Agustín
I. Su vida
Vivió entre 354-430 d.C.
Nació en el norte de África de un padre incrédulo y una madre creyente, Mónica. Su madre tuvo mucha influencia sobre él.
Se mudó a Cartago a la edad de dieciséis años y se lanzó a la vida desenfrenada de la ciudad. Tomó una concubina y tuvo un hijo con ella a la edad de diecinueve años.
Durante casi una década siguió el sistema filosófico llamado Maniqueísmo, que creía en dos principios eternos (luz y oscuridad) que están en constante conflicto.
Se mudó a Roma en el año 383; un año después se mudó a Milán, donde el obispo Ambrosio le mostró que muchas de sus objeciones al cristianismo se basaban en ideas equivocadas.
Se convirtió a Cristo en el año 386, en el patio de una casa, al oír la voz de un niño que decía: Toma, lee. Tomó una Biblia que estaba a la mano y encontró Romanos 13:13-14. Al leer el pasaje, fue convertido.
En el año 395 llegó a ser obispo de Hipona, y escribió varios libros de mucha influencia en la iglesia, entre los cuales se encuentran las Confesiones y la Ciudad de Dios.
II. Su contribución
En las Confesiones, Agustín describió su vida con el fin de mostrar cómo había sido librado del pecado por la gracia de Dios.
La Ciudad de Dios fue escrita después de la caída de Roma ante los visigodos (una tribu germánica). Los paganos culpaban a los cristianos de la caída de Roma; Agustín explicó que hay en el mundo dos ciudades – la ciudad del hombre y la ciudad de Dios – que existirán juntas hasta el juicio final, cuando finalmente serán separadas.
Defendió la fe ante los escépticos, mostrando que es imposible saber nada sin tener fe. Dijo Agustín: Creo para saber. También mostró que la existencia de la maldad en el mundo se debe al libre albedrío, no a la existencia de una fuerza negativa con poder igual a la de Dios.
En Hipona enfrentó la existencia de una iglesia paralela a la iglesia católica romana llamada donatista. Frente a esto, insistió en que los sacramentos tenían que ser administrados por un sacerdote ordenado por la iglesia católica. Sin embargo, su uso de la palabra católico no es sinónimo de católico romano.
Frente a las innovaciones de Pelagio, quien enseñó que el ser humano nace sin pecado original y es capaz por su propia cuenta de obedecer a Dios, Agustín insistió que cada ser humano nace predispuesto al pecado. Ningún ser humano es capaz de guardar las leyes de Dios, por lo cual la salvación tiene que ser por la gracia de Dios.
III. Sus palabras
Donde no hay caridad, no puede haber justicia.
Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad.
Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas, y te ayuda para que puedas.
Bienaventurado es, Senor, el que te ama a Ti, al amigo en Ti, y al enemigo por Ti.
El que es bueno, es libre aun cuando sea esclavo; el que es malo, es esclavo aunque sea rey.
Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista.
I. Su vida
Vivió entre 354-430 d.C.
Nació en el norte de África de un padre incrédulo y una madre creyente, Mónica. Su madre tuvo mucha influencia sobre él.
Se mudó a Cartago a la edad de dieciséis años y se lanzó a la vida desenfrenada de la ciudad. Tomó una concubina y tuvo un hijo con ella a la edad de diecinueve años.
Durante casi una década siguió el sistema filosófico llamado Maniqueísmo, que creía en dos principios eternos (luz y oscuridad) que están en constante conflicto.
Se mudó a Roma en el año 383; un año después se mudó a Milán, donde el obispo Ambrosio le mostró que muchas de sus objeciones al cristianismo se basaban en ideas equivocadas.
Se convirtió a Cristo en el año 386, en el patio de una casa, al oír la voz de un niño que decía: Toma, lee. Tomó una Biblia que estaba a la mano y encontró Romanos 13:13-14. Al leer el pasaje, fue convertido.
En el año 395 llegó a ser obispo de Hipona, y escribió varios libros de mucha influencia en la iglesia, entre los cuales se encuentran las Confesiones y la Ciudad de Dios.
II. Su contribución
En las Confesiones, Agustín describió su vida con el fin de mostrar cómo había sido librado del pecado por la gracia de Dios.
La Ciudad de Dios fue escrita después de la caída de Roma ante los visigodos (una tribu germánica). Los paganos culpaban a los cristianos de la caída de Roma; Agustín explicó que hay en el mundo dos ciudades – la ciudad del hombre y la ciudad de Dios – que existirán juntas hasta el juicio final, cuando finalmente serán separadas.
Defendió la fe ante los escépticos, mostrando que es imposible saber nada sin tener fe. Dijo Agustín: Creo para saber. También mostró que la existencia de la maldad en el mundo se debe al libre albedrío, no a la existencia de una fuerza negativa con poder igual a la de Dios.
En Hipona enfrentó la existencia de una iglesia paralela a la iglesia católica romana llamada donatista. Frente a esto, insistió en que los sacramentos tenían que ser administrados por un sacerdote ordenado por la iglesia católica. Sin embargo, su uso de la palabra católico no es sinónimo de católico romano.
Frente a las innovaciones de Pelagio, quien enseñó que el ser humano nace sin pecado original y es capaz por su propia cuenta de obedecer a Dios, Agustín insistió que cada ser humano nace predispuesto al pecado. Ningún ser humano es capaz de guardar las leyes de Dios, por lo cual la salvación tiene que ser por la gracia de Dios.
III. Sus palabras
Donde no hay caridad, no puede haber justicia.
Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad.
Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas, y te ayuda para que puedas.
Bienaventurado es, Senor, el que te ama a Ti, al amigo en Ti, y al enemigo por Ti.
El que es bueno, es libre aun cuando sea esclavo; el que es malo, es esclavo aunque sea rey.
Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista.