PASTOR TONY HANCOCK
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El termómetro de tu corazón

1/13/2019

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  • Conocí una vez a una señora que tenía unos niños muy listos.  En cierta ocasión, uno de estos niños se enfermó y tuvo fiebre.  Su madre lo iba a llevar al doctor, pero él no quería ir.  La señora le puso un termómetro en la boca y le dijo: Si tienes fiebre, tendrás que ir al doctor.
  • Ella salió brevemente del cuarto mientras el termómetro registraba la temperatura del niño.  Él aprovechó la oportunidad para sacarse el termómetro de la boca y meterlo a un vaso de agua.  Cuando oyó que su madre regresaba, quitó el termómetro del vaso y se lo metió de nuevo a la boca.
  • Su plan fue muy listo, pero no se salió con la suya.  La temperatura del termómetro había bajado tanto que parecía ser la de un cadáver.  Alarmada, la madre le volvió a tomar la temperatura y se dio cuenta de la realidad.  Aunque a regañadientes, el niño tuvo que visitar al doctor.
  • Tenemos termómetros que miden la temperatura de nuestro cuerpo, pero ¿cómo podemos medir el estado de nuestro corazón?  No me refiero al órgano que late en nuestro pecho, sino lo que representa: nuestro verdadero yo, nuestra alma y nuestro espíritu.  ¿Cómo podemos saber si nuestro corazón es saludable?
  • Jesús nos enseñó una manera de medir la salud de nuestro corazón.  Es algo fácilmente observable, pero quizás no nos guste lo que refleja acerca del estado de nuestro corazón.  Sin embargo, es importante tomarnos la temperatura para saber si necesitamos tratamiento o no.
  • Leamos las palabras de Jesús en Lucas 16:1-13.
Jesús contó otra parábola a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador a quien acusaron de derrochar sus bienes. 2 Así que lo mandó a llamar y le dijo: “¿Qué es esto que me dicen de ti? Rinde cuentas de tu administración, porque ya no puedes seguir en tu puesto”. 3 El administrador reflexionó: “¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón está por quitarme el puesto? No tengo fuerzas para cavar, y me da vergüenza pedir limosna. 4 Tengo que asegurarme de que, cuando me echen de la administración, haya gente que me reciba en su casa. ¡Ya sé lo que voy a hacer!”
5 »Llamó entonces a cada uno de los que le debían algo a su patrón. Al primero le preguntó: “¿Cuánto le debes a mi patrón?” 6 “Cien barriles de aceite”, le contestó él. El administrador le dijo: “Toma tu factura, siéntate en seguida y escribe cincuenta”. 7 Luego preguntó al segundo: “Y tú, ¿cuánto debes?” “Cien bultos de trigo”, contestó. El administrador le dijo: “Toma tu factura y escribe ochenta”.
8 »Pues bien, el patrón elogió al administrador de riquezas mundanas por haber actuado con astucia. Es que los de este mundo, en su trato con los que son como ellos, son más astutos que los que han recibido la luz. 9 Por eso les digo que se valgan de las riquezas mundanas para ganar amigos, a fin de que cuando estas se acaben haya quienes los reciban a ustedes en las viviendas eternas.
10 »El que es honrado en lo poco también lo será en lo mucho; y el que no es íntegro en lo poco tampoco lo será en lo mucho. 11 Por eso, si ustedes no han sido honrados en el uso de las riquezas mundanas, ¿quién les confiará las verdaderas? 12 Y, si con lo ajeno no han sido honrados, ¿quién les dará a ustedes lo que les pertenece?
13 »Ningún sirviente puede servir a dos patrones. Menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a la vez a Dios y a las riquezas».  (NVI)
  • Lucas registra aquí una parábola de Jesús que ninguno de los otros evangelistas nos cuenta.  Es una parábola extraña, porque al parecer, el héroe es un hombre deshonesto.  Se trata del administrador de una hacienda, que se mete en problemas con el dueño y pronto será despedido.  ¿Qué hacer?  El hombre está acostumbrado a trabajo de oficina; no puede buscar un trabajo manual.  Tampoco se quiere convertir en pordiosero.
  • Por fin, decide llamar a todos los que le deben a su patrón.  Cuando llegan, los pone a reducir las sumas que le deben.  De este modo, cuando sea despedido de su trabajo, habrá gente que lo recibirá en sus casas en gratitud por el favor que les ha hecho.  Aunque pierda su trabajo, no se quedará con las manos vacías.
  • Jesús no alaba la deshonestidad de este administrador.  Esto no es lo que él quiere que imitemos.  Más bien, lo que elogia es la astucia con la que usó este administrador los bienes de otra persona para tener un futuro mejor.  Déjame decírtelo otra vez: él usó inteligentemente los bienes de otra persona para tener un futuro mejor para sí mismo.
  • Esto es lo que tenemos que imitar nosotros.  Somos como ese administrador en esto: todo lo que tenemos le pertenece a otra persona.  Le pertenece a Dios.  La pregunta, entonces, es ésta: ¿cómo usaremos lo que Dios nos ha encomendado?  Si lo gastamos todo en nosotros mismos, nos quedaremos sin futuro.
  • En cambio, si lo usamos para ganar amistades celestiales, tendremos un futuro mejor.  Lo que le ofrendamos a Dios no es dinero perdido; él nos lo devolverá de una u otra manera.  Lo que damos para ayudar a los pobres no es una simple limosna; es un favor que se nos devolverá tarde o temprano.  Puede ser aquí en esta tierra, o puede ser cuando lleguemos al cielo; lo importante es que seamos inteligentes en nuestro uso del dinero de Dios para tener un futuro mejor.
  • No dejes que el dinero se te vaya como agua entre los dedos.  Considera cómo lo usas.  Recuerda que no es tuyo, y úsalo de manera inteligente para ayudar a otros y para apoyar generosamente la obra de Dios.  Se astuto, como lo fue aquel administrador.
  • Cristo nos llama a ser inteligentes en nuestro uso del dinero.  Él también nos llama a ser honrados en nuestro uso del dinero.  Observa de nuevo los versos 10 al 12.  Si tú no puedes confiarle a alguien $50, ¿le confiarías $500?  ¡Por supuesto que no!  Si un empleado te roba un billete de $5 que dejaste por allí, ¿le encargarás un depósito para llevarlo al banco?  ¡No, señor!
  • Este principio se aplica a los hijos.  Si tú le enseñas a tu hijo a ser cuidadoso, honrado y sabio con sumas pequeñas, lo prepararás para usar bien el dinero cuando sea grande.  En cambio, si se desaparecen algunas monedas y no dices nada porque no es mucho dinero, le estás enseñando una mala lección que lo puede perjudicar después.
  • A nosotros Jesús nos dice que nuestro uso del dinero que tenemos en esta tierra – sea mucho o poco – es una medida de nuestra honradez en lo espiritual.  Las riquezas mundanas no tienen valor en sí.  Aquí se van a quedar.  Van y vienen, como los pajaritos.  Pero la manera en que las usamos determinará la responsabilidad que Dios nos da en su reino.  Estas son las verdaderas riquezas.
  • Solemos tomar muy a la ligera nuestra manera de usar el dinero.  A veces pensamos que nos pertenece.  Yo me lo gané, decimos.  Nadie me tiene que decir cómo usarlo.  Pero no podríamos haber ganado nada sin la ayuda de Dios.  Él creó este mundo del que dependemos.  Él nos da la vida y las fuerzas con las que trabajamos.  ¿Es de nosotros?  ¡Es de él!
  • También tomamos el uso del dinero muy a la ligera porque pensamos que no es importante.  Aquí se va a quedar, decimos.  Sólo se vive una vez.  ¡Mejor hay que gastarlo todo ya!  Pero Dios nos está probando.  Él quiere ver cómo usamos lo que él nos ha encomendado.  El dinero en sí es insignificante, pero sirve como medida de nuestra salud espiritual.
  • Por esto, Jesús nos llama a ser honrados en nuestro uso del dinero.  El apóstol Pablo también escribió: No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley.  (Romanos 13:8 NVI)  Cuando dejamos deudas pendientes, cuando somos descuidados o egoístas con el dinero, no sólo quedamos mal con la gente; le quedamos mal a Dios.
  • Por esto, Jesús nos llama a servir a Dios en nuestro uso del dinero.  Nadie puede servir a dos patrones, dice Jesús.  Me temo que hay mucha gente que con los labios sirve a Dios, pero con el corazón sirve al dinero.  Es una de las decisiones más difíciles que podemos tomar, pero trae mucha bendición: cuando ponemos nuestro dinero al servicio de Dios, quedamos libres para disfrutar de todo lo que él nos da.
  • Algunos años atrás, me sucedió algo inusual.  Tenía una cadena de oro que me había comprado en mi país.  Un día, sentí en mi corazón que debía regalar esa cadena.  ¡Qué raro!  ¿Regalar mi cadena?  Me puse a cuestionar la idea, y no lo hice.  Me traté de convencer a mí mismo que no había sido la voz de Dios.
  • Poco tiempo después, esa cadena se me perdió.  Nunca la he vuelto a encontrar.  Con eso, Dios me enseñó una lección.  Todo lo que tenemos es de él, y debemos usarlo de la manera que él nos indica.  De otro modo, él también nos puede quitar esas cosas a las que nos queremos aferrar.
  • Por eso, te invito en esta mañana a examinarte a ti mismo.  ¿Eres inteligente en el uso del dinero?  ¿Eres honrado en el uso del dinero?  ¿Sirves a Dios en el uso del dinero?  Si te das cuenta de que te hace falta cambiar, no te desanimes.  Todos tenemos fallas y defectos.  Lo que Dios nos llama a hacer, una y otra vez, es arrepentirnos y empezar de nuevo.
  • Si te hace falta hacer algún cambio esta mañana, confía primero en que Jesús ya te ha perdonado.  Pídele que te ayude a hacer ese cambio, y pon todos tus bienes en las manos de él.  De todos modos, son suyos.  Pídele que te guíe a usarlo todo como él quiere, y verás cómo cambia la temperatura de tu corazón.
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