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Buscando la santidad

8/1/2021

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  • Algunos años atrás visité la emisora de radio cristiana donde sirvió mi padre durante muchos años. Tuve el privilegio de cenar con el director de la emisora. Durante esa cena, este hombre, que ha observado la iglesia en América Latina durante décadas, hizo un comentario que me quedó clavado en la mente. La necesidad más grande, dijo él, es la santidad de la iglesia.
  • Me puse a pensar durante mucho tiempo en lo que había dicho. ¿Qué del evangelismo? ¿Qué de las misiones? ¿Qué de las necesidades sociales tan enormes que nos rodean? ¿No serán de igual o mayor importancia? Pero con el tiempo, me di cuenta de que la santidad de la iglesia realmente es la necesidad más grande que tenemos.
  • Si la iglesia no vive en santidad, nuestros esfuerzos por evangelizar no darán fruto. Si no vivimos en santidad, nuestra acción misionera perderá su poder. Si no vivimos en santidad, seremos incapaces de responder a las necesidades sociales que nos rodean. Tenemos que buscar la santidad como un perro busca un hueso que huele, pero no ve.
  • La primera cosa que debemos entender, si vamos a vivir en santidad, es que nuestro Dios es santo. Cuando el Señor se reveló al profeta Isaías dentro del templo, había ángeles de fuego que volaban y lo alababan constantemente. ¿Qué decían? Quizás decían: El Señor es amor. O El Señor es bello. O quizás, El Señor es bueno.
  • Todas esas cosas son ciertas, pero hay algo aún más fundamental acerca de Dios. Leamos en Isaías 6:3 lo que decían los ángeles. Y se decían el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria». Lo que Dios quería que Isaías conociera antes de cualquier otra cosa es su santidad.
  • ¿Qué es la santidad de Dios? La santidad de Dios significa dos cosas. En primer lugar, significa que Dios está totalmente apartado del mal. Dios no tiene nada que ver con el pecado o con la maldad. Santiago 1:13 nos dice que Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie.
  • No hay en Dios ningún mal deseo, ningún instinto de pecar, ninguna codicia ni soberbia. Dios es completamente puro. Es la razón por la que necesitamos la salvación que Jesús nos ofrece. Nuestra falta de santidad nos aleja de Dios, que es totalmente santo. Sólo al ser santificados por la sangre de Cristo podemos acercarnos a él sin ser destruidos por el fuego de su santidad.
  • En segundo lugar, la santidad de Dios significa que él es coherente en todo lo que hace. Dios no es a veces bueno y a veces malo. Nosotros, en cambio, somos como el taxi que manejaba cierto hombre. Estaba pintado de rojo por un lado y de azul por el otro. Uno de sus amigos le preguntó por qué lo tenía pintado de esa manera tan estrambótica. El taxista le contestó: Cuando tengo un accidente, ¡verás cómo se contradicen los testigos!
  • Nosotros somos incoherentes y contradictorios por naturaleza, pero Dios no es así. Él es santo. Su carácter es coherente. Por eso, podemos confiar en él. Sus normas son claras. Su carácter es firme. El cumple lo que dice. La santidad de Dios hace que la salvación sea necesaria, pero también significa que podemos confiar en lo que él nos dice.
  • Vemos, entonces, que Dios es santo. Pero también debes comprender que Dios te llama a ser santo. Levítico 20:26 dice: Sean ustedes santos, porque yo, el Señor, soy santo. Y el apóstol Pedro repite la misma idea en el Nuevo Testamento: Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó. (1 Pedro 1:15)
  • ¿Cómo podemos vivir en santidad? Si queremos vivir en santidad, tenemos que vivir totalmente entregados. La entrega es el camino a la santidad. Si no vivimos en santidad, es porque queremos reservar una parte de nuestra vida para nosotros y darle sólo una parte a Dios. Queremos ser los dueños de nuestro propio corazón, en lugar de darle todo a Dios.
  • Vi una vez un corto video de un perro que estaba parado en un muelle junto a una lancha. Sus dueños se habían subido a la lancha, y le hacían señas al perro para que se subiera con ellos. El perro, sin embargo, le tenía miedo al agua. No se decidía. Quería quedarse en el muelle, pero también quería estar con sus amos en la lancha.
  • La lancha se comenzó a alejar del muelle, pero el perro seguía indeciso. Al fin, ¿sabes dónde terminó? Terminó en el agua. Así nos pasa cuando no nos decidimos a vivir en santidad. Queremos dejarle un rincón de nuestra vida al pecado, tratando de mantenerlo bajo control, en lugar de lanzarnos a la vida de santidad que Dios nos está llamando a vivir.
  • Hemos visto, entonces, que Dios es santo, y que él nos llama a la santidad. También debes entender que Dios te llama a ser santo de verdad. La verdadera santidad viene del corazón. Así lo dice 1 Tesalonicenses 3:13: Que los haga firmes en sus corazones, santos e irreprochables delante de Dios nuestro Padre cuando regrese nuestro Señor Jesús con todo su pueblo santo. Amén. (DHH)
  •  Los fariseos en los días de Jesús se consideraban muy santos, pero escucha lo que Jesús dijo de ellos: ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. (Mateo 23:27)
  • Algunos creen que la santidad es cuestión de que la mujer lleve un vestido largo y el hombre traiga el cabello corto. Miden la santidad por lo que ven. Lo triste es que, cuando la santidad se convierte en legalismo, da lugar a otros pecados. Se levantan chismes. ¿Viste lo que se puso para salir a la calle? Se despierta el orgullo. Qué bueno que yo sí vivo en santidad, no como esos otros.
  • Pero cuando nuestro corazón está dedicado al Señor, vivimos en santidad porque queremos agradarle a él. No hay necesidad de medir las faldas de las mujeres, porque se visten con modestia por amor al Señor. No hay necesidad de hacer listas de películas y programas aceptables, porque todos están decididos a ver sólo lo que le agrada al Señor.
  • La santidad del corazón viene cuando le entregas a Dios cada parte de tu vida. Haces tu trabajo consciente de que Dios está allí, confiando en su ayuda. Pones a Cristo al centro de tu hogar y te propones amar como él te amó, en lugar de ser egoísta y gritón. Cuando ves algo en Internet o en la televisión, le preguntas a Dios si a él le agrada lo que estás viendo. Si no, lo apagas.
  • Eso es vivir en santidad. Si vas a responder al llamado de Dios a ser santo, tienes que tomar una decisión. Debes decidir que vas a perseguir la santidad, que la vas a convertir en tu meta. Dios ha te ha dado todo lo que necesitas, como dice 2 Pedro 1:3: Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda.
  • Tenemos su Palabra. Tenemos a su Espíritu. Tenemos el perdón y la libertad en Cristo. Ahora nos toca tomar estas cosas y decidirnos a vivir en santidad. Pero quizás te sientas frustrado, porque has tratado de vivir en santidad y no lo has logrado. Hebreos 12:14 es muy importante. Dice así: Esfuércense por vivir en paz con todos y procuren llevar una vida santa, porque los que no son santos no verán al Señor.
  • Vivir en santidad es un esfuerzo. Es algo que tenemos que procurar o perseguir. No sucede de la noche a la mañana. Puedes luchar con una cosa en tu vida por mucho tiempo. Pero no te desesperes. Mientras estés luchando con la ayuda de Dios, él jamás te dejará. Dios no se cansa de ayudarte a luchar por alcanzar la santidad. Si te caes, levántate con su ayuda y confía en su perdón.
  • Durante las próximas semanas estaremos hablando sobre la santidad del corazón, del cuerpo y de la mente. Pero hoy quiero invitarte a hacer un compromiso. Quiero invitarte a decidir que vas a perseguir la santidad. No que vas a ser santo al instante, sino que vas a perseguir la santidad. ¿Estás listo para dejar de vivir a medias y conocer el poder de la santidad?
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