PASTOR TONY HANCOCK
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Cuando Jesús llega al templo

3/28/2021

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  • Quiero hacerte una pregunta. ¿Cómo reaccionaríamos si Jesús llegara en persona para visitar nuestro culto? Por supuesto, todos sabemos que él está presente en espíritu. Pero ¿qué harías tú si Jesús entrara en este mismo momento por aquellas puertas? Aún más importante, ¿cómo reaccionaría Jesús a lo que estás haciendo? ¿Le agradaría?
  • Hoy vamos a ver lo que sucedió cuando Jesús llegó al templo de su día. Hoy celebramos el domingo de ramos, cuando Jesús entró montado en un burro a la ciudad de Jerusalén. Muchas veces se nos olvida, sin embargo, lo que él hizo en seguida. Llegó al templo, y lo que encontró allí no le agradó.
  • Hoy consideraremos lo que sucedió ese día hace casi dos mil años. Es un acto en tres escenas, pero la idea principal es esta: Jesús se da a conocer a nosotros para que le rindamos la adoración que él desea y se merece. Comencemos la historia leyendo Mateo 21:1-11, la entrada triunfal.
  • Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagué, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos 2 con este encargo: «Vayan a la aldea que tienen enfrente, y ahí mismo encontrarán una burra atada, y un burrito con ella. Desátenlos y tráiganmelos. 3 Si alguien les dice algo, respóndanle que el Señor los necesita, pero que ya los devolverá».
  • 4 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta:
  • 5 «Digan a la hija de Sión:
  •     “Mira, tu rey viene hacia ti,
  • humilde y montado en un burro,
  •     en un burrito, cría de una bestia de carga”».
  • 6 Los discípulos fueron e hicieron como les había mandado Jesús. 7 Llevaron la burra y el burrito, y pusieron encima sus mantos, sobre los cuales se sentó Jesús. 8 Había mucha gente que tendía sus mantos sobre el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían en el camino. 9 Tanto la gente que iba delante de él como la que iba detrás gritaba:
  • —¡Hosanna al Hijo de David!
  • —¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
  • —¡Hosanna en las alturas!
  • 10 Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió.
  • —¿Quién es este? —preguntaban.
  • 11 —Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea —contestaba la gente.
  • Durante todo el tiempo de su ministerio público, unos tres años, Jesús mantuvo en secreto su verdadera identidad. Cuando sus discípulos se percataron de quién era él, les dijo que no se lo contaran a nadie. No había llegado el momento de darse a conocer públicamente como Rey.
  • Pero ahora había llegado el momento. Sin decir ni una sola palabra, Jesús se revela al pueblo entrando a la ciudad sagrada de Jerusalén montado en un burro. Al hacer esto, cumple la profecía de Zacarías 9:9 que se cita en el verso 5, y revela a todos su verdadera identidad. Es por lo que la gente lo celebra. Reconocen quién es él.
  • Lo que no llegan a entender es que él ascenderá a su trono sobre una cruz. El pueblo tiene su propia idea de la clase de Rey que Jesús va a ser. Pero Jesús nos lo revela con sus acciones. Es un Rey humilde. Es un Rey que viene en paz. Un día, él volverá montado en un caballo blanco para derrotar a sus enemigos. En su primera venida, sin embargo, él se humilló para ofrecernos la salvación. Vino sobre un burro.
  • Sin embargo, cuando llegó al templo, lo que encontró allí lo dejó furioso. Sucedió al día siguiente, pero Mateo lo relata inmediatamente, para que veamos el contraste entre los dos eventos. Leamos la historia en los versos 12 al 17.
  • Jesús entró en el templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas. 13 «Escrito está —les dijo—: “Mi casa será llamada casa de oración”; pero ustedes la están convirtiendo en “cueva de ladrones”».
  • 14 Se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los sanó. 15 Pero cuando los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley vieron que hacía cosas maravillosas, y que los niños gritaban en el templo: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron.
  • 16 —¿Oyes lo que esos están diciendo? —protestaron.
  • —Claro que sí —respondió Jesús—; ¿no han leído nunca:
  • »“En los labios de los pequeños
  •     y de los niños de pecho
  •     has puesto la perfecta alabanza”?»
  • 17 Entonces los dejó y, saliendo de la ciudad, se fue a pasar la noche en Betania.
  • ¡Qué diferencia entre la adoración sincera de la multitud y lo que se presenta en el templo! Jesús también cumplió una profecía mesiánica cuando entró al templo, porque Malaquías 3:1 dice: El Señor Todopoderoso responde: «Yo estoy por enviar a mi mensajero para que prepare el camino delante de mí. De pronto vendrá a su templo el Señor a quien ustedes buscan; vendrá el mensajero del pacto, en quien ustedes se complacen».
  • Jesús, el mensajero del nuevo pacto que la gente estaba esperando, llegó de pronto al templo. Pero lo que él encontró allí no le agradó. La oración había sido desplazada por el comercio. La alabanza de los niños molestaba a los que estaban enfocados sólo en sí mismos. La alabanza y la adoración que Dios merece recibir se estaban sofocando con actividades meramente humanas.
  • Jesús un día vendrá de nuevo. Él volverá a su templo, que ahora es la iglesia. ¿Cómo nos encontrará? ¿Nos hallará dándole a Dios la alabanza que él se merece? ¿Nos encontrará viviendo en oración, en servicio, dando un buen testimonio a los demás? Lo que Jesús hizo en el templo fue una advertencia profética de lo que iba a suceder si el pueblo no se arrepentía.
  • Les decía que todo el sistema del templo con sus sacrificios y su culto iba a ser destruido. Unos cuarenta años después, es precisamente lo que sucedió. Tras una rebelión, llegó el ejército romano y destruyó por completo todo ese templo. Hasta la fecha, no se ha vuelto a reconstruir.
  • Esto sucedió porque el servicio que le daban a Dios en el templo se había vuelto inútil. Su servicio ya no servía. Esta historia nos sirve como advertencia a nosotros. ¿Qué diferencia hay entre tu vida y la vida de cualquier persona del mundo? Si dices ser cristiano, ¿se nota? Como iglesia, ¿estamos haciendo lo que Dios nos ha llamado a hacer? ¿O nos estamos quedando a medias?
  • En seguida, Jesús les da a sus discípulos un ejemplo palpable de lo que estaba sucediendo. Al mismo tiempo, sin embargo, les dio a ellos y nos da a nosotros la clave para servir a Dios como él quiere.
  • Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre. 19 Al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no encontró nada más que hojas.
  • —¡Nunca más vuelvas a dar fruto! —le dijo.
  • Y al instante se secó la higuera.
  • 20 Los discípulos se asombraron al ver esto.
  • —¿Cómo es que se secó la higuera tan pronto? —preguntaron ellos.
  • 21 —Les aseguro que, si tienen fe y no dudan —les respondió Jesús—, no solo harán lo que he hecho con la higuera, sino que podrán decirle a este monte: “¡Quítate de ahí y tírate al mar!”, y así se hará. 22 Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan en oración.
  • Este es el único milagro de destrucción que Jesús hizo. ¡Eso nos debe llamar la atención! No fue una reacción de coraje a causa del hambre que tenía. Es una lección actuada para sus discípulos. El árbol representa el templo que él acababa de visitar. Tenía muchas hojas; había mucho movimiento en el templo. Pero no llevaba el fruto verdadero que Dios deseaba.
  • Cuando sus discípulos se maravillaron de lo que había sucedido, Jesús les respondió que todo lo que se necesita es orar con fe. Esto es precisamente lo que Dios busca en su pueblo. Busca un pueblo que le sirve con fe, viviendo en oración y buscando su voluntad. No se conforma con una farsa de adoración. Él busca la fe, la entrega, el servicio de corazón.
  • Tenemos que examinarnos a nosotros mismos y preguntarnos si nos hemos vuelto inútiles para Dios. Como iglesia, ¿vivimos en oración? ¿Caminamos en fe? ¿Lo adoramos de verdad? Cuando nos reunimos para cantarle, ¿lo hacemos de corazón con una actitud que transforma nuestra vida? ¿O es pura actuación, por costumbre?
  • No tenemos que ser inservibles para Dios. Por la gracia de Dios, por fe, podemos ser útiles para él. Al celebrar la llegada de Jesús, y al prepararnos para recordar esta semana lo que él hizo por nosotros, examinemos nuestra vida y preguntémonos si estamos llevando el fruto que Dios desea que llevemos.
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