PASTOR TONY HANCOCK
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Cuando Jesús suspiró

10/25/2020

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  • Vivimos en un mundo mecanizado e impersonal. Si llamas al número de ayuda de alguna compañía, es probable que tu primer contacto sea con un robot. Tendrá voz humana, pero está programado para darte respuestas automáticas. La inteligencia artificial es la nueva frontera en la tecnología. Con todas las posibilidades que conlleva, contribuye también al alejamiento del toque humano. Nos separa de otras personas.
  • Jesús nunca trató a la gente de manera mecánica o deshumanizante. Cada persona que tuvo un encuentro con Jesús recibió su atención completa. Hoy veremos la historia de uno de esos encuentros para entender la clase de encuentro que tú y yo podemos tener con él.
  • Luego regresó Jesús de la región de Tiro y se dirigió por Sidón al mar de Galilea, internándose en la región de Decápolis. 32 Allí le llevaron un sordo tartamudo, y le suplicaban que pusiera la mano sobre él.
  • 33 Jesús lo apartó de la multitud para estar a solas con él, le puso los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. 34 Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: «¡Efatá!» (que significa: ¡Ábrete!). 35 Con esto, se le abrieron los oídos al hombre, se le destrabó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
  • 36 Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más se lo prohibía, tanto más lo seguían propagando. 37 La gente estaba sumamente asombrada, y decía: «Todo lo hace bien. Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos».  (Marcos 7:31-37 NVI)
  • Después del encuentro con la mujer sirofenicia que vimos la semana pasada, Jesús se dirigió primero hacia el norte, hacia la ciudad de Sidón, y luego regresó a las orillas del mar de Galilea, en la región de Decápolis. Si trazamos su ruta en el mapa, forma un semicírculo. No es la ruta más directa.
  • ¿Por qué tomó Jesús esta ruta? Yo creo que fue para evitar la región de Galilea, donde muchos querían hacerlo rey a la fuerza. Nuevamente vemos que Jesús planea sus movimientos para lograr su propósito. Cuando seguimos a Jesús, también andamos con propósito y no a la deriva.
  • Cuando llegó a su destino, algunas personas le trajeron a Jesús un sordo tartamudo. Le pidieron a Jesús que lo tocara para sanarlo. Ni siquiera sabemos quiénes lo llevaron a Jesús, pero lo que hicieron fue muy importante. Si ellos no hubieran llevado a este sordomudo a Jesús, el milagro no habría sucedido. Su vida seguiría por el mismo rumbo.
  • Piénsalo: ¿cómo iba este sordo a oír de Jesús? ¡Estaba sordo! Era imposible que oyera de Jesús, como para buscarlo por su propia cuenta. Nunca iba a suceder, al menos que personas de buen corazón lo llevaran con Jesús. Qué cruel habría sido de su parte pensar, Bueno, si él quiere ver a Jesús, que lo busque. Yo tengo otras cosas que hacer.
  • Hay muchas personas que nos rodean que son como ese sordo tartamudo. No van a buscar a Jesús por su propia cuenta. Les hace falta que alguien los lleva a Jesús. Sin embargo, a veces pensamos: Si quieren saber de Dios, la iglesia está abierta. Seguramente ya saben, y no quieren.
  • Ellos no van a saber de Jesús al menos que los llevemos a él, porque tienen oídos sordos. No me refiero a los oídos físicos, sino los oídos de su corazón. Si los llevamos a Jesús, él se encargará de restaurarles la audición. A nosotros nos toca llevarlos a Jesús, e interceder por ellos. Así como esta gente le rogó a Jesús que sanara a este hombre, también debemos rogarle a Dios por la salvación de las personas perdidas.
  • Cuando llevaron al sordo tartamudo a Jesús, él hizo algo un poco extraño. Lo llevó aparte. ¿Pensaba usar algún método secreto que nadie podría saber? Obviamente no, porque de otro modo, ¡no nos lo contaría en la Biblia! Si nos preguntamos a quiénes solía Jesús llevar aparte, nos damos cuenta de que eran sus discípulos. Es con ellos que Jesús buscaba oportunidades para estar a solas.
  • Jesús preparó los detalles de este encuentro para enseñarnos una lección espiritual. Jesús nos está enseñando cómo un sordomudo espiritual se convierte en una persona capaz de oír su voz y hablar la verdad, y lo hace a través de esta sanidad física. Así como Jesús abrió los oídos de este hombre y le devolvió el habla, él también puede abrirte los oídos y la boca para que escuches su voz y compartas sus maravillas.
  • Observa cómo Jesús lo hace. Cuando Jesús sanaba a una persona, normalmente lo hacía con sus palabras. En la historia que vimos la semana pasada, Jesús simplemente le dijo a la mujer que su hija había quedado libre del demonio, y así fue. Pero este sordo no era capaz de escuchar la voz de Jesús. Si Jesús le hablaba, él no lo iba a entender.
  • Por eso, Jesús lo trata de acuerdo con su necesidad. Al que no puede oír, Jesús le pone los dedos en los oídos. Al que no habla bien, Jesús le toca la lengua con saliva de su propia boca. Con amor y sensibilidad, Jesús lo sana de una manera que él puede apreciar y despierta su fe.
  • Para despertar nuestra fe, Dios nos trata de muchas maneras diversas. Él sabe cómo alcanzar a cada uno según su propia necesidad. A algunos los toca por medio de una crisis, un accidente o una enfermedad. Ese evento sirve para llamarles la atención. A otros les hace ver las maravillas de su creación, o les habla por medio de una amistad con un creyente.
  • Los medios que Dios usa para alcanzarnos son tan variados como lo es la humanidad misma. Antes de pronunciar las palabras que abrieron los oídos del sordo, Jesús los tocó. Para qué tu puedas oír su Palabra, Jesús también toca tu vida. ¿De qué maneras has sentido el toque de Dios últimamente?
  • Antes de sanar al hombre, Jesús hizo una cosa más. Es algo que podría parecer fuera de lugar. Mirando al cielo, Jesús suspiró profundamente. ¿Qué indica este suspiro de Jesús? ¿Por qué suspiró antes de sanar al hombre? ¿Estaba cansado? ¿Se sentía frustrado? ¿Ya se había hartado de sanar a la gente, y suspiró por enfado?
  • Más bien, creo que Jesús suspiró porque se involucró emocionalmente en la situación. En ese momento, sintió la tristeza del hombre que no podía oír la música, que no podía conversar normalmente con los demás y que no podía escuchar la lectura de la Biblia en la sinagoga. Así como después lloraría ante la tumba de Lázaro, Jesús suspira en simpatía con este hombre sordomudo.
  • Cuando tú y yo nos encontramos con Jesús, no nos trata de una forma mecánica o deshumanizante. Él se identifica con nosotros. Cualquiera que sea la situación que enfrentes, cualquiera que sea tu dolor, Jesús no te mira fríamente. Él se acerca a ti para compartir tu dolor cuando lo buscas con fe.
  • Pero Jesús no solamente se compadece de nosotros. Él es capaz de sanarnos. Aunque él tocó al hombre sordomudo con compasión, no fue sanado hasta que Jesús dijo la palabra. No fueron los movimientos que hizo Jesús los que sanaron al hombre, sino la palabra que pronunció para que fuera sano.
  • Cuando Jesús nos abre los oídos, es para que oigamos su Palabra. Es la Palabra de Dios la que nos recrea, nos transforma y nos libera. Cuando él creó el mundo, lo hizo por el poder de su Palabra. Dios dijo, y así sucedió. Dijo: Sea la luz, y la luz existió. Su Palabra tiene poder para crear de la nada.
  • Cuando Dios vio todo lo que había creado, según el relato de Génesis 1, se dio cuenta de que era bueno. Ahora, los que ven el milagro que hace Jesús sacan la misma conclusión: Todo lo hace bien. La misma palabra que había creado al ser humano y le había dado los oídos ahora traía restauración a los órganos dañados por el pecado.
  • Del mismo modo, por medio de su Palabra, Dios restaura nuestras vidas. Cuando escuchamos lo que él nos dice, somos recreados. Lo que el pecado había destruido se comienza a rehacer. Comenzamos a ser sanados, a ser reavivados, a ser reanimados. Aunque ese proceso sólo será completo cuando Jesús regrese, comienza ahora. Su obra restauradora comienza cuando recibimos su Palabra en nuestro corazón.
  • De hecho, para eso vino Jesús a la tierra. El profeta Isaías anunció la venida del Mesías con estas palabras: Su Dios vendrá, vendrá con venganza; con retribución divina vendrá a salvarlos. Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo. (Isaías 35:4-6 NVI)
  • Cuando este sordo oyó, se vio que había llegado Dios para salvar a su pueblo. Cuando habló sin trabas, anunció que había llegado el Mesías esperado. Con la venida de Jesús al mundo, ese Dios que creó el mundo vino para rescatarlo. Ese Dios que te dio vida vino a redimirte. Su obra culminó con su muerte en la cruz para pagar por tus pecados.
  • Al centro de la historia que hemos leído se encuentra el suspiro de Jesús. Así expresó su solidaridad con nosotros. Él es un Salvador en quien puedes confiar. Ábrele tu mente y tu corazón. Recibe su Palabra, y deja que él te comience a recrear desde adentro hacia afuera.
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