El poder de la adoración• Estamos en una batalla. Si lo olvidamos, seremos presa fácil de nuestro enemigo. La Biblia nos dice que el diablo anda como león rugiente, buscando a quién devorar. Sin embargo, también nos dice que podemos resistirlo si nos mantenemos firme en la fe. Estamos en una batalla, pero es una batalla que podemos ganar si usamos las armas que Dios nos da.
• El pueblo de Dios siempre ha estado bajo ataque. Cuando los israelitas salieron de Egipto, no pasó mucho tiempo antes de que otro pueblo los atacara. Estaban aún en el desierto rumbo al monte Sinaí cuando otro pueblo llegó a su campamento para atacarlos. Eran sus parientes lejanos, descendientes de Esaú, mellizo de Jacob. Pero no respetaron los lazos de sangre. • Eran los amalecitas, y se dedicaban a asaltar a la gente. De eso vivían. Éxodo 17:8-9 nos describe lo que sucedió. Los amalecitas vinieron a Refidín y atacaron a los israelitas. Entonces Moisés ordenó a Josué: «Escoge algunos de nuestros hombres y sal a combatir a los amalecitas. Mañana yo estaré en la cima de la colina con la vara de Dios en la mano». • Muy poco tiempo antes, los israelitas habían salido de Egipto. No habían hecho nada para ganar su libertad. No habían luchado contra los egipcios. Dios luchó por ellos. Él hizo grandes hazañas mediante las plagas que envió contra Egipto. Cambió el río Nilo en sangre. Mató a los primogénitos. Por fin, el faraón permitió que los israelitas salieran libres. • Cuando los amalecitas llegaron para luchar contra ellos en el desierto, sin embargo, Dios les dijo que pelearan. Aquí vemos un cuadro de nuestra salvación. Así como Dios libró a los israelitas de su esclavitud en Egipto sin que ellos pelearan, así también él nos libera de nuestra esclavitud al pecado sin que hagamos nada. • Él derrotó a nuestros enemigos en la cruz. Nosotros sólo recibimos esa liberación por fe. Somos salvos solamente por el sacrificio de Cristo en la cruz. Si le has entregado tu vida a Cristo, ya eres libre de la condenación del pecado y la muerte eterna. • Pero en nuestra vida cristiana, él nos llama a luchar. Nuestros enemigos ahora no son otros seres humanos. Efesios 6:12 dice esto: Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. • La lucha del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento a veces fue contra otros pueblos, pero nuestra lucha es espiritual. Tenemos que luchar contra la tentación. Tenemos que luchar contra las viejas costumbres. Tenemos que luchar contra el enemigo y contra el mundo que nos quiere llevar al mal. Si se nos olvida que estamos en una lucha, perderemos. • Vamos a ver cómo los israelitas ganaron la batalla contra los amalecitas, porque así podemos nosotros ganar nuestra batalla también. Éxodo 17:10-13 dice esto: Josué siguió las órdenes de Moisés y presentó batalla a los amalecitas. Por su parte, Moisés, Aarón y Hur subieron a la cima de la colina. Mientras Moisés mantenía los brazos en alto, la batalla se inclinaba en favor de los israelitas; pero cuando los bajaba, se inclinaba en favor de los amalecitas. Cuando a Moisés se le cansaron los brazos, tomaron una piedra y se la pusieron debajo para que se sentara en ella. Luego Aarón y Hur sostuvieron sus brazos, uno el izquierdo y otro el derecho, y así Moisés pudo mantenerlos firmes hasta la puesta del sol. Fue así como Josué derrotó al ejército amalecita a filo de espada. • Mientras los israelitas luchaban contra sus enemigos en el valle, Moisés estaba sobre la colina con los brazos elevados en adoración. Intercedía delante del Señor. Tenía en la mano su vara que representaba la autoridad de Dios. Con esto demostraba que era Dios quien les daba la victoria. No la iban a ganar por su propia astucia ni poder. • Nuestras batallas se ganan de la misma manera. Tenemos que luchar con las armas que Dios nos da, con su Palabra y con nuestra voluntad. Pero perderemos si no levantamos nuestras manos en adoración. Si no reconocemos que las fuerzas y el poder y la gloria son de Dios, terminaremos en la derrota. • Puede ser que estés luchando por tu familia. No te rindas. No dejes de esforzarte por lograr el cambio usando tu sabiduría y tu esfuerzo. Al mismo tiempo, sé constante en levantar tus manos a Dios en oración. Las batallas se ganan con esfuerzo y con adoración. No puede faltar ninguno de los dos. • Aquí también vemos la importancia de apoyarnos los unos a los otros en el proceso. A Moisés se le cansaron los brazos. Su hermano Aarón y Hur le ayudaron a sostener los brazos en alto. De la misma forma, tenemos que apoyarnos los unos a los otros. Cuando estás en una lucha, busca el apoyo en oración de tus hermanos. Busca las maneras de apoyar a otros que están luchando. Tristemente, muchas veces preferimos criticar en lugar de apoyar. • Cuando los israelitas habían ganado la batalla, Dios le dio a Moisés una promesa. Éxodo 17:14 nos la dice. Entonces el Señor dijo a Moisés: «Pon esto por escrito en un rollo para que se recuerde, y que lo oiga bien Josué: Yo borraré por completo, bajo el cielo, todo rastro de los amalecitas». • Cuando luchamos contra nuestros enemigos del pecado, el diablo y el mundo, lo hacemos con la seguridad de que serán destruidos. El diablo fue vencido en la cruz, pero todavía anda en el mundo. Sin embargo, cuando Jesús regrese, su poder se acabará. Luchamos sabiendo que un día nuestros enemigos serán destruidos. • Cuando recibió esta promesa, Moisés construyó un altar de piedras. Este no fue un altar de sacrificio por el pecado. Más bien, fue un altar para sacrificios de gratitud. Éxodo 17:15-16 dice así: Moisés edificó un altar y lo llamó «El Señor es mi estandarte». Y exclamó: «porque levantó su mano contra el trono del Señor, la guerra del Señor contra Amalec será de generación en generación». • Un estandarte es una bandera que va delante de las tropas en la guerra. Demuestra dónde se está librando la batalla, y los guía hacia la victoria. Mucha gente hoy en día persigue diferentes estandartes. Algunos levantan estandartes de violencia, pensando que sus fuerzas los harán ganar. Pero Jesús dijo: Los que a hierro matan, a hierro mueren. (Mateo 26:52 NVI) • Otros siguen el estandarte de la riqueza o del orgullo. Pero nosotros tenemos un estandarte mucho mejor. Isaías 11:10 dice esto: En aquel día se alzará la raíz de Isaí como bandera de los pueblos; hacia él correrán las naciones, y glorioso será el lugar donde repose. La raíz de Isaí es Jesús, el gran Rey que se ha levantado como estandarte de los pueblos. • Si seguimos a Jesús en la batalla, alcanzaremos la victoria. Su presencia es la victoria gloriosa. Cuando lo adoramos con las manos en alto, como lo hizo Moisés, él nos guía a la victoria. ¿Cuál es tu estandarte? ¿A quién sigues? ¿Cómo quieres ganar? Reconoce quiénes son tus enemigos. Lucha con todas tus fuerzas, y mantente fiel en adoración. Así ganarás la batalla.
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Noviembre 2024
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