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La transformación del trabajo

9/27/2020

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  • ¿Recuerdas el primer trabajo que tuviste? Todavía recuerdo el mío. A la edad de quince años, decidí buscar la manera de ganar un poco de dinero extra después de salir de la escuela. Me dieron trabajo en un supermercado. Tuve que empezar desde cero, como empacador o embolsador de compras.
  • Como empacador, eres el chalán de todos. Embolsas las compras y las llevas a los carros, haces limpieza y estivas los productos. Es importante ser servicial. Yo sólo duré seis meses en ese trabajo. Renuncié, y pronto encontré otro trabajo en un restaurante de comida rápida.
  • Esa experiencia me enseñó muchas cosas. Felizmente, pude trabajar sin bajar en mis calificaciones escolares. Si soy sincero, sin embargo, mi motivación en el trabajo fue solamente el dinero. Lo que me interesaba era lo que me llegaba en el cheque cada quincena. Jamás me puse a considerar la relación entre mi fe y mi trabajo.
  • Creo sinceramente que muchos de nosotros desaprovechamos el trabajo porque solamente lo vemos como una manera de ganar dinero. Pero piénsalo: casi todos pasamos más tiempo en el trabajo que haciendo cualquier otra cosa. ¿No vale la pena preguntarnos cómo quiere Dios que llevemos nuestra vida laboral?
  • En realidad, el trabajo se transforma cuando lo llegamos a ver desde una perspectiva espiritual. Quizás tú digas: ¡Mi trabajo no tiene nada de espiritual! Pero si eres creyente, el Espíritu Santo está contigo en todo lo que haces. Su presencia transforma cada aspecto de tu vida.
  • En las últimas dos semanas, hemos visto cómo el Espíritu Santo transforma las relaciones matrimoniales y familiares. Hoy vamos a ver cómo su presencia en nosotros puede transformar nuestras relaciones en el trabajo. Los versículos que leeremos en seguida se dirigen a los esclavos y sus amos.
  • En el mundo antiguo, los esclavos tenían una relación similar con sus amos a la que tiene hoy un trabajador con su patrón. El esclavo, económicamente hablando, era inferior al amo y dependía de él. Del mismo modo, en las relaciones laborales, el patrón manda al trabajador a cambio de su salario. Por lo tanto, aunque la esclavitud ya no es legal, podemos aplicar estas enseñanzas a nuestra situación como trabajadores o patrones.
  • Esclavos, obedezcan a sus amos terrenales con respeto y temor, y con integridad de corazón, como a Cristo. 6 No lo hagan solo cuando los estén mirando, como los que quieren ganarse el favor humano, sino como esclavos de Cristo, haciendo de todo corazón la voluntad de Dios. 7 Sirvan de buena gana, como quien sirve al Señor y no a los hombres, 8 sabiendo que el Señor recompensará a cada uno por el bien que haya hecho, sea esclavo o sea libre.
  • 9 Y ustedes, amos, correspondan a esta actitud de sus esclavos, dejando de amenazarlos. Recuerden que tanto ellos como ustedes tienen un mismo Amo en el cielo, y que con él no hay favoritismos. (NVI)
  • Antes de investigar más a fondo lo que nos dicen estos versículos, hay una lección muy importante que nos enseña el uso histórico de este pasaje. En este país hubo una historia larga y fea de esclavitud. Durante esos años, algunas iglesias solían leer solamente los primeros versículos de este pasaje, pero no la última parte.
  • Defendían el abuso de los esclavos diciendo que debían someterse, pero no leían las instrucciones a los amos. Si lo hubieran hecho, no podrían haber defendido la esclavitud como lo hacían. Cabe reconocer que la esclavitud se abolió gracias a los esfuerzos de otros creyentes que leyeron bien la Biblia.
  • Pero esta gran falla de muchos creyentes nos deja una advertencia. Debemos cuidarnos del peligro de sólo tomar los versículos que nos gustan de algún pasaje bíblico, sin tomar en cuenta todo lo que dice. Debemos someternos a toda la Palabra de Dios, y no solamente a las partes que nos gustan.
  • Hablemos entonces primeramente de lo que Dios dice a los trabajadores. Encontramos la clave en la primera frase. Obedezcan a sus amos terrenales. Tu patrón aquí en la tierra no es tu patrón de verdad. Él sólo es tu patrón temporal. De hecho, si te trata mal, eres libre de buscar a otro. En 1 Corintios 7:21 Pablo les dice a los esclavos: Si tienes la oportunidad de conseguir tu libertad, aprovéchala. En otras palabras, si puedes mejorar tu situación, hazlo.
  • Pero entiende que tu Patrón verdadero está en el cielo. Si has aceptado a Cristo, él es tu verdadero Señor. Es a él a quien debes servir, no al patrón que tienes aquí en la tierra. Esto te da mucha libertad y mucha dignidad. ¿Tu patrón no reconoce lo que estás haciendo? No importa. Tu Patrón verdadero sí lo hace. ¿Qué dice el verso 8? El Señor recompensará a cada uno por el bien que haya hecho.
  • Además de esto, tu Patrón celestial te trata con dignidad. La esclavitud era deshumanizante, y el capitalismo también puede serlo. El filósofo Aristóteles describió a los esclavos como simples herramientas de trabajo, sin más valor que un martillo o un serrucho. Hoy en día, los departamentos de recursos humanos de las grandes empresas suelen tratar a sus empleados como si su único valor fuera el rendimiento económico que le aportan a la compañía.
  • Pero Dios nos da dignidad. Cuando hacemos nuestro trabajo de corazón para Cristo, ya no somos esclavos del patrón. En cambio, cuando el dinero es lo único que nos motiva, nos convertimos en esclavos del dinero y hacemos el trabajo por obligación, sin ganas ni alegría.
  • Esto es algo que no había entendido cuando busqué mi primer trabajo. Ya que mi única motivación era el cheque, prestaba demasiada atención a la cara que ponían los jefes. Si el jefe andaba de buen humor, hacía mi trabajo contento. En cambio, si el jefe andaba de mal humor, si no me hablaba con cortesía, compartía su mal humor. ¿A quién le estaba dando gusto? Al jefe.
  • Si hubiera entendido que Jesús es mi verdadero Jefe, podría haber trabajado con una sonrisa todos los días. Cuando trabajamos para Jesús, el trabajo se transforma. ¿Cómo se ve un trabajo hecho para el Señor Jesús? En primer lugar, seguimos las instrucciones con respeto y sinceridad. No decimos que sí sólo por quedar bien, sino que trabajamos con sinceridad de corazón.
  • Tampoco trabajamos sólo cuando nos están mirando. Ese tipo de trabajo satisface la carne, pero deja el corazón insatisfecho. Trabajemos de corazón, con sinceridad, porque sabemos que Dios es el que se encargará de recompensarnos. Con Dios, las cosas siempre van en aumento. Dice Proverbios 4:18, La senda de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora: su esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud.
  • Dios siempre recompensa a los que hacen el bien. Esa recompensa puede venir ahora. Puede ser que Dios te conceda un trabajo mejor o que te asciendan en el trabajo. Puede ser que te guíe a abrir tu propio negocio. De una manera o de otra, Dios recompensa a los que hacen el bien.
  • Cuando esa recompensa no llega en esta vida, llegará en la venidera. Cuando trabajamos para el Señor, podemos estar seguros de que él nos recompensará, aunque nuestro jefe terrenal no lo haga. Dios aumentará tu esplendor conforme te dedicas a trabajar con dedicación, para él. ¡Recíbelo!
  • Ahora vamos a hablar a los patrones, a los jefes. ¿Qué dice Dios a los jefes que son creyentes? La primera cosa que dice es, Hagan lo mismo con ellos. Tengan la misma actitud. En lugar de creerse mejores que sus trabajadores, entiendan que todos somos iguales ante Dios. Reconozcan su dignidad y sus necesidades. No los vean como simples herramientas de trabajo; esa es la actitud de los paganos. Son personas creadas a la imagen de Dios con el mismo valor que ustedes.
  • Cuando entienden esto, dejarán de estar siempre amenazando. Esa pequeña frase lleva mucho significado: dejando de amenazarlos. En lugar de motivar a tus trabajadores con el miedo, busca otras maneras de motivarlos. Trátalos con respeto. Aunque tengas que despedir a un trabajador, hazlo con dignidad. No lo humilles.
  • La realidad para el jefe es el mismo que para el trabajador: también tiene un Patrón en el cielo, que es el mismo para todos. Con él no hay favoritismos. En la tierra, a los ricos muchas veces se les da un tratamiento preferencial. La policía los trata de una manera especial. Las cortes les perdonan muchos crímenes. Hasta en las tiendas los tratan con deferencia.
  • Pero Dios no es así. Él no hace acepción de personas. Por lo tanto, si el patrón cree que es especial y que puede abusar de sus trabajadores sin consecuencias, le espera una sorpresa muy desagradable. Cuando llegue a estar ante Dios, tendrá que rendir cuentas por todos los maltratos y abusos que ha cometido.
  • La gran mayoría de nosotros aquí no somos jefes. Pero quizás muchos lleguemos a serlo. Una de las realidades más tristes es ésta: cuando un trabajador llega a ser patrón, muchas veces maltrata a los que ocupan el mismo lugar que él antes ocupaba. Se le suben los humos. Hermanos, no seamos así. Esta no es la actitud de Cristo. Él manda sobre todos, pero no es altivo.
  • Esta es la realidad para todos: seas estudiante, jubilado, trabajador o patrón, tienes un Patrón celestial. Si estudias, estudia para él y prepárate para ser un buen trabajador. Si estás jubilado, pregúntate qué quiere tu Patrón celestial que hagas con tu tiempo. Si eres trabajador o patrón, recuerda siempre en tu trabajo quién es el verdadero patrón.
  • Se cuenta la historia de una empleada que cierto día recibió mucho más de lo normal en el cheque. Decidió no decir nada. La semana siguiente, sin embargo, su cheque llegó muy reducido, y decidió hablarle a su supervisor. Cuando le señaló el error, el supervisor le preguntó: ¿Por qué no dijo nada cuando le pagamos de más?
  • La mujer respondió, Bueno, un error se perdona, ¡pero no dos! Muy lista, ¿verdad? Pero cuando trabajamos para el Señor, la recompensa que él nos da no es ningún error. Si caminamos en el poder del Espíritu Santo, podemos realmente experimentar la transformación del trabajo.
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