¿Dejó Jesús de ser Dios durante su tiempo en la tierra?
P.M. nos envía la siguiente pregunta: Me dijeron que Jesús dejó de ser Dios por 33 años y medio. ¿Es cierto?
Respuesta:
La pregunta que hace es una pregunta muy importante. Jesucristo es nuestro Salvador; nos conviene, por tanto, comprender lo más que podamos acerca de su persona, para poder seguirlo lo más de cerca posible. No sé quién le haya dicho que Jesús dejó de ser Dios durante su vida en la tierra, pero esta idea no tiene fundamento bíblico. Al contrario, la Biblia indica que él siguió siendo Dios durante su estancia entre nosotros.
Es posible que esta confusión nazca de una mala interpretación de Filipenses 2:7, que dice: Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Note que este verso no dice que se despojó de sí mismo, sino que se despojó a sí mismo. En otras palabras, Jesús no abandonó su divinidad en el cielo; más bien, se despojó de los privilegios que, como Dios, eran suyos.
Hay varios pasajes que indican que Jesús siguió siendo Dios durante su vida en la tierra. Por ejemplo, después de su resurrección, Tomás lo reconoció como Dios y Señor; Juan 20:28 registra sus palabras. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Note que este verso dice que Tomás "le dijo" Señor mío y Dios mío; no es ninguna exclamación, sino que Tomás se dirige directamente a Jesús.
Notamos también lo que dice Juan 1:14: Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Su ser como unigénito del Padre no se refiere a su humanidad, sino a su divinidad; si vimos su gloria como del unigénito del Padre, es porque él seguía siendo el divino Hijo unigénito del Padre.
Hay también otras indicaciones. Existen varios eventos en la vida de Jesús que lo revelan como Dios. Considere, por ejemplo, la ocasión en la que calmó los mares (Mateo 8:23-27). Comparemos esto con Salmo 89:9 (dirigido a Jehová): Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas. Cualquier persona que conociera el Antiguo Testamento, al ver que Jesús expresó dominio sobre el mar (por autoridad propia, no en el nombre de Dios), tendría que sacar la conclusión de que él era Dios en la carne. Igualmente, podemos comparar la reacción de Pedro ante Jesús en Lucas 5:8 con la reacción de Isaías en Isaías 6:5; ante la santidad de Dios, el hombre reconoce su pecaminosidad. Hay muchos otros ejemplos que se podrían mencionar, pero cabe ver aquí que Jesús no dejó de ser Dios durante su vida en la tierra, aunque sí dejó muchos de los privilegios que eran suyos: tuvo hambre, sed, sueño, y otras debilidades que, como Dios, no estaba obligado a tener.
Esto nos debe llevar a honrar a nuestro Salvador, y considerar la gran humildad que él mostró; siendo Dios, él vivió como hombre. Siendo Dios, él soportó la humillación, el dolor y la angusta. Siendo Dios, él soportó la separación de su Padre en la cruz - y lo hizo por amor a nosotros. ¡Tal Salvador se merece todo nuestro amor y toda nuestra obediencia!
Pastor Tony Hancock
P.M. nos envía la siguiente pregunta: Me dijeron que Jesús dejó de ser Dios por 33 años y medio. ¿Es cierto?
Respuesta:
La pregunta que hace es una pregunta muy importante. Jesucristo es nuestro Salvador; nos conviene, por tanto, comprender lo más que podamos acerca de su persona, para poder seguirlo lo más de cerca posible. No sé quién le haya dicho que Jesús dejó de ser Dios durante su vida en la tierra, pero esta idea no tiene fundamento bíblico. Al contrario, la Biblia indica que él siguió siendo Dios durante su estancia entre nosotros.
Es posible que esta confusión nazca de una mala interpretación de Filipenses 2:7, que dice: Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Note que este verso no dice que se despojó de sí mismo, sino que se despojó a sí mismo. En otras palabras, Jesús no abandonó su divinidad en el cielo; más bien, se despojó de los privilegios que, como Dios, eran suyos.
Hay varios pasajes que indican que Jesús siguió siendo Dios durante su vida en la tierra. Por ejemplo, después de su resurrección, Tomás lo reconoció como Dios y Señor; Juan 20:28 registra sus palabras. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Note que este verso dice que Tomás "le dijo" Señor mío y Dios mío; no es ninguna exclamación, sino que Tomás se dirige directamente a Jesús.
Notamos también lo que dice Juan 1:14: Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Su ser como unigénito del Padre no se refiere a su humanidad, sino a su divinidad; si vimos su gloria como del unigénito del Padre, es porque él seguía siendo el divino Hijo unigénito del Padre.
Hay también otras indicaciones. Existen varios eventos en la vida de Jesús que lo revelan como Dios. Considere, por ejemplo, la ocasión en la que calmó los mares (Mateo 8:23-27). Comparemos esto con Salmo 89:9 (dirigido a Jehová): Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas. Cualquier persona que conociera el Antiguo Testamento, al ver que Jesús expresó dominio sobre el mar (por autoridad propia, no en el nombre de Dios), tendría que sacar la conclusión de que él era Dios en la carne. Igualmente, podemos comparar la reacción de Pedro ante Jesús en Lucas 5:8 con la reacción de Isaías en Isaías 6:5; ante la santidad de Dios, el hombre reconoce su pecaminosidad. Hay muchos otros ejemplos que se podrían mencionar, pero cabe ver aquí que Jesús no dejó de ser Dios durante su vida en la tierra, aunque sí dejó muchos de los privilegios que eran suyos: tuvo hambre, sed, sueño, y otras debilidades que, como Dios, no estaba obligado a tener.
Esto nos debe llevar a honrar a nuestro Salvador, y considerar la gran humildad que él mostró; siendo Dios, él vivió como hombre. Siendo Dios, él soportó la humillación, el dolor y la angusta. Siendo Dios, él soportó la separación de su Padre en la cruz - y lo hizo por amor a nosotros. ¡Tal Salvador se merece todo nuestro amor y toda nuestra obediencia!
Pastor Tony Hancock