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Una iglesia que colabora con Dios

7/17/2022

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  • Hace un par de semanas, tuve la oportunidad de visitar un parque de agua con los jóvenes de la iglesia. Uno de mis atractivos favoritos del parque es el río lento. Por si no lo conoces, es una corriente suave de agua limpia en forma de río. Te montas en una cámara de aire y la corriente te lleva lentamente en un paseo.
  • El río lento es muy relajante. ¡No tienes que hacer nada! Como un atractivo, es maravilloso. Sin embargo, como un estilo de vida, no es tan bueno. Hay personas que tratan de vivir de esa manera. No se quieren esforzar. Simplemente se dejan llevar por la corriente, viendo por dónde los lleva la vida. No se esfuerzan por crecer personal ni espiritualmente.
  • Hay que decir que también existe otro extremo. Estas son las personas que piensan que todo depende de ellos, y se esfuerzan desesperadamente sin descansar. Diría que ellos se parecen a alguien que se mete a una escalera movediza en sentido contrario. Van corriendo locamente, pero avanzan muy poco. Siempre luchan contra la corriente.
  • Estas personas te dirán que sólo podrás avanzar en la vida si haces un gran esfuerzo, porque todo depende de ti. Te dirán que tú eres el capitán de tu propio destino, y nadie más te va a ayudar. Échale muchas ganas, y a lo mejor podrás lograr algo. Su lema es: Ayúdate, y yo te ayudaré, dice Dios. Sabes que esa frase no se encuentra en la Biblia, ¿verdad?
  • Los otros te dirán que no tienes que hacer nada. Esta es la vida del río lento. Sólo descansa en los brazos de Dios, te dirán, y deja que él lo haga todo. Su lema es: Que sea lo que Dios quiera. No te esfuerces: ¿para qué? Más bien, sé pasivo. A fin de cuentas, no puedes cambiar las cosas. ¿Por qué te preocupas? Lo que será, será.
  • Estas dos ideas representan dos extremos opuestos, y ninguno es correcto. Gracias a Dios, no todo depende de nosotros. ¡Dios ya está trabajando a nuestro favor! No estamos solos en esto. Pero también debemos reconocer que nos toca hacer algo. Dios no bendice la flojera. Él nos llama a trabajar, a ponernos las pilas y hacer algo.
  • En otras palabras, la vida como Dios nos llama a vivirla contiene esfuerzo y descanso. Jesús nos invita a descansar en él. Nos dice que su carga es ligera. Nos lleva en sus brazos cuando nos cansamos. Al mismo tiempo, también nos llama a ser esforzados. El secreto está en llevar un ritmo de descanso y esfuerzo. Tomamos pasos de fe, y descansamos en el amor de Dios.
  • La verdad es que la salvación contiene un llamado al esfuerzo, pero Dios nos da tanto el querer como el hacer para realizar su voluntad. Leamos Filipenses 2:12-13 para descubrirlo. Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre —no solo en mi presencia, sino mucho más ahora en mi ausencia— lleven a cabo su salvación con temor y temblor, 13 pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad. (NVI)
  • El apóstol Pablo escribió esta carta a la iglesia de Filipos, una iglesia que él mismo había plantado. Sin embargo, ya no estaba con ellos. Se encontraba en la cárcel. Por esto, quiere animarlos a seguir viviendo para el Señor, aunque Pablo ya no estaba con ellos. La marca de un creyente maduro es que sigue al Señor, no sólo cuando su líder está presente, sino también cuando está ausente.
  • ¿Qué es lo que les dice que hagan? Lleven a cabo su salvación con temor y temblor. Es muy importante entender lo que significa esta frase. No quiere decir que tenemos que ganarnos la salvación. En otros lugares, Pablo mismo declara rotundamente que la salvación no es un premio que ganamos por nuestro propio esfuerzo.
  • Cuando nosotros recibimos la salvación, dependemos totalmente de Jesús. No podemos salvarnos a nosotros mismos. Somos como náufragos, que simplemente se agarran del rescatista mientras él los levanta del agua. No podemos nadar a la orilla para librarnos del pecado. Sólo podemos lanzarnos a los brazos fuertes de Jesús, para que él nos rescate. Efesios 2:8 y 9 declara: Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe… no por obras, para que nadie se jacte.
  • Dios no nos está diciendo, entonces, que tenemos que trabajar para ganarnos la salvación. Más bien, nos está diciendo que pongamos a trabajar nuestra salvación. La salvación – es decir, el perdón de los pecados, la nueva vida que tenemos en Cristo y la nueva relación que tenemos con Dios – se recibe como regalo. Ese regalo se recibe por fe. Pero ahora, Dios nos llama a poner ese regalo a trabajar.
  • La fe verdadera es activa. No es pasiva. Tener fe no significa quedarse con los brazos cruzados y decir: Estoy seguro de que todo va a salir bien. Imagina, por un momento, que un amigo te regalara un tractor. Tratas de pagarle por el tractor, pero él sabe que no tienes suficiente dinero ni para empezar a pagárselo. No puedes darle nada a cambio, en realidad.
  • Por fin, le agradeces su regalo tan generoso. Prendes el tractor, y lo estacionas detrás de tu casa. Lo mantienes bien limpio y pulido. Cada vez que viene a visitarte tu amigo, le muestras el tractor y le vuelves a decir: ¡Gracias por regalarme ese tractor! Sólo hay un problema. Nunca lo usas.
  • Tienes un enorme campo detrás de tu casa, pero nunca se te ocurre usar tu lindo tractor para labrar la tierra y sembrar algo. El tractor sólo lo tienes de lujo. Ahora bien, ¿qué pensará tu amigo del regalo que te ha dado? ¿Le dará gusto que sólo lo tengas allí estacionado, por más limpio y pulido que esté?
  • Dios nos ha dado este precioso regalo de la salvación. No nos cuesta nada a nosotros, pero a él le costó ver a su único Hijo colgar en la cruz, cargado con nuestros pecados, entregando su vida a nuestro favor. ¿Qué vamos a hacer con este maravilloso regalo que nos dado, el regalo de la salvación? ¿Lo dejaremos guardado, o lo pondremos a trabajar?
  • Hay muchas cosas maravillosas que Dios quiere lograr en nuestra vida, si ponemos a trabajar la salvación. Él puede hacer cambios en nuestra familia. Puede hacer cambios en nuestra comunidad. Puede cambiar nuestro carácter. Puede usarnos para rescatar a otras personas. Puede incluso hacer cambios en nuestra salud, pero nos toca a nosotros poner la fe en acción. La verdadera fe es activa. Nos lleva a tomar pasos concretos.
  • La buena noticia en todo esto es que no estamos solos. No depende por completo de nosotros. La verdadera fe también es dependiente. Podemos estar seguros de que Dios está obrando. Volvamos a leer el verso 13 de Filipenses 2, y deja que estas palabras penetren tu corazón: …pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad. (NVI)
  • Cuando nosotros ponemos nuestra fe en acción, ¡podemos estar seguros de que el inmenso poder de Dios está obrando en nosotros! Dios está obrando para darnos ánimo, para darnos las ganas para lograr lo que él nos llama a hacer, y también el poder para lograrlo. ¡No estamos solos en esto!
  • Esta es una verdad muy poderosa, si la podemos comprender. Muchas veces nos imaginamos a Dios como un maestro regañón. Nos dice qué hacer, y se queda allí para sermonearnos cuando no lo logramos. Con los brazos cruzados, sólo menea la cabeza con decepción ante nuestras fallas.
  • ¡Dios no es así! En la vida del creyente, él está obrando tanto para motivarnos como para capacitarnos. Su Palabra, su Espíritu, los creyentes que nos rodean, las circunstancias: en todo Dios está obrando para darnos el deseo – el querer hacer su voluntad. Al mismo tiempo, él está obrando para que podamos lograr lo que él nos lleva a proponernos. ¡No estamos solos en esto!
  • Cierta noche, una casa se incendió, dejando a un niño atrapado en el segundo piso. El padre se paró debajo de la ventana del cuarto donde estaba su hijo. Cuando el niño se asomó a la ventana, entre el humo y la oscuridad, su padre gritó: ¡Salta, hijo! Yo te agarro. Al mirar hacia afuera, sin embargo, el niño no podía ver a nadie. ¡No te veo, papá! – gritaba el niño. Sí, hijo – le respondió su padre. Pero yo te veo, y eso es lo que importa.
  • Sabes, nosotros tenemos un Padre amoroso que siempre nos ve. Lanzarnos en fe a un nuevo proyecto, a algún cambio en nuestra vida o a compartir el evangelio con alguien puede ser atemorizante. No sabemos qué pasará. No vemos a dónde iremos a caer. Pero nuestro Padre celestial sí lo ve. Si nos dejamos guiar por él, si caminamos en obediencia por la fe en él, sus poderosos brazos siempre nos sostendrán.
  • ¿Para qué necesitas confiar en Dios? ¿Qué cambios te está llamando a hacer en obediencia a él? No dejes que el temor te robe las bendiciones que Dios quiere derramar sobre tu vida. Deposita en él toda tu confianza, y toma el paso de fe. Ponte a caminar, dejando que un paso de fe te lleve al siguiente paso de obediencia.
  • No tienes que dudar ni buscar. Puedes saber que Dios tiene planes para tu vida. Son planes de bien. ¿Pondrás a trabajar la salvación que él te ha dado? ¿Tendrás una fe que funciona?
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