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Una iglesia con liderazgo

11/8/2019

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  • Nosotros sabemos que la iglesia de Jesucristo nunca será destruida.  Jesús declaró: Yo edificaré mi iglesia, y durante dos mil años, esa obra no se ha detenido.  Es impresionante pensar que, desde un pequeño comienzo con doce discípulos, hoy casi dos mil millones de personas se identifican como cristianos.
  • La iglesia de Cristo nunca será destruida, pero la congregación local es algo muy diferente.  En cada lugar, la iglesia de Cristo se reúne en iglesias individuales.  Cada creyente pertenece a la iglesia en general, la iglesia que consiste en todos los creyentes redimidos por la sangre de Jesús.  Cada creyente también debe pertenecer a una iglesia local, una congregación donde se reúne con otros creyentes para adorar a Dios, aprender más de él y servirle con sus dones y talentos.  Es en la congregación local que crecemos y vivimos nuestra fe.
  • La iglesia local, a diferencia de la iglesia universal, puede sufrir derrota.  A lo largo de los años he tenido la oportunidad de visitar iglesias sanas y prósperas.  También he conocido iglesias moribundas y hasta muertas.  En un pueblo en Latinoamérica, vi el monumento fúnebre de una iglesia evangélica.  No se había construido como monumento, pero en esto se había convertido.
  • Se trataba de un edificio, muy bello y útil, rodeado por un enorme muro.  Obviamente, no se había usado desde hace muchos años.  Estaba muy deteriorado.  Mi anfitrión me contó la historia.  Una señora había donado el terreno y el dinero para la construcción de la iglesia.  La congregación estaba muy contenta de tener un lugar tan bello donde reunirse.
  • Sin embargo, poco tiempo después, se produjo una división en la congregación.  La iglesia se deshizo, y sólo ha quedado el cascarón del edificio como testigo mudo de la destrucción de una congregación local. 
  • Tales historias se podrían multiplicar.  Las tragedias relacionadas con las iglesias son demasiadas.  ¿Es esto lo que deseamos para nuestra iglesia?  ¿Queremos ver que se acabe en desastre y decepción?  Estoy seguro de que todos queremos que nuestra iglesia prospere.
  • Estamos recorriendo la primera carta que el apóstol Pablo le escribió a su ayudante Timoteo.  Timoteo se había quedado en la ciudad de Éfeso para corregir a ciertos maestros que enseñaban doctrinas falsas dentro de la iglesia.  ¿Por qué se preocupó Pablo por dejar a Timoteo en Éfeso?  Simplemente porque no quería que la iglesia fracasara.  Quería que prosperara.
  • Como vimos hace dos semanas, la base de la iglesia es la verdad de Dios.  Tenemos que conocer y defender la verdad.  La semana pasada descubrimos que la iglesia es una comunidad de gracia.  Llegamos a ser parte de la iglesia cuando, por la fe en Jesucristo, conocemos la gracia de Dios.  La iglesia depende de la gracia de Dios, y tiene que demostrar la gracia de Dios.
  • Hoy veremos una cosa que Dios ha establecido en la iglesia para su protección y cuidado.  La próxima semana veremos otra.  Si ignoramos estas cosas, la iglesia queda en peligro.  En cambio, cuando estas cosas se respetan, la iglesia puede prosperar.  Las dos cosas a la que me refiero son el liderazgo y la disciplina.  Hoy hablaremos del liderazgo de la iglesia.
  • Debemos reconocer que la idea del liderazgo ha sido abusada muchas veces.  Bajo el rubro de liderazgo, algunas personas han tratado de ejercer un control malsano sobre los que están bajo su cuidado.  Otros incluso han aprovechado su posición para abusar de otros.  Esto no es lo que Dios desea.  Jesús dijo: si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una gran piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar.  (Mateo 18:6)
  • Sin embargo, el hecho de que muchas veces se abuse del liderazgo no significa que debamos rechazarlo.  Más bien, veamos lo que Dios nos enseña en su Palabra para aprender cómo Dios quiere que sea el liderazgo dentro de la iglesia.  Leamos 1 Timoteo 1:18-20.
Timoteo, hijo mío, te doy este encargo porque tengo en cuenta las profecías que antes se hicieron acerca de ti. Deseo que, apoyado en ellas, pelees la buena batalla 19 y mantengas la fe y una buena conciencia. Por no hacerle caso a su conciencia, algunos han naufragado en la fe. 20 Entre ellos están Himeneo y Alejandro, a quienes he entregado a Satanás para que aprendan a no blasfemar.  (NVI)
  • Pablo había dejado a Timoteo en Éfeso y le había encargado que luchara contra las falsas enseñanzas que circulaban allí.  Para hacerlo, él mismo tendría que cuidar su fe y mantener una buena conciencia.  Pero esto no era un esfuerzo simplemente humano.  No estamos hablando de la selección del director de una empresa o del capitán de un equipo de fútbol.
  • En realidad, Dios es el que pone líderes en la iglesia.  ¿Por qué lo hace?  Dios pone líderes en la iglesia para el bien de todos.  Aquí estamos hablando del liderazgo pastoral de la iglesia.  Dentro de algunas semanas hablaremos de las diferentes clases de líderes que hay en la iglesia, y cuáles son las expectativas de Dios para ellos.
  • Aquí, sin embargo, Pablo le está hablando a Timoteo, a quien había dejado como su representante pastoral en la iglesia de Éfeso.  ¿Cómo llega alguien a ser pastor?  Es Dios el que hace el llamado.  En el caso de Timoteo, vemos que ese llamado fue confirmado mediante profecías.  Pablo invitó a Timoteo a ser su ayudante ministerial, pero Dios es el que lo llamó a su servicio.
  • Dios no siempre confirma el llamado por medio de profecías.  A veces lo hace en un culto, por medio de una predicación, o en un tiempo de adoración.  Pero siempre existe alguna señal, sea en nuestro corazón o de otra manera, que nos hace ver que Dios nos está llamando a su servicio. 
  • Para mí, ese llamado vino a través de un proceso.  En mis últimos años de estudio en la preparatoria, buscaba la carrera que iba a estudiar.  Consideré varias opciones.  Mi llamado definitivo al ministerio vino un domingo en que llegó un misionero a predicar a nuestra iglesia.  Por medio de su predicación, supe que Dios me estaba llamando a dedicar mi vida a su servicio.
  • Dios llama a los líderes.  La iglesia reconoce ese llamado en un proceso que llamamos ordenación, donde se examina al candidato y un consejo de pastores le impone las manos en confirmación de su llamado.  Pero Dios es el que llama.  Por lo tanto, si te sientes llamado, no lo resistas.  Busca la manera de prepararte para el servicio de Dios.  Padres, si sus hijos son llamados al ministerio, no los desanimen.  No es fácil servir al Señor a tiempo completo.  Sin embargo, si Dios llama a una persona a hacerlo, jamás será feliz haciendo algo diferente.
  • Ahora bien, si Dios es el que llama a los pastores, ¿a qué los llama?  Obviamente, este pasaje no incluye una descripción completa del trabajo de un pastor.  Lo que notamos es que Timoteo tenía que pelear una batalla.  ¿Qué tipo de batalla era?  Se trata de una batalla espiritual.  Sus armas no eran la manipulación ni las amenazas, sino su autoridad espiritual y su conocimiento de la Palabra.  Timoteo luchaba por la verdad, enseñando la Palabra y predicando el evangelio.
  • El trabajo principal del pastor en la iglesia es enseñar a la congregación para que pueda crecer espiritualmente y servir al Señor.  Observemos lo que dice Efesios 4:11-12: Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo.
  • Por supuesto, un pastor hace muchas otras cosas.  Ora por sus ovejas.  Administra los asuntos de la iglesia.  Da consejos.  Todas estas cosas son importantes, pero su labor principal es enseñar la verdad para que los miembros puedan conocerla, crecer y así servir a Cristo.  El pastor es como el entrenador de un equipo de fútbol.  Él sabe jugar, pero su labor principal no es salir a la cancha a jugar.  Es preparar a los jugadores para que ellos puedan salir a ganar.
  • Siempre estoy consciente de mi responsabilidad de predicar y enseñar la Palabra.  Dedico varias horas cada semana al estudio de la Palabra, y sinceramente me encanta.  También dedico varias horas a preparar los mensajes y los estudios como la célula familiar, y eso para mí es un poco más trabajoso. 
  • Pero a esto me ha llamado Dios.  Ahora bien, si esa es mi responsabilidad como pastor, ¿cuál es la de la congregación?  Parece obvio.  Es el de recibir la enseñanza y ponerla en práctica.  Pero esto requiere cierta dedicación y disciplina.  Significa asistir a la iglesia de manera regular, faltando sólo cuando sea necesario.
  • Si un niño sólo asistiera a la escuela dos días a la semana y faltara tres, ¿tendría un buen aprendizaje?  ¡Claro que no!  Perdería la secuencia de lo que se está enseñando.  Quizás aprendería algo, pero se perdería mucho más.  Lo mismo sucede cuando faltamos mucho a la iglesia.  Perdemos la secuencia de lo que se enseña y predica.
  • Es mucho mejor asistir esporádicamente que no asistir nunca, pero aun mejor es asistir regularmente para aprender.  Hebreos 10:25 dice así, en la Nueva Traducción Viviente: Y no dejemos de congregarnos, como lo hacen algunos, sino animémonos unos a otros, sobre todo ahora que el día de su regreso se acerca.
  • El versículo no dice: No dejemos de congregarnos, para que el pastor no se enoje y nos regañe.  ¡No!  Más bien, animémonos unos a otros, para que podamos vivir bien preparados para el regreso del Señor Jesús.  Si ves que alguien falta al culto, mándale un texto o llámale para animarle.  Compartamos lo que el Señor nos está enseñando con otros, para que podamos crecer todos juntos.
  • También es importante asistir con la actitud correcta.  En lugar de venir a la iglesia sólo por cumplir, lo aprovecharemos mucho más si preparamos nuestro corazón y nuestra mente.  Si venimos con la disposición de aprender, incluso tomando apuntes durante el sermón, podemos sacarle todo el jugo a lo que Dios nos quiere decir.
  • Todavía recuerdo al hombre que fue mi pastor durante mi adolescencia.  Tenía un nombre un poco inusual, así que todos los jóvenes nos reíamos privadamente de él.  Sin embargo, sus predicaciones marcaron mi vida.  Todavía recuerdo algunas de ellas, más de treinta años después.  Su ejemplo me motivó a ser fiel al Señor durante momentos difíciles.
  • Yo anhelo ser esa clase de pastor para ustedes.  Dios me llama a luchar.  La pregunta para todos es, ¿lucharemos juntos por la verdad, usando las armas espirituales de la Palabra y la oración que Dios nos ha dado?  ¿O terminaremos luchando los unos con los otros?  Muchos peligros amenazan la iglesia, pero si caminamos juntos bajo el señorío de Cristo y su autoridad, podemos vencer.
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