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Una iglesia armoniosa

4/9/2022

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  • Esopo contó una fábula acerca de tres toros que vivían juntos en un campo. Nada les hacía falta, y vivían en completa armonía. Un león que quería cenar carne de res los observaba cuidadosamente. Sin embargo, por dondequiera que se acercara, terminaba enfrentándose con los cuernos de un toro embravecido. No hallaba la manera de sorprenderlos.
  • Por fin, se le ocurrió una magnífica idea. Comenzó secretamente a regar chismes acerca de los toros y sembrar cizaña entre ellos. Muy pronto, los toros que siempre habían estado unidos comenzaron a manifestar celos y desconfianza. En lugar de mantenerse unidos, se retiraban a diferentes rincones del campo. Allí el león los atacaba a solas, y pronto acabó con los tres toros.
  • La Biblia nos dice que tenemos un enemigo que anda como león rugiente, buscando a quien devorar. (1 Pedro 5:8) Él sabe que, si logra separarnos, seremos presa fácil de sus ataques. Por eso, Dios nos dice: Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. (Efesios 4:3)
  • Cuando una iglesia está unida, suceden cosas maravillosas. El Salmo 133:1 lo expresa así: ¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía! El verso 3 concluye, Donde se da esta armonía, el Señor concede bendición y vida eterna. La armonía trae bendición. Una iglesia armoniosa es una iglesia bendecida, donde el Señor hace cosas grandes.
  • Una iglesia armoniosa también es una iglesia donde hay salvación. Allí, dice el salmo, el Señor concede vida eterna. Muchas personas me han contado que Dios usó el compañerismo y la armonía de una iglesia para atraerlos hacia él. Sintieron el amor de la iglesia, y como resultado, llegaron a conocer el amor de Jesús.
  • Si la armonía trae bendición y salvación, es obvio por qué el diablo la trata de destruir. Pero la realidad es que él sólo puede destruir la armonía de la iglesia si tiene ayuda. Si no nos prestamos a sus intrigas, podemos proteger la unión de la iglesia. Podemos ser un lugar de bendición y salvación.
  • Hoy vamos a ver un ejemplo concreto de un problema que amenazaba con destruir la armonía de una iglesia. Veremos cómo Dios nos enseña a enfrentar estas situaciones. Es un resumen muy breve, pero nos deja enseñanzas profundas. Leamos lo que nos dice Dios en Filipenses 4:2-3.
  • Ruego a Evodia y también a Síntique que se pongan de acuerdo en el Señor. 3 Y a ti, mi fiel compañero, te pido que ayudes a estas mujeres que han luchado a mi lado en la obra del evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.
  • Hay muchos misterios en este pasaje. No sabemos quiénes fueron Evodia y Síntique. La Biblia nunca las vuelve a mencionar. Tampoco sabemos más acerca de Clemente, salvo que su nombre estaba escrito en el libro de la vida. Ni siquiera sabemos quién fue el fiel compañero que Pablo menciona, aunque probablemente se trataba del pastor de la iglesia de Filipos.
  • Pero quizás, en su sabiduría, Dios lo dejó así para que no nos perdiéramos en los detalles de lo que estaba pasando en Filipos. Lo que queda claro es que había algún desacuerdo entre dos mujeres de influencia en la congregación. No se trataba de un problema moral, porque en esos casos, Pablo habría llamado a la iglesia a tomar cartas en el asunto.
  • En otras palabras, no era cuestión de que una se hubiera robado el esposo de la otra. Esos casos se tratan con disciplina. Tampoco era cuestión de alguna doctrina falsa que una o la otra enseñara, porque de igual modo, Pablo habría llamado a la iglesia a corregir esa falsa enseñanza – como lo acababa de hacer en el capítulo 3.
  • Tendría que tratarse de algún desacuerdo personal. Quizás a una de ellas no le gustaba el color de las cortinas que se usaban en el lugar donde la iglesia se reunía. O quizás una había malinterpretado algo que dijo la otra. No sabemos cuál fue el desacuerdo entre estas mujeres, así que podemos aplicar lo que dice Pablo a cualquier situación de desacuerdo en la iglesia.
  • Cualquiera que sea el motivo, Dios nos ruega que nos pongamos de acuerdo en el Señor. ¿Qué es lo que solemos hacer cuando tenemos algún desacuerdo con otro hermano de la iglesia? Algunos deciden que no se van a dejar vencer, y comienzan una campaña de chisme y habladuría contra la otra persona. Se justifican a sí mismos, pero en realidad, se convierten en cómplices del enemigo.
  • Otros deciden dejar la iglesia, en lugar de enfrentar la situación y resolverla. Otros se quedan, pero nunca están en paz con la otra persona. Se tratan con frialdad y cortesía congelada, apagando el fuego del Espíritu que es amor. Ninguna de estas reacciones trae resolución al problema.
  • En los versos que hemos leído, Dios nos da cinco pautas para enfrentar las diferencias que surgen en la iglesia. En primer lugar, nos muestra que suceden. La iglesia de Filipos fue sembrada por el mismo apóstol Pablo y fue ejemplar en su apoyo del ministerio apostólico, pero, aun así, enfrentó una situación de desacuerdo.
  • No nos debe sorprender cuando lo mismo sucede en nuestra iglesia. Algunas personas responden con decepción cuando ven algún conflicto en la congregación, porque piensan que una iglesia debe ser siempre un lugar de armonía y compañerismo. En el cielo, la iglesia será así. En esta tierra, por más que nos amemos, surgirán conflictos. Sucede hasta en las mejores familias. La clave no es vivir sin conflicto, sino saber enfrentarlo cuando surge.
  • La segunda cosa que debemos entender acerca de enfrentar los conflictos es que no siempre hay que buscar culpables. Cuando se trata de una cuestión moral o doctrinal, es importante buscar la verdad. Pero muchas veces el conflicto se trata de personalidades, de gustos, de visiones diferentes para el futuro.
  • En estos casos, no debemos buscar culpables. No es necesario que uno gane y el otro pierda. El apóstol Pablo no defendió ni a Evodia ni a Síntique. Simplemente les rogó que se pusieran de acuerdo, sin tratar de descubrir quién tenía la razón. No siempre tenemos que ganar el argumento.
  • La tercera clave para resolver los conflictos en la iglesia es no huir del problema. Muchas veces, tratamos de hacer todo menos enfrentar la situación. Nos vamos para no tener que ver a la persona que nos ofendió. Fingimos que no pasó nada, como si pudiéramos tapar el sol con un dedo. Pero de esa manera, la ofensa queda como una astilla enterrada. De un modo o de otro, saldrá a la luz.
  • La cuarta cosa que vemos en este pasaje es que, a veces, tenemos que buscar un mediador. Pablo le pide a su fiel compañero, probablemente el pastor de la iglesia, que ayude a estas mujeres a ponerse de acuerdo. En algunos casos, puede ser bueno pedirle a alguna persona de madurez que nos ayude a resolver la situación.
  • La quinta cosa que observamos aquí es que es problema de la iglesia, no sólo algo privado. Evodia y Síntique podrían presentarse en la iglesia el domingo para adorar al Señor con una sonrisa pintada en la cara, y fingir que todo estaba bien. Sin embargo, si estaban peleadas, la separación afectaría el espíritu de la iglesia.
  • Algunas personas se guían por el dicho, la ropa sucia se lava en casa. Por supuesto, no tenemos que sacar a relucir todo lo que tenemos en contra de nuestros hermanos. No se trata de convertir cada reunión de la iglesia en una sesión de terapia en grupo. Pero lo que sí tenemos que reconocer es que nuestras divisiones privadas afectan la iglesia, aunque nadie más lo sepa. Tenemos que resolverlas si no queremos perjudicar a la iglesia.
  • Pero quizás todavía tengas la idea de que no es tan importante enfrentar las diferencias en la iglesia. ¿Por qué no mejor fingir que todo está bien? Por una parte, el apóstol Pablo habla de una lucha. Dice que estas mujeres habían luchado – no contra él, sino a su lado – en la obra del evangelio.
  • Esto implica que nos encontramos en una guerra. La iglesia no es un juego. No es un pasatiempo o un deporte. Tristemente, muchas personas toman más en serio los deportes que las cosas de Dios. Pero la iglesia se encuentra luchando contra el enemigo por la vida de las personas. Estamos en la guerra, pero si perdemos el tiempo en luchas internas, el enemigo nos derrotará fácilmente.
  • Por otra parte, somos coherederos de la vida eterna. Pablo dice que sus colaboradores tenían sus nombres escritos en el libro de la vida. En otras palabras, su dedicación a la obra del evangelio demostraba la realidad de su fe y les daba la seguridad de que eran salvos. Cuando llegaran al juicio final, sus nombres se encontrarían escritos en el libro de la vida.
  • Nuestros nombres también están escritos en ese libro, si de corazón nos hemos entregado a Cristo. El servicio de nuestra vida demostrará la realidad de nuestra entrega y nuestra fe. Pero me pregunto: ¿cómo pensamos pasar la eternidad con nuestros hermanos, si no los podemos ver aquí en la tierra? ¿Dónde creen que nos esconderemos en el cielo para no ver a ese hermano que nos cae mal aquí en la tierra?
  • Hermanos, esto no es un juego. Estamos en una guerra. Tenemos un enemigo que nos quiere destruir. Sin embargo, unidos podemos vencer. Si has ofendido a alguien, ármate de valor y pídele perdón. Si alguien te ha ofendido, perdónalo de corazón. Si algún desacuerdo te separa de otro hermano, deja que el amor quite esa división. Así podremos vivir en la armonía que Dios desea.
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