· Un hombre cumplía cien años de edad, y el periódico local decidió enviar a uno de sus reporteros para entrevistar al centenario. Después de hacerle algunas preguntas sobre su vida, el reportero le preguntó al anciano cuál era su mayor logro en la vida. Después de pensar un rato, el hombre le respondió: No tengo ni un solo enemigo en todo el mundo.
· El reportero le contestó: ¡Qué inspirador! ¡Qué maravilloso! ¡Qué muestra de amabilidad! El centenario observo: Es que ya todos se han muerto. ¡Supongo que esa es una manera de deshacerse de sus enemigos! Pero ¿cómo nos llama Jesús a tratar a nuestros enemigos? ¿Debemos simplemente esperar hasta que todos se mueran? · En el Sermón del Monte, Jesús nos enseña muy claramente cómo debemos tratar a nuestros enemigos. Abramos la Biblia en Mateo 5, y leamos los versos 43 al 48. Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. 44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, 45 para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. 46 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? 47 Y, si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? 48 Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto. (todas las citas bíblicas son de la NVI) · Nuestro Padre celestial trata a sus enemigos de una manera inusual. ¡Él los ama! Lo demuestra a través de su creación. Como Creador de todo, Dios está en control de todo lo que sucede en este mundo. Si él lo quisiera, podría hacer que los injustos vivieran en completa oscuridad, y hacer que el sol brillara solamente sobre los justos. · También podría limitar la lluvia sólo a los lugares donde la gente se está portando bien. ¡Imagina cómo sería el mundo, si así fuera! Toda la humanidad se moriría de hambre. Pero Dios no es así. Él generosamente da el sol y la lluvia a todos, sin excepción. Lo hace para que vean su bondad, y se arrepientan. · Romanos 2:4 dice: ¿No ves que desprecias las riquezas de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, al no reconocer que su bondad quiere llevarte al arrepentimiento? Dios es generoso con las bendiciones de su creación hacia todos. Pero no es que a Dios el pecado no le importe; así pensamos a veces. Decimos: Bueno, me porto mal, y no me pasa nada. · Pero Dios nos está mostrando su bondad precisamente para llevarnos al arrepentimiento. Nos está mostrando lo bueno que es para que recapacitemos. Además de mostrar a todos su bondad por medio del mundo que ha creado, Dios también nos ha mostrado su bondad enviando a Jesús a morir por nosotros. · Romanos 5:8 dice así: Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. El verso 10 del mismo capítulo declara que, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo. ¿Te das cuenta de cómo Dios trata a sus enemigos? ¡Los bendice con el sol y la lluvia! ¡Les manda a su Hijo, para que puedan recibir la salvación! · Un día, Dios va a juzgar a todo el mundo. Cuando eso suceda, tendremos que responder por todo lo que hayamos hecho. Pero Dios, en su gran amor, nos extiende sus manos y nos llama a regresar a él. Nuestro pecado nos ha hecho sus enemigos, pero él nos ama. Si tú no te has arrepentido del pecado, si nunca le has entregado tu vida a Cristo, no esperes más. No le des la espalda a Dios. Recibe su amor. · Ahora bien, si tú conoces ese amor de Dios en tu vida, si has sido perdonado y conoces a Jesús por fe, ¿cómo debes tratar a tus enemigos? Jesús nos dice que, si queremos ser hijos de Dios, tenemos que imitarlo a él. Esta semana vi una foto en Facebook de un amigo de mi juventud con su hijo, que ahora es joven. Tenían la misma cara – una con más arrugas y canas, y la otra más juvenil – pero el mismo rostro. · Cuando vemos ese parecido, decimos de tal palo, tal astilla. Si Dios es nuestro Padre, tenemos que parecernos a él. Se verá el parecido familiar, no en nuestras facciones, sino en nuestro carácter. Si nos llamamos hijos de Dios, entonces, tenemos que ser como nuestro Padre. Así es que se va a notar lo que somos. · Pero como la gente del día de Jesús, muchas veces dejamos que el pecado nos domine y torcemos la Palabra de Dios a nuestra conveniencia. Según habían oído ellos, la regla era: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Es verdad que Dios les había mandado: Ama a tu prójimo como a ti mismo, pero lo de odia a tu enemigo lo habían agregado ellos. · Como seres humanos, nos resulta cómodo amar a los que tenemos cerca y odiar a nuestros supuestos enemigos. En este país hay mucha gente que culpa a los inmigrantes de todos sus problemas. Sin embargo, cuando hablan del inmigrante que les corta el pasto, o de la mesera que les atiende en el restaurante mexicano, su actitud es muy diferente. · Nosotros fácilmente hacemos lo mismo. Vemos a grupos enteros de personas como si fueran nuestros enemigos, olvidando que Dios también a ellos los ama. Dios ama a los racistas. Dios ama a los musulmanes. Dios ama a cualquier enemigo que tú puedas mencionar. Él te llama a aprender de él a amarlos también. · El amor de Dios no quiere decir que todos serán salvos del castigo. El mismo Dios que es amor también es el Juez de toda la tierra. Pero nosotros no somos jueces. Él castigará un día a los que se mantengan lejos de él, pero a nosotros no nos toca ejecutar sentencia. Sólo nos toca amar. · Amar así no es fácil. Humanamente hablando, me parece imposible. ¿Cómo podemos amar como Dios ama? Jesús nos da una pista en el verso 44 cuando dice: oren por quienes los persigan. La oración y el amor se fortalecen el uno al otro. Cuando oramos por otros, aprendemos a amarlos. · No estoy hablando de orar para que Dios los castigue. Cuando Jesús comenzó el viaje hacia Jerusalén que culminaría en su crucifixión, llegó a un pueblo samaritano. Sin embargo, los samaritanos no lo quisieron recibir, porque iba hacia Jerusalén. Los samaritanos y los judíos no se llevaban bien. · Cuando Jacobo y Juan vieron esto, le preguntaron a Jesús: Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya? Dios había hecho caer fuego del cielo cuando oró el profeta Elías, y los discípulos de Jesús querían hacer lo mismo para destruir a sus enemigos. ¿Sabes cuál fue la reacción de Jesús? Los reprendió. Él no había venido para juzgar al mundo, sino para ofrecerle salvación. · Es cierto que podemos dejar la venganza en las manos de Dios. Cuando sufrimos una injusticia, nos hace bien poner la situación en las manos de Dios y decirle: Señor, yo sé que tú harás justicia y defenderás mi caso. Pero si queremos aprender a amar de verdad a nuestros enemigos, tenemos que orar por ellos y no contra ellos. · Cuando tomamos la decisión de orar por nuestros enemigos, nuestro corazón comienza a cambiar. Recuerdo una ocasión en la que una persona comenzó a difamarme. Decía muchas cosas falsas, y me lastimó mucho. Mi primer instinto fue la venganza. Pensaba en todas las maneras en las que podría causarle problemas y sufrimiento. · Pero me acordé de este pasaje, y comencé a orar. ¡No fue fácil! Pero poco a poco, mi corazón comenzó a cambiar. Comenzó a sanar. De algún modo, las bendiciones que pedía para aquella persona se manifestaban en mi vida también. Quedé libre, de un modo que la venganza jamás podría haber logrado. Ora por tus enemigos. Recibirás la bendición que pides para ellos. · ¿Conoces a ese Dios que te ama tanto que cada mañana hace salir el sol por ti? ¿Conoces a ese Dios que manda la lluvia para que te alimentes? ¿Conoces a ese Dios que te amó tanto que envió a su único Hijo a morir en la cruz para que pudieras ser perdonado? Si no lo conoces, conócelo hoy. Ven hoy a él. Reconoce tu pecado, y arrepiéntete. Pon toda tu confianza en Jesús, y comienza a seguirle. · Si ya lo has hecho, ¿estás aprendiendo a amar como tu Padre celestial? ¿Por quién te está llamando Dios a comenzar a orar? Puede ser una persona en particular, o un grupo de personas que consideras enemigos. Ama a tus enemigos, y ora por quienes te persiguen. Sólo así vendrá verdadera paz a tu corazón.
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