March 24th, 2024

La revelación del Jesús verdadero

• Hace poco se celebró la fiesta de San Patricio. La historia de Patricio es fascinante. Fue llevado como esclavo a Irlanda cuando tenía dieciséis años. Seis años después, se escapó y regresó a su familia. Sin embargo, en un sueño, Dios lo llamó a regresar a Irlanda. Él obedeció y pasó el resto de su vida evangelizando a los irlandeses.
• La fiesta de San Patricio se ha convertido en un pretexto para que todo el mundo se vista de verde y se emborrache. Me imagino que, si San Patricio viviera hoy, se quedaría horrorizado ante el espectáculo. El Patricio verdadero no se parece en nada a la forma en que ahora se celebra.
• De una forma mil veces peor, a veces hacemos lo mismo con Jesucristo. En lugar de conocer al Jesús verdadero y servirle, nos conformamos con religiosidad y política. Hoy es domingo de ramos, cuando recordamos el momento en que Jesús entró a Jerusalén montado sobre un burro. Vamos a tratar de comprender lo que nos enseña este evento acerca de quién es Jesús.
• Comenzamos el día anterior, cuando Jesús pasaba por el pueblo de Jericó en su camino a Jerusalén. Mucha gente iba caminando con Jesús para llegar a la fiesta de la Pascua. Sentados junto al camino había dos hombres ciegos. Según Marcos, uno de ellos se llamaba Bartimeo. Ellos gritaban: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! (Mateo 20:30)
• La gente que iba pasando con Jesús trató de callarlos, pero ellos gritaban con más fuerza: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! (Mateo 20:31) Mateo 20:32-34 nos dice lo que pasó en seguida. Jesús se detuvo y los llamó.
• —¿Qué quieren que haga por ustedes?
• —Señor, queremos recibir la vista.
• Jesús se compadeció de ellos y tocó sus ojos. Al instante recobraron la vista y lo siguieron.
• En ese momento, Jesús estaba rodeado de gente. Sus discípulos lo seguían. Las multitudes de peregrinos lo acompañaban. Sin embargo, sólo los dos ciegos veían lo que realmente estaba sucediendo. ¡Qué ironía! ¡Sólo dos ciegos ven la realidad!
• Ellos se dieron cuenta de que Jesús es el verdadero Señor. Se dieron cuenta de que Jesús es el Hijo de David, el Rey que todos habían estado esperando. En ellos se cumplió la profecía que había hecho Isaías siglos antes, cuando dijo: Su Dios vendrá, … vendrá a salvarlos. Se abrirán entonces los ojos de los ciegos. (Isaías 53:4-5)
• Vieron quién era Jesús, y recibieron la vista física también. El milagro de Jesús en restaurar su vista demostraba la vista espiritual que ellos ya tenían. Vieron quién era Jesús en verdad, y por eso, creyeron en él. Como resultado, él les abrió los ojos.
• Sigue sucediendo lo mismo. Hay mucha gente alrededor de Jesús. Muchos se llaman cristianos. Llevan una cruz en el cuello y una Biblia en el carro. Pero ¿seremos como aquella multitud? ¿Estaremos ciegos a la realidad de Jesús? ¿Trataremos de callar a los que se quieren acercar a él con nuestras palabras y actitudes?
• Si sigues a Jesús sólo para que él te dé lo que quieras, no estás siguiendo al Jesús verdadero. Si sigues a Jesús sólo por tradición, no estás siguiendo al Jesús verdadero. Si sigues a Jesús sin entrega ni obediencia, no estás siguiendo al Jesús verdadero. Pídele que te abra los ojos para que lo puedas conocer tal como es.
• Al día siguiente, Jesús envió a dos de sus discípulos para que le trajeran un burrito. Se sentó sobre el burrito que venía acompañado por su madre y entró a Jerusalén. La multitud que lo acompañaba tendía sus mantos sobre el camino y cortaba ramas de los árboles para hacerle a Jesús una especie de alfombra roja.
• Gritaban a fuerte voz: —¡Hosanna al Hijo de David!
• —¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
• —¡Hosanna en las alturas! (Mateo 21:9)
• Con la acción de entrar a Jerusalén sentado sobre un burro, Jesús hacía una declaración muy importante. Mateo 21:4-5 dice así: Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta: «Digan a la hija de Sión: “Mira, tu rey viene hacia ti, humilde y montado en un burro, en un burrito, cría de una bestia de carga”». La cita es del profeta Zacarías.
• Jesús no se sentó sobre el burrito porque estaba cansado. Entró así para declarar, sin pronunciar ni una sola palabra, que era el Rey que todos esperaban. Tristemente, la gente seguía ciega. Cuando se preguntaban unos a otros quién sería él, respondían que era un profeta.
• Si quieres conocer al Jesús verdadero, tienes que conocerlo como Rey. Él no admite otra posición en tu vida. No puede ser simplemente tu copiloto, alguien que te saca de apuros. Tienes que entregarle la autoridad sobre tu vida. Tienes que darle el trono de tu corazón.
• Cuando Jesús entró a Jerusalén, llegó al templo. Encontró que los comerciantes que vendían animales y los cambistas habían convertido el patio del templo en un mercado. Comenzó a volcar las mesas de los cambistas y a soltar a los animales. Entonces declaró: «Escrito está: “Mi casa será llamada casa de oración”, pero ustedes la han convertido en “cueva de ladrones”». (Mateo 20:13)
• Con esta acción, él cumplió la profecía del último profeta del Antiguo Testamento, el profeta Malaquías. Había anunciado: De pronto vendrá a su Templo el Señor a quien ustedes buscan; vendrá el mensajero del pacto, a quien ustedes desean» —dice el Señor de los Ejércitos.
• Pero ¿quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién podrá mantenerse en pie cuando él aparezca? Porque será como fuego de fundidor o jabón de lavandero. (Malaquías 3:1-2)
• Todos supuestamente esperaban la venida del Señor, pero nadie estaba preparado para su llegada. Lo aclamaron con ramas y alabanzas cuando entró por la puerta de la ciudad, pero su templo no estaba preparado para recibirlo. En lugar de un centro de adoración, se había convertido en un lugar de comercio.
• Como resultado, ese templo fue destruido. Unos cuarenta años después, los romanos lo tumbaron y jamás se ha vuelto a reconstruir. Como ya no servía, Dios decidió reemplazarlo. Ahora, el templo de Dios es su iglesia. Ya no es un edificio. Nosotros somos el templo de Dios.
• Me preguntó qué sucedería si Jesús llegara en persona a nuestro templo. No me refiero a este edificio, donde no hay ni siquiera un cambista ni animal a la venta. Más bien, me refiero al templo de nuestros corazones. ¿Le rendimos una adoración digna? ¿Vivimos entregados a él?
• Como iglesia, ¿vivimos en santidad? Cuando dejamos que el pecado nos domine, desplazamos la adoración que Dios se merece. Cuando nos preocupamos más por el dinero que por adorar a Dios, el templo de nuestro corazón se convierte en un mercado. Cuando le damos a Dios una adoración a medias, el templo deja de ser una casa de oración.
• Si no recibimos a Jesús con arrepentimiento, humildad y verdadera adoración, su llegada podrá ser muy desagradable para nosotros. Esta es la lección del domingo de ramos. Adoremos al Jesús verdadero con la entrega, la dedicación y la santidad que él se merece.