PASTOR TONY HANCOCK
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¿Para quién lo haces?

8/7/2018

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​·        Un día llegue a visitar a una familia que tenía varios niños.  Tan pronto entré a la casa parecía que había estallado una bomba.  Un niño empezó a correr por acá, otro fue insolente con su mamá – fueron muy malcriados.  Su madre me miró y me dijo: Hace un momento se estaban portando muy bien.  Se están luciendo para usted.
·        Las maestras de escuela también conocen muy bien este fenómeno.  El joven aplicado de repente se convierte en un rebelde cuando se encuentra en presencia de esa muchachita guapa que le llama la atención.  ¿Por qué?  Se está luciendo delante de ella.
·        Todos lo hemos visto, y quizás lo hayamos hecho también.  En esta situación, el comportamiento se dirige hacia una persona, pero realmente es para que otra lo vea.  Jesús nos dice que tengamos cuidado con esto.  Nos dice que podemos lucirnos en nuestra vida espiritual también.
·        Abramos la Biblia en Mateo capítulo 6, y leamos los versos 1 al 4.
»Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa.
2 »Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. 3 Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, 4 para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.  (NVI)
·        Hay una palabra que aparece tres veces en este pasaje.  Es la palabra “recompensa”.  Cuando servimos a Dios, podemos esperar una recompensa.  Si tú te esfuerzas por agradar a tu Padre celestial, él no lo ignorará.  De alguna manera u otra, te recompensará. 
·        Si queremos agradar a nuestro Padre, sin embargo, tenemos que examinar nuestra motivación en servirle.  Tenemos que asegurarnos de estar haciendo las cosas para él.  En las enseñanzas que encontramos aquí en el capítulo 6, Jesús nos da tres ejemplos de cosas que hacemos para servir al Señor.  Jesús los llama obras de justicia. 
·        Las tres cosas son dar, orar y ayunar.  Son acciones que demuestran que nuestro corazón es justo delante de Dios por medio de la fe.  Son obras que nacen de la justicia de nuestro corazón.  Obviamente, hay muchas otras cosas que podríamos mencionar aquí.  Por ejemplo, asistir a la iglesia, servir en alguna capacidad, estudiar la Biblia y muchas otras cosas son obras de justicia.
·        A todas estas cosas tenemos que aplicar las palabras del verso 1: Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención.  Si hacemos estas cosas sólo para que la gente se dé cuenta, su adulación es la única recompensa que recibiremos.  De Dios no recibiremos nada.
·        Hace años tuve una vecina que tenía un par de gatos.  Yo les tengo alergia a los gatos, y creo que ellos lo sabían.  Cada vez que llegaba a su casa, alguno de los gatos siempre se me subía al pecho.  Al rato, ya estaba estornudando.
·        Estos gatos tenían otra costumbre.  Le traían pequeños “regalitos” a su ama.  A veces amanecía para encontrar un ratón decapitado esperándola en la puerta.  Otros días era una pequeña serpiente – a las que ella les tenía pavor.  Los gatos creían estar complaciendo a su dueña con estos pequeños regalos, pero en realidad, sólo le daban asco.
·        Dios nos dice que las cosas que hacemos para servirle a él, cosas que pensamos que deben complacerle, pueden darle asco también.  Para Dios, lo importante es nuestra motivación.  Si hacemos las cosas para él, de corazón, por amor, él se complace con nosotros.  En cambio, si le servimos – entre comillas – pero realmente lo hacemos para que los demás nos vean, él no se complace.  Nuestra única recompensa será la adulación de la gente.
·        Hoy vamos a hablar del primer ejemplo que da Jesús, la ofrenda.  Recuerda que esto es sólo un ejemplo.  El mismo principio se aplica a todas las cosas que hacemos como hijos de Dios para agradar a nuestro Padre celestial.  Jesús nos dice que, si damos para que otros lo vean, perderemos nuestra recompensa.
·        Es interesante que Jesús supone que daremos para ayudar a otros.  No es una opción.  Él no dice: Si se les ocurre dar…  No, él dice: Cuando des a los necesitados…  Ni siquiera admite la posibilidad de que un hijo de Dios pudiera ser tacaño.  Dios espera que sus hijos den.
·        Pero debemos tener cuidado de nuestra audiencia.  ¿Nos lucimos para que otros se den cuenta de nuestra gran generosidad?  ¿O más bien, damos para que sólo Dios lo vea?  Jesús nos dice que no seamos como los hipócritas, que dan para que la gente les rinda homenaje.
·        Para nosotros, la palabra “hipócrita” es bastante fuerte.  Muchos lo toman como insulto.  Por lo menos no soy hipócrita, dicen, cuando reconocen sus muchos errores.  Pero alguien ha notado que, si nuestra primera reacción a este pasaje es insistir en que no somos hipócritas, probablemente debemos tener cuidado y examinarnos bien.
·        La palabra hipócrita viene de un vocablo griego que se refería a los actores de teatro.  Ellos solían usar mascarillas para representar sus personajes y las emociones que sentían.  El autor podía llevar una máscara muy feliz con un rostro serio debajo.  El hipócrita, entonces, es el que esconde sus verdaderas intenciones o sus verdaderos pensamientos.
·        Jesús nos explica cómo muestra su generosidad esta clase de persona.  Quiero que te imagines la escena.  Ha llegado la hora de dar la ofrenda.  Lo único que se escucha es el sonido de las monedas que caen al plato, cuando de repente, suena una trompeta con tremendo estruendo.  Todos se voltean para ver qué está pasando, y observan a uno de los asistentes que da una enorme moneda, brillante y pesada, con una sonrisa de agrado.
·        O imagina que vas caminando por la calle cuando ves de lejos a un pordiosero.  De repente, oyes el sonar de una trompeta y ves que un hombre le está dando una limosna al mendigo.  Levanta el billete al aire para que todos lo vean, y luego, con acciones extravagantes, deposita el billete en la bolsa del pobre limosnero.
·        ¡Qué situaciones más ridículas!  Nunca se ha visto tal cosa.  Pero es precisamente con la exageración que Jesús nos quiere hacer ver lo ridículo que se ve ante Dios cuando damos para ser vistos por los hombres.  Es muy fácil engañarnos a nosotros mismos acerca de nuestra verdadera motivación.  Por eso, Jesús nos dice que nos esforcemos.  Debemos examinarnos a nosotros mismos.
·        A veces me pregunto si recibiéramos más ofrendas en la iglesia si pusiéramos en la pared del santuario un relato de lo que cada persona da.  Si todos vieran cuánto das a Dios, ¿darías más?  Si todos vieran cuánto pones en el plato de la ofrenda, ¿te esforzarías por dar al menos el diezmo?
·        Si lo harías, entonces te importa más la opinión de la gente que la opinión de Dios.  Déjame aplicarlo a otra situación.  Si tú dejas de asistir a la iglesia cuando sabes que el pastor no va a estar, muestras que te importa más la opinión de algún ser humano que la opinión de Dios.  Porque si asistes a la iglesia para alabar a Dios, ¡no te va a importar quién más está allí!
·        El otro lado de la moneda es éste.  Si damos en secreto, si trabajamos para Dios sin importar quién nos ve, él también recompensará nuestra fe.  Cuando estudiaba este pasaje, me llamó la atención que Jesús repite tres veces la idea de recompensas.  Nos dice que perderemos nuestra recompensa si hacemos nuestras obras de justicia para ser vistos por los hombres.  En cambio, nos dice que Dios nos recompensará si hacemos nuestras obras de justicia en secreto.
·        ¿Por qué es así?  Dios no necesita que le demos.  Él no está allá en el cielo, comiéndose las uñas para ver si las ofrendas de este domingo alcanzarán para sostenerlo.  ¡Él es dueño de todo lo que existe!  Más bien, Dios se complace con nuestra fe.  Cuando damos en secreto, mostramos verdadera fe en Dios.
·        Para decirlo de otro modo, si damos solamente para que la gente nos vea, actuamos como si Dios no existiera.  Nos portamos como si no valiera la pena tratar de agradar a Dios, y lo único importante es quedar bien con la gente.  Pero cuando damos en secreto, mostramos nuestra confianza en que Dios recibe lo que le damos y que él nos recompensará.
·        ¿Qué clase de recompensa podemos esperar de Dios?  Hay muchas recompensas que podemos recibir.  Cuando un hijo se esfuerza por complacer a su padre terrenal, es un gusto para el padre corresponderle.  A veces le da algún regalo.  A veces lo lleva a algún lugar especial.  A veces simplemente le da un abrazo y le dice: Hijo, me siento complacido contigo.
·        Así es también con nuestro Padre celestial.  Él se complace con nuestra obediencia cuando mostramos que lo hacemos para él.  Se complace cuando obedecemos porque le tenemos confianza, porque creemos en él y sabemos que él nos ve.  A veces recibimos una bendición inesperada.  A veces simplemente sentimos la presencia de Dios de una manera especial.
·        Puede ser que tú, en esta mañana, no conozcas a Dios así.  Puede ser que sepas que él es nuestro Padre celestial, pero nunca hayas sido adoptado como su hijo.  La Biblia nos dice que Dios mandó a su único Hijo a este mundo para que pudiéramos ser adoptados como sus hijos.  Cuando Jesús murió en la cruz, él abrió el camino para que pudiéramos entrar en una nueva familia.
·        Todos hemos sido creados por Dios, pero llegamos a ser sus hijos cuando nos arrepentimos del pecado y reconocemos a Jesús como nuestro Señor y Salvador.  Hablando de Jesús, Juan 1:12 dice: Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.
·        Si tú no has hecho esto, será muy difícil para ti hacer las cosas que Jesús menciona en este capítulo.  Te será difícil dar, porque no conoces al que recibe tu ofrenda.  Te será difícil orar, porque no conoces al que te escucha.  Pero cuando conoces de corazón a Dios, servirle se convierte en gozo.
·        Si nunca has reconocido a Jesucristo como tu Señor y Salvador, hazlo hoy.  Pon toda tu confianza en él.  Entrégale tu vida.  Así conocerás a Dios y podrás servirle, aunque nadie lo vea, porque sabes que él lo ve.
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