El rey Jerjes de Persia tenía autoridad absoluta. Este poderoso mandatario no permitía que nadie se le acercara sin haber sido invitado. Si alguien se atreviera a molestarlo acercándose sin permiso, lo hacía bajo pena de muerte. La única manera de librarse era que el rey extendiera su cetro hacia la persona que había entrado sin permiso a su presencia.
La reina Ester, a pesar de ser esposa de Jerjes, no era exenta. Si ella se acercara a su esposo y lo encontrara en mal humor, ella también podría morir. La situación era crítica. Su pueblo enfrentaba un peligro que podría terminar en su total destrucción. Sólo el rey los podría liberar. ¿Qué haría Ester? ¿Arriesgaría su vida, acercándose sin permiso al rey? Por fin, después de tres días de ayuno, Ester se presentó ante el rey. ¿Qué sucedería? ¿Se terminaría su vida en ese instante? Imagina los sentimientos de Ester en ese momento. Se había presentado ante el rey. De su respuesta en ese momento dependía no sólo su vida, sino la supervivencia de todo su pueblo. Después de unos agonizantes segundos, el rey le extendió el cetro a Ester. Dios la usó para librar a su pueblo del mortal peligro. Su valor en presentarse ante el rey Jerjes le ganó un lugar entre los héroes de la Biblia. Casi quinientos años después de la vida de Ester, se presentó una situación parecida, pero a la inversa. Ester se presentó ante el rey, pero ahora el Rey se estaba presentando a su pueblo. Ester fue librada del peligro de morir, pero este Rey se dirigía hacia la muerte. Ester fue usada para librar a su pueblo de un peligro temporal, pero este Rey libró a su pueblo para siempre. En este día, el Domingo de Ramos, recordamos ese momento en que Jesús finalmente se presentó como Rey legítimo. Durante tres años de ministerio lo había demostrado con sus milagros y enseñanzas, pero también había escondido su identidad. Ahora lo mostraba abiertamente. ¿Cómo respondería la gente? ¡Esa fue la gran pregunta! Mientras recordamos esta historia, te invito a fijarte en las distintas reacciones de las personas que presenciaron este evento. Jesús seguía resuelto hacia su destino en Jerusalén. Subiendo por el polvoroso camino junto al monte de los Olivos, se acercaba a los pueblos de Betfagué y Betania. Estando frente a la ciudad de Jerusalén, Jesús envió a dos de sus discípulos a la aldea más cercana. Su encargo fue encontrar a un burrito al que nadie se había montado. Debían traerle el burro a Jesús. Si alguien les preguntara para qué lo hacían, debían decir: "El Señor lo necesita". Los dos discípulos que Jesús había enviado fueron al pueblo, y encontraron al burrito, así como Jesús había dicho. Mientras lo desataban, los dueños les preguntaron: "¿Por qué desatan al burro?" Ellos contestaron: "El Señor lo necesita". Entonces le llevaron el burro a Jesús. Pusieron sus mantos encima del burro, y Jesús se subió. Mientras avanzaban, la gente tendía sus mantos sobre el camino, haciendo una especie de alfombra roja para recibir al Rey. Cuando se acercaron a la bajada en el camino junto al monte de los Olivos, la multitud comenzó a entusiasmarse. Alababan a Dios por los milagros que habían visto. Se pusieron a gritar: "¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!" Algunos fariseos también caminaban con ellos. Cuando vieron todo el escándalo, comenzaron a reclamarle a Jesús. "¡Reprende a tus discípulos!" - le dijeron. Pero Jesús les contestó: "Les aseguro que, si ellos callan, ¡las piedras gritarán!" Vamos a leer esta historia en Lucas 19:28-40. Mientras leemos, considera la gente que vemos: los discípulos, los dueños del burrito, la gente y los fariseos: 19:28 Dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén. 19:29 Cuando se acercó a Betfagué y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos con este encargo: 19:30 "Vayan a la aldea que está enfrente y, al entrar en ella, encontrarán atado un burrito en el que nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo acá. 19:31 Y, si alguien les pregunta: '¿Por qué lo desatan?', díganle: 'El Señor lo necesita'". 19:32 Fueron y lo encontraron tal como él les había dicho. 19:33 Cuando estaban desatando el burrito, los dueños les preguntaron: -¿Por qué desatan el burrito? 19:34 -El Señor lo necesita -contestaron. 19:35 Se lo llevaron, pues, a Jesús. Luego pusieron sus mantos encima del burrito y ayudaron a Jesús a montarse. 19:36 A medida que avanzaba, la gente tendía sus mantos sobre el camino. 19:37 Al acercarse él a la bajada del monte de los Olivos, todos los discípulos se entusiasmaron y comenzaron a alabar a Dios por tantos milagros que habían visto. Gritaban: 19:38 -¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! -¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! 19:39 Algunos de los fariseos que estaban entre la gente le reclamaron a Jesús: -¡Maestro, reprende a tus discípulos! 19:40 Pero él respondió: -Les aseguro que, si ellos se callan, gritarán las piedras. (NVI) Me parece interesante que Lucas, cuando nos relata este evento, dedica casi la mitad de la historia a los detalles del burro. ¿No te parece extraño? Nos explica cómo Jesús envió a los discípulos y que ellos fueron y encontraron al burro exactamente como lo había descrito. Parece un poco repetitivo, si nos fijamos: primero Jesús les dice qué hacer, y luego Lucas nos describe cómo lo hicieron. En esa repetición hay un par de cosas muy importantes. En primer lugar, vemos que los discípulos hacen exactamente lo que Jesús les dice que hagan. No dicen: "Creo que conozco otra manera de conseguir un burro." Tampoco dicen: "¡Nos va a dar pena que nos encuentren desatando al burrito! Mejor le vamos a decir a Jesús que no lo pudimos encontrar." No; ellos obedecieron a Jesús, y todo salió exactamente como El lo había dicho. Un buen discípulo es obediente a su maestro. ¿Somos buenos discípulos de Jesús? Enfrentamos la tentación constante de servir a Dios, pero a nuestra manera. Sabemos que El nos está pidiendo algo en particular, pero hacemos algún pretexto por ofrecerle algo diferente. Por ejemplo, sabemos que Jesús quiere que les hablemos a otros de El. Sin embargo, eso se nos hace difícil. Nos conformamos con darle "like" a algún mensaje espiritual en Facebook, y con eso sentimos que ya hemos cumplido. ¿Somos discípulos obedientes? La otra cosa que vemos en la historia del burrito es la reacción de los dueños. Lucas escribió este evangelio en griego, y en ese idioma, la misma palabra puede significar "dueño" y también "señor". Esa palabra es kurios. Podríamos decir algo así: "Mientras los discípulos desataban el burro, los señores del burro les preguntaron por qué lo hacían. Ellos contestaron: El Señor lo necesita." Los dueños - los "señores" - del burro reconocieron que había otro Señor, el dueño verdadero de ese burro. Cuando los discípulos les dijeron que ese Señor lo necesitaba, alegremente lo entregaron a su servicio. No se pusieron a preguntar: "¿Cuándo lo va a devolver? Es que lo necesitamos para salir al rato. Por favor, ¡dile a Jesús que no lo ensucie! Lo acabamos de bañar." Ellos entendían que Jesús era el verdadero Señor de todo, incluso ese burro. Gozosamente lo pusieron a su servicio. ¿Ponemos nuestros bienes al servicio del Señor? ¿Estamos dispuestos a quemar gasolina y arriesgar que nuestro carro se ensucie con tal de recoger a alguien para traerlo a la Iglesia? ¿Estamos dispuestos a invitar a nuestros amigos a la casa para compartir la célula familiar? ¿O nos da flojera, porque pensamos que todo eso es nuestro? ¡Qué honor nos perdemos, si pensamos así! Vemos ahora a Jesús, montado en el burro, caminando a Jerusalén. ¡La multitud lo aclama! Esta gente había visto los milagros que El había hecho a lo largo de su ministerio. Todos comenzaron a alabar a Dios, declarando la grandeza de este Rey que venía. Puede ser que no hayan entendido por completo cuál era la misión de Jesús. Ni siquiera los discípulos lo entendían en ese momento. Sin embargo, ellos hicieron bien en alabar al Señor. Su entusiasmo fue correcto. Entre la multitud había algunos fariseos. Ellos no reconocían lo que estaba pasando. No entendían que Jesús era el Rey. No creían que fuera el Mesías prometido. Mucho menos comprendían que era Dios. Para ellos, todo este entusiasmo era demasiado. Era innecesario y equivocado. Se quedan afuera de la celebración, porque no entienden lo que Dios está haciendo. En ese momento, Jesús llegó para presentarse como Rey. Cinco días después, lo crucificaron. Los líderes y la gente rechazaron al Rey que había venido para salvarlos. No lo quisieron. El rey Jerjes había recibido a Ester, pero su propio pueblo rechazó al Rey de Reyes. Sin embargo, Jesús no dejó de ser Rey. Lo crucificaron, pero ¡todo esto fue parte de su plan! Al sacrificar su vida inocente en la cruz, Jesús compró el perdón de toda persona que se arrepiente de sus pecados y confía en El. Después de tres días, resucitó. Cuarenta días después, volvió al cielo. Jesús es Rey, pero El sigue presentándose a nosotros. Un día El volverá a esta tierra. Pero ahora, El está presente en espíritu. Ahora nosotros, como aquellas personas, tenemos que decidir cómo lo recibiremos. Es como si estuviéramos parados allí, a la orilla del camino, decidiendo a cuál grupo unirnos. ¿Cómo recibiremos a Jesús? ¿Nos quedaremos con los brazos cruzados y el ceño fruncido, como los fariseos? ¿Lo recibiremos con adoración y alegría, como la multitud? ¿Le obedeceremos, como los discípulos, y le serviremos con lo que tenemos, como los dueños del burro? El Rey está aquí. ¿Cómo lo recibirás?
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