· A un niño se le preguntó si él oraba cuando asistía a la iglesia, y respondió que sí. Cuando le preguntaron cómo oraba, el niño contestó que siempre había un momento de oración en silencio antes del sermón. Mientras los demás oraban en silencio, el niño decía, él repetía una oración que su madre le había enseñado: En paz me acostaré, y asimismo dormiré….
· ¿Será por eso que se dormía durante el sermón? Es chistosa la inocencia de este niño. Me temo, sin embargo, que hay muchos que han llegado a ser adultos, pero todavía tienen costumbres de oración muy parecidas a las de este niño. Sólo saben repetir algunas frases hechas, nada más. · Quiero hablarte esta mañana de algo mucho mejor. Dios te invita a una vida de oración más profunda, más rica, de más satisfacción y alegría. De hecho, la oración es esencial para la vida cristiana. Un escritor llamado E. M. Bounds escribió hace muchos años: Poca oración, poco poder; mucha oración, mucho poder. Esas palabras siguen siendo tan ciertas hoy como lo fueron cuando las escribió. · Hemos estado hablando sobre algunas de las cosas que nos estorban en nuestro crecimiento como creyentes, basándonos en las palabras de Jesús en el Sermón del Monte. Hemos visto el peligro de juzgar a otros, y el peligro opuesto de vivir sin discernimiento. Ahora veremos otra cosa que nos estorba en nuestro crecimiento: la falta de oración. · Leamos las palabras de Jesús en Mateo 7:7-11. »Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. 8 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. 9 »¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? 11 Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! (NVI) · La oración es esencial para vivir bien la vida cristiana. Jesús nos dice: Busca en oración, porque sólo así hallarás. ¿Qué hallaremos? Hallaremos todo lo que necesitamos para vivir la vida que Dios tiene para nosotros. Para recibir esa provisión, tenemos que ser fieles en la oración. · Quiero hablarles por un momento de la gramática. Por favor, no se me duerman; les prometo que tiene su aplicación. En el idioma original, el idioma griego, los verbos de este versículo están en el tiempo presente. Una curiosidad del idioma griego es que los verbos en tiempo presente generalmente implican una acción continua. · Déjenme darles un ejemplo. Si yo te digo en español: Abre la puerta, lo harás una vez y ya. Pero en griego, ese mismo mandamiento implicaría abrir la puerta una y otra vez, día tras día. Hay otro tiempo verbal que se usa para hablar de una acción que no se repite. · Lo que todo esto significa es que Jesús no nos está diciendo: Pidan una sola vez, ni busquen y luego ríndanse, o llamen sólo hoy. Más bien, nos dice que estemos pidiendo diariamente, que busquemos constantemente y que llamemos con frecuencia a la puerta del cielo. · Jesús nos está hablando de nuestra actitud. En lugar de buscar a Dios sólo en ciertos momentos, tenemos que buscarlo siempre. En lugar de pedir su ayuda sólo para ciertas cosas, tenemos que aprender a expresarle nuestra dependencia todo el tiempo. · Un hombre que no solía orar enfrentaba una gran necesidad. Por fin, le dijo a Dios: Sé que tengo muchos años de no hablarte, y si me concedes este favor, prometo no volverte a molestar. ¡Qué forma de pensar! Jesús aquí nos enseña que el deseo de Dios es todo lo opuesto. · En realidad, la manera de vivir la vida cristiana es en oración. La oración no es parte de la vida cristiana; no es lindo adorno que sería bonito ponerle, si tuviéramos más tiempo. La oración es la respiración del alma. Sin ella, no tenemos vida. Por medio de la oración recibimos todo lo que necesitamos para vivir la vida que Dios nos está llamando a vivir. · La oración no es una varita mágica para conseguir todo lo que queremos. Es la cuerda que nos mantiene conectados con nuestra fuente de poder, que es Dios. La justicia del reino de Dios, su provisión, su dirección, su ayuda y su consuelo sólo nos llegarán por medio de la oración. ¿No sabes qué hacer? ¡Ora! ¿Estás preocupado? ¡Ora! ¿Necesitas algo? ¡Ora! Después habrá otras cosas que hacer, pero la primera cosa siempre tiene que ser orar. · Dijo E. M. Bounds: El significado central de la oración no está en las cosas que suceden como resultado de la oración, sino en la intimidad y comunión tranquila con Dios en su trono central de control, para descubrir un sentido de la necesidad de Dios y así buscar la ayuda de Dios para suplir esa necesidad. · La oración poderosa es una aventura de descubrir la voluntad de Dios para pedir su ayuda para lograr esa voluntad. No se trata de imponer nuestra voluntad sobre la de Dios. ¡Qué idea más ridícula! Se trata de encontrar su voluntad, para buscar su ayuda para realizar esa voluntad. En eso hay gran gozo, gran satisfacción y enorme paz. · Si queremos crecer en nuestra vida de oración, tenemos que entender a quién estamos orando. Puedes orar confiadamente, porque tienes un Padre bueno que te responderá. Volvamos a leer los versos 9 al 11: »¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! (NVI) · Jesús reconoce un aspecto muy profundo del ser humano. Todos somos malos. Él mismo no se incluye; dice ustedes, aun siendo malos. A pesar de la maldad y el pecado que nos afectan a todos, los padres humanos todavía saben darles cosas buenas a sus hijos. Dios muestra su gracia en poner en cada corazón algo de bondad, algo de amor. · Tendría que ser muy cruel el padre humano que le diera a su hijo una piedra en lugar de un pan, o una serpiente en lugar de un pescado. Casi todos podemos recordar alguna manera en la que nuestros padres han sido amorosos y generosos con nosotros. Siendo pecadores, todavía sabemos ser buenos padres. · ¡Cuánto más Dios! En él no hay nada de pecado. Dios es santo. Él es perfecto. Él es completamente bueno. Por lo tanto, cuando sus hijos lo buscan, él siempre les dará algo bueno. Dios es la esencia de la bondad, y sus regalos para sus hijos siempre son buenos. · Nosotros, como los niños, no siempre sabemos lo que nos conviene. Puedo recordar ocasiones en mi niñez en las que le rogaba a mi madre que me permitiera cenar helados, o dulces, o pastel. Ella, por supuesto, no me lo permitía – porque sabía que no me convenía. De igual modo, Dios no siempre nos da lo que queremos. Pero podemos estar seguros de que él es bueno, y siempre hará lo mejor. · Nuestras oraciones revelan cómo vemos a Dios. Él es un buen Padre, pero muchas veces lo vemos más bien como un tirano cruel. Tristemente, muchos que tienen esta perspectiva de Dios buscan a otros para darles sus peticiones. Pero nuestro Padre nos da la confianza de hablar directamente con él. No tenemos que buscar a otros para interceder por nosotros. · Si hemos llegado a ser sus hijos por la fe en Jesús, nuestro Padre tampoco es un extraño a quien tenemos que manipular. No tenemos que regatear con Dios, ofreciéndole algo a cambio del favor que le estamos pidiendo. Podemos pedirle confiadamente. Nuestro Padre nos ama, y él concede los buenos regalos de su reino a sus hijos que confían en él y se someten a su voluntad. · Algún tiempo atrás escuchaba a Ravi Zacharías, el expositor y filósofo cristiano. Él comentaba que había leído de uno de los grandes predicadores de antes, que solía orar por tres horas en la mañana antes de comenzar el día. De principio, le parecía una exageración; pero ahora él mismo había comenzado a pasar esa misma cantidad de tiempo en oración, y veía una gran diferencia. · Te quiero decir que tú también puedes pasar tres horas al día en oración. Quizás no lo puedas hacer todo junto; quizás sólo puedas separar quince o veinte minutos. Pero puedes orar a lo largo del día. Puedes orar mientras trabajas. Puedes orar de manera breve cuando enfrentas una necesidad o la veas en la vida de otra persona. Cuando te acuerdas de alguien, puedes orar en ese momento por la persona. Cuando tienes un problema, le puedes pedir ayuda y dirección a Dios en ese mismo instante. Cuando enfrentas alguna tentación, puedes buscar la ayuda de Dios en oración para vencer la tentación. En cada situación de la vida, la oración debe ser nuestra primera reacción. Así podemos vivir pidiendo, buscando y llamando. Así podemos vivir cada día en compañía de nuestro amoroso Padre celestial.
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