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Buenas costumbres para la vida familiar

1/8/2023

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  • Durante cierta época de la historia de este país, muchos productos se transportaban en barco. Los grandes ríos como el Misisipi servían como carreteras de agua que llevaban enormes cantidades de algodón, maíz y otros bienes al mercado. Max Lucado cuenta la historia de dos naves cargadas que zarparon al mismo tiempo de la ciudad de Memphis, en Tennessee, rumbo a Nueva Orleans.
  • Viajaban lado a lado, y los marineros de un barco decidieron retar a los del otro barco a una carrera. Comenzaron a echar más y más combustible a los motores. Con el tiempo, uno de los barcos ganó ventaja. Los marineros del otro barco, al ver que podrían perder la carrera, buscaron cualquier cosa que se pudiera quemar en los hornos del barco para impulsarlo un poco más.
  • Uno de ellos descubrió que la carga que llevaba el barco era combustible. Muy pronto comenzó a echarla al horno, y la nave empezó a acelerar. Cuando llegaron a su destino, habían ganado la carrera. Sin embargo, en el proceso, se había quemado toda la carga.
  • Dios también nos ha dado a nosotros una preciosa carga. Me refiero a los miembros de nuestra familia. Nuestro trabajo es llevar a nuestros hijos y pareja a un buen destino. Sin embargo, cuando nos distraemos en ganar carreras sin sentido, podemos sacrificar esa preciosa carga.
  • Por eso, quiero que consideremos hoy algunas de las buenas costumbres para la vida familiar que nos pueden ayudar a terminar bien la carrera que Dios nos ha puesto. La semana pasada hablamos sobre las buenas costumbres para nuestra vida personal. Dios nos invita en su Palabra a desarrollar las costumbres de alabar, aprender y congregarnos cada semana.
  • Dios no sólo obra a través de individuos. También obra por medio de las familias. Cuando puso al ser humano en la tierra, vio que no era bueno que el hombre estuviera solo. Entonces unió a la primera pareja para formar una familia. Aun después, cuando el pecado entró al mundo por la desobediencia de la humanidad, Dios no abandonó a la familia.
  • Cuando escogió a Abraham para ser el padre de la fe y le prometió una descendencia, también le dijo: ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra! (Génesis 12:3) Su nieto Jacob, después de alejarse por años de su familia, hizo esta oración: Señor, Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac, que me dijiste que regresara a mi tierra y a mis familiares, y que me harías prosperar… (Génesis 32:9)
  • Cuando la familia se vuelve a unir, hay prosperidad. Hay bendición. Por medio de la fe en Jesucristo, llegamos a pertenecer a una gran familia – la familia de Dios. Es una familia espiritual y eterna. Jesús murió en la cruz para que, por fe, pudiéramos ser adoptados y tener a Dios como Padre. Cuando le entregamos nuestra vida a Jesús, llegamos a tener dos familias: una espiritual, y la otra terrenal.
  • Como creyentes, nuestro mayor deseo debe ser que nuestra familia terrenal refleje el amor y la unión de nuestra familia espiritual. Entonces se podrá cumplir en nosotros lo que el apóstol Pablo le dijo a su carcelero en Filipos: Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos (Hechos 16:31).
  • ¿Cómo podemos avanzar hacia esa meta? Hay ciertas costumbres que nos ayudarán a lograrlo. No son garantías. Es importante comprender esto. Puedes ser el mejor padre del mundo y todavía tener un hijo que se descarría – aunque sea por un tiempo. No juzguemos a otras familias.
  • Pero las dos costumbres que vamos a ver hoy crean un ambiente de unión e invitan la presencia de Dios a nuestra casa. Él puede transformar la vida familiar y la vida de cada miembro de la familia también. Por eso, te invito a considerar cómo puedes formar estas costumbres en tu hogar.
  • La primera costumbre es la costumbre de la comunicación. Una de las cosas más importantes en cualquier familia es la buena comunicación. Las familias sufren cuando hay mala comunicación, o cuando la comunicación es ofensiva. Hace algunos años, salió un estudio que identificó un factor que determinaba si las parejas iban a durar o no.
  • ¿Sabes cuál fue? Simplemente que se hablaban con amabilidad. Eran corteses. No se gritaban. Decían por favor y gracias. Las parejas que duran aprenden a hablarse con cariño y respeto. Esto Dios nos lo enseña en su Palabra. Efesios 4:29 dice así: No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan. (NTV)
  • No sé por qué nos esforzamos por hablarle con cortesía a un extraño que quizás nunca volveremos a ver, pero somos ásperos y bruscos con los miembros de nuestra propia familia. ¿No debería ser al revés? Dios dice esto en su Palabra: Esposos, amen a sus esposas y no sean duros con ellas. (Colosenses 3:19 NVI)
  • Del mismo modo, llama a las esposas a respetar a sus esposos. El cariño y el respeto comienzan con las palabras que usamos. Durante mis años de seminario conocí a una pareja joven. Llegamos a ser amigos. Observé que ellos siempre se trataban con cariño. Siempre se decían Mi amor y Querida.
  • Un día, él me dijo: Quizás te parezca cursi que siempre nos hablemos así. Es que sabemos que eso alimenta el amor. Cuando yo los conocí, pasaban por momentos difíciles en su situación económica y personal. Sin embargo, su matrimonio se mantuvo fuerte porque se hablaban con cariño.
  • De la misma manera, cuando les hablas a tus hijos con amabilidad, te tendrán más confianza. Si sólo te obedecen a gritos, algo está mal. Acostúmbrate a hablarles con cortesía, diciendo por favor y gracias. Ellos aprenderán de ti cómo expresarse. La voz fuerte debe ser para situaciones especiales.
  • La primera costumbre saludable para la familia, entonces, es la costumbre de la comunicación. La segunda costumbre es el altar familiar. En Deuteronomio 6:4-7, Dios enseñó a su pueblo cómo quiere que sea la vida en familia de quienes lo conocen. Dice así: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. 5 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. 6 Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. 7 Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. (NVI)
  • Con estas palabras Dios nos enseña que la vida espiritual de la familia no debe ser cuestión de sólo un día a la semana. Debe ser algo diario, algo regular y constante. Cuando practicamos el altar familiar, mantenemos a Dios al centro de la familia. Les mostramos a nuestros hijos que la fe es importante, y traemos la protección de Dios al hogar.
  • Una familia se había reunido para orar, y le tocó a la hija de cinco años hacer su oración. Ella dijo: Señor Jesús, ven y sé nuestro invitado. De repente, abrió los ojos y le dijo a su madre: Mamá, no quiero que Jesús sea nuestro invitado. Su madre, horrorizada, le preguntó: ¿Por qué no, hija? La niña respondió: Es que un invitado sólo viene de vez en cuando. Quiero que Jesús esté aquí siempre.
  • Cuando tenemos la costumbre de celebrar el altar familiar, invitamos a Jesús a vivir siempre en nuestra casa. Si quieres que el altar familiar se vuelva costumbre, la primera cosa que debes hacer es fijar una hora. Debe ser la misma hora todos los días. Si lo variamos, es muy fácil perder la costumbre.
  • Para muchas familias, la mejor hora será antes de acostarse. También podría ser en la mañana, a la hora del desayuno. Lo importante es encontrar una hora y separarla para el altar familiar. Después de fijar la hora, ¿qué hacemos? Hay dos cosas esenciales: orar y leer la Palabra.
  • Este tiempo no tiene que ser prolongado. Es mejor que sea corto y no aburrido. Pueden tomar un momento para orar, mencionando situaciones o necesidades en la familia. Luego, lean un breve pasaje de la Biblia. Quizás podrían turnarse en escoger un versículo y comentarlo brevemente. O pueden seguir un plan de lectura usando alguna aplicación en el teléfono.
  • Una vez a la semana, por supuesto, será más largo el tiempo con la célula familiar. Pero una cosa he observado en las familias. Cuando el altar familiar se celebra cada día, los problemas que surgen encuentran solución. En cambio, cuando el altar familiar se comienza a dejar, los problemas se empiezan a amontonar y la familia se debilita.
  • El altar familiar es también una forma de discipulado. Efesios 6:4 dice a los padres: Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor. El hecho de separar tiempo para orar y escuchar la Palabra de Dios todos los días es parte de esa formación en la fe que Dios encarga a los padres cristianos.
  • Muchas veces, ponemos el pretexto de no tener tiempo para hacer el altar familiar. A un padre de familia que decía esto, un amigo le hizo la pregunta: Si supieras que tus hijos se enfermarían por no tener el altar familiar, ¿lo harías? El padre contestó: ¡Por supuesto! El amigo continuó: Y si supieras que cada día que no hicieran el altar familiar uno de tus hijos tendría fiebre, ¿lo tendrías? ¡Por supuesto! – respondió el padre.
  • Y si tuvieras que pagar una multa de veinte dólares cada día que dejaras de tener el altar familiar, ¿orarías con tus hijos todos los días? El padre contestó: Sí, lo haría. Su amigo entonces le dijo: Que pobre pretexto es, si dices ser hijo de Dios, que no tengas tiempo para hacer el altar familiar, pero lo harías por razones tan simples como éstas.
  • ¿Qué te detiene de hacer el altar familiar? ¿Qué es más importante? ¿El teléfono? ¿Las novelas? ¿El chisme? Una fe que no da nada, que no cuesta nada y que no sufre nada, no vale nada. Así lo dijo Martín Lutero. ¿Cuánto vale tu fe? ¿Estás dispuesto en este año a cambiar las costumbres de comunicación en tu casa y celebrar a diario el altar familiar?
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