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October 15th, 2023

15/10/2023

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¿Quién te crees?

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  • Cuando Jesús fue crucificado, fue colgado entre dos criminales. Encima de cada hombre crucificado se colgaba un rótulo con el nombre de su crimen. Sobre la cabeza de Jesús decía: El Rey de los judíos. ¡Ese fue su delito! Los otros dos hombres también tenían letreros que los identificaban.
  • Les decimos ladrones, pero no eran de los que se meten a las casas por la noche a robar. Eran asaltantes, violentos y crueles. Sus cuerpos estaban colgados en la cruz, y arriba estaba colgado su identificación pública: Asaltante. ¿Qué más se podría decir acerca de ellos? Era su identidad.
  • Pero uno de ellos reconoció en Jesús algo especial. Colgado allí, a pocas horas de morir, comprendió algo importante. El criminal aceptó su culpa. Su rótulo no mentía. Pero también comprendió que Jesús era diferente. Mientras el otro criminal se burlaba de Jesús, éste reconoció su culpa y también reconoció que Jesús realmente era Rey. Le dijo, Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
  • En ese momento, Jesús le dio una nueva identidad. Cambió el rótulo que colgaba sobre su cabeza. Le dijo: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso. Porque reconoció su pecado y confió en Jesús, ya no era culpable. Aunque moriría por su delito, viviría para siempre con Dios. No hizo nada para merecer ese cambio. ¡No podía! ¡Estaba colgado en una cruz! Pero Dios cambió su rótulo.
  • Ahora decía, Hijo de Dios. Ciudadano del cielo. Perdonado. Lo que le pasó a ese criminal crucificado con Jesús es un cuadro perfecto de la justificación. Hoy comenzamos una serie de mensajes sobre los beneficios de la salvación, e iniciamos con el tema de la justificación. ¿Qué significa la justificación? Significa que Dios, basándose en lo que hizo Jesús, declara justo al que confía en él.
  • Para comprender esto, vamos a ver los dos ejemplos que nos da Dios en Romanos 4. Comencemos con los versos 1-5. Entonces, ¿qué diremos en el caso de nuestro antepasado Abraham? 2 En realidad, si Abraham hubiera sido justificado por las obras, habría tenido de qué jactarse, pero no delante de Dios. 3 Pues, ¿qué dice la Escritura? «Creyó Abraham a Dios y esto se le tomó en cuenta como justicia».4 Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un favor, sino como una deuda. 5 Sin embargo, al que no trabaja, sino que cree en el que justifica al impío, se le toma en cuenta la fe como justicia.
  • El primer gran ejemplo de la justificación es Abraham, el padre de la fe. Con Abraham, Dios comenzó su proyecto de rescatar al mundo. Le prometió que todas las naciones serían bendecidas por medio de él. Lo hizo padre de una gran nación. Lo llamó amigo. ¡Imagínate! ¡Amigo de Dios! Así dijo Dios que era Abraham.
  • Entonces nos preguntamos: ¿Qué hizo Abraham para merecer este gran privilegio? ¡Seguramente fue un hombre sobresaliente, justo, santo, obediente! De hecho, muchas personas así pensaban de Abraham. Aunque él vivió más de quinientos años antes de que Moisés recibiera la ley, muchos decían que Abraham la había obedecido a la perfección aun sin tenerla.
  • Observa lo que dice nuestro pasaje acerca de Abraham. Si fuera cierto que Abraham había sido justificado por las obras, es decir, por lo que hizo, entonces tendría buena razón para sentirse bien consigo mismo. Podría presumir de su justicia. Podría alegar, ¡Qué suerte tiene Dios de tenerme como amigo! Pero como siempre, tenemos que volver a las Escrituras para ver qué dicen.
  • Esto precisamente es lo que hace el apóstol Pablo. Revisa lo que dice el relato de Génesis acerca de Abraham, y descubre estas palabras: Creyó Abraham a Dios y esto se le tomó en cuenta como justicia. Abraham no hizo nada para que Dios lo tratara como amigo, si por hacer algo pensamos en buenas obras. Lo que hizo Abraham fue creerle a Dios. Aunque fue un hombre imperfecto, Dios lo trató como justo porque Abraham confió en lo que Dios le dijo.
  • Si esto fue cierto de Abraham, el padre de la fe, tiene que ser cierto de nosotros también. La religiosidad te dice que tienes que hacer ciertas cosas para que Dios te justifique. Pero la Biblia te dice que Dios te considera justo cuando crees en él. No ganamos la justicia con trabajo. La recibimos por la fe.
  • Cuando eres justificado por Dios, esto te humilla y te enaltece al mismo tiempo. Te humilla, porque nunca podrás presumir de tu justicia. Siempre estarás ante Dios como un mendigo que fue levantado del lodo y recibió un lugar totalmente inmerecido en su casa. Siempre estarás ante Dios con humildad y gratitud.
  • Te enaltece, porque jamás tendrás que sentirte menos que otro. Todos estamos ante Dios bajo las mismas condiciones. Si él nos acepta, es por lo que Jesús hizo por nosotros y no por lo que hemos hecho nosotros. Si eres justo por la fe, nadie más tiene que definir quién eres – sólo Dios. Él te llama hijo, justo, aceptado, amado y escogido. Tu identidad no está en lo que hayas hecho o lo que estés haciendo, sino en lo que eres en Cristo.
  • Ahora vamos a ver el segundo ejemplo de justificación que nos da este pasaje. Se encuentra en los versos 6 al 8. David dice lo mismo cuando habla de la dicha de aquel a quien Dios le atribuye justicia sin la mediación de las obras: 7 «¡Dichosos aquellos a quienes se les perdonan las transgresiones, cuyos pecados son cubiertos! 8 ¡Dichoso aquel cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta!».
  • El segundo ejemplo es el rey David. A pesar de sus grandes cualidades, David cometió pecados grotescos. Sedujo a una mujer casada y luego orquestó la muerte de su esposo para encubrir su pecado. Sin embargo, cuando se arrepintió y confesó su pecado, Dios lo perdonó. Mandó al profeta Natán para decirle, No morirás por tu pecado.
  • Esto nos choca. Sabemos que hay justicia, y nos parece injusto que el culpable no sufra. Hasta podemos preguntar, ¿Puedo pecar todo lo que quiera, sabiendo que después Dios me perdonará? El mismo caso de David nos da una respuesta. Aunque David no murió, el hijo que nació como resultado de su pecado con Betsabé sí murió. El pecado de David tuvo consecuencias.
  • Aunque alcancemos el perdón de Dios, el pecado siempre trae consecuencias negativas. Nos afecta a nosotros, y afecta a los que nos rodean también. Por eso, siempre es mejor evitar el pecado. La realidad, sin embargo, es que ninguno de nosotros ha sabido evitar perfectamente el pecado. Por eso, necesitamos ser justificados por Dios.
  • Cuando recibimos la justificación por la fe, comienza una transformación interna que nos lleva al cambio. Dios no nos perdona porque dejamos de pecar, sino que nos perdona y luego nos ayuda a dejar de pecar. Si entendemos lo que Cristo hizo en la cruz para que pudiéramos recibir el perdón de Dios, vamos a querer dejar el pecado. Lo haremos por amor y con un corazón sensible.
  • Dios te dice que te considera justo si de corazón crees en Jesús con un corazón arrepentido. Del mismo modo que llamó a Abraham su amigo y perdonó el pecado de David, él te recibe y te perdona por la fe. La pregunta más importante que te puedes hacer hoy es ésta: ¿Estoy bien con Dios?
  • Dirás: Es que tengo problemas económicos. Eso no es tan importante. ¿Estoy bien con Dios? Es que mi familia está mal. Pero eso se resuelve. ¿Estás bien con Dios? Es que no me siento bien conmigo mismo. Asegúrate de estar bien con Dios, y él te ayudará con lo demás. Lo prioritario es estar bien con Dios porque has puesto toda tu confianza en Jesús.
  • No retengas nada. Entrégale todo a él. Confía plenamente en Jesús, y serás justo delante de Dios.
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