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El éxito en tu familia

4/25/2021

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  • Hoy quiero hablarte acerca del éxito en la familia. Comencemos con un pequeño ejercicio. Por un momento, trata de imaginarte a la familia perfecta. ¿Cómo sería? Todos los niños bien portados, una casa amplia, la pareja en una luna de miel perpetua. Las mujeres se imaginan que todos guardan la ropa, en lugar de dejarla tirada. Los hombres se imaginan que nunca tienen que hacer nada en la casa. Los hijos se imaginan que sus padres les dan permiso de hacer todo lo que quieran.
  • ¿Te gustó la visión de la familia perfecta? Espero que sí, porque nunca la vas a ver fuera de un sueño. La familia perfecta simplemente no existe. Vivimos en un mundo imperfecto, con familias imperfectas. Si tu familia es imperfecta, no te sientas mal. Así son todas.
  • Sin embargo, cuando la gracia de Dios entra a nuestras vidas, comienza una transformación. Cuando Cristo está al centro de tu vida y al centro de tu hogar, las cosas cambian. Algunos piensan que la familia cristiana siempre será perfecta, y tratan de fingir la perfección. Pero no se trata de esto. Se trata de experimentar el poder de Dios por la fe en Jesucristo, un poder que va sanando nuestras heridas y transformando nuestro corazón.
  • Para entender, entonces, cómo se ve el éxito en la familia, volvamos al principio. Cuando Dios creó al ser humano, lo puso en una familia. Escúchame bien: La familia nace del corazón de Dios. Después de crear al hombre y a la mujer a su imagen, según Génesis 1:27-28: Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense.
  • Dios creó a la familia para llenar la tierra con seres humanos que reflejarían la imagen de Dios. La familia fue la primera institución creada por Dios. Antes de que hubiera gobierno, antes de que hubiera escuelas, aun antes de que existiera la iglesia, existía la familia. La visión de Dios en crear a la familia fue llenar la tierra con su gloria, llenándola de seres humanos que la reflejarían.
  • Pero algo llegó para destruir esa visión. Cuando Dios creó al hombre, lo puso en un hermoso jardín. Luego, le dio una sola regla. Había un árbol en medio del jardín. De ese árbol, no se podía comer. Dios le dio esta instrucción al hombre antes de crear a la mujer. En otras palabras, Dios hizo al hombre responsable del bienestar de su familia. Lo puso como sacerdote en su hogar.
  • Pero cuando Satanás usó a la serpiente para tentar a la humanidad a desobedecer a Dios y caer en pecado, él no habló con Adán. Más bien, habló con Eva, su esposa. La engañó con lisonjas. Le mostró la belleza del fruto, y le dijo que no habría consecuencias para la desobediencia. ¡Todo estaría bien!
  • Eva tomó el fruto del árbol prohibido y lo probó. Ahora quiero mostrarte lo que sucedió después. Voy a leer de la Nueva Traducción Viviente, porque es un poco más clara en este versículo. Después le dio un poco a su esposo que estaba con ella, y él también comió. (Génesis 3:6)
  • Hay cuatro pequeñas palabras en este pasaje que llevan un peso muy grande. Dice de Adán que estaba con ella. Adán estaba allí durante toda la escena, y se quedó callado. ¡No dijo nada! Hay hombres que quieren culpar a la mujer por la entrada del pecado al mundo. Dicen, Si Eva no hubiera mordido la manzana, todos estaríamos bien.
  • Pero la falta real fue del hombre. Él había escuchado la voz de Dios diciéndole que no comiera de la fruta prohibida. Él había recibido de Dios la responsabilidad de darle a Eva también las instrucciones de Dios. Dios le había dado la responsabilidad, pero él no la cumplió. En lugar de decirle a Eva, ¡No escuches a esa serpiente mentirosa!, en lugar de decirle, ¡Dios nos dijo que no lo hiciéramos!, Adán se quedó callado.
  • Hay demasiados hombres hoy en día que se quedan callados. Cuando ven alguna injusticia que no les afecta, se quedan callados. Cuando llega la hora de reunir a su familia para leer la Biblia y orar juntos, se quedan callados. Cuando llega el momento de levantarse para ir a la iglesia, se quedan en la cama callados. Lo único que se les escapa es un ronquido. Cuando se les presenta la oportunidad de compartir el evangelio, se quedan callados. Hermano, no seas cómplice de Adán. No te quedes callado, porque Dios te ha puesto para guiar a tu familia por caminos de bien.
  • Después de que la humanidad cayó en pecado, sin embargo, Dios no nos abandonó. Comenzó a realizar su plan de restauración. Habló con un hombre llamado Abraham, y le dijo que dejara su tierra y se fuera a otro lugar que Dios le iba a enseñar. También le hizo una promesa. El cumplimiento completo de esta promesa fue la venida de Cristo al mundo.
  • Observa la última frase de la promesa que Dios le hace a Abraham, que se encuentra en Génesis 12:3. ¡Por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra! Dios le promete a Abraham que él será una fuente de bendición. Pero ¿para quiénes? ¿Para las personas? ¿Para los individuos? Dios le dice que será para las familias.
  • La salvación, por supuesto, es individual. Pero Dios quiere que esa bendición fluya a través de las familias. Por eso, cuando Dios entrega sus leyes a la humanidad por medio de Moisés, incluye esta instrucción: Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. (Deuteronomio 6:6-7)
  • Dios vuelve a entregar a los padres la responsabilidad en la que fracasó Adán. Dios no les dice: Ocúpate sólo de ti mismo. Dice a los padres y a las madres que hablen con sus hijos de las cosas de Dios en la casa, por la calle, en las salidas – en cualquier momento que se preste.
  • A veces, parece que queremos dejar a Dios encerrado en la iglesia. Hablamos de Dios aquí, pero afuera de la iglesia, es como si Dios no existiera. ¡Dios está en todas partes! ¿Por qué no hablar de él? Dios no te hace responsable de las reacciones de tus hijos. Hay buenos padres que tienen hijos rebeldes. Él te hace responsable de enseñarles a tus hijos, con tus palabras y tu ejemplo.
  • Cuando ya se iba a cumplir el plan de Dios para rescatar al mundo, él envió un mensajero delante de su Hijo Jesús para prepararle el camino. Ese mensajero fue Juan el Bautista, y el profeta Malaquías anunció su venida más de 400 años antes de que sucediera. Fíjense en lo que dice Malaquías que haría Juan: Él hará que los padres se reconcilien con sus hijos y los hijos con sus padres, y así no vendré a herir la tierra con destrucción total. (Malaquías 4:6)
  • La restauración familiar fue tan importante para Dios que envió a Juan para predicar un mensaje de arrepentimiento. Cuando las familias se desmoronan, la sociedad se derrumba. La desintegración familiar trae destrucción a la tierra. Pero cuando nos arrepentimos, hay restauración.
  • Jesús vino a la tierra para rescatarnos del pecado que nos ha dañado personalmente y que ha dañado a las familias. Durante sus giras de predicación, el apóstol Pablo fue encarcelado varias veces. En una de esas ocasiones, el carcelero llegó a preguntarle: ¿Qué tengo que hacer para ser salvo? Esta fue la respuesta de Pablo:  —Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos. (Hechos 16:31)
  • Cuando Cristo llega a tu vida, hay salvación. Y cuando Cristo llega a tu familia, también hay salvación. Hay restauración. Hay transformación. El verdadero éxito en tu familia no se trata de vivir en una enorme casa, manejar un carro del año o darles a tus hijos la mejor educación. Nada de eso es malo, pero el verdadero éxito está en que Cristo esté al centro de tu hogar.
  • A una niña le pidió su madre que diera las gracias a Dios por los alimentos. Ella oró: Ven, Señor Jesús, sé nuestro invitado. De repente, miró a su mamá y le dijo: Pero mamá, ¡Yo no quiero que Jesús se nuestro invitado! Horrorizada, la madre le preguntó: ¿Por qué no, hija? La niña le respondió: Es que un invitado sólo viene a la casa de vez en cuando, pero yo quiero que Jesús esté aquí siempre.
  • Esa niña entendió lo que trae la bendición a la casa. ¿Es Jesús un invitado en tu casa, o es el centro de todo lo que haces? ¿Se reúne la familia para hablar con él? ¿Leen su Palabra juntos a diario? ¿Hablan de él? Cualquiera que sea tu situación familiar, si pones a Cristo al centro, podrás avanzar hacia el éxito.
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