· En el principio Dios creó un mundo perfecto. La tierra estaba lista para servir como una incubadora para la vida, y el cielo se llenaba de ángeles que cantaban sus alabanzas. Bellos y brillantes, estos seres espirituales se gozaban en declarar la gloria de su Creador. Como llamas de fuego danzantes, centelleaban con la alegría de la adoración.
· Lentamente, sin embargo, comenzó a crecer algo oscuro en el corazón del ángel más brillante. Aunque ocupaba un lugar elevado en la jerarquía de los ángeles, él deseaba más. En lugar de disfrutar de su lugar exaltado, comenzó a sentir envidia del Dios que le había dado la vida. Nació en su mente el deseo de tomar el lugar de Dios. · Convenció a la tercera parte de los ángeles a unirse a él en su rebelión, y trató de tomar el trono de Dios. Su esfuerzo, por supuesto, fue inútil. Con sus seguidores, fue expulsado del cielo y comenzó a merodear por la tierra que Dios había creado. Allí encontró a dos seres con libre voluntad, a quienes decidió tratar de convencer con sus mentiras. · Dios los había creado en un estado de inocencia, con sólo una prohibición. Esta pareja vivía en un jardín lleno de árboles frutales y de toda clase de belleza. Sólo había una cosa que no debían hacer. En el centro del jardín crecía un árbol conocido como el árbol de la ciencia del bien y del mal. De este árbol no debían comer. · Un día, el ángel rebelde le habló por medio de la serpiente a la mujer. Le preguntó: ¿De veras les ha prohibido Dios que coman de todos los árboles del huerto? Como lo ha hecho incontables veces después, trató de hacer que ella pensara en Dios como un aguafiestas. Sutilmente la hacía pensar: ¿Qué clase de Dios nos prohíbe algo que parece ser bueno? · Al principio, la mujer contestó bien. Dios les había dado permiso de comer de todos los árboles del huerto, dijo ella. Sólo había uno que estaba prohibido. Del árbol de la ciencia del bien y del mal no debían comer, porque morirían. Luego, la mujer agregó algo que Dios no había dicho. Ni siquiera debían tocar el fruto de eso árbol, dijo ella. Comenzó a agregar reglas a lo que Dios había dicho. · En ese momento, la voz de la serpiente contradijo el mensaje de Dios. Le dijo a la mujer: ¡No es cierto! No van a morir. Dios sabe que, el día que coman de ese árbol, serán como él. Por eso les ha prohibido que coman del árbol. Esto despertó cierta curiosidad en la mujer. Ella comenzó a observar el fruto del árbol, que era bonito y parecía sabroso. Además, le atraía la idea de llegar a ser como Dios. · Por fin, tomó del fruto y lo comió. También le dio de comer a su esposo. Su esposo, el hombre que había recibido de Dios el mandato de no comer del fruto, se quedó callado. Tan pronto hubieran comido del fruto, algo terrible sucedió. La mujer y el hombre no se convirtieron en dioses, como lo habían deseado. Más bien, se llegaron a parecer a la serpiente. · Llegaron a conocer en carne propia el pecado y la rebelión, y sintieron vergüenza. Trataron de esconderse de Dios. Por su acción, la muerte había entrado al mundo. Por su acción, el pecado pasó a sus descendientes. De hecho, uno de sus hijos mató al otro en el primer acto de homicidio. Las cosas fueron muy pronto de mal a peor. · La pareja estaba sumida en la tristeza y la decepción, pero la serpiente estaba feliz. ¡Había logrado que otra parte de la creación se uniera a su rebelión contra Dios! Había llegado a tener influencia sobre el hombre y la mujer, y sobre todos sus descendientes. Se dice de él que es el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. (Efesios 2:2 NVI) · Comenzó a multiplicarse la descendencia del hombre y la mujer. Hicieron grandes construcciones; ciudades, música, tecnología – todo comenzó a multiplicarse. Pero conforme avanzaba la humanidad en conocimiento, también avanzaba en maldad. Dios no los había dejado sin testimonio de su poder; cada día los cielos anunciaban su gloria. · Pero el diablo – el ángel caído – les dio muchas opciones. Sabiendo que el corazón del hombre siempre busca algo para adorar, le sirvió un bufé de dioses y diosas, de ídolos y de lugares de adoración. Se complació al ver que su adoración se volvía cada vez más extraña y pervertida. Algunos de los ídolos exigían sacrificios humanos; otros inducían a sus seguidores a la borrachera y la inmoralidad sexual. · Detrás de toda esta falsa adoración estaban el diablo y sus secuaces, los demonios. De la humanidad se escribió lo siguiente: Rindieron culto a sus ídolos, y se les volvieron una trampa. Ofrecieron a sus hijos y a sus hijas como sacrificio a esos demonios. (Salmo 106:36-37 NVI) · Su poder espiritual animaba a las imágenes inertes de piedra, madera y metal. Dios, por su parte, seguía obrando para rescatar a la humanidad perdida. Escogió a una nación para ser su canal para traer la salvación al mundo. Comenzando con un hombre de fe llamado Abraham, estableció un linaje que terminaría con el nacimiento del Salvador. · Pero el diablo no se quedó con los brazos cruzados. De una y mil maneras trató de desviar el plan de Dios. Planeó matarlos en una hambruna, pero Dios los rescató por medio de un hombre llamado José. Intentó seducirlos con sus dioses falsos, pero Dios levantaba profetas para llamarlos a volver a la verdad. · Finalmente llegó el momento del encuentro. El plan de Dios llegó a su culminación con la llegada de su Hijo, Jesús, al mundo. El diablo sabía que las cosas se habían puesto calientes, aunque no estaba seguro exactamente por qué. Intentó matar el bebé recién nacido usando los celos de un viejo rey, pero Dios lo rescató. Envió a un ángel para avisar a su padre adoptivo, José. La familia huyó a Egipto, y allí estuvieron a salvo. · Cuando Jesús llegó a ser adulto, el diablo trató de destruirlo de otro modo. Lo encontró después de cuarenta días de ayuno en el desierto y comenzó a tentarlo a pecar. Primero apeló a su hambre natural. Lo incitó a usar su poder de una manera egoísta, dando prioridad a su apetito. · Cuando eso no funcionó, le dijo que debía poner a su Padre a prueba. ¡Todos creerían en él cuando lo vieran rescatado en el aire por los ángeles! Cuando eso tampoco funcionó, le dio una opción final. Le mostró toda la grandeza de la humanidad, todos los reinos del mundo, y luego le dijo: Te daré todo esto si me adoras. Pero Jesús resistió la tentación. Se defendió con la Biblia que tenía guardada en su corazón. · El diablo se alejó por el momento, pero no abandonó su intento por derrotar al Hijo de Dios que había venido al mundo. Por fin, encontró su oportunidad. Halló una debilidad en uno de los discípulos de Jesús – una cierta avaricia mezclada con un poco de decepción. Lo usó para entregar a Jesús en manos de los líderes religiosos, quienes lo querían matar. · ¡Por fin alcanzaría su deseo! Pero este hombre se había escapado antes de sus garras. No se sentiría seguro hasta verlo muerto en la cruz. Las horas pasaban muy lentamente. Lo habían clavado en la cruz y la vida se le iba. El diablo se rio al escuchar las palabras: ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado? ¡Por fin había logrado destruir a su peor enemigo! · Se frotaba las manos al ver que se bajaba de la cruz el cuerpo inerte de su enemigo. Comenzó a hacer fiesta con sus seguidores cuando vio que lo colocaron en una tumba. Riéndose, se paseaba por todo el mundo celebrando su victoria. Pero su perversa alegría sólo duró un par de días. Al tercer día, ¡oh no! ¿Qué estaba sucediendo? · Con un enorme terremoto y un gran estrépito, la piedra que cubría la tumba se quitó. Salió Jesús, radiante de vida. ¿Qué había pasado? Lentamente el diablo se percató de que estaba vencido. Su odio lo había cegado a lo que realmente estaba sucediendo. En ese momento que él pensaba haber vencido, más bien había sido derrotado. Con su muerte Jesús había comprado el perdón y la salvación de todos los que creyeran en él. · Como Jesús mismo había dicho: ¿Cómo puede entrar alguien en la casa de un hombre fuerte y arrebatarle sus bienes, a menos que primero lo ate? Solo entonces podrá robar su casa. (Mateo 12:29 NVI) El diablo había quedado atado, y ahora su posesión preferida – la gente que estaba bajo su control – podría ser liberada. · Aprovechando el poco tiempo que le queda, se puso a trabajar con más furia. Usando su arma más poderosa – la mentira – creó más y más engaños para distraer a la gente. Su poder estaba destruido, pero si él pudiera lograr que se olvidaran de Dios, ¡al menos serían destruidos con él! · No podía tocar directamente a los que se entregaban a Jesús, pero podía tentarlos. Dios les había dicho esto en su Palabra: Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos. (1 Pedro 5:8-9 NVI) · A unos les dijo que no se preocuparan, que todavía hay bastante tiempo. ¡A otros hasta los convenció de que no existía! A muchos más logró mantener en la mediocridad diciéndoles que no valen nada, que el pecado es su único refugio y que no vale la pena vivir para el Señor. Pero cada vez que una persona declara su fe en Jesús, su poder va menguando. Cada vez que un cristiano se levanta en la autoridad de Cristo y decide caminar en victoria, él tiembla. Cada vez que una iglesia se humilla ante Dios y resiste su poder, él huye. No dejes que un mentiroso derrotado domine tu vida. Aférrate a Jesús y su verdad para vivir en victoria.
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