· Todos sabemos que debemos cepillarnos los dientes, ¿no es cierto? No voy a pedir que levanten la mano, pero sospecho que algunos de nosotros no siempre lo hacemos. Mis padres me enseñaron a lavarme los dientes dos veces al día, en la mañana y en la noche. Sin embargo, yo no siempre lo quería hacer.
· Había noches que mi padre había tenido que salir lejos por razones del ministerio, y sólo mi madre y yo estábamos en la casa. A veces me ganaba la flojera y le pedía que me dejara acostarme sin lavarme los dientes. Generalmente me decía que no, que me tenía que cepillar los dientes. Pero muy de vez en cuando, ella misma estaba tan cansada del trabajo que me dejaba ir a la cama sin cepillarme los dientes. · Algún tiempo después, me tocó mi primera carie. Cuando el dentista me dijo que tenía que ponerme una amalgama, ¡no me agradó para nada la idea! Y cuando el taladro comenzó a hacer ese terrible sonido en mi boca, decidí ya no acostarme sin cepillarme los dientes. ¡Había llegado a ver que me convenía hacerlo! En lugar de ser un simple deber, se había convertido en un beneficio. · Sospecho que muchos de nosotros vemos la oración como yo veía cepillarme los dientes. Sabemos que debemos hacerlo, pero nos resulta difícil cumplir. Lo vemos como una obligación, y preferimos hacer las cosas que nos gustan. Esta mañana, Jesús nos invita a cambiar por completo nuestra perspectiva sobre la oración. Nos enseña que nos conviene orar. Es un beneficio para nosotros. Además de esto, nos enseña cómo orar para que nuestras oraciones sean oídas y contestadas. · Leamos sus palabras en Mateo 6:5-8. »Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. 6 Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. 7 Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. 8 No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan. (NVI) · La semana pasada, vimos las instrucciones de Jesús sobre la acción de dar. Es una de las obras de justicia que reflejan la realidad de nuestra fe. Tres veces en esos versículos Jesús repite la idea de recompensa. En los versos que acabamos de leer, descubrimos que él dice lo mismo. Nos dice que, si nuestras oraciones se hacen de la manera equivocada, no recibiremos ninguna recompensa. En cambio, si oramos correctamente, nuestro Padre nos recompensará. · Esto significa que la oración es algo que nos conviene, porque trae una recompensa. No es un simple deber, que cumplimos por obligación y sin recibir nada a cambio. Más bien, Dios se alegra en bendecir a sus hijos cuando oramos de la manera que le agrada. · ¿Cómo, entonces, debemos orar? La primera clave que Jesús nos da para orar bien es que debemos orar privadamente. Si oramos para que la gente nos vea, dice Jesús, la única recompensa que recibiremos es su adulación. Pero si oramos para que sólo Dios nos vea, entonces él nos dará nuestra recompensa. · Por supuesto, no está mal que oremos en público. Aquí en la iglesia tenemos muchas oportunidades para orar juntos. El problema surge cuando oramos en público sólo para que la gente nos vea, en lugar de hacerlo para que Dios nos escuche. Aunque parece imposible, esto sucede hasta el día de hoy. · Imaginemos, por ejemplo, que una pareja llega a la reunión de oración después de una pelea. La esposa le ha pedido a su esposo que saque la basura, y el esposo se ha enojado porque no quiere que ella lo mande. Entran a la reunión de oración todavía enojados, y la esposa se pone a orar: Señor, te pido que ayudes a todos los esposos a ser más responsables como cabeza de la casa. · Luego le toca orar al esposo, y él dice: Padre, te pido que ayudes a todas las esposas a ser sumisas a sus esposos, como tu Palabra manda. Ahora dime: ¿a quiénes están hablando estos maridos? ¿Le están hablando a Dios? ¡Claro que no! Más bien, aprovechan la oración para lanzarse indirectas el uno al otro. · Si nos fijamos, cometen el error preciso que Jesús nos manda evitar. Oran para ser vistos y oídos por otros, en lugar de orar para Dios. Por eso, es esencial pasar tiempo a solas con Dios en oración. No está mal orar en público, pero si la única vez que oras es en público, entonces algo sí está mal. La oración pública que haces en la iglesia o con tu familia debe brotar del tiempo que pasas a solas con Dios, cuando nadie te ve. · La mejor cosa que puedes hacer es empezar tu día en oración privada. El escritor C.S. Lewis escribió esto: Cuando te despiertas en la mañana, todos tus anhelos y deseos para el día se te lanzan encima como animales salvajes. Tu primera tarea en la mañana es rechazar todo eso para escuchar esa otra voz, tomar esa otra perspectiva y dejar que fluya esa vida más grande, más fuerte y más tranquila. · Esto sólo puede suceder cuando pasas tiempo a solas con Dios en oración. Así que, si quieres ver respuestas a la oración, si quieres tener una vida de oración que te llena y te inspira, desarrolla la costumbre de pasar tiempo a solas en oración. Ora privadamente. · La segunda clave que nos da Jesús para la oración es que oremos directamente. Él dice: Al orar, no hablen sólo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. En otra traducción dice: no uséis vanas repeticiones. Sucede cuando usamos un montón de palabras, pensando que así Dios nos oirá mejor. · Cuando oraban los gentiles en el día de Jesús, solían pronunciar muchos nombres y títulos de sus dioses para tratar de llamarles la atención. Creían que sólo así podrían ser oídos. También les recordaban a sus dioses los favores que les habían hecho. Tenían que dorarles la píldora para convencerles de que les ayudaran. · Pero Jesús nos dice que no tenemos que hacer nada de eso con Dios. No tenemos que andar con rodeos ni usar palabras especiales para llamar la atención. A veces la gente me dice: Yo no oro porque no sé orar. Quiero contestarles: Si me estás hablando a mí, ¡ya sabes orar! Orar es simplemente hablar con Dios. No tienes que memorizar frases especiales o conocer las expresiones correctas para que él te oiga. · Martín Lutero, el gran reformador de la iglesia, se encontraba en la mesa cuando se le acercó su perrito. Entonces comentó Lutero: ¡Si tan solamente pudiera orar como este perro mira la carne! Todos sus pensamientos se concentran en eso. No tiene ningún deseo ni esperanza aparte. · En la oración, lo que importa no es tu expresión sino tu intención. En lugar de preocuparte por impresionar a Dios, simplemente háblale. Él te escuchará. · Jesús nos enseña, entonces, a orar privadamente y directamente. En tercer lugar, él nos enseña a orar confiadamente. Nos dice: Su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan. Dios lo sabe todo. Él es omnisciente. No oramos para darle información que él no tiene. · En la casa siempre teníamos una lista de compras en el refrigerador. Si algún miembro de la familia veía que faltaba algo, lo escribía en la lista de compras. De ese modo, cuando se hacían las compras, ya se sabía qué hacía falta. · Nuestra lista de oración no es como una lista de compras. No le estamos diciendo a Dios: No se te olvide darme esto, porque lo necesito. ¿Por qué, entonces, pedirle a Dios, si él ya sabe lo que necesitamos? Simplemente porque le agrada, y porque nos ayuda a crecer. Cuando vemos las respuestas que Dios nos da, nuestra fe crece. Él se glorifica cuando nos contesta. A veces, cuando su respuesta es no, también aprendemos más acerca de su voluntad. · Por eso, cuando ores, hazlo confiadamente. Tu Padre ya sabe lo que necesitas. No dudes; pídele confiadamente, sabiendo que él te ama y te escucha. · Una de las memorias sobresalientes de mis años de universidad fue la visita de una misionera anciana que había servido por muchos años en África. Había servido como enfermera en áreas de mucha necesidad, aprovechando las oportunidades para hablar con la gente sobre la salvación que podemos recibir por la fe en Jesús. Durante un tiempo de inestabilidad política, fue capturada por los rebeldes. Fue prisionera por cinco meses, durante los cuales sufrió golpes y violación. · Ella contó esta historia: Una madre en nuestro hospital murió después de dar a luz. Tratamos de improvisar un incubador para que el bebé sobreviviera, pero la única bolsa de agua caliente que teníamos ya no servía. Les pedimos a los niños que oraran por la bebé y por su hermanita. · Una de las niñas oró así: Querido Dios, por favor, mándanos una bolsa de agua caliente hoy. Mañana será tarde, porque el bebé ya se habrá muerto. Y querido Señor, envía una muñeca para su hermanita para que no se sienta tan sola. · Esa tarde, relató la misionera, llegó una enorme caja desde Inglaterra. Los niños nos observaron ansiosamente mientras la abríamos. Para su sorpresa, ¡debajo de una ropa se encontró una bolsa de agua caliente! La niña que había orado comenzó de inmediato a escarbar en la caja. Dijo: Si Dios nos envió la bolsa, ¡sé que también nos envió la muñeca! Y tuvo razón. · El Padre celestial sabía de antemano lo que esa niña iba a pedir, y cinco meses antes, él había guiado a un grupo de damas a incluir en su caja esas dos cosas específicas. · ¿Será que Dios sólo contesta las oraciones de niñas en África? ¿No será capaz de contestar tus oraciones también? ¡Claro que sí! Deja de ver la oración como un simple deber, y comienza a orar privadamente, directamente y confiadamente. Cuando veas cómo Dios responde, podrás alabarle y darle la gloria que él se merece.
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