· Vamos a escuchar una conversación entre tres hermanos que se han quedado solos en la casa. El hermano mayor les dice a sus dos hermanitos: Papá nos dijo que debíamos lavar el carro antes de que regresara. Vengan, vamos a hacerlo. El segundo hermano le responde: ¡Papá nos ama! Él no se va a enojar si no lavamos el carro. Vengan, vamos al parque a jugar.
· El tercer hermano contesta: ¡No! Papá es mucho más grande que nosotros. ¿Qué tal si se llega a enojar? Hay que lavar el carro, pero también debemos ir a la tienda para comprar una carpa para protegerlo. ¡Un pájaro podría ensuciarlo! Y hay que hacer una cerca alrededor del carro, no sea que un perro venga a manchar una de las llantas. Ah, y también debemos quitarle la batería al carro, para que nadie lo pueda manejar y chocarlo. · Díganme, padres: ¿a cuál de estos hijos prefieren tener en la casa? Creo que todos preferimos al primero, ¿no es verdad? Un hijo que simplemente obedece es una gran bendición. El segundo hijo tiene razón en decir que lo amamos, pero toma ese amor como un pretexto para la desobediencia. · El tercer hijo, en cambio, se preocupa tanto por obedecer que pierde de vista la meta real – lavar el carro. Complica las cosas demasiado. Ahora bien, ¿qué clase de hijos seremos para Dios? Ojalá todos fuéramos como el primer hijo, pero la realidad es que solemos ser como el segundo o el tercero. · El error del segundo hijo se llama libertinaje. Esta es la actitud del pensador francés que vivió en desenfreno, pero al morir, declaró: Por supuesto que Dios me perdonará. Es su trabajo. Toma el amor de Dios como un pretexto para hacer su propia voluntad en lugar de obedecer a Dios. · Lo que hizo el tercer hijo se llama legalismo. Esta persona sabe que debe obedecer a Dios, pero conoce muy poco de su amor y su misericordia. Se esfuerza por ser obediente, pero pierde el gozo y el amor en el proceso. Agrega reglas adicionales a las que Dios ha dejado, y llega a olvidar por qué los está obedeciendo. · Sin ley es imposible vivir bien. Si no hubiera leyes, el mundo sería un desenfreno. Dios nos dejó sus leyes en los Diez Mandamientos. Nos enseñó a amarle a él por encima de todas las cosas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin embargo, nadie ha logrado hacer esto perfectamente bien. Todos fallamos de muchas maneras. Somos egoístas, mentimos, robamos y tenemos pensamientos impuros. · Frente a esto, es fácil querer reducir las leyes de Dios a algo más manejable. Queremos una ley que nosotros podamos cumplir. Frente a la ley que dice: No darás falso testimonio, queremos excluir las “mentiritas piadosas”. Cuando la ley dice: No robarás, nos imaginamos que sólo se refiere a robar cosas grandes, como carros o grandes sumas de dinero. Nos imaginamos que nosotros nunca hemos hecho cosa semejante. · ¿Cómo respondió Jesús a la ley? ¿Cuál fue su opinión de ella? ¿Vino Jesús para aflojar la ley, para suspenderla o hacerla más fácil de cumplir? Veamos lo que él mismo dijo al respecto. Leamos Mateo 5:17-20. No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento. 18 Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. 19 Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. 20 Porque les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley. (NVI) · Este es un pasaje duro, ¿no es cierto? Parece que son muy malas noticias. Pero en realidad, hay muy buenas noticias dentro de este pasaje. Tendremos que investigar un poco para encontrarlas. · La primera cosa que debemos entender es que Dios no cometió un error cuando dio la ley. Cuando le habló a Moisés y le dio los Diez Mandamientos y todas las demás leyes que la gente debe obedecer, Dios no se equivocó. Nunca diría después: Creo que me pasé con esas leyes. · Por eso, dice Jesús: No he venido para anularlos sino a darles cumplimiento. La palabra que se traduce “anular” se usa muchas veces para describir la destrucción de un edificio. Jesús está diciendo: Yo no he venido para destruir el edificio de leyes que Dios levantó, sino para que cumpla su verdadero propósito. · Las leyes que Dios dio son tan perfectas que ninguna de ellas quedará sin cumplimiento. Por eso dice Jesús que ni la letra más pequeña – ni siquiera el punto de una i, por decirlo así – quedará sin cumplirse. Toda la ley tiene su propósito en el plan de Dios. No podemos ignorar ninguna parte sin quedar mal con él. · ¿Qué significa, entonces, cuando Jesús dice que ha venido a dar cumplimiento a la ley? Sería fácil pensar que Jesús vino a cumplirla para que nosotros no lo tuviéramos que hacer. ¡Qué conveniente! Pero esto no cuadra con el verso 20, cuando él declara que nuestra justicia tiene que superar la de los fariseos y maestros de la ley. · Otros piensan que Jesús quería decir simplemente que él había venido para explicar el sentido verdadero de la ley. Es cierto que Jesús hizo esto, pero darle cumplimiento a la ley va más allá de esto. Cuando Jesús declara que él vino a darle cumplimiento a la ley, nos quiere decir que toda la ley señala hacia él. · La ley de Dios es incompleta sin Jesús. Una vez vi una película en la que se tenían que juntar las dos partes de una llave para abrir el candado de un tesoro escondido. Por supuesto, las dos mitades de la llave estaban en manos de personas diferentes, y la película se trató de las vueltas que dieron para poder unirse y descubrir el tesoro. · Así es la ley de Dios. Es perfecta, pero es incompleta. Sin Jesús, no puede salvarnos. Solamente nos puede condenar. Jesús es la parte que faltaba para que toda la ley se cumpliera. Sin Jesús, la ley sólo puede producir frustración. ¿Por qué? Porque nadie la guarda perfectamente. · Jesús es el cumplimiento de la ley en varios sentidos. Por una parte, Jesús refleja perfectamente la justicia de la ley. Nadie más en la historia humana ha logrado vivir la integridad y perfección de la ley como lo hizo Jesús. Su vida de pureza, de integridad y de amor es el reflejo en carne humana de lo que la justicia de la ley requiere. · Jesús es también el sacrificio perfecto de la ley. En el Antiguo Testamento, había toda una serie de sacrificios que servían para cubrir, de manera temporal, los pecados y la desobediencia de la gente. Se sacrificaban animales cuya muerte tomaba el lugar de la persona culpable, por un rato. · Pero Jesús es el sacrificio perfecto que pone fin a todos esos sacrificios temporales. Él es el cumplimiento del sistema de sacrificios que tenía la ley. Es la solución al problema que tenemos de no cumplir perfectamente la ley de Dios, y quedar culpables delante de él. · A veces hablamos con las personas y les preguntamos: ¿Cómo piensas entrar al cielo? Muchos responden: Bueno, trato de guardar los Diez Mandamientos y de cumplir las leyes de Dios. Si pensamos así, caemos en un error. Estamos tratando de usar la ley sin reconocer su cumplimiento. En otras palabras, sin Jesús, la ley es incompleta. Si no conocemos a Jesús, la ley sola no nos puede salvar. · La persona que no entiende esto cae en el error del tercer hermano. Al no conocer a Jesús, con su misericordia, su gracia y su amor, se pierde en tratar de guardar perfectamente todas las leyes. Esto hacían los fariseos del día de Jesús. Incluso sumaban leyes adicionales a las que Dios les había dado, tratando de ser más justos que los demás. Quizás hayas estado en una iglesia donde se hacía esto. Te decían que tenías que hacer muchas cosas para ser un buen cristiano, pero nunca te mostraban dónde te dice la Biblia que eso es necesario ni te hablaban del amor de Dios. · Pero sospecho que la mayoría de nosotros cae en el error del segundo hijo. Pensamos que, si Jesús ya vino a cumplir la ley, entonces no importa lo que hagamos nosotros. Decimos: Si Dios me ama, si Jesús ya murió por mí, entonces puedo vivir como yo quiera y saber que todo está bien. · Pero Jesús nos dice que no es así. Nos dice que, si ignoramos el mandamiento más pequeño o aparentemente insignificante, seremos considerados pequeños e insignificantes en el reino de Dios. Es muy importante comprender que esto se refiere a los mandamientos, así como se cumplen y se explican en Jesús. · Por ejemplo, en el Antiguo Testamento hay leyes sobre los alimentos. Jesús declaró que estas leyes han quedado obsoletas y cumplidas. De igual modo, las leyes sobre los sacrificios ya se cumplieron en él. No las tenemos que obedecer directamente, sino que ahora nos llevan a confiar en su sacrificio por nosotros. · Lo que nos quiere decir esto es que nuestra fe nos debe llevar a la obediencia, no a la desobediencia. Es más, la fe que nos salva es una fe que transforma nuestro corazón. Esto es lo que quiere decir el verso 20. Los fariseos y maestros del día de Jesús tenían una clase de justicia, pero sólo era externa. Sus corazones no habían cambiado. · En cambio, cuando conocemos a Jesús, él transforma nuestro corazón y nos da el deseo de agradar a Dios y hacer lo que él quiere. Nuestro corazón se purifica. Sólo así podemos tener una justicia mayor que la de los fariseos y maestros de la ley. Nuestra obediencia llega a ser la demostración de la fe que tenemos en Jesucristo. · El amor es la motivación más fuerte que tenemos para vivir en santidad. Por ejemplo, cuando un hombre casado se siente tentado a coquetear con una mujer, ¿cuál será su mejor defensa? ¿Decir simplemente: No lo debo hacer, o pensar en el gran amor que le tiene a su esposa? De igual modo, es sólo cuando conocemos el amor de Dios en Jesús que aprendemos a vivir en santidad y justicia – no en legalismo, ni en libertinaje. · ¿Conoces su amor? ¿Estás viviendo en obediencia? Jesús vino, en cumplimiento de la ley, para que nosotros pudiéramos recibir su perdón y aprender a vivir en verdadera justicia.
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