PASTOR TONY HANCOCK
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¿No te da vergüenza?

3/27/2022

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  • Si somos honestos, todos hemos hecho cosas que nos dan vergüenza. El simple recuerdo nos hace subir el color. Queremos que nadie se dé cuenta de lo que hemos hecho. A mí me sucedió una de estas cosas durante mis años de estudiante. En aquel tiempo, mi familia vivía en una ciudad muy correcta y ordenada. Había iglesias en cada esquina, y a nadie se le ocurría tirar basura en las calles.
  • Un día, poco después de recibir la licencia de manejo, iba en el carro por una de las calles principales de la ciudad. Por algún motivo, me distraje. Esto fue antes del tiempo de los celulares, así que no le puedo echar la culpa al teléfono. De repente, me di cuenta de que estaba a punto de pasar una luz en rojo. Pisé el freno con todas mis fuerzas, y el carro se derrapó en medio de la intersección.
  • Todos me miraban con expresiones de asombro, pero no vi a nadie que reconociera. En ese momento pensé: ¡Qué bueno que nadie me vio! Felizmente el incidente no pasó a mayores, y seguí manejando hacia mi destino, seguro de que ningún conocido me había visto pasar tal vergüenza.
  • Ese domingo en la iglesia, un amigo se me acercó y me dijo: Salí a correr el otro día por la calle tal y creo que te vi. ¿Fuiste tú el que casi se pasó la luz roja? Había estado tan seguro de que nadie me había visto, que mi error había pasado desapercibido, pero fui descubierto. Perdí la fama de ser buen conductor.
  • Ese fue un incidente pequeño. Las consecuencias no fueron muy grandes, en realidad. Sin embargo, décadas después, todavía lo recuerdo. Ese es el poder de la vergüenza. Se queda encajada en nuestro corazón como una espina. Con sólo recordarlo, nos volvemos a sentir unos fracasados. La buena noticia del evangelio es que la vergüenza tiene una solución. Vamos a ver cómo la podemos encontrar. Regresemos a los momentos después del arresto de Jesús. Fue llevado primero a la casa del sumo sacerdote. Leamos Juan 18:15-18 para ver lo que sucedió entonces.
  • Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y, como el otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, entró en el patio del sumo sacerdote con Jesús; 16 Pedro, en cambio, tuvo que quedarse afuera, junto a la puerta. El discípulo conocido del sumo sacerdote volvió entonces a salir, habló con la portera de turno y consiguió que Pedro entrara.
  • 17 —¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre? —le preguntó la portera.
  • —No lo soy —respondió Pedro.
  • 18 Los criados y los guardias estaban de pie alrededor de una fogata que habían hecho para calentarse, pues hacía frío. Pedro también estaba de pie con ellos, calentándose.
  • Pocas horas antes, Pedro le había dicho a Jesús: Aunque todos te abandonen, yo nunca te dejaré. Cuando llegaron los soldados para arrestarlo, trató de defender a Jesús. Pero cuando su esfuerzo no funcionó, abandonó a Jesús. Ahora, lo venía siguiendo de lejos para ver qué sucedería con él.
  • No iba solo. Otro discípulo lo acompañaba. Aunque no se nos dice su nombre, probablemente fue Juan. Siendo conocido del sumo sacerdote, posiblemente un pariente lejano, Juan consiguió que les dejaran entrar. Juan conocía el lugar, pero Pedro no. Para él, un simple pecador, todo era nuevo.
  • Imagina que te encontraras de repente en el patio de la casa del presidente o del papa. ¿Cómo te sentirías? Sospecho que lo que Pedro más deseaba era pasar desapercibido. Se sentía intimidado por lo que le rodeaba. No quería parecer fuera de lugar. Y justo cuando entró al patio donde vivía el hombre más poderoso de su pueblo, una sirvienta le pregunta: ¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre? ¿No eres uno de los amigos del acusado?
  • Sin pensarlo, por instinto, Pedro dice lo que le permitirá escaparse de la vergüenza de asociarse con Jesús: No, no lo soy. De una manera tan natural, sin mala intención, Pedro empieza a hundirse. Niega siquiera conocer al Maestro por quien juró, unas horas antes, que estaría dispuesto a dar la vida.
  • Cuando caemos en pecado, generalmente no sucede en un momento de gran rebelión. No decidimos que queremos traicionar a Jesús y rebelarnos contra su Palabra. Más bien, sucede de una manera que parece muy natural, muy lógica. No es una gran caída, sino un suave desliz que termina en el pecado. Cuando comienzas a hacer pretextos, ten cuidado. El pecado no está lejos.
  • Mientras Pedro negaba conocer siquiera a Jesús, algo diferente le estaba sucediendo. Leamos Juan 18:19-24 para ver lo que le estaba pasando a Jesús en ese momento.
  • Mientras tanto, el sumo sacerdote interrogaba a Jesús acerca de sus discípulos y de sus enseñanzas.
  • 20 —Yo he hablado abiertamente al mundo —respondió Jesús—. Siempre he enseñado en las sinagogas o en el templo, donde se congregan todos los judíos. En secreto no he dicho nada. 21 ¿Por qué me interrogas a mí? ¡Interroga a los que me han oído hablar! Ellos deben saber lo que dije.
  • 22 Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí cerca le dio una bofetada y le dijo:
  • —¿Así contestas al sumo sacerdote?
  • 23 —Si he dicho algo malo —replicó Jesús—, demuéstramelo. Pero, si lo que dije es correcto, ¿por qué me pegas?
  • 24 Entonces Anás lo envió, todavía atado, a Caifás, el sumo sacerdote.
  • Mientras Pedro estaba en el patio, negando conocer a Jesús, él tampoco dijo nada acerca de sus discípulos. El sumo sacerdote le preguntó acerca de sus discípulos y sus enseñanzas. Jesús fácilmente podría haber dicho: Dos de ellos están en el patio de su casa. Pregúnteles usted mismo.
  • Pero no dijo nada. No se quedó en silencio por vergüenza, sino por amor. Aunque sus discípulos podrían haber intercedido por él o al menos hablar a favor de su carácter, Jesús sabía que terminarían perjudicados. Se queda en silencio para protegerlos, para defenderlos. Aun de esa manera les mostró su amor.
  • ¡Qué gran ironía! Mientras Jesús lo protegía, Pedro negaba a su Maestro. Y no sólo lo hizo una vez. Leamos lo que sucedió después, en Juan 18:25-27.
  • Mientras tanto, Simón Pedro seguía de pie, calentándose.
  • —¿No eres tú también uno de sus discípulos? —le preguntaron.
  • —No lo soy —dijo Pedro, negándolo.
  • 26 —¿Acaso no te vi en el huerto con él? —insistió uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja.
  • 27 Pedro volvió a negarlo, y en ese instante cantó el gallo.
  • Pedro sigue de pie junto a esa fogata. Un detalle: la fogata era de carbones, no de leña. El idioma original lo indica. Allí está Pedro, calentándose junto a la fogata, cuando otra persona lo reconoce. Le hace la misma pregunta de antes, y Pedro vuelve a negar que conoce a Jesús.
  • Quizás se enciende un poco más el fuego, y de repente otra persona cree reconocer a Pedro. Lo hace con buena razón, porque es pariente del hombre cuya oreja Pedro había cortado en el jardín. ¿Acaso no te vi en el huerto con él? – le pregunta. De seguro allí te vi. Pero Pedro vuelve a negarlo, y en eso, canta el gallo.
  • ¿Cómo te habrías sentido si estuvieras en el lugar de Pedro? Sin pensarlo, sin darte cuenta, has hecho lo que poco antes juraste que jamás harías. Has fallado a tu Señor. Has dejado que el temor te controle tanto que has abandonado a tu maestro en su momento de mayor necesidad.
  • Los otros evangelios nos dicen que Pedro huyó del lugar y lloró descontroladamente. Seguramente pensó que para él ya no había esperanza. Jamás podría ser restaurado. Jamás lograría deshacer el daño de ese momento. Y quizás, tú lo entiendes porque has sentido lo mismo.
  • La vergüenza que has sentido no te deja. Los recuerdos de tu pecado, de tu error no te abandonan. ¿Cómo fuiste capaz de hacer semejante cosa? Las voces no dejan de criticarte y de atacarte. La buena noticia es que Pedro no se quedó en esa situación, y tú tampoco tiene que quedarte allí. Vamos a ver lo que sucedió junto a otra fogata de carbones, algunos días después.
  • Ya Jesús había sido crucificado, y tres días después, había resucitado. Pedro y algunos de los demás discípulos habían vuelto a pescar cuando Jesús se les presentó a la orilla del lago. Volvieron a tierra para encontrarse con él, y allí vieron que había una fogata de carbón con pescado cocido. Luego, sucedió esto.
  • Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro:
  • —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
  • —Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro.
  • —Apacienta mis corderos —le dijo Jesús.
  • 16 Y volvió a preguntarle:
  • —Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
  • —Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
  • —Cuida de mis ovejas.
  • 17 Por tercera vez Jesús le preguntó:
  • —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
  • A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?» Así que le dijo:
  • —Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.
  • —Apacienta mis ovejas —le dijo Jesús—.
  • Jesús, el mismo que Pedro había traicionado, le pregunta tres veces: ¿Me amas? Pedro había jurado que sería fiel a Jesús, aunque todos los demás lo abandonaran. Sin embargo, tres veces lo había negado. Ahora Jesús le pregunta tres veces: ¿Me amas? ¿Me quieres?
  • Pedro ha sido humillado. Ya no declara que ama a Jesús más que los demás. Con pena, le dice: Señor tú sabes que te quiero. Y Jesús tres veces le repite que todavía tiene un lugar en su reino. Todavía tiene una tarea importante. Su falla no ha sido el fin. No lo ha descalificado. Unas cuantas semanas después, ese mismo Pedro predicaría el sermón del día de Pentecostés, cuando tres mil personas se convirtieron.
  • De esto se trata la gracia. Cristo responde a nuestras fallas de la misma manera en que respondió a la de Pedro. Él no busca gente perfecta. No nos señala con el dedo cuando fallamos. Más bien, nos ofrece la mano para levantarnos y darnos otra oportunidad. En su muerte en la cruz, Jesús sufrió toda la vergüenza de nuestro pecado. Él fue avergonzado, para que nosotros fuéramos libres.
  • Jesús hoy quiere restaurarte como restauró a Pedro. Si llevas una pesada carga de culpa por algo que hiciste, entrégasela a Jesús. Deja que él la lleve a la cruz y allí la cancele. Jesús todavía tiene propósitos para tu vida. No dejes que la vergüenza te robe todo lo que él tiene preparado para ti.
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