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El camino a la restauración comienza con oración

1/29/2023

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  • Yo nací en el país del Perú, donde mis padres sirvieron durante quince años como misioneros. Como cualquier otro país, el Perú tiene su propia historia, cultura y paisajes. Una de las características únicas de la historia peruana es el uso de cierta clase de puente que se construía en las montañas para cruzar las profundas quebradas. Estos puentes se construían de sogas.
  • Los incas, quienes construyeron estos puentes, no conocían la rueda. Estos puentes de soga servían perfectamente para que cruzaran los peatones y sus animales. De estos puentes sólo queda uno. Se llama Queshuachaca, que significa puente de soga en el idioma quechua.
  • Una de las desventajas de estos puentes de soga, y la razón por la que sólo queda uno, es que cada año se tienen que reconstruir. El sol, la humedad y el uso desgastan la soga, convirtiendo el puente en un peligro. Si no se reconstruyen, los puentes se vuelven inusables.
  • Del mismo modo, los seres humanos, sus familias y sus comunidades tienen que ser restaurados. Así como los puentes se desgastan debido a las condiciones, nosotros nos degradamos debido al pecado. El pecado también causa deterioro en las familias, en las comunidades y en las iglesias. Los reformadores solían decir: La iglesia reformada siempre reformándose.
  • Tenemos que ser renovados personalmente. Luego, tenemos que trabajar para restaurar nuestras comunidades. ¿Cómo se hace? Encontramos un gran ejemplo en el libro de Nehemías, en el Antiguo Testamento. Nosotros enfrentamos el deterioro de nuestra sociedad. Las iglesias no parecen florecer. Nuestras vidas también reflejan el deterioro. En esta situación, Nehemías nos habla.
  • Nehemías vivió unas generaciones después del peor momento en la historia del pueblo de Dios, el exilio babilónico. El templo de Dios había sido destruido. Mucha de la gente había muerto, y la mayoría de los que quedaron fueron llevados a la fuerza a una tierra extraña. Habían vivido en la tierra prometida bajo un acuerdo especial con Dios conocido como un pacto. Si se mantenían fieles a él, tendrían su templo, habría buenas cosechas y estarían seguros ante sus enemigos.
  • Pero vez tras vez fueron infieles a Dios. Por fin, Dios se hartó. Envió a los babilonios a conquistarlos, destruir su templo y su cuidad capital y llevárselos al exilio. Durante setenta años vivieron en una tierra ajena. Pero Dios no había terminado con ellos. Prometió restaurarlos.
  • Esa restauración comenzó unos ochenta años antes del comienzo de la historia de Nehemías. Un grupo pequeño regresó a la tierra y reconstruyó el templo, aunque sin la grandeza que había tenido. Lo que le faltó hacer fue reconstruir las murallas, esenciales para que la ciudad se defendiera.
  • La familia de Nehemías seguía viviendo en exilio, ahora bajo el gobierno de los persas. Nehemías mismo tenía un buen trabajo como uno de los empleados de mayor confianza del rey persa. Sin embargo, no se le olvidó que formaba parte del pueblo de Dios. Su corazón estaba en Jerusalén, aunque nunca haya vivido allí. Un día, su hermano llegó para darle noticias de Jerusalén. Le dijo que la ciudad seguía en ruinas. La muralla estaba destruida, y el portón hecho cenizas.
  • Dios llamó a Nehemías a reconstruir las murallas arruinadas, y él lo hizo. El libro de Nehemías nos enseña varias lecciones sobre cómo reconstruir nuestras vidas, nuestras familias, nuestras comunidades y nuestra iglesia. Hoy vamos a ver una de ellas en Nehemías 1:4-11. Aquí vemos la respuesta de Nehemías cuando le llegó la noticia de la triste condición de Jerusalén.
  • Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo. 5 Le dije: «Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos, 6 te suplico que me prestes atención, que fijes tus ojos en este siervo tuyo que día y noche ora en favor de tu pueblo Israel. Confieso que los israelitas, entre los cuales estamos incluidos mi familia y yo, hemos pecado contra ti. 7 Te hemos ofendido y nos hemos corrompido mucho; hemos desobedecido los mandamientos, preceptos y decretos que tú mismo diste a tu siervo Moisés.
  • 8 »Recuerda, te suplico, lo que le dijiste a tu siervo Moisés: “Si ustedes pecan, yo los dispersaré entre las naciones: 9 pero, si se vuelven a mí, y obedecen y ponen en práctica mis mandamientos, aunque hayan sido llevados al lugar más apartado del mundo los recogeré y los haré volver al lugar donde he decidido habitar”.
  • 10 »Ellos son tus siervos y tu pueblo al cual redimiste con gran despliegue de fuerza y poder. 11 Señor, te suplico que escuches nuestra oración, pues somos tus siervos y nos complacemos en honrar tu nombre. Y te pido que a este siervo tuyo le concedas tener éxito y ganarse el favor del rey».
  • En aquel tiempo yo era copero del rey.
  • Cuando Nehemías supo que las cosas estaban tan mal, lloró, ayunó y oró delante del Señor por varios días. ¿Qué hacemos nosotros cuando vemos la devastación que nos rodea? ¿Oramos primero, o buscamos a quién culpar? Dios llama a su pueblo a buscarlo en oración para obtener restauración.
  • Observa cómo comenzó Nehemías su oración. Empezó invocando a Dios y declarando su naturaleza. Habló de él como el Señor, el Dios que es, el Dios de amor y relación. También lo llamó el Dios del cielo. Era una frase que usaban también los persas de su dios, pero Nehemías sabía quién es el verdadero Soberano de todo. Lo describió como el gran Dios que inspira asombro. Cuando comprendemos quién es Dios, no podemos seguir iguales. Nos maravillamos frente a él.
  • Podría parecer extraño que Nehemías comenzara con la adoración. ¿Por qué no comenzó diciéndole de inmediato a Dios todo lo que estaba mal? Él entendía algo que Jesús también nos enseñó. Así como Jesús comenzó su oración modelo diciendo: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, Nehemías empezó declarando la verdad acerca de Dios.
  • Creo que la adoración es la manera en que nos sintonizamos con el cielo. Algunos de nosotros recordamos las radios con botones que se tenían que girar para sintonizar el canal. Había que ajustarlo hasta conectarse perfectamente. De otro modo, habría mucha interferencia.
  • Del mismo modo, tenemos que sintonizarnos con el cielo si queremos tener comunicación clara con Dios. Lo hacemos adorándole, meditando en quién es él y recordando su grandeza. Esto también nos da confianza para orar. Cuando recordamos quién es Dios, podemos orar sabiendo que él contestará. Como los escritores de los salmos, Nehemías jamás dudó que Dios le oía.
  • Después de adorar a Dios, la segunda cosa que hizo Nehemías fue confesar el pecado. No se trataba de su propio pecado. Él vivió mucho tiempo después de que se cometieron los pecados que trajeron la destrucción a su pueblo. Él mismo no había cometido estos actos.
  • Sin embargo, Nehemías decidió orar en humildad y no orgullo. Al hacerlo, reflejó de antemano la actitud que tuvo Jesús. Comenzando con su bautismo cuando se formó en una larga cola de pecadores, Jesús se identifico con pecados que no cometió. Murió por pecados que no cometió. Por eso, tenemos la esperanza de la salvación.
  • Nehemías reflejó este espíritu de humildad cuando confesó los pecados de su pueblo. Comprendió que, aunque personalmente no cometió los pecados que llevaron al exilio, formaba parte de una nación pecadora que los había cometido. Nosotros también tenemos que reconocer que somos parte de la humanidad pecadora si queremos estar bien con Dios.
  • A veces, por supuesto, tenemos que confesar nuestros propios pecados. Cuando hacemos la oración del pecador para aceptar a Cristo como Señor y Salvador, tenemos que reconocer que somos culpables. Como creyentes, cuando nos damos cuenta de que hemos pecado, tenemos que confesarle ese pecado a Dios para restaurar nuestra relación con él. Pero también tenemos que estar dispuestos, como Nehemías, a humillarnos en intercesión en lugar de justificarnos y señalar.
  • La tercera cosa que hizo Nehemías fue pedirle a Dios que obrara. Nehemías le pidió a Dios que restaurara a su pueblo. Muchas veces, la gente piensa que hay que ofrecerle algo a Dios para que él obre. Es la forma de pensar que vemos en las religiones paganas. Algunas de las naciones alrededor de Israel hasta sacrificaban a sus propios hijos buscando la prosperidad.
  • En la religión tradicional de nuestros países, algunas personas hacen promesas a las imágenes porque piensan que les concederán favores. O caminan largas distancias en peregrinaje para pedir algún favor. En algunos casos, hasta castigan a las imágenes que parecen ser impotentes.
  • Visité una iglesia en México que había sido dañada en un terremoto. Los residentes del pueblo voltearon todas las imágenes en sus nichos para castigarlos por ser incapaces de proteger la iglesia. Esta forma de pensar no es bíblica.
  • Nehemías no trató de negociar con Dios. Más bien, le recordó a Dios lo que él mismo había prometido en su Palabra. Dios ha hecho ciertos compromisos con nosotros. En el Antiguo Testamento, el pacto que había hecho con su pueblo fue el pacto de Moisés. Nehemías basó su oración en ese pacto.
  • Nosotros hoy nos relacionamos con Dios por medio de otro pacto, el Nuevo Pacto que Jesús estableció. Pero debemos seguir el ejemplo de Nehemías y recordarle a Dios sus propias promesas en oración. En lugar de negociar con él debemos confiar en sus promesas.
  • Después de pedirle a Dios que obrara en base a sus promesas, Nehemías hizo una cosa más. Le pidió a Dios que le ayudara a tomar acción. Él servía al rey como copero. No sólo le llevaba las bebidas al rey. Las probaba para asegurarse de que no trajeran veneno. Era un empleo de mucha confianza.
  • Nehemías le pidió a Dios que le diera favor ante el rey. Vio que Dios lo había puesto en una posición estratégica, y le pidió a Dios que le ayudara a aprovechar su posición. Para Nehemías, la oración no era un pretexto para evitar la acción. Más bien, era un requisito para actuar.
  • Alguien ha dicho que podemos hacer muchas cosas después de orar, pero no podemos hacer nada antes de orar. Cuando te preparas en oración, Dios te puede usar para hacer cosas grandes. En cambio, lo que haces sin orar lo harás sólo con tus propias fuerzas.
  • Si olvidas todo lo demás que digo hoy, recuerda esto: La reconstrucción comienza con oración. Si te das cuenta hoy de que tu vida necesita reconstrucción, comienza con oración. Si nunca lo has hecho, haz la oración del pecador y entrégale tu vida a Jesús. O comienza con una oración de dedicación.
  • También tenemos que comenzar con oración si queremos restaurar un matrimonio o una familia dañada. La familia que ora unida permanece unida.
  • La reconstrucción de la iglesia y de la comunidad también comienza con la oración. Hay tantas cosas que están mal. ¿Oramos al respecto, o buscamos culpables? ¿Oramos por los perdidos? ¿Oramos por el presidente? ¿Oramos por las escuelas? Si queremos ver cambios, tenemos que comenzar con la oración.
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