¿A dónde van los muertos?
J.R. nos escribe desde Argentina: Quiero que me dé una idea de cómo hablarles a las personas y adónde van o están, hasta el regreso de nuestro Señor.
Respuesta:
La Biblia nos dice que Dios ha puesto la eternidad en el corazón del hombre, y es natural que nos preguntemos a dónde iremos al morir. Las personas que han aceptado las explicaciones materialistas del origen del universo y la vida humana aún siguen buscando alguna forma de tener un impacto que dure más allá de la muerte. Es una cualidad universal del ser humano.
La Biblia nos da algunas pistas acerca de nuestro destino después de la muerte. Existen quienes enseñan que el alma entra en una especie de estado inconsciente, pero la Biblia rechaza este concepto. Por una parte, como creyentes, podemos tener la seguridad de ir a morar inmediatamente con Jesús después de morir. Al ladrón crucificado con él, nuestro Señor prometió: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:43) El apóstol Pablo expresó la misma certeza: Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Senor. (2 Corintios 5:6-8) Esto nos da una gran seguridad, pues sabemos que, si hemos conocido a Cristo como Senor y Salvador, iremos a estar con él en el momento de nuestra partida de este mundo.
Por otra parte, la historia que contó nuestro Señor acerca del hombre rico y Lázaro nos da información acerca de quienes mueren sin Cristo. Antes de comentar el pasaje, deberíamos mencionar que algunas personas identifican esta historia como parábola, y por ende, suponen que no tiene referente histórico. Sin embargo, en ninguna de sus parábolas da Jesús nombre propio a alguno de los personajes. El hecho de que aquí nombre a Lázaro da la impresión fuerte de que está hablando de una situación real. Tomando esto en cuenta, entonces, podemos aprender acerca de nuestro destino después de la muerte.
Puede leer aquí la historia del hombre rico y Lázaro. Notamos que el hombre rico estaba en un lugar de sufrimiento, mientras que Lázaro estaba con el patriarca Abraham en un lugar de descanso y paz. Queda muy claro que no había sucedido aún el juicio final, pues el hombre rico le pidió a Abraham que mandara a Lázaro para testificar a sus hermanos y así evitar que ellos sufrieran el mismo destino que él. Si el juicio final ya hubiera tenido lugar, esto seria inútil, y el hombre rico no habría hecho esta petición. También parece que, en la historia, no había sucedido aún la muerte de Cristo. Refleja la situación de los creyentes del pacto antiguo; por esto el lugar de descanso de los fieles se describe como el "seno de Abraham".
De esta historia aprendemos, entonces, que la división entre justos e injustos se hace desde el momento de la muerte; en ese momento entramos al mas allá: o al sufrimiento que nuestros pecados se merecen, o al gozo que Jesucristo murió para comprarnos. Podemos compartir estas Escrituras con las personas que conocemos y animarles a estar seguros de su destino eterno. Cualquiera de nosotros puede asegurarse de estar en el cielo si acepta a Jesucristo como único y suficiente Salvador y Señor. Para saber más de esto, haga clic aquí.
Pastor Tony Hancock
J.R. nos escribe desde Argentina: Quiero que me dé una idea de cómo hablarles a las personas y adónde van o están, hasta el regreso de nuestro Señor.
Respuesta:
La Biblia nos dice que Dios ha puesto la eternidad en el corazón del hombre, y es natural que nos preguntemos a dónde iremos al morir. Las personas que han aceptado las explicaciones materialistas del origen del universo y la vida humana aún siguen buscando alguna forma de tener un impacto que dure más allá de la muerte. Es una cualidad universal del ser humano.
La Biblia nos da algunas pistas acerca de nuestro destino después de la muerte. Existen quienes enseñan que el alma entra en una especie de estado inconsciente, pero la Biblia rechaza este concepto. Por una parte, como creyentes, podemos tener la seguridad de ir a morar inmediatamente con Jesús después de morir. Al ladrón crucificado con él, nuestro Señor prometió: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:43) El apóstol Pablo expresó la misma certeza: Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Senor. (2 Corintios 5:6-8) Esto nos da una gran seguridad, pues sabemos que, si hemos conocido a Cristo como Senor y Salvador, iremos a estar con él en el momento de nuestra partida de este mundo.
Por otra parte, la historia que contó nuestro Señor acerca del hombre rico y Lázaro nos da información acerca de quienes mueren sin Cristo. Antes de comentar el pasaje, deberíamos mencionar que algunas personas identifican esta historia como parábola, y por ende, suponen que no tiene referente histórico. Sin embargo, en ninguna de sus parábolas da Jesús nombre propio a alguno de los personajes. El hecho de que aquí nombre a Lázaro da la impresión fuerte de que está hablando de una situación real. Tomando esto en cuenta, entonces, podemos aprender acerca de nuestro destino después de la muerte.
Puede leer aquí la historia del hombre rico y Lázaro. Notamos que el hombre rico estaba en un lugar de sufrimiento, mientras que Lázaro estaba con el patriarca Abraham en un lugar de descanso y paz. Queda muy claro que no había sucedido aún el juicio final, pues el hombre rico le pidió a Abraham que mandara a Lázaro para testificar a sus hermanos y así evitar que ellos sufrieran el mismo destino que él. Si el juicio final ya hubiera tenido lugar, esto seria inútil, y el hombre rico no habría hecho esta petición. También parece que, en la historia, no había sucedido aún la muerte de Cristo. Refleja la situación de los creyentes del pacto antiguo; por esto el lugar de descanso de los fieles se describe como el "seno de Abraham".
De esta historia aprendemos, entonces, que la división entre justos e injustos se hace desde el momento de la muerte; en ese momento entramos al mas allá: o al sufrimiento que nuestros pecados se merecen, o al gozo que Jesucristo murió para comprarnos. Podemos compartir estas Escrituras con las personas que conocemos y animarles a estar seguros de su destino eterno. Cualquiera de nosotros puede asegurarse de estar en el cielo si acepta a Jesucristo como único y suficiente Salvador y Señor. Para saber más de esto, haga clic aquí.
Pastor Tony Hancock