March 23rd, 2025

Una vida de fruto

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• A lo largo de los años, he tenido muchas experiencias en el jardín. En una ocasión, cuando era niño, sembré la semilla de una sandía. Brotó y se convirtió en una larguísima guía, pero jamás me dio ni una sola sandía.
• En otra ocasión, decidí sembrar alcachofas. Brotaron y me entusiasmé, pero por la noche llegó un animal y se comió las plantitas. Espero que el animalito las haya disfrutado, porque yo no pude.
• En la casa había una vid antiquísima. Le construimos un cenador, y ahora se llena de hermosas hojas. Puedo contar en las dos manos el número de uvas que me ha dado. Creo que le falta sol.
• En todas mis aventuras de jardinería resalta una cosa. No he cosechado mucho fruto. La culpa ha sido mía, porque no he sabido cultivar las plantas que he sembrado. Seguramente algunos de ustedes me podrían dar buenos consejos al respecto. Hoy vamos a hablar de otra clase de fruto, uno que es más importante. Jesús nos habla de este fruto en una historia que contó.
• Leamos la historia en Marcos 12:1-12. Entonces comenzó Jesús a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó un viñedo. Lo cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Luego arrendó el viñedo a unos labradores y se fue de viaje. 2 Llegada la cosecha, mandó un siervo a los labradores para recibir de ellos parte de la cosecha. 3 Pero ellos lo agarraron, lo golpearon y lo despidieron con las manos vacías. 4 Entonces les mandó otro siervo; a este le rompieron la cabeza y lo humillaron. 5 Mandó a otro y a este lo mataron. Mandó a otros muchos, a unos los golpearon, a otros los mataron.
• 6 »Le quedaba todavía uno, su hijo amado. Por último lo mandó a él, pensando: “¡A mi hijo sí lo respetarán!”. 7 Pero aquellos labradores se dijeron unos a otros: “Este es el heredero. Matémoslo y la herencia será nuestra”. 8 Así que le echaron mano y lo mataron, y lo arrojaron fuera del viñedo.
• 9 »¿Qué hará el dueño? Volverá, acabará con los labradores y dará el viñedo a otros. 10 ¿No han leído ustedes esta Escritura:
• »“La piedra que desecharon los constructores
•     ha llegado a ser la piedra angular.
• 11 Esto ha sido obra del Señor
•     y nos deja maravillados”?».
• 12 Cayendo en cuenta de que la parábola iba dirigida contra ellos, buscaban la manera de arrestarlo. Pero temían a la multitud; así que lo dejaron y se fueron.
• Jesús contó esta historia poco antes de morir, y tiene un mensaje sencillo. Dios te ha plantado para que le des fruto. Cuando contó esta parábola, hablaba con los líderes religiosos de su pueblo. Era la misma gente que ya estaba pensando cómo matarlo.
• En la historia, Jesús habla de un viñedo. Un hombre sembró este viñedo y puso en ella todo lo necesario para que diera fruto. Sembró las plantas de uva, cavó un lagar, puso la torre de vigilancia y lo cercó. No faltaba nada para que diera fruto. A diferencia de mis intentos de jardinería, este señor pensó en todo.
• Dejó el viñedo encargado con algunas personas y se fue. Ellos cuidarían el lugar y le darían parte de la cosecha. Pasado el tiempo, decidió enviar un representante para cobrar lo que le debían. Pero ellos tuvieron el descaro de golpearlo y mandarlo con las manos vacías. Cada siervo que mandaba el dueño recibía un peor trato.
• Por fin, el dueño decidió enviar a su hijo amado. Pensó que a él sí lo respetarían. Pero a este lo trataron peor de que a cualquier otro. Pensando quedarse con todo, lo mataron y lo echaron fuera del viñedo. ¡Qué sinvergüenzas! ¿Cómo les irá cuando por fin llegue el dueño? ¡No les irá nada bien!
• En esta historia, el dueño representa a Dios. Dios llama a su pueblo a darle fruto. Nos ha dado todo lo necesario para que podamos hacerlo. Al pueblo de Israel, le había dado una tierra, un templo y sus leyes perfectas. A nosotros nos ha dado su Espíritu, su Palabra y a su Hijo Jesús. ¿Qué más necesitamos para dar fruto?
• Dios es paciente en buscar ese fruto. A Israel mandó sus profetas una y otra vez. A nosotros nos envía predicadores, mensajes en Facebook, canciones de alabanza y muchas otras cosas para llamarnos a darle lo que le corresponde. Él es paciente en buscar ese fruto. Si no estamos dando fruto, no es tarde para cambiar.
• Dios también es persistente en buscar ese fruto. No abandonó al viñedo que había sembrado. De hecho, todavía no ha abandonado al pueblo de Israel. Tampoco nos ha abandonado a nosotros. Nos sigue proveyendo, nos sigue llamando y nos sigue amando.
• Al final, sin embargo, Dios es poderoso en buscar fruto. Cuando los trabajadores no le entregaron al dueño el fruto que le correspondía, llegó para acabar con ellos y entregar el viñedo a otros. Los líderes religiosos se vieron reflejados en la historia. Iban a perder su autoridad y su templo. La obra de Dios pasaría a manos de otros.
• Ahora nosotros los gentiles nos encontramos al centro del plan de Dios en la iglesia. ¿Y qué hará con nosotros si no le damos el fruto que busca? Él también puede quitarnos lo que nos ha dado. La historia de los líderes religiosos nos sirve de escarmiento.
• ¿Por qué no dieron fruto estos trabajadores? Te diré por qué no lo dieron. Se les olvidó quién era el dueño. Se portaron como si fueran los dueños del viñedo. De hecho, querían quedarse con todo. Por eso terminaron matando al Hijo del dueño.
• Nosotros dejamos de dar fruto en nuestras vidas cuando se nos olvida quién es el dueño de todo. ¿Quién es el dueño de tu vida? ¿Quién es el dueño de tu familia? ¿Quién es el dueño de esta iglesia? No somos nosotros. Es Dios. Pero cuando se nos olvida quién es el dueño, llegamos a pensar que todo es nuestro. Buscamos nuestra propia satisfacción en lugar de darle a Dios el fruto que él busca en nosotros. Si queremos llevar fruto, tenemos primero que reconocer a Dios como el dueño de todo.
• Si queremos darle a Dios el fruto que él busca, también tenemos que aprender a cultivar. ¿Cómo da fruto un jardín? Sólo si se cultiva. Un jardín se cultiva moviendo la tierra, echando abono, sacando la mala hierba y regando. Damos fruto en nuestras vidas cuando cultivamos nuestra alma. Nuestra alma se cultiva con oración, con arrepentimiento, con la Palabra y con obediencia. Cultivamos el alma, y Dios da el crecimiento.
• Damos fruto en nuestras familias cuando cultivamos la fe y el amor. A veces nos preocupamos más por las apariencias que por el fruto. Imaginen cómo sería si le colgara a la vid que tengo en la casa unas uvas de plástico. Seguramente la gente que va pasando por la calle se impresionaría con la cantidad de fruto, pero sería pura mentira. De nada serviría.
• Si queremos que haya fruto en nuestras familias, tenemos que hacer el trabajo duro de cultivar la vida de Cristo en nuestro hogar. Tenemos que tomar tiempo para orar juntos. Tenemos que agendar las cenas en familia, aunque sea difícil con los horarios ajetreados. Tenemos que separar tiempo para leer la Palabra. Tenemos que aprender a escuchar y comunicarnos en lugar de gritar y enojarnos.
• Lo mismo sucede en la iglesia. Si queremos tener una iglesia que da fruto, tenemos que invertir el trabajo en cultivarlo. Tenemos que comprometernos con la iglesia en lugar de simplemente buscar nuestra propia conveniencia. Tenemos que estar dispuestos a poner nuestras capacidades al servicio del Señor.
• Las primeras personas que escucharon esta parábola tropezaron. Se toparon con Jesús, y no quisieron reconocerlo como verdadero Rey. En lugar de darle fruto, lo rechazaron. ¿Qué haremos nosotros? ¿Reconoceremos a Jesús como Rey, entregándole el fruto que se merece? ¿O lo rechazaremos como lo hicieron ellos? Dios te ha plantado para que des fruto.