La misión del Espíritu• Mis estudios de primaria se realizaron en una escuela en Lima que llevaba el nombre de Penzotti. El epónimo de la escuela, Francisco Penzotti, llegó a ser el pastor de la primera iglesia evangélica en el Perú, allá por 1889. En aquellos años, predicar alguna fe que no fuera la católica era ilegal en el Perú.
• La nueva congregación y su fundador enfrentaron diferentes clases de oposición. Un cura ensució las puertas del salón donde se reunían con excremento y cerró la puerta con candado para que no pudieran salir. Felizmente, un miembro llegó tarde y abrió el candado con la llave. • Entre otras cosas, Penzotti se dedicó a vender Biblias. En consecuencia, fue arrestado y encarcelado. No dejó de predicar el evangelio, y muchos de sus compañeros de prisión se convirtieron. Su familia siempre le llevaba alimentos, hasta que un día su hijo llegó a la cárcel con una canasta vacía para avisarle a su papá que ya no había comida en la casa. • Con lágrimas, Penzotti rogó a Dios que supliera las necesidades de su familia. Sus compañeros de cárcel hicieron una colecta para ayudarle, pero Penzotti les pidió tres horas para que Dios supliera de otro modo antes de aceptar la ayuda que le brindaban. Una hora después, su hijo se presentó con una carta que acababa de llegar. • Adentro había una letra de cambio de un buen valor, una ofrenda de unos hermanos norteamericanos que cubriría sus necesidades por bastante tiempo. Los presos no podían creer cómo Dios había suplido la necesidad de forma tan inmediata. Por fin, Penzotti salió de la cárcel y continuó su labor en el Perú y en otros países latinoamericanos. • ¿Qué mantuvo a Penzotti de pie frente a tanta oposición? Fue una cosa. Penzotti tenía una misión. Oyó el evangelio y se convirtió a los veinticuatro años. Poco después, comenzó a predicar el evangelio que lo había salvado. Nunca dejó de cumplir la misión de predicar las buenas noticias de que hay salvación en Jesucristo. • Tú y yo también tenemos una misión. Si le hemos entregado nuestra vida a Jesús, nos hemos unido a él en su misión de salvar al mundo. Es más, su Espíritu ha venido para darnos poder. La misión de Jesús se ha convertido en nuestra misión, y el mismo Espíritu que estaba sobre él cuando anduvo en la tierra ahora está sobre nosotros. • Observa lo que Jesús les dijo a sus discípulos poco antes de regresar al cielo. Hechos 1:8 dice esto: Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra. • Jesús les estaba anunciando lo que sucedería una semana después, cuando el Espíritu Santo descendió en el día de Pentecostés. Fíjate bien en esto. ¿Para qué iba a venir el Espíritu Santo? ¿Para hacer milagros? ¿Para traer nuevas emociones? ¿Para hacernos danzar? Él puede hacer todas esas cosas, pero la razón principal por la que vino es para darnos poder para testificar. • Cuando tú y yo nos unimos con Jesús en su misión, nos alineamos con el propósito del Espíritu Santo en nuestras vidas. Querer disfrutar del poder del Espíritu Santo sin estar en misión con Jesús sería como usar una motosierra para cortar verduras. Para esto ha venido. • Jesús dijo a sus discípulos que serían sus testigos en Jerusalén, en Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. Estas tres áreas describen cómo el evangelio se comenzó a extender en el libro de Hechos. También nos ayudan a pensar en nuestra misión como creyentes. • El Espíritu Santo nos hace misioneros en nuestro pueblo, en nuestra Jerusalén. Tenemos que comenzar donde estamos. No sueñes con evangelizar a miles de chinos o africanos si no estás haciendo nada por alcanzar a tus vecinos. Tenemos que aprender a ver a la gente con los ojos de Dios. Juan 3:16 nos dice que Dios amó al mundo, y por eso envió a Jesús. • ¿Cómo ves a la gente que te rodea? Cada persona que conoces va hacia uno de dos destinos. O va a pasar la eternidad con Dios en el cielo, o terminará en el sufrimiento y la destrucción. Tienes la noticia que puede salvarles la vida. ¿Por dónde comenzamos? Es con la oración. • Cuando el Espíritu Santo descendió en el día de Pentecostés, todos los creyentes estaban reunidos para orar. Su poder se sigue desatando cuando oramos. Ora por tus vecinos. Ora por tu familia. Pídele a Dios que les abra el corazón y que te dé palabras para compartir con ellos. • El Espíritu Santo también nos lleva a alcanzar a los que están más lejos. Judea y Samaria eran provincias. Jerusalén estaba en Judea, y Samaria colindaba con Judea. Nuestra Judea y nuestra Samaria podrían ser los países de donde venimos. Muchos de nosotros estamos en contacto con familiares y amigos. ¿Por qué no buscar la forma de compartir el evangelio con ellos? • Hace algún tiempo, recolectamos dinero para enviar Biblias a una iglesia nueva en México donde asisten parientes de uno de nuestros miembros. Estoy seguro de que podríamos hacer más cosas parecidas. También podemos compartir con nuestros familiares y amigos mensajes y pasajes bíblicos. La tecnología nos ha acercado a muchos. Pidámosle al Espíritu Santo que nos guíe para compartir con ellos. • El Salmo 67:1-2 dice esto: Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga; Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros, para que en la tierra sea conocido tu camino y en todas las naciones, tu salvación. Si Dios nos bendice, es para que demos a conocer su salvación. • El tercer lugar a donde el Espíritu Santo nos impulsa a llevar el evangelio es a todas las naciones. Nuestra misión tiene que abarcar al mundo entero, porque la misión de Jesús es para todo el mundo. En una de las profecías de Isaías, Dios Padre le habla a su Hijo y le dice: «No es gran cosa que seas mi siervo, ni que restaures a las tribus de Jacob, ni que hagas volver a los de Israel, a quienes he preservado. Yo te pongo ahora como luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra». (Isaías 49:6) • Jesús no vino solamente para salvar a una raza o nación en particular. Su misión, nuestra misión, se extiende hasta los confines de la tierra. La iglesia latina ha sido llamada a participar en esa misión. Una de mis amistades de la niñez creció en una iglesia pastoreada por misioneros. Ahora es misionera en un país asiático. Otros conocidos son misioneros en el interior de su propio país, alcanzando a pueblos donde no se predica el evangelio. Las misiones son para todos. • Aunque no puedas ir al otro lado del mundo, puedes orar. Puedes apoyar a los que van. Ahora mismo hay dos pastores de nuestra asociación que están haciendo misiones en Brasil. Oremos por ellos. Oremos por las naciones. Escoge un país y comienza a pedirle a Dios por esa nación. • Quiero lanzarte un reto. Busca en el mapa y pídele a Dios que te muestre un país del mundo. Comienza a conocer más de esa nación. ¿Cuántos creyentes tiene? ¿Cuáles son sus necesidades? ¿Qué está haciendo Dios allí? Ora por esa nación y por su gente. Ora por su gobierno. Ora por su iglesia. Tus oraciones pueden llegar alrededor del mundo. • ¿Cuál es tu misión? ¿Compartes la misión de Jesús? Si su Espíritu está en ti, es para que vivas en misión, comenzando donde tú estás. ¿Con quiénes puedes compartir en el trabajo? ¿Cómo puedes hablarles a tus amigos de Dios? ¿Por quiénes estás orando para que reciban la salvación? No vivamos sin propósito ni dirección. Unámonos al Espíritu Santo en su misión.
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