La injusticia de la vida
Hemos recibido la siguiente pregunta: ¿Por qué a los que seguimos lo que la Biblia nos enseña en ocasiones nos va mal, y los que estan en vicios, y se encuentran participando de las cosas del mundo (música, discos, cerveza, infidelidad) les va mejor que a los que sí obedecen la Palabra de Dios?
Respuesta:
Tenemos una gran promesa en Romanos 8:28, que dice así: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Leyendo este versículo sin prestarle atención, podríamos pensar que la fe en Cristo y el amor a Dios nos garantizan una vida sin problemas, una vida de constante diversión, placer y prosperidad. Tenemos que preguntarnos, sin embargo, cuál es la voluntad de Dios para sus hijos. ¿Qué es lo que Dios está logrando en nosotros? ¿Cuál es ese bien que él nos promete? El verso 29 del mismo capítulo lo dice: Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. El propósito de Dios para cada uno de nosotros es que lleguemos a parecernos a Jesucristo, para poder vivir para siempre con él en su Reino. ¿Cómo fue formado el carácter de Jesús? Fue por medio del sufrimiento, no por medio de la comodidad. Por ende, es de esperarse que la vida cristiana incluya sufrimientos y problemas, juntamente con las bendiciones y la prosperidad que Dios derrama sobre sus hijos. En las palabras del Dr. Adrián Rogers, Todo aquello que [Dios] está operando para nuestro bien tiene un propósito. No es para hacernos ricos, ni para hacernos felices, sino para hacernos semejantes a Jesucristo. Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a fin de que podamos crecer hacia la semejanza de Cristo.
Hay al menos dos razones por las que puede sufrir un creyente, que no se aplican a la vida de un incrédulo. Por una parte, el creyente puede sufrir debido a la disciplina de Dios. Hebreos 12:5-8 dice lo siguiente: Habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis
la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Observe este pasaje. Nos dice que la disciplina del Señor - es decir, los sufrimientos que él permite en nuestra vida para enseñarnos, sea como consecuencia directa de algún pecado o para hacernos madurar - es una indicación de que somos sus hijos. El no-creyente a veces sufre las consecuencias de su pecado, pero a veces no. ¿Por qué no? Simplemente porque no es hijo de Dios, así que Dios no lo disciplina. Si usted anduviera por la calle y viera a un niño desconocido portándose mal, ¿lo corregiría? No lo haría. En cambio, si viera a su hijo portándose mal, ¿lo corregiría? Claro que sí. Ninguna disciplina es agradable en el momento, pero tiene un buen fin.
Una segunda razón por la que puede sufrir un creyente es como prueba de su fe. Esto lo vemos en la vida de Job. En Job capítulo 1, vemos que Satanás se presentó ante Dios para pedirle permiso para probar a Job. Dios se lo concedió, y llegaron sobre Job toda una serie de desgracias - sin que él se las mereciera. ¿Le habría sucedido esto a Job si no hubiera sido un hombre justo y devoto a Dios? Probablemente no, porque el enemigo no habría tenido ninguna razón para probarlo. Job sufrió como prueba de su fe. Es más, sus propios amigos no lo comprendieron. Ellos tenían una teología sencilla pero equivocada que decía que, si nos portamos bien, Dios siempre nos va a bendecir. La vida de Job muestra que esta idea no es correcta. El justo puede sufrir para probar su fe. Sin embargo, es importante notar un detalle: al final de todo esto, Job salió más bendecido que al principio. La prueba de la fe del justo siempre redunda para bendición, tarde o temprano; en algunos casos, quizás sea después de que se acabe esta vida.
Esto nos lleva al Salmo 73, la reflexión de una persona que se hizo la misma pregunta que vimos al principio. Es tan importante este salmo que lo cito completo aquí: Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte, pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los otros mortales, ni son azotados como los demás hombres. Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia. Los ojos se les saltan de gordura; logran con creces los antojos del corazón. Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo, y su lengua pasea la tierra. Por eso Dios hará volver a su pueblo aquí, y aguas en abundancia serán extraídas para ellos. Y dicen: ¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en el Altísimo? He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia; pues he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas. Si dijera yo: Hablaré como ellos, he aquí, a la generación de tus hijos engañaría. Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia. Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras.
Observe que el autor se frustra por la prosperidad de los impíos, y está a punto de renunciar su fe - hasta que se acerca al santuario de Dios, y allí llega a tener la perspectiva divina sobre el asunto. Allí ve que lo que observamos en esta tierra no lo es todo. Llegará un momento en el que el impío tendrá que pagar por sus pecados. Es mucho mejor sufrir ahora, si es necesario, que sufrir después.
Por este motivo, podemos tener esperanza en nuestras luchas y pruebas, sabiendo que son evidencias de que somos realmente hijos de Dios y no bastardos, y sabiendo que él nos está preparando para algo mucho mejor. Aunque ahora los malos parezcan ganar, esta situación no es permamente. Dios hará justicia.
Pastor Tony Hancock
Hemos recibido la siguiente pregunta: ¿Por qué a los que seguimos lo que la Biblia nos enseña en ocasiones nos va mal, y los que estan en vicios, y se encuentran participando de las cosas del mundo (música, discos, cerveza, infidelidad) les va mejor que a los que sí obedecen la Palabra de Dios?
Respuesta:
Tenemos una gran promesa en Romanos 8:28, que dice así: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Leyendo este versículo sin prestarle atención, podríamos pensar que la fe en Cristo y el amor a Dios nos garantizan una vida sin problemas, una vida de constante diversión, placer y prosperidad. Tenemos que preguntarnos, sin embargo, cuál es la voluntad de Dios para sus hijos. ¿Qué es lo que Dios está logrando en nosotros? ¿Cuál es ese bien que él nos promete? El verso 29 del mismo capítulo lo dice: Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. El propósito de Dios para cada uno de nosotros es que lleguemos a parecernos a Jesucristo, para poder vivir para siempre con él en su Reino. ¿Cómo fue formado el carácter de Jesús? Fue por medio del sufrimiento, no por medio de la comodidad. Por ende, es de esperarse que la vida cristiana incluya sufrimientos y problemas, juntamente con las bendiciones y la prosperidad que Dios derrama sobre sus hijos. En las palabras del Dr. Adrián Rogers, Todo aquello que [Dios] está operando para nuestro bien tiene un propósito. No es para hacernos ricos, ni para hacernos felices, sino para hacernos semejantes a Jesucristo. Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a fin de que podamos crecer hacia la semejanza de Cristo.
Hay al menos dos razones por las que puede sufrir un creyente, que no se aplican a la vida de un incrédulo. Por una parte, el creyente puede sufrir debido a la disciplina de Dios. Hebreos 12:5-8 dice lo siguiente: Habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis
la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Observe este pasaje. Nos dice que la disciplina del Señor - es decir, los sufrimientos que él permite en nuestra vida para enseñarnos, sea como consecuencia directa de algún pecado o para hacernos madurar - es una indicación de que somos sus hijos. El no-creyente a veces sufre las consecuencias de su pecado, pero a veces no. ¿Por qué no? Simplemente porque no es hijo de Dios, así que Dios no lo disciplina. Si usted anduviera por la calle y viera a un niño desconocido portándose mal, ¿lo corregiría? No lo haría. En cambio, si viera a su hijo portándose mal, ¿lo corregiría? Claro que sí. Ninguna disciplina es agradable en el momento, pero tiene un buen fin.
Una segunda razón por la que puede sufrir un creyente es como prueba de su fe. Esto lo vemos en la vida de Job. En Job capítulo 1, vemos que Satanás se presentó ante Dios para pedirle permiso para probar a Job. Dios se lo concedió, y llegaron sobre Job toda una serie de desgracias - sin que él se las mereciera. ¿Le habría sucedido esto a Job si no hubiera sido un hombre justo y devoto a Dios? Probablemente no, porque el enemigo no habría tenido ninguna razón para probarlo. Job sufrió como prueba de su fe. Es más, sus propios amigos no lo comprendieron. Ellos tenían una teología sencilla pero equivocada que decía que, si nos portamos bien, Dios siempre nos va a bendecir. La vida de Job muestra que esta idea no es correcta. El justo puede sufrir para probar su fe. Sin embargo, es importante notar un detalle: al final de todo esto, Job salió más bendecido que al principio. La prueba de la fe del justo siempre redunda para bendición, tarde o temprano; en algunos casos, quizás sea después de que se acabe esta vida.
Esto nos lleva al Salmo 73, la reflexión de una persona que se hizo la misma pregunta que vimos al principio. Es tan importante este salmo que lo cito completo aquí: Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte, pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los otros mortales, ni son azotados como los demás hombres. Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia. Los ojos se les saltan de gordura; logran con creces los antojos del corazón. Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo, y su lengua pasea la tierra. Por eso Dios hará volver a su pueblo aquí, y aguas en abundancia serán extraídas para ellos. Y dicen: ¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en el Altísimo? He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia; pues he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas. Si dijera yo: Hablaré como ellos, he aquí, a la generación de tus hijos engañaría. Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia. Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras.
Observe que el autor se frustra por la prosperidad de los impíos, y está a punto de renunciar su fe - hasta que se acerca al santuario de Dios, y allí llega a tener la perspectiva divina sobre el asunto. Allí ve que lo que observamos en esta tierra no lo es todo. Llegará un momento en el que el impío tendrá que pagar por sus pecados. Es mucho mejor sufrir ahora, si es necesario, que sufrir después.
Por este motivo, podemos tener esperanza en nuestras luchas y pruebas, sabiendo que son evidencias de que somos realmente hijos de Dios y no bastardos, y sabiendo que él nos está preparando para algo mucho mejor. Aunque ahora los malos parezcan ganar, esta situación no es permamente. Dios hará justicia.
Pastor Tony Hancock