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January 28th, 2024

28/1/2024

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La seguridad de tu hogar

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  • Crecí en una zona donde no había mucha violencia, pero había mucho robo. Todas las casas tenían rejas en las ventanas y varias chapas en las puertas. No salíamos sin cerrar cada puerta con llave para que no se metiera ningún ladrón. Sin embargo, llegó un domingo por la tarde cuando llegamos de la iglesia para encontrar abierta la puerta principal de la casa.
  • ¿Cómo se habrán metido? No se veía ninguna marca en la puerta. Mi padre entró a revisar la casa. Para nuestro asombro, todo estaba bien. No faltaba nada. Al parecer, nadie había entrado. Nos dimos cuenta de que, esa noche, nos habían acompañado algunos amigos. Cuando salimos distraídos de la casa, nadie cerró la puerta. Felizmente, Dios protegió la casa y no pasó nada.
  • Muchas veces nos preocupamos por la seguridad física del hogar. No queremos que nadie se meta a robar. Sin embargo, descuidamos su seguridad espiritual. La Biblia nos dice que tenemos un enemigo, y también nos dice cuál es su propósito. Juan 10:10 declara, El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. ¿Le estaremos dejando abierta la puerta para que se meta sin estorbo?
  • Sólo hay una forma de mantener la seguridad de nuestro hogar. La seguridad del hogar se mantiene mediante la santidad. Algunas personas dejan una Biblia abierta en la mesa para espantar al diablo. Si no la leen, de poco sirve. Otros cuelgan hierbas o herraduras para proteger la casa. Pero la única cosa que realmente nos protege de los ataques del enemigo es la santidad.
  • Dios es santo. En él no hay impureza ni pecado ni maldad. Dios llama a su pueblo a la santidad, porque él es santo. Así lo dice Levítico 11:44: Yo soy el Señor su Dios, así que conságrense y manténganse santos, porque yo soy santo. En el Antiguo Testamento, la santidad se expresaba hasta en los alimentos. Ya no estamos bajo esas reglas, pero la santidad no deja de ser primordial.
  • ¿Qué es la santidad para nosotros? ¿Qué significa esto de ser santo? La santidad es la consagración. Es el hecho de estar separado para algo. Cuando te casas, te consagras a vivir exclusivamente con tu cónyuge. Excluyes a todos los demás. Del mismo modo, la santidad es vivir consagrados a Dios excluyendo a otros dioses y a todas las cosas que a él no le agradan. Dejamos algunas cosas para dedicarnos a alguien mucho mejor.
  • Si tú eres creyente en Jesucristo, ya estás consagrado. Eres santo. En 1 Corintios 6:11 leemos esto: Ya han sido lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios. Cuando te entregas a Cristo, su sangre te lava. Por la fe en él, Dios te considera justo. Has sido santificado por la presencia de su Espíritu Santo.
  • Ahora te toca vivir en esa santidad. No es cuestión de tratar de ser santo para que Dios te reciba. Es cuestión de entender que eres santo si le has entregado tu vida a Jesús. Vivir en pecado sería una incoherencia. Esa ya no es tu vida. Esa ya no es tu identidad.
  • Si somos santos por la fe en Jesús, nuestros hogares también deben ser lugares de santidad. Son santificados por nuestra presencia. A veces uno llega a ciertas casas y observa una placa que dice: Este hogar es católico. Creo que muchos ponen esos letreros para que nadie más los fastidie. Pero el sentimiento es bueno. Mi hogar debe reflejar mi fe, mis creencias y mi santidad ante Dios.
  • ¿Cómo podemos proteger la santidad de nuestro hogar? Vamos a volver esta mañana al ejemplo de un hombre santo que no supo proteger la santidad de su hogar. De su mal ejemplo aprendemos cómo evitar su error. Me refiero al rey David, uno de los personajes sobresalientes de la Biblia y ancestro de nuestro Señor Jesús.
  • Fue un hombre que amaba mucho a Dios, pero dejó a su familia casi destruida porque no supo cuidar la santidad de su hogar. Todo comenzó un día de primavera cuando David se paseaba por la azotea de su palacio. En esa temporada del año, los reyes solían ir a la guerra con sus tropas. David se había quedado en casa y había enviado a sus tropas a pelear sin él.
  • Observando la ciudad, vio a una mujer hermosa que se bañaba en el patio de una casa vecina. La mandó a traer, y se acostó con ella. En ese momento, David dejó de pensar como un hombre de Dios y comenzó a pensar como cualquier rey de su tiempo. Los reyes paganos consideraban que todo les pertenecía, incluyendo los cuerpos de sus súbditos. David olvidó su santidad como hombre de Dios y adoptó las actitudes del mundo que lo rodeaba. ¡Ten cuidado de no hacer lo mismo!
  • Cuando su amante salió embarazada, David buscó la forma de ocultar su pecado. Primero trató de lograr que su esposo se acostara con ella, pero no pudo. Por fin orquestó la muerte de su esposo y se casó con ella. Todo parecía estar bien, pero en ese momento comenzó la caída de su familia.
  • La santidad de tu hogar comienza con tus decisiones. Si dejas que tu corazón se aparte de Dios y persiga el pecado, pondrás en riesgo el bienestar espiritual de toda tu familia. Tus vicios, tu coraje y tu falta de compromiso con Dios abren la puerta a que el enemigo entre a tu hogar. No es tarde. Busca la ayuda de Dios y la ayuda de tus hermanos para cambiar, si hay algo que está mal en tu vida.
  • Aunque Dios perdonó a David por su pecado, también murió el bebé que había sido fruto de su adulterio. Es más, David no supo detener los efectos de su pecado en su familia. Tiempo después, su hijo Amnón se enamoró de una de sus hermanas que no estaba casada. Era virgen. El primo de Amnón, un joven muy listo, le dio un consejo. Finge que estás enfermo, le dijo, y dile a tu papá que quieres que tu hermana te atienda. Así lo hizo Amnón.
  • David le mandó a su hermana, quien vino inocentemente a atenderlo. Pero él se aprovechó de ella y la ultrajó. Después de lograr lo que él quería, la odió. Así es la lujuria. Por favor, no vayas a confundir el amor con la lujuria. El amor sabe esperar el tiempo de Dios. El amor busca el bien de la otra persona. En cambio, la lujuria sólo busca su propia satisfacción.
  • Tristemente, David nunca tomó cartas en el asunto. No tuvo la inteligencia de sospechar algo extraño cuando Amnón pidió que su hermana lo atendiera. Cuando se enteró de lo que había pasado, tampoco hizo nada. Fue otro de sus hijos el que acogió a su hermana ultrajada y la cuidó. Luego, ese hermano llamado Absalón mató a Amnón en venganza. Por fin, Absalón mismo trató de suplantar a David como rey y también murió.
  • La Biblia nos cuenta la historia de David y Amnón de una forma muy cuidadosa. Dios es un artista literario por excelencia. Los detalles de la historia demuestran la conexión entre el pecado de David y el de Amnón. Los dos cometieron un acto inmoral con una mujer hermosa en la privacidad de su propia residencia.
  • En ambos casos, su acción causó gran dolor y resultó en la muerte de un hijo de David. Los dos se portaron como paganos. Los dos actuaron con astucia para ocultar su lujuria. El pecado de David se repitió en la vida de su hijo. Es más, David no tuvo las agallas para confrontar y detener el pecado de Amnón porque había perdido la autoridad moral a causa de su propio pecado.
  • La santidad de tu hogar será un reflejo de tu santidad. Si tú te entregas a Cristo y le das el control de tu vida, tendrás el valor para poner límites y confrontar la impureza cuando procura meterse a tu casa. Tendrás el valor para decirles que no a tus hijos, porque sabes negar la tentación tú mismo.
  • No dejes la puerta de tu casa abierta al diablo. Dedica tu hogar al Señor. Decídete a excluir lo que es del mundo. Dale tu corazón por completo a Cristo para que puedas confrontar el pecado sin hipocresía. Así podrás tener un hogar seguro ante los ataques del enemigo. 
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