PASTOR TONY HANCOCK
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La gloria de Dios en la vida de una madre

12/5/2019

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  • La hija de un pastor se había portado mal, y su madre la tuvo que disciplinar.  Le dijo que no iba a poder ir al parque con la iglesia el domingo.  Tendría que quedarse en la casa mientras todos se iban a divertir.  Cuando llegó el domingo, sin embargo, la madre decidió que había sido muy severa.  Le dijo a la niña que podía acompañarlos al parque.
  • La reacción de su hija la dejó sorprendida.  La niña se puso triste.  ¿Qué te pasa? – le preguntó su madre.  Pensé que te daría gusto poder ir al parque.  La niña le contestó: Es muy tarde.  Ya oré para que lloviera.
  • ¡Esa niña parece tener un lado cruel, pero también mucha fe en la oración!  En honor al día de las madres, hoy hablaremos de una madre que oró con fe – y vio una gran respuesta a su oración.  Dios fue glorificado por medio de lo que sucedió en su vida, así como él se glorifica en nuestra vida también.
  • Esta mujer vivió un poco más de mil años antes del nacimiento del Señor Jesús.  Cuando comienza la historia, ella no fue madre.  Más bien, sufría por no poder tener hijos.  Su esposo tenía otra esposa.  Esto era algo común en el Antiguo Testamento, aunque nunca fue la voluntad de Dios.  Le dio una sola mujer a Adán, porque su diseño para el matrimonio consiste en un hombre y una mujer.
  • Esta mujer, llamada Ana, sufría las burlas de su rival, la otra esposa de su marido.  Ana no tenía hijos, pero Penina, la otra mujer, si los tenía.  Penina siempre le echaba en cara su esterilidad.  Aunque el esposo, un hombre llamado Elcaná, trataba de hacer las paces, los problemas seguían.
  • Leamos el comienzo de la historia en 1 Samuel 1:3-8.
Cada año Elcaná salía de su pueblo para adorar al Señor Todopoderoso y ofrecerle sacrificios en Siló, donde Ofni y Finés, los dos hijos de Elí, oficiaban como sacerdotes del Señor. 4 Cuando llegaba el día de ofrecer su sacrificio, Elcaná solía darles a Penina y a todos sus hijos e hijas la porción que les correspondía. 5 Pero a Ana le daba una porción especial, pues la amaba a pesar de que el Señor la había hecho estéril. 6 Penina, su rival, solía atormentarla para que se enojara, ya que el Señor la había hecho estéril.
7 Cada año, cuando iban a la casa del Señor, sucedía lo mismo: Penina la atormentaba, hasta que Ana se ponía a llorar y ni comer quería. 8 Entonces Elcaná, su esposo, le decía: «Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué estás resentida? ¿Acaso no soy para ti mejor que diez hijos?»  (NVI)
  • Hay algo notable en este pasaje.  Dos veces se repite la misma idea.  ¿Por qué no tuvo hijos Ana?  Por el Señor.  Tanto en el verso 5 como en el 6, vemos que el Señor había hecho estéril a Ana.  Aunque fue motivo de tristeza para Ana, Dios estaba en control de la situación.
  • Si queremos entender la vida, tenemos que darnos cuenta de que Dios es soberano sobre todo.  Él tiene el control de todas las cosas.  Ana podría haber pensado que Dios la ignoraba, o que no se daba cuenta de su situación.  Lejos de eso; Dios había determinado su condición.
  • Sólo vamos a ver la gloria de Dios en nuestras vidas si comenzamos con la convicción de que él tiene el control de todo.  Dios establece a las madres – y a las que no lo son.  Dios tiene en sus manos cada detalle de tu vida – seas hombre o mujer, niño, anciana o joven.  ¿Crees eso?  Confiesa con tu boca que Dios tiene el control de todo.
  • Pero Ana no tomó la soberanía de Dios como pretexto para quedarse pasiva.  Algunas personas, sabiendo que Dios tiene el control de las cosas, piensan que simplemente deben aceptar todo lo que sucede.  Son de los que, cuando se encuentran sentados bajo una gotera, dicen: Creo que Dios quería que me mojara.  ¡Ni se les ocurre levantarse a buscar un lugar más seco!
  • Ana entendía que Dios tenía el control de todo.  Al mismo tiempo, ella decidió hacer algo respecto a su situación.  ¿Qué hizo Ana?  ¿Consultó a un curandero?  ¿Se puso a tomar hierbas?  ¿Buscó un amante?  No hizo ninguna de estas cosas.  Para ver lo que hizo, leamos los versos 9 al 11.
Una vez, estando en Siló, Ana se levantó después de la comida. Y a la vista del sacerdote Elí, que estaba sentado en su silla junto a la puerta del santuario del Señor, 10 con gran angustia comenzó a orar al Señor y a llorar desconsoladamente. 11 Entonces hizo este voto: «Señor Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de esta sierva tuya, y si en vez de olvidarme te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré para toda su vida, y nunca se le cortará el cabello».  (NVI)
  • Ana respondió a la situación que enfrentaba con oración.  En una visita al tabernáculo donde se adoraba a Dios, derramó su corazón delante del Señor y dio rienda suelta a sus sentimientos.  Confió en que ese mismo Dios que la había hecho estéril también podría darle un hijo.  Ante cualquier circunstancia que enfrentes, la oración siempre es la reacción correcta.
  • ¿Cómo respondió Dios?  Leamos los versos 19 y 20 para ver.
Al día siguiente madrugaron y, después de adorar al Señor, volvieron a su casa en Ramá. Luego Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella. 20 Ana concibió y, pasado un año, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, pues dijo: «Al Señor se lo pedí».  (NVI)
  • ¡Dios escuchó la oración de Ana!  Le concedió lo que su corazón más anhelaba – un hijo.  Ella le dio al niño un nombre que reflejaba esta realidad, pues Samuel significa: Dios oyó.  Dios siempre escucha la oración hecha en fe.  Dios escucha la oración de las madres de fe – y de toda persona que ora con fe, como lo hizo Ana.
  • Él no siempre responde la misma manera.  Muchas veces, Dios responde a la oración de fe con un sí.  Así como lo hizo con Ana, él nos concede lo que le pedimos.  Cuando lo hace, muestra su gloria.  Debemos glorificarlo por las respuestas que da, porque él se merece toda la gloria.  No para nosotros, sino para él sea toda la gloria.
  • A veces, la respuesta de Dios a la oración de fe no es el sí que esperamos.  Sin embargo, él siempre contesta.  A veces su respuesta es darnos la paciencia para soportar una situación que él permite en nuestra vida por algún propósito.  A veces es una solución mejor de lo que habíamos pedido.  No importa cuál sea su respuesta, Dios siempre responde a la oración de fe. 
  • Ora con fe al Señor sobre cualquier lucha que estés enfrentando.  Muchas veces, no vemos la gloria de Dios en nuestras vidas porque no oramos, o porque no oramos con fe.  Por algún motivo, la oración de una madre tiene algo de especial.  Madres, no dejen de orar por sus hijos.  Oren para que cada uno sea salvo.  Oren para que Dios guíe sus caminos.  Oren para que puedan encontrar a la pareja creyente que les ayudará a formar un hogar cristiano.
  • La gloria de Dios que se reveló en respuesta a la oración de Ana va mucho más allá del nacimiento de su hijo Samuel, sin embargo.  Ella forma parte de una cadena de mujeres en la Biblia.  Todas ellas tenían algo en común: dieron a luz cuando parecía ser imposible.  Sara, la esposa de Abraham, dio a luz en su vejez.  Parecía imposible que tuviera un hijo – pero servimos al Dios de lo imposible.
  • Rebeca, la nuera de Sara, también fue estéril.  Su esposo Isaac oró por ella, y Dios le concedió tener gemelos.  Elizabet, la madre de Juan el Bautista, tampoco pudo tener hijos.  Dio a luz en su vejez, cuando parecía ser imposible.  Todas estas madres fueron bendecidas por Dios con hijos cuando nadie creía que podrían tenerlos.
  • Esta cadena de mujeres que dieron a luz cuando parecía imposible culmina con el nacimiento más imposible de todos – el nacimiento de Jesús.  Su madre, María, no fue estéril – pero sí fue virgen.  Humanamente hablando, era totalmente imposible que tuviera un hijo.  Sin embargo, Dios mostró su gloria en ella.  Dio a luz al Salvador del mundo.
  • La obediencia y la sumisión de María merecen respeto e imitación, pero la gloria es de su Hijo Jesús.  La que no debía dar a luz tuvo un Hijo que es la Luz del mundo.  Él nació para que nosotros pudiéramos nacer de nuevo y vivir para siempre como hijos de Dios.
  • Cuando Ana dio a luz a Samuel, alabó a Dios con un himno.  Vamos a leer sólo una parte de este himno, en 1 Samuel 2:6-8.
»Del Señor vienen la muerte y la vida;
    él nos hace bajar al sepulcro,
    pero también nos levanta.
7 El Señor da la riqueza y la pobreza;
    humilla, pero también enaltece.
8 Levanta del polvo al desvalido
    y saca del basurero al pobre
para sentarlos en medio de príncipes
    y darles un trono esplendoroso.
»Del Señor son los fundamentos de la tierra;
    ¡sobre ellos afianzó el mundo!  (NVI)
  • Medita sobre esas palabras.  Ana comprendió algo que a veces olvidamos.  Todo en la vida viene del Señor.  A veces él permite que las circunstancias nos humillen.  Cuando las cosas van mal, es por un motivo.  En la vida del cristiano, todo tiene un propósito.
  • Sin embargo, el mismo Señor que nos humilla también nos levanta.  Dios exalta a las madres humildes, como Ana, y a todos los que se humillan delante de él.  Si nos humillamos delante de él y ponemos nuestra fe en Jesús, él nos levantará del sepulcro.  Si ponemos nuestra confianza en él, puede convertir nuestra pobreza en riqueza.
  • Dios escogió a Ana, la burla de su hogar, para convertirse en la madre del profeta que ungió a los primeros dos reyes de Israel.  Escogió a María, una humilde joven, para ser la madre del Salvador del mundo.  Dios se deleita en usar a las personas humildes, porque así él recibe toda la gloria.
  • ¿Qué podrá hacer Dios contigo?  ¿Qué podrá hacer con tu familia?   Estoy convencido de que pueden venir cambios increíbles – si recordamos que Dios tiene el control, si oramos con la fe de Ana y se nos humillamos ante Dios.  En este día de las madres, vemos la gloria de Dios en la vida de una madre – como la podemos ver en la vida de todos los que siguen su ejemplo.
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