PASTOR TONY HANCOCK
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La santidad de la iglesia

11/24/2019

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  • ¿Alguna vez te has encontrado en un restaurante con utensilios inservibles?  Quizás te pongan un plato para el pan, pero te das cuenta de que lleva algún residuo dejado por la lavadora de platos.  O quizás encuentres un poco de comida vieja en el tenedor o algo raro en el fondo del vaso.
  • ¿Qué haces en esos casos?  Quizás digas: Bueno, sólo es un poco de comida.  La mayor parte del plato está limpio.  Lo voy a usar, así como está.  ¡No lo creo!  Más bien, tan pronto llegue el mesero, le pides un utensilio limpio.  Aunque sólo esté un poco sucio, se vuelve totalmente inservible.
  • Dios llama a su pueblo a vivir en pureza.  Pablo le dice a Timoteo, Consérvate puro (1 Timoteo 5:22b NVI), y éstas son las palabras de Dios para nosotros también.  Si no nos mantenemos puros, nos volvemos inservibles para el Señor.  Llegamos a ser utensilios que él no quiere usar.
  • Desde el principio, Dios ha llamado a su pueblo a conservarse puro.  Cuando constituyó a Israel como su pueblo en el Antiguo Testamento, les dijo: Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.  En otras palabras, ustedes son especiales.  Pórtense como gente escogida, como una nación santa.
  • Los profetas constantemente llamaban al pueblo a vivir en la santidad del Señor.  Por fin, cuando no obedecieron, la nación fue llevada al exilio.  El profeta Ezequiel explicó el por qué: Sus sacerdotes violan mi ley y profanan mis objetos sagrados. Ellos no hacen distinción entre lo sagrado y lo profano, ni enseñan a otros la diferencia entre lo puro y lo impuro.  (Ezequiel 22:26 NVI)  En otras palabras, el pueblo de Dios vivía como los pueblos que lo rodeaban.  Perdió la pureza.
  • Cuando Jesús llegó para establecer un nuevo pacto entre Dios y la humanidad, también llamó a sus seguidores a la pureza.  Justo antes de morir, oró por nosotros: No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno.  Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo.  Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad.  (Juan 17:15-17 NVI)
  • El mismo evangelio de Juan enseña claramente que somos salvos por la fe en Jesucristo.  Juan 3:16 dice, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.  No buscamos la santidad para ser salvos, porque eso sería imposible.  Todo el que necesita la salvación la recibe al arrepentirse y creer en Jesucristo.
  • Pero ahora que hemos sido salvos, le pertenecemos a Dios.  Tenemos que ser diferentes del mundo que nos rodea.  Como dijo Jesús, ya no somos del mundo.  Dios nos llama a dejar de imitar los pensamientos y las actitudes del mundo para ser útiles al Señor.  Es en esto que vamos a encontrar nuestro gozo y nuestra alegría.
  • Te puedo decir por experiencia que el creyente que no vive en pureza se convierte en la persona más miserable del mundo.  El incrédulo peca, y le da igual.  Pero nosotros como creyentes tenemos al Espíritu Santo en nosotros.  Hemos sido lavados.  El pecado ya no es algo natural para nosotros, y sabemos que tenemos otro propósito.
  • Recuerdo momentos en los que he dejado que alguna amargura o algún enojo controle mis pensamientos y mi corazón.  Luego me daba cuenta de que perdía el poder para servir a Dios.  Hacía las mismas cosas de siempre, pero el Espíritu Santo ya no obraba a través de mí.  Era como si Dios me mirara y me dijera: No te puedo usar hasta que te quites esa mugre.  Sólo mediante el arrepentimiento y la confesión volvía a serle útil a Dios y conocer el poder de su presencia.
  • Por eso, Dios nos llama a los que somos creyentes a esforzarnos por vivir en pureza – no por temor a perder la salvación, sino para poder ser útiles a nuestro Padre celestial y servir a nuestro Señor y Salvador.  Es en eso que vamos a encontrar gran alegría y satisfacción.
  • El apóstol Pablo le da a Timoteo un par de consejos que nos pueden ayudar a nosotros a vivir en santidad.  La primera se encuentra en 1 Timoteo 5:23.
No sigas bebiendo solo agua; toma también un poco de vino a causa de tu mal de estómago y tus frecuentes enfermedades.
  • Este verso nos puede parecer un poco extraño.  Sin embargo, si lo relacionamos con su contexto, descubriremos que tiene mucho sentido.  Uno de los problemas en Éfeso, donde Pablo había dejado a Timoteo, era que los falsos maestros le prohibían a la gente cosas que Dios acepta.  Eran legalistas.
  • Quizás para no servir de tropiezo, Timoteo había dejado el vino y estaba tomando pura agua.  El apóstol Pablo le dice que empiece a tomar un poco de vino con la comida, a causa de sus enfermedades del estómago.  El vino fue usado como medicina por los judíos, y también por los griegos.  El famoso médico Hipócrates recomendó su uso medicinal.
  • Es muy posible que el agua que tomaba Timoteo estuviera contaminada.  El alcohol en el vino podía ayudar a eliminar algunos de los parásitos.  En todo caso, es obvio que Pablo le recomienda a Timoteo el uso del vino como medicina, no como embriagante.  Pone énfasis en que debe usar un poco de vino, no tomarlo en grandes cantidades.
  • Todo esto nos lleva a entender que Dios nos llama a vivir en santidad en nuestro uso de lo creado.  El mundo que nos rodea contiene muchas cosas que pueden ser buenas o malas, dependiendo de la manera en que las usamos.  Tenemos que ser sabios en la manera en que usamos lo que Dios ha creado.
  • Algunas personas tratan de usar este versículo como pretexto para consumir el alcohol como embriagante, pero ya hemos visto que esto no concuerda con el contexto.  Es más, la Biblia nunca nos presenta el consumo del alcohol como algo bueno.  El primero borracho de la Biblia fue Noé, y su borrachera trajo maldición sobre su familia.
  • Varios de los Proverbios nos muestran el peligro del alcohol.  Por ejemplo, Proverbios 20:1 dice: El vino lleva a la insolencia, y la bebida embriagante al escándalo; ¡nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente!  Proverbios 23:20 nos dice: No te juntes con los que beben mucho vino.  Meterse con el alcohol es como meterse con una mujer casada: parece divertido, pero no lleva a nada bueno.
  • Por supuesto, no es sólo el alcohol.  Nos encontramos como sociedad en medio de una epidemia de adicción a los opioides.  Mucha gente descubrió que estos medicamentos, diseñados para calmar el dolor, también les hacían sentir bien.  Las empresas farmacéuticas gustosamente promocionaron estos productos que han dejado a muchos enviciados.
  • Tanto el alcohol como otros medicamentos pueden tener sus usos.  Como creyentes, tenemos que evitarlos cuando no son para fines medicinales.  De otro modo, comprometemos nuestra santidad.  Pablo escribió en Efesios 5:18: No se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos del Espíritu.  Dejarnos controlar por cualquier substancia es lo opuesto a la vida llena del Espíritu, que es la única vida de verdadero gozo y verdadera paz.
  • ¡Dios nos ofrece algo mucho mejor!  Cuando vivimos en santidad, encontramos el verdadero gozo, el verdadero propósito de la vida.  Vemos bendición.  Somos útiles al Señor.  Si queremos lograr esa dicha, tenemos que ser sabios en nuestro uso de lo que Dios ha creado.  Simplemente porque existe alguna substancia, eso no significa que la debamos consumir.
  • La segunda pauta que Dios nos da para vivir en santidad se encuentra en los versos 24 al 25 de 1 Timoteo 5.  Los pecados de algunos son evidentes aun antes de ser investigados, mientras que los pecados de otros se descubren después. 25 De igual manera son evidentes las buenas obras y, aunque estén ocultas, tarde o temprano se manifestarán.
  • Hay algunos pecados que son obvios para todos.  Si gritas una grosería en un lugar público, todo el mundo lo va a saber.  Si dejas tu casa y te vas a vivir con una mujer que no es tu esposa, todos se darán cuenta.  Algunos pecados son evidentes, son obvios y no requieren de ninguna investigación.
  • Pero otros pecados, dice la Palabra, sólo se descubren después.  A veces pensamos que esos pecados no importan.  Si nadie lo vio, no sucedió, es nuestro lema.  Pero Dios nos dice que, si pensamos así, nos engañamos.  Todo sale a la luz, tarde o temprano.  Jesús lo dijo así: No hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse.  (Lucas 12:2)
  • Por eso, la santidad es algo que tenemos que buscar en lo público y en lo secreto.  Dios todo lo ve.  Cuando somos deshonestos en cosas pequeñas, comprometemos la pureza de nuestro corazón.  Cuando miramos algo impuro en el celular o damos lugar a alguna fantasía, nos ensuciamos.
  • Por otra parte, las buenas obras siempre salen a la luz.  No tenemos que preocuparnos cuando hacemos algo bueno.  Aunque nadie lo vea, Dios lo ve y él nos bendecirá en público.  La gente del mundo hace sus buenas obras para que el mundo los vea.  Cuando conocemos a Dios, sólo nos importa lo que él ve.  Sabemos que él nos recompensará.
  • El último día de clases, todos los niños le trajeron regalos a la maestra.  El hijo del florero le dio a la maestra su regalo.  Sin abrirlo, ella le dijo: ¡Apuesto a que son flores!  El niño le respondió: ¡Sí, maestra!  Luego, la hija del dulcero le dio otra caja.  Sospecho que son dulces – le dijo.  La niña le contestó: ¡Sí, maestra!
  • Siguió el hijo del dueño de la licorería.  La maestra levantó la caja, y vio que goteaba.  Tomó una gota en el dedo y la probó.  ¿Es vino? – preguntó la maestra.  ¡No, maestra! – contestó el niño.  La maestra probó otra gota.  ¿Es champán? – preguntó.  ¡No, maestra! – contestó el niño.  Bueno, ¿qué es? – le preguntó la maestra.  El niño le dijo: ¡Es un cachorrito!
  • Las cosas no siempre son lo que parecen.  Muchas cosas están ocultas, como ese cachorrito.  Pero tarde o temprano, salen a la luz.  Por eso, Dios nos invita a caminar en pureza.  De ese modo, no tenemos que temer lo que se podrá descubrir de nosotros.  Y tendremos la seguridad de que todas las cosas buenas que hacemos, aunque nadie las vea, recibirán su recompensa de la mano de nuestro Padre celestial.
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