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El bumerán de las actitudes

10/30/2022

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  • Los indígenas de Australia y algunos otros lugares del mundo han inventado un arma realmente ingeniosa. Se conoce por el nombre de bumerán. La idea es simple. Se trata de un palo plano con una curva ligera en medio. Cuando el bumerán se tira, su vuelo es elíptico. Si nada lo detiene, regresa a la persona que lo tiró.
  • En el caso del bumerán, esta característica es buena. Se vuelve útil para la casería y la diversión. Pero Jesús nos advirtió acerca de ciertas actitudes que también funcionan como bumerán. Cuando mostramos estas actitudes a otros, regresan a nosotros. En este caso, el efecto no es tan bueno.
  • Estamos estudiando un sermón que Jesús dio a sus seguidores en un lugar plano entre las montañas. En este sermón, él nos enseña cómo es la vida en su reino. Jesús nos enseña a cultivar las actitudes que traerán éxito ante Dios y ante los demás. Él no quiere que vivamos enojados y frustrados, sino en gozo y paz. Si desarrollamos estas actitudes en nuestras vidas, tomaremos el camino al éxito.
  • El punto principal de lo que Jesús nos enseña es éste: Lo que das, recibes. Lo que transmites volverá a ti. Leamos sus palabras en Lucas 6:37-42.
  • »No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará. 38 Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes».
  • 39 También les contó esta parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? 40 El discípulo no está por encima de su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje, a lo sumo llega al nivel de su maestro.
  • 41 »¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo? 42 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano. (NVI)
  • Si hay un versículo de todos que es el más citado por los no creyentes, debe de ser el verso 37. En cualquier debate sobre valores, tarde o temprano alguien lo cita. Si un creyente dice que el aborto no es moral, que el matrimonio sólo debe ser entre un hombre y una mujer, o que el alcohol y las drogas llevan a la destrucción, alguien le contestará: ¿Quién eres tú para juzgar? ¿No dice la Biblia: No juzguéis, para que no seáis juzgados?
  • Esto es malentender lo que Jesús nos quiere decir. Jesús no nos está diciendo que dejemos de distinguir entre el bien y el mal. A fin de cuentas, Dios nos ha dado leyes claras en su Palabra precisamente para que podamos comprender esa diferencia. Jesús no nos está prohibiendo que tengamos discernimiento. Al contrario; nos dice que debemos tenerlo.
  • A lo que se refiere cuando dice: No juzguen, y no se les juzgará, es a la actitud arrogante de crítica hacia otros. Tenemos que ser claros y comprender la diferencia entre las acciones buenas y malas, pero no podemos juzgar a las personas. Debemos ser claros en cuanto a lo que es pecado, pero jamás podemos juzgar a la persona que comete ese pecado como si fuéramos superiores a él.
  • Hace años, un pastor hizo un viaje largo por barco. Le tocó compartir la cabina con otro viajero, un hombre desconocido. Después de conocer a su compañero de viaje, buscó al sobrecargo y le preguntó si podría dejar sus objetos de valor en la caja fuerte del barco.
  • Explicó que no acostumbraba a hacerlo, pero después de conocer a su compañero de cabina, pensó que quizás no era de mucha confianza. El sobrecargo aceptó sus pertenencias y le dijo: No se preocupe, pastor. Con mucho gusto se los cuidaré. Le comentó que su compañero de cabina acaba de visitarme para dejar sus pertenencias por la misma razón que usted.
  • Es fácil juzgar a otros por las apariencias sin conocer la realidad. Por supuesto, no seamos ingenuos. Jesús también dijo que tenemos que ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas. (Mateo 10:16 RVC) Si alguien no nos inspira confianza, debemos tener cuidado con esa persona.
  • Lo que no podemos hacer es ponernos en el lugar de Dios y querer condenar a alguien. Muchas veces, buscamos sentirnos superiores a otras personas señalando sus errores. O guardamos rencor, en lugar de perdonar a los que nos han dañado. Nos agarramos de algo que alguien nos hizo y no lo queremos soltar, porque así no tenemos que reconocer nuestros propios errores.
  • Hasta usamos la religión para menospreciar a otros. Tomamos la Biblia como un garrote para golpear a otros, en lugar de usarlo como un espejo para identificar nuestros propios errores. Nos volvemos fariseos, expertos en detectar los pecados ajenos y ciegos a nuestros propios pecados.
  • Nada de esto trae bendición. Es una actitud malsana y destructiva. Como bumerán, regresa sobre nosotros. Cuando juzgamos y criticamos a otros, terminamos siendo juzgados y criticados también. En cambio, si tratamos con generosidad y justicia a los demás, si decidimos perdonar, atraemos esa clase de trato también. Lo que das, recibes.
  • En el mercado del día de Jesús, cuando comprabas algún producto seco, se consideraba que una buena medida consistía en llenar la bolsa, sacudirla para que cupiera más, apretar el producto y echar hasta que quedara redondeada y desbordante.
  • Así, dice Jesús, seremos tratados nosotros si mostramos generosidad de espíritu a los demás. Cuando damos misericordia en lugar de condenación, Dios nos trata así también. Adoptamos la actitud correcta para recibir la misericordia de Dios. Es más, la gente suele darnos el trato que les damos a ellos. Es difícil criticar a una persona que no critica a los demás.
  • La humildad trae más beneficios a largo plazo que la soberbia. El presumido llama la atención por un rato, pero el humilde deja huellas de bondad que son difíciles de borrar.
  • ¿Qué clase de actitudes estás sembrando hacia los demás? ¿Vives en crítica, en condenación, en juicio? ¿O muestras una actitud generosa y misericordiosa hace los demás, pensando lo mejor y buscando lo mejor en cada persona? Lo que siembras, cosecharás. Lo que das, recibes.
  • Hay otra fuerte razón para cultivar una actitud de misericordia en nuestro corazón. Jesús nos enseña que reproduciremos en otros lo que demostramos en nuestra vida. Nos lo enseña con una parábola. Si un ciego se cree capaz de guiar a otro ciego, ¿qué les pasará? ¡Caerán juntos al hoyo!
  • Por supuesto, Jesús no está criticando a los que sufren de la ceguera. Más bien, se refiere a la ceguera espiritual. Si ignoramos nuestros propios errores, no sólo nos perjudicamos a nosotros mismos. También les haremos daño a los que nos siguen. Será difícil que los que te siguen sobrepasen tu nivel de crecimiento.
  • Quizás digas: ¡A mí nadie me sigue! Pero piensa un poco. Tus hijos te siguen. Ellos están observando tu ejemplo, e imitarán lo que ven en ti. Los hermanos más nuevos de la iglesia también te siguen. Más de lo que piensas, ellos te observan para ver lo que haces e imitan tu ejemplo.
  • Jesús nos pone otra comparación. Digamos que ves en el ojo de tu hermano un pedacito de aserrín que lo molesta. Atentamente le preguntas si se lo puedes quitar. Sólo hay un problema. En el ojo tuyo hay una gran viga. ¿Cómo crees que saldrá el proceso de sacarle el aserrín? ¡Será un desastre! La viga que tienes en el ojo no te permitirá ver bien. Al contrario, terminarás lastimando al otro.
  • Del mismo modo, dice Jesús, tenemos que lidiar primero con los problemas en nuestra propia vida si queremos ayudar a otros a superar sus problemas. Tenemos que examinarnos a nosotros mismos y ser realistas acerca de nuestro propio corazón. Puede ser que no hayamos alcanzado la perfección, pero tenemos que reconocer nuestros propios errores y enfrentarlos con humildad.
  • En nuestro pecado, deseamos que el mundo se adapte a nosotros en lugar de enfocarnos en cambiar lo que está mal en nuestras propias vidas. Es más fácil señalar los pecados de los demás que reconocer nuestros propios pecados y buscar la ayuda de Dios para enfrentarlos y dejarlos.
  • Lo que Jesús nos enseña es una de las claves más importantes para el éxito en el matrimonio. Sucede en muchas parejas que cada uno se fija en lo que está mal en la vida de su cónyuge, en lugar de analizar sus propios errores. Se ponen al tú por tú. Si mi esposa me diera mi lugar, yo podría ser diferente. Si mi esposo me tratara como la reina que soy, todo cambiaría.
  • Jesús no nos llama a ignorar grandes maltratos o traiciones, pero sí nos dice que nos enfoquemos primero en corregir nuestros propios errores en lugar de señalar los errores de nuestra pareja.
  • Sucede también en la crianza de los hijos. Una de las cosas que causa frustración y rebeldía en la vida de los jóvenes es que sus padres quieran decirles qué hacer sin tener la humildad de reconocer sus propios errores. En cambio, cuando aceptamos nuestra propia imperfección, podemos guiar sin dañar ni humillar.
  • Todavía lo recuerdo, aunque sucedió hace más de cuarenta años. Les había pedido a mis padres que fuéramos a visitar a unos amigos, y ellos me dijeron que no. Ya no recuerdo la razón por la que negaron mi pedido, pero lo que sí recuerdo es esto. Después de un par de semanas, hablaron conmigo y me dijeron: Estábamos mal. Sí vamos a ir a visitar a las personas que querías ver.
  • Mis padres no fueron perfectos, pero supieron reconocer cuando se habían equivocado. Eso me dio más confianza y seguridad. Los niños necesitan orden y reglas en la vida, y necesitan padres que los apliquen. Cuando sus padres son humildes y saben reconocer sus propios errores, la disciplina es mucho más fácil de aceptar.
  • Hemos oído en esta mañana las palabras de Jesús. Ahora nos toca ponerlas en acción. ¿Eres seguidor de Jesús? Algunas personas dicen: No soy discípulo, sólo soy creyente. Creo que esa idea es incoherente. Si tú crees que Jesús es quien dice ser, si tú crees que él es el Creador de todo y Rey del universo, si tú crees que él te amó y dejó el cielo para dar su vida por ti – crees todo esto, pero no confías en lo que te dice, algo anda muy mal.
  • Se cuenta la historia de un hombre que tendió una cuerda sobre las cataratas del Niágara en Nueva York y anunció que, cierto día, las iba a cruzar. El día determinado, una multitud se reunió para verlo. El hombre tomó una carretilla vacía y caminó sobre la cuerda floja hasta llegar al otro lado. Luego, regresó.
  • Al llegar, la multitud lo recibió con muchos aplausos. ¿Cuántos de ustedes creen que puedo volverlo a hacer? Todos levantaron la mano. ¡Lo acababan de ver! Muy bien, dijo el hombre, ¿Quién se sube a la carretilla? Todas las manos se bajaron. Creer es una cosa y confiar es otra.
  • Hasta el diablo cree en Jesús. Pero confiar en él es otra cosa. Confiar de verdad lleva a obedecer. ¿Confías en Jesús lo suficiente como para obedecer lo que él te dice que hagas?
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