· ¿Qué es lo normal? Reza el dicho: en tierra de ciegos, el tuerto es rey. Cuando la ceguera es lo normal, tener un ojo que sirve te da ventaja. Pero en tierra de videntes, ser tuerto se convierte en desventaja. Todo depende de lo que es normal.
· También es cierto de las costumbres. Por ejemplo, la palabra “ahorita” tiene varios significados. Si alguien te ofrece un café y le dices: Sí, ahorita, gracias, eso quiere decir que realmente no se te antoja el café. Pero si la mujer le dice a su criada: ¡Tráeme el café ahorita!, quiere decir que se lo traiga en ese momento. · Si el hijo le pregunta a su madre: ¿Cuándo vamos a comer?, y ella le responde: Ahorita, hijo, eso quiere decir que la comida estará lista en un rato. Así que ahorita puede significar ahora, después o nunca. ¡Y eso es normal! · A veces, sin embargo, lo normal no es bueno. En el imperio romano se consideraba normal abandonar a las niñas no deseadas. Si nacía una bebé que sus padres no querían, simplemente la dejaban afuera para que se muriera. Era normal. Los primeros cristianos recogían a estas bebés y las adoptaban, y con el tiempo, esa cruel costumbre dejó de ser normal. · ¿Cuáles cosas serán normales para nosotros, pero le darán asco a Dios? ¿Cuáles cosas serán normales para nosotros, pero nos harán daño y nos quitarán la felicidad? Hoy seguiremos escuchando las enseñanzas que Jesús nos dio en el Sermón del Monte. Él nos dijo que su propósito en venir no era destruir la ley, sino cumplirla. Hoy vemos su explicación del verdadero significado del séptimo mandamiento. Leamos Mateo 5:27-30. »Ustedes han oído que se dijo: “No cometas adulterio”. 28 Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno. 30 Y, si tu mano derecha te hace pecar, córtatela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él vaya al infierno. · Jesús declara: Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. La última frase es el séptimo de los Diez Mandamientos, pero él aclara que la gente no lo había entendido bien. ¿Lo entenderemos bien nosotros? Cuando él dice que hemos oído que se dijo, se refiere a las opiniones y tradiciones acerca del mandamiento, que muchas veces nos alejan de su verdadero sentido. · En otras palabras, se refiere a lo que es normal para nosotros. ¡Cómo hemos torcido lo que Dios nos dice con tanta claridad! Los machistas aplican estas palabras a la mujer, pero no al hombre; ¡como si Dios hiciera tales distinciones! Otros piensan que las relaciones sexuales antes del matrimonio son aceptables, cuando realmente son una traición de la pareja futura. · En nuestra cultura actual, las fantasías sexuales – alimentadas por fotos sugestivas, historias eróticas y videos pornográficos – se consideran un entretenimiento normal. Aun entre cristianos, muchos piensan que lo único que importa es lo que se hace con el cuerpo. Las fantasías no cuentan. · Pero Jesús nos dice que la pureza que Dios nos llama a cultivar en nuestras propias vidas es la pureza del corazón, no sólo del cuerpo. Cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. ¿Se puede pecar con la mirada? Jesús nos dice que sí. Puede ser que nadie más sepa lo que nos imaginamos en el corazón, pero Dios lo ve. · Cuando se trata de nuestra hermana o nuestra hija, a ninguno de nosotros nos gustaría que otro hombre le faltara al respeto. Para nosotros, eso no es normal. Imagina cómo reaccionarías si caminaras por la calle con tu esposa o tu hermana, y un hombre se acercara y le empezara a hacer lo que tú sueñas con hacerle a otra mujer. ¡Te pondrías furioso! ¡Eso no es normal! · Sin embargo, se nos olvida que Dios ve nuestro corazón y nuestra mente. Esa joven guapa que vemos en la calle o en una revista es la hija y la hermana de alguien. No es un objeto que existe para nuestro deleite. Fue creada por Dios a su imagen, amada y apreciada por él. Para Dios, nuestras fantasías y pensamientos lujuriosos no son normales. Tenemos que cultivar la pureza de corazón para poder tratar con verdadero amor a los demás. · ¿Qué debe ser lo normal entre los que aman a Dios? En el principio, Dios creó a Adán. Le trajo a Eva, para que él se uniera a ella y se hicieran una sola carne. Lo normal en el plan de Dios es que un hombre y una mujer se enamoren, se casen y sean fieles el uno al otro el resto de su vida. Lo normal en el plan de Dios es que, dentro de ese hogar, nazcan y crezcan hijos seguros y confiados. · Debemos entender, entonces, que cualquier otra cosa es anormal, ante los ojos de Dios. El sexo antes del matrimonio es anormal. El divorcio sin razones válidas es anormal. El adulterio es anormal. La lujuria es anormal. La pornografía es anormal. Muchas cosas que tratamos como si fueran normales, en realidad son anormales y destructivas – porque Dios no nos creó así. Son expresiones del pecado. · Por eso, Jesús nos hace responsables de no pecar. Jesús no veía el deseo sexual como algo irresistible, como muchos lo ven ahora. No lo trató como una necesidad, algo que se tiene que satisfacer. Colocó la responsabilidad de guardar nuestra mirada y nuestro corazón sobre nosotros. · En algunas religiones, se enseña a la mujer a taparse y vestirse con ropa modesta, para no despertar el deseo en el hombre. Es bueno que la mujer se vista de manera modesta, porque su valor no consiste en su atractividad sexual. Pero Jesús nos dice que la culpa de los pensamientos lujuriosos es del hombre. Nadie puede decir: Es que no pude resistir. Todos podemos resistir, y tenemos que hacerlo. · Jesús nos llama a tomar medidas drásticas para que el pecado no nos engañe. Nos dice que, si nuestro ojo derecho - ¡el más importante! – nos hacer tropezar, debemos arrancarlo de su lugar. Si nuestra mano derecha - ¡el más crucial! – nos hace tropezar, debemos cortarlo y aventarlo lejos. · El pecado es tan engañoso y tan peligroso que tenemos que tomar medidas serias para evitarlo. El pecado siempre te cuesta. Te puede costar la salvación misma. Alguien dirá: Pero a mí me enseñaron que la salvación no se puede perder. Yo creo lo mismo. La salvación no se puede perder, si la hemos recibido de verdad. · Hay personas, sin embargo, que están a punto de tomar la decisión de aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador, pero no quieren dejar un pecado favorito. El pecado sexual en todas sus formas – la lujuria, la pornografía, la fornicación y el adulterio – te vuelve adicto. Te aprisiona. Te puede costar la salvación, si eliges el pecado en lugar de elegir a Cristo. · Si ya eres salvo y juegas con el pecado sexual, no serás feliz. Quizás no pierdas la salvación, pero Dios disciplina al que ama. El pecado jamás te hará feliz. Te traerá muchos sufrimientos a la vida. Quizás al final escapes con tu alma, pero harás muchísimo daño a otras personas y traerás mucho sufrimiento a tu propia vida. · Por eso, vale la pena tomar medidas extremas para evitar el pecado sexual. Jesús no nos está llamando a mutilar nuestro cuerpo. Se expresa con cierta hipérbola, para que comprendamos la seriedad del asunto. A fin de cuentas, si me arrancara un ojo, todavía me quedaría otro para mirar con lujuria. Aunque me quedara ciego, mi mente seguiría siendo capaz de imaginar cosas. · Más bien, Jesús nos está diciendo que debemos hacer lo necesario para alejarnos de la tentación sexual en todas sus formas. Si tu celular te hace pecar, es mejor no tener celular. Deshazte de tu teléfono inteligente, si se convierte en una tentación, y cómprate un teléfono tonto. De otro mismo, tú mismo te estás haciendo el tonto. · Si tu cuenta de Facebook se convierte en tentación, elimínalo. Es necesario tomar medidas serias para evitar el pecado. No entregues a tu familia a la tentación. Es mucho mejor tener la computadora, por ejemplo, en un lugar público de tu casa. Así todos pueden ver lo que se hace allí, y hay menos tentación. ¿Amas más a Dios, o amas más al pecado? · ¿Qué hacer si ya hemos caído en pecado? ¿No hay esperanza? Sí hay esperanza. Jesucristo es capaz de destruir cualquier cadena, pero es necesario que nos acerquemos a él con un corazón realmente arrepentido y confiado en él. Él puede perdonar cualquier pecado y limpiar tu corazón, pero sólo si lo confiesas y buscas su ayuda para abandonarlo. · El predicador Carlos Spurgeon contó esta parábola. Había una vez un tirano que llamó a uno de sus súbditos y le ordenó fabricar una cadena. El pobre herrero fue a forjar los eslabones. Cuando había terminado, le trajo la cadena al tirano, quien le ordenó que se la llevara y la hiciera más largo. · De nuevo regresó, y de nuevo tuvo que alargar la cadena. Por fin regresó con una cadena larga, y el tirano ordenó a sus siervos que usaran esa cadena para atar al herrero de manos y pies y echarlo a la cárcel. Así hace el diablo, dijo Spurgeon. Obliga a los hombres a forjar sus propias cadenas de pecado, y luego los ata y echa a las tinieblas. · Pero gracias a Dios, hay un libertador. Jesús, el Hijo de Dios, tiene el poder para romper toda cadena si nos acercamos a él. El mismo que dijo: Cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón, también fue a una cruz para comprar el perdón incluso de los adúlteros – y de todos nosotros. · Ven hoy a Cristo y recibe su perdón. Entrégale a él toda tu culpa, y deja que él purifique tu corazón. Con él, puedes comenzar a caminar en verdadera pureza, en amor, en integridad. Con su ayuda puedes tener libertad y aprender a vivir de acuerdo con el diseño divino – en lo realmente normal.
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