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September 15th, 2024

15/9/2024

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El buen ejemplo de un mal hombre

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  • El administrador de las propiedades de un hombre rico se había metido en problemas. Había usado los bienes de su jefe para su propio beneficio, y las cuentas quedaban cortas. El jefe lo llamó y le dijo: Ya no puedes seguir aquí. Haz una auditoría para darte tu liquidación.
  • El administrador se puso a pensar: ¿Qué voy a hacer? Así nadie me va a querer contratar. No tengo fuerzas para trabajar en la labor, y no quiero terminar mendigando en la calle. De repente, se le ocurrió una idea. Llamó a cada uno de los deudores de su amo. Le habían comprado diferentes productos, pero todavía no cancelaban los pagarés.
  • Cuando iban llegando los deudores, les decía que tomaran sus facturas y cambiaran la cantidad de la deuda. Ahora deberían menos. Cuando el patrón se dio cuenta de lo que había hecho el administrador, ¡lo felicitó! El hombre había sido muy listo en usar la propiedad de otro para asegurar su propio futuro. Los deudores agradecidos no lo dejarían abandonado.
  • La historia que les acabó de contar es una parábola que Jesús relató. A primera vista, parece extraña. ¿Qué buen ejemplo nos puede dar un mal hombre que malversó los fondos de su patrón? Es uno de esos pasajes misteriosos de la Biblia. Sin embargo, si consideramos la historia con cuidado, nos daremos cuenta de que Jesús nos está enseñando algo muy importante acerca de nuestro uso del dinero.
  • Abramos la Biblia en Lucas 16, y leamos los versos 1 al 9.
  • Jesús contó otra parábola a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador a quien acusaron de derrochar sus bienes. 2 Así que lo mandó a llamar y le dijo: “¿Qué es esto que me dicen de ti? Rinde cuentas de tu administración, porque ya no puedes seguir en tu puesto”. 3 El administrador reflexionó: “¿Qué voy a hacer ahora que mi amo está por quitarme el puesto? No tengo fuerzas para cavar y me da vergüenza pedir limosna. 4 Tengo que asegurarme de que, cuando me echen de la administración, haya gente que me reciba en su casa. ¡Ya sé lo que voy a hacer!”.
  • 5 »Llamó entonces a cada uno de los que debían algo a su amo. Al primero le preguntó: “¿Cuánto le debes a mi amo?”. 6 “Cien barriles de aceite”, contestó él. El administrador le dijo: “Toma tu factura, siéntate enseguida y escribe cincuenta”. 7 Luego preguntó al segundo: “Y tú, ¿cuánto debes?”. “Cien bultos de trigo”, contestó. El administrador le dijo: “Toma tu factura y escribe ochenta”.
  • 8 »Pues bien, el amo elogió al administrador deshonesto por haber actuado con astucia. Es que los de este mundo, en su trato con los que son como ellos, son más astutos que los que han recibido la luz. 9 Por eso les digo que se valgan de las riquezas deshonestas para ganar amigos, a fin de que cuando estas se acaben haya quienes los reciban a ustedes en las viviendas eternas.
  • Jesús no nos está llamando a imitar la deshonestidad de este administrador. Más bien, pone como ejemplo su inteligencia. Él usó los bienes de otra persona con sabiduría para lograr un bien para él. Nosotros estamos en la misma situación. Todo lo que tenemos le pertenece a otro. En realidad, todo lo que tenemos es de Dios. ¿Cómo lo usaremos? Dios nos llama a usar los bienes que él nos encomienda para bendición.
  • Vamos a ver cómo podemos hacerlo. La primera cosa que debemos entender es que Dios nos llama a usar los bienes de este mundo para el beneficio de su reino. Jesús dijo que los de este mundo son más astutos que los que han recibido la luz. En otras palabras, las personas deshonestas muchas veces piensan bien en cómo usar el dinero, mientras que los hijos de Dios gastan el dinero sin pensarlo mucho.
  • No debemos imitar la deshonestidad de la gente del mundo, porque ellos recibirán su merecido. En el día del juicio le irá mal al que ha sido deshonesto. Pero sí debemos imitar su inteligencia. El administrador de la parábola pensó bien para usar el dinero que estaba a su disposición. ¿Consideramos el futuro que nos puede traer nuestro uso del dinero?
  • El administrador astuto se aseguró la amistad de los deudores de su amo. Así, cuando quedara sin trabajo, ellos lo recibirían en sus casas. Jesús nos dice que nosotros también podemos hacernos amigos que nos recibirán en hogares eternos. En otras palabras, si usamos bien las posesiones que Dios nos encomienda, habrá muchas personas que nos reciban al cielo con brazos abiertos.
  • La persona necesitada a quien ayudamos hoy quizás no nos lo pueda pagar en la tierra, pero en la eternidad recibiremos nuestra recompensa. Cuando apoyamos a la misión de predicar el evangelio, ayudamos a que muchos más puedan entrar al reino de Dios. ¡Imagina el gozo que sentiremos cuando nos encontremos con ellos en la eternidad!
  • Por este motivo, tenemos que preguntarnos qué estamos logrando con nuestro uso del dinero. ¿Lo gastamos todo sin pensar en el futuro? ¿Nos enfocamos en disfrutar ahora nada más? Jesús nos enseña a pensar con inteligencia acerca de lo que lograremos para el mañana.
  • Hay otra realidad que debemos entender acerca del dinero. La encontramos en los versos 10 al 12, que dicen así: El que es fiel en lo poco también lo será en lo mucho; y el que no es honrado en lo poco tampoco lo será en lo mucho. 11 Por eso, si ustedes no han sido fieles en el uso de las riquezas deshonestas, ¿quién les confiará las verdaderas? 12 Y, si con lo ajeno no han sido fieles, ¿quién les dará a ustedes lo que les pertenece?
  • Dios mide nuestra fidelidad espiritual de acuerdo con nuestro uso de lo material. Si somos fieles en nuestra administración de los bienes que Dios nos entrega, él nos encomendará responsabilidades y honores espirituales. A veces pensamos que no importa lo que hacemos con el dinero porque se va a acabar. Pero Dios nos dice que es un termómetro.
  • Cuando me siento enfermo, lo primero que hago es sacar el termómetro para tomarme la temperatura. Ese aparato pequeño de vidrio y metal parece no tener nada que ver con mi salud, pero demuestra si mi cuerpo está luchando contra alguna infección. Mide mi condición interna.
  • Lo mismo sucede con nuestro uso del dinero. Podríamos pensar que lo económico no tiene nada que ver con lo espiritual. Sin embargo, Jesús nos dice lo contrario. Nuestro uso de lo económico refleja nuestro estado espiritual.
  • Si somos descuidados en lo económico, lo seremos en lo espiritual. Si somos egoístas en lo económico, lo seremos en lo espiritual. Si somos responsables y generosos en lo económico, lo seremos en lo espiritual. ¿Qué refleja tu cartera acerca del estado de tu corazón?
  • La tercera cosa que debemos entender acerca del dinero es que Dios nos exige un compromiso total. Esto lo dice el verso 13. »Ningún sirviente puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a la vez a Dios y a las riquezas».
  • Unos amigos me contaron una vez acerca de una situación en su trabajo. Tenían dos patrones, pero no se ponían de acuerdo. Llegaba uno y les decía que hicieran una cosa. Se ponían a trabajar en lo que les había dicho ese patrón. De repente llegaba el otro, y empezaba a regañarlos. ¿Por qué están haciendo eso? – les decía. ¡Pónganse a hacer aquello!
  • De esa manera, sólo hay confusión. No hay ningún avance. Jesús nos dice que tenemos que decidir quién será el Rey de nuestra vida. No puedes servir a Dios y también servir al dinero. Tiene que ser uno o el otro. Si le sirves a Dios, usarás el dinero para bien. Cuidarás las necesidades de tu familia y disfrutarás de lo que tienes, pero también invertirás en el reino y ayudarás a otros.
  • En cambio, si haces del dinero tu rey, el dinero te usará a ti. Te convertirá en una persona desagradable, dura y desdichada. Por eso es muy importante decidir a quién le vas a servir. Dios te ofrece una vida de paz y gozo, aunque con luchas y pruebas, que te llevará a un final feliz. El dinero te ofrece momentos de placer y diversión, pero te dejará vacío al final.
  • Acuérdate del administrador astuto, y pregúntate: ¿Qué estoy logrando para el futuro con mis bienes? Hay que prepararnos para el futuro aquí en la tierra con ahorros e inversiones. Sobre todo, hay que prepararnos para la eternidad apoyando la obra de Dios. ¿Usarás los bienes que Dios te encomienda con propósito, mirando hacia el futuro?
  • Comienza con dar a Dios de una forma sistemática. No le des lo que sobra. Separa lo que vas a dar al principio de la semana. Cuando haya oportunidades para dar más allá, pídele a Dios que te guíe en lo que debes dar. Recuerda siempre que todo es de Dios, y aprenderás ser sabio en tu uso del dinero.
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