para la obra de reconstrucción, sesenta y un mil dáricos de oro, cinco mil minas de plata y cien túnicas sacerdotales. (NVI)
  • Aquí descubrimos que Dios usa a un pueblo pródigo. Es decir, Dios bendice la generosidad de su pueblo para realizar su obra. Cuando llegaron a la tierra, algunos de los jefes de familia donaron para financiar la obra de reconstrucción. Entre todos, dieron mucho: unos 500 kilos de oro y tres toneladas de plata.
  • Sin embargo, no todos dieron. Sólo algunos lo hicieron. Esta es una triste realidad en el pueblo de Dios. No todos tienen el mismo deseo de apoyar lo que Dios está haciendo. Sin embargo, Dios no obliga a nadie. De hecho, la Biblia dice que Dios ama al dador alegre. Podría obligarnos a dar a su obra, como lo hace el gobierno. Pero él bendice al que da de buena voluntad.
  • Entre los que dieron y recibieron la bendición, sin embargo, observamos algo interesante. Cada uno dio de acuerdo con sus capacidades económicas. Te va a costar si apoyas la obra de Dios, pero él no te pide más que lo que puedas dar. Él sabe lo que tienes, y él nos honra según nuestras posibilidades.
  • Jesús nos enseñó esto un día cuando observaba las ofrendas que se daban en el templo. Los ricos se acercaban a las cajas donde se depositaban las ofrendas y echaban sus grandes cantidades de monedas. Hacían mucho ruido al caer sobre el metal de la caja y llamaban la atención de los demás.
  • De repente, llegó una pobre viuda con dos moneditas. Las echó a la caja, pero nadie se dio cuenta. Casi ni se oía el tintineo que producían. Pero Jesús se dio cuenta, porque él conocía la situación de esa mujer. Ella tenía poco, pero lo había dado todo. En cambio, los que tenían mucho habían dado poco, relativamente hablando.
  • Jesús dijo que ella había dado más que nadie. Dios no se fija en la cantidad que das, sino que se fija en tu sacrificio. Cuando das con un corazón agradecido, a Dios le agrada. La obra de Dios se realiza mediante las ofrendas voluntarias de su pueblo.
  • No debemos esperar que el gobierno apoye la obra de Dios. Más bien, nos toca a nosotros. Dios nos ha escogido para hacerlo. Todos podemos participar en esta obra, tengamos mucho o tengamos poco. Cuando le damos a Dios lo que tenemos, él lo multiplica.
  • La semana pasada vimos que Dios está obrando para traer restauración. Esta semana hemos visto cómo es el pueblo que él usa para traer restauración. Quiero terminar haciendo tres preguntas. En primer lugar, ¿perteneces a ese pueblo puro de Dios? Sólo puedes pertenecer si le has entregado tu vida a Jesucristo.
  • Esto no es cuestión de religión. Es cuestión de fe y entrega. ¿Has llegado a entender que Jesús murió por tus pecados? ¿Lo has reconocido como Rey de tu vida? Si no lo has hecho, hazlo hoy.
  • La segunda pregunta es esta: ¿Crees que somos muy pocos para que Dios nos use? Si piensas así, fíjate en el poder de nuestro Dios. Él puede hacer mucho con poco. Derrotó a los madianitas con 300 hombres. Derrotó a Satanás en una tarde con una cruz. No dudes de su poder. Más bien, entrégate a él, confiando en que él hará algo grande con nosotros.
  • En tercer lugar, ¿eres pródigo con Dios? Él nos ha bendecido grandemente. Ha sido muy generoso con nosotros. ¿Eres generoso con él? ¿Das a su obra con alegría? No importa lo que tengas. Si das con alegría, agradas a Dios. Seamos ese pueblo puro, pequeño y pródigo, y veamos cómo Dios nos bendice.
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