• Hay muchas cosas que nos unen. Los hinchas de algún equipo de fútbol comparten su entusiasmo por el equipo. Los que vivimos lejos de nuestro país nos sentimos unidos a cualquier compatriota que encontremos. La actriz Elizabeth Taylor comentó en cierta ocasión que se había unido en matrimonio con un hombre porque usaban la misma talla de suéter.
• Ella se llegó a casar ocho veces. ¡No se qué tan duradera habrá sido esa unión! Hay muchas cosas que nos unen, pero sólo una de ellas es eterna. El matrimonio llega hasta que la muerte nos separe. Las amistades a veces se acaban. Podemos perder el entusiasmo por algún equipo. La unión que tenemos en Cristo, en cambio, durará por toda la eternidad. • Esa unión es real y es eterna, pero tenemos que esforzarnos por guardarla. Desgraciadamente, hemos oído demasiadas historias de iglesias que se han dividido, de hermanos en Cristo que no se hablan, de pleitos sobre tonterías. Nuestra unión en Cristo sirve para mostrarle al mundo el amor de Dios. Cuando no estamos unidos, damos mal testimonio y alejamos a otros de Dios. • Tomando en cuenta todo lo que Dios ha hecho por nosotros, su Palabra nos llama a caminar en unión. Él nos llama a esforzarnos por mantener la unidad que él nos ha dado. Si no me crees, observa lo que él nos dice en Efesios 4:1-6. Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, 2 siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. 3 Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. 4 Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; 5 un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; 6 un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos. (NVI) • En estos versículos encontramos un triple llamado. Dios nos llama a caminar de manera digna del llamado que él nos ha hecho. ¿Cómo lo hacemos? Con humildad y amabilidad. Ese es el primer llamado. El segundo es el llamado a tolerarnos los unos a los otros con paciencia, en amor. El tercero es el llamado a esforzarnos por mantener la unidad que da el Espíritu mediante el vínculo de la paz. • Dios te ha llamado, si eres creyente. En el momento en que tú sentiste el deseo de rendir tu vida a Jesucristo y pusiste tu confianza en él, lo hiciste porque Dios te estaba llamando. ¿Recuerdas ese momento? El Espíritu Santo estaba obrando en tu corazón. Te hizo ver tu necesidad de la salvación. • ¿A qué te llamaba Dios? No te llamó simplemente a ser parte de una religión. Más bien, te llamó a ser parte de su familia eterna. Te llamó a ser heredero con Cristo de su reino. Te llamó a vivir para siempre con la gloria de ser hijo de Dios. • Quiero que te imagines, por un momento, que recibes una llamada del presidente de la república. Te llama personalmente, y te dice: Quiero que seas mi vicepresidente. Quiero que te hagas parte de mi equipo. Si eso me pasara a mí, creo que respondería: ¿Quién, yo? Sería una sorpresa totalmente inesperada. Me sentiría incapaz, y al mismo tiempo, muy honrado. • El llamado de Dios es un llamado mucho más glorioso. Los líderes políticos gobiernan por un rato, y luego dejan su puesto. Pero mira lo que dice 1 Corintios 6:3: ¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos? ¿Te sientes capaz de juzgar a los ángeles? ¡Yo tampoco! Pero esa es la posición de honor a la que Dios nos ha llamado. • ¿Cómo podemos vivir de manera digna de ese llamado? Lo hacemos cuando vivimos de manera humilde y amable. El orgullo, la soberbia y la prepotencia son actitudes indignas de un hijo de Dios. • Cuando somos tolerantes y pacientes con nuestros hermanos, mostramos el amor de Cristo. Es fácil ser paciente con los que nos caen bien. Para hacer eso, no se necesita nada especial. En cambio, ser paciente y tolerante con alguien que nos cae mal requiere un poder sobrenatural. Si conocemos a Cristo, él vive en nosotros. Él nos da el poder para ser pacientes y tolerantes, si se lo pedimos. • Pero ¿por qué hacer este esfuerzo? ¿Qué razón tenemos para negar el egoísmo de nuestra carne y expresar el amor de Dios hacia todos nuestros hermanos? Tenemos siete razones muy fuertes para vivir en unión. Primeramente, dice el verso 4, somos un solo cuerpo. Se refiere al cuerpo de Cristo, que es la iglesia. • Cada creyente es un miembro de ese cuerpo. Si uno de los dedos dijera, Yo no me llevo bien con el otro dedo, y se tratara de separar, ¿qué le sucedería? ¡Pronto moriría! El cuerpo funciona bien cuando todos los miembros cooperan. Tú y yo somos parte del cuerpo de Cristo. Cooperamos cuando seguimos las instrucciones de nuestra cabeza, Jesús. • En segundo lugar, es un Espíritu el que llena ese cuerpo. Nuestros cuerpos físicos están vivos porque nuestro espíritu los anima. Cuando se va el espíritu, el cuerpo muere. De igual modo, el Espíritu Santo es el que llena el cuerpo de Cristo. El mismo Espíritu Santo que te hizo entender tu necesidad de la salvación, el que te consuela en tus problemas, el que te ayuda a entender la Palabra y te llena de gozo es el Espíritu que está en cada creyente. ¡No podemos dividir al Espíritu! • En tercer lugar, fuimos llamados a una sola esperanza. Es la esperanza de vivir para siempre en la presencia de Dios, en un mundo perfecto donde no habrá pecado, enfermedad ni muerte. ¡Es la misma esperanza para todos! ¿Crees que habrá un cielo para ti y otro cielo para los que no se llevan bien contigo? ¡Claro que no! Todos vamos al mismo lugar, así que será mejor aprender a llevarnos bien ahora. • En cuarto lugar, tenemos un solo Señor. No hay un Jesús para ti y otro para mí. Es el mismo Señor al que estamos siguiendo. Él nos llama a unirnos. Él dijo en Juan 13:35: De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros. No podemos decir que amamos a Jesús y lo seguimos como Señor si nos alejamos de otros que también lo siguen. • Llegamos a conocer a ese Cristo por la fe, y la fe que compartimos es la quinta razón por la unión. La palabra “fe” aquí se refiere a lo que creemos. No es el acto de creer, porque eso es individual. Cada uno decide creer en Jesús por su propia cuenta. Pero lo que creemos es compartido. Todos creemos en el Dios Trino, por ejemplo. Creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Creemos que nuestros pecados fueron pagados por Jesús en la cruz. • Esa fe compartida nos une. La realidad de lo que creemos acerca de Dios y de su plan para nosotros es mucho más grande que cualquier cosa que nos podría separar. Cada momento en que nuestra fe nos fortalece, debemos recordar que esa fe también nos une a todos los que comparten esa fe. • Cuando llegamos a compartir esa fe, lo demostramos con el bautismo. La sexta razón para cuidar la unión es porque hay un solo bautismo. Tenemos que entender bien lo que nos quiere decir la Biblia con esta frase. Algunos la usan para defender la idea de que hay una sola manera correcta de bautizarse, y que ese bautismo se encuentra en su iglesia. • Si así fuera, entonces tendríamos que preguntarnos cuál fue el bautismo que practicaba el apóstol Pablo. Sabemos que el bautismo se practicaba por inmersión en el Nuevo Testamento. Sabemos también que el apóstol Pablo bautizaba a creyentes. Por ejemplo, cuando Pablo y Silas compartieron el evangelio con el carcelero en Filipos, él creyó y fue bautizado. Luego, nos dice la Biblia, que se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios. (Hechos 16:34 RV60) Así que, el bautismo que practicaba el apóstol Pablo era el bautismo como lo practicamos nosotros – por inmersión, de creyentes. • Pero cuando nos habla de un bautismo, no se refiere al modo de bautizar. Cuando Pablo escribió, sólo había un modo de hacerlo. Más bien, se refiere al hecho de que nos tenemos que bautizar sólo una vez. En la religión judía, había muchos bautismos. Había muchas ceremonias de purificación y lavamiento. Pero ahora, sólo nos tenemos que bautizar una vez. Ese bautismo único nos une también a todos los que se han bautizado. • La séptima razón para guardar la unión es que hay sólo un Dios y Padre de todos. Compartimos un solo Padre. ¿Cómo, entonces, vamos a separarnos? Si él está sobre todos, por medio de todos y en todos, ¿cómo vamos a dividirnos? ¿Acaso podemos cortar a Dios en pedazos, para que cada uno se lleve una parte? ¡Claro que no! • Todo esto nos lleva de regreso al tercer llamado: Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. (Efesios 4:3) Dios ya nos ha unido, de todas las maneras que acabamos de mencionar. Esa unión es una realidad, pero es algo que tenemos que cuidar. • Hace algunas semanas, alguien me regaló un árbol de durazno. No me costó nada; fue un regalo. Si cuido ese árbol, me dará muchos duraznos. Será una fuente de bendición durante años. En cambio, si no lo cuido, de nada me servirá. Será un desperdicio total. • Así es con la unión en Cristo. Es un regalo de Dios. Nosotros no lo tenemos que inventar. Sólo lo tenemos que cuidar y alimentar. ¿Cómo lo hacemos? Lo hacemos siendo pacientes y humildes. En lugar de tratar de defender nuestros derechos, esforcémonos más bien por comprender al otro. • Lo hacemos cuando somos tolerantes. En lugar de buscar solamente a los que nos caen bien, mostremos amor a los que no son como nosotros. Así es el verdadero amor de Cristo. Lo hacemos cuando perdonamos. En lugar de guardar rencor, dejemos las cosas en manos de Dios. • No seamos como la iglesia de Éfeso. Algunas décadas después de que Pablo les escribió esta carta, el Señor Jesús mismo les envió una carta por medio de Juan. En esa carta, él los criticó porque habían abandonado su primer amor. (Apocalipsis 2:4) Tenían muchas buenas cualidades, pero ya no mostraban amor. • Hermanos, que no se diga lo mismo de nosotros. Imaginen cómo sería esta iglesia si todos nos esforzáramos por amarnos. Si cada semana nos pusiéramos en contacto con dos o tres de nuestros hermanos para animarlos. Si la primera cosa que hiciéramos frente a una ofensa fuera hablarla con la persona interesada, sin decirle nada a nadie más. Si siempre nos expresáramos con amor y amabilidad. ¿No sería maravilloso? • Esa puede ser nuestra realidad, si nos esforzamos por cuidar la unión que Dios nos ha dado. Si regamos esa planta de la unión, podemos recoger los frutos del crecimiento, el bienestar y la alegría. ¿Qué te está llamando Dios a hacer esta semana para guardar la unión?
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