PASTOR TONY HANCOCK
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Cuando la fe está a la venta

1/12/2020

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  • Durante los años en que Japón se convirtió en la fábrica del mundo, la contaminación ambiental llegó a niveles muy elevados en la capital de Tokio.  Muchas personas se enfermaron a causa de la contaminación.  Salir a la calle se convirtió en un peligro.  Para enfrentar el problema, una serie de quioscos se instalaron en las calles de la ciudad.
  • Estos quioscos no vendían sodas o periódicos.  Más bien, vendían oxígeno.  Cuando alguien se sentía asfixiado por el nivel de contaminación en el aire, podía pagar unos cuantos yenes por respirar algunos minutos de aire puro.  Parecía tan insólito este arreglo que salió en los noticieros alrededor del mundo.
  • Todavía recuerdo mi reacción cuando leí la noticia.  Pensé: ¡El aire no es algo que se debe vender!  El aire debe ser gratis.  Hay ciertas cosas en la vida que no deben tener costo, y el aire que respiramos es uno de ellos.  El cariño es otro.  Imagina cómo sería, por ejemplo, si le dieras un abrazo a tu hijo y luego le dijeras: Son cincuenta centavos, por favor.
  • Parecería muy extraño que le contaras tus problemas a un amigo, y tu amigo te dijera: Voy a orar por ti.  Son dos dólares por oración.  ¿Quieres pagarme ahora, o después?  ¡Qué tontería!  Hay cosas que nunca se deben cobrar.  Sin embargo, gracias a la avaricia humana, hoy se venden muchas cosas que deberían ser gratis.
  • Tristemente, esta tendencia se ve también en la fe.  Hay muchos que te venderán una versión de Dios que te agrada.  Hay muchos que te dirán lo que quieres oír, pero te cobrarán por el privilegio.  Lo que ellos venden, sin embargo, no vale lo que cuesta.  Dios nos advierte sobre esto en 1 Timoteo 6:3-10.
Si alguien enseña falsas doctrinas, apartándose de la sana enseñanza de nuestro Señor Jesucristo y de la doctrina que se ciñe a la verdadera religión, 4 es un obstinado que nada entiende. Ese tal padece del afán enfermizo de provocar discusiones inútiles que generan envidias, discordias, insultos, suspicacias 5 y altercados entre personas de mente depravada, carentes de la verdad. Este es de los que piensan que la religión es un medio de obtener ganancias. 6 Es cierto que con la verdadera religión se obtienen grandes ganancias, pero solo si uno está satisfecho con lo que tiene. 7 Porque nada trajimos a este mundo, y nada podemos llevarnos. 8 Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. 9 Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. 10 Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores.
  • Muchas veces, no nos gustan las advertencias.  Una vez, les pregunté a los jóvenes si habían leído la Biblia esa semana, y uno de ellos respondió: Es que, cuando nos dice que debemos leer la Biblia, queremos hacer lo opuesto.  Solemos ignorar las advertencias y hacer lo que nos da la gana.
  • Vivimos en un mundo con muchas opciones religiosas.  Podemos prender la televisión o el teléfono y encontrar un sinfín de predicadores que nos dirán precisamente lo que queremos oír.  Si oímos alguna crítica de nuestro predicador favorito, es fácil hacer mal uso de aquella frase bíblica: No juzgues.  Si nos gusta o si nos sentimos motivados por lo que alguien dice, no queremos escuchar que nadie lo contradiga.
  • Sin embargo, Dios nos advierte en su Palabra que no todos los que enseñan doctrinas, enseñan doctrinas verdaderas.  No todos los que predican, predican la verdad.  No todos los que toman la Biblia en la mano anuncian lo que realmente dice la Biblia.  Por lo tanto, tenemos que tomar en serio la advertencia que Dios nos da.
  • Las falsas enseñanzas producen envidias, discordias, insultos, suspicacias y altercados, nos dice el apóstol Pablo.  ¿Por qué, entonces, se predican?  Aquí está la clave: quienes las predican piensan que la religión es un medio de obtener ganancias.  Han puesto la fe a la venta.  Han convertido la iglesia en un negocio.  Te dicen lo que quieres oír, pero lo hacen para que les mandes dinero.
  • Muchas veces, sus palabras son muy agradables.  Disfrazan sus mentiras con frase bíblicas sacadas de su contexto, con pensamientos bonitos y conclusiones erradas.  Fácilmente enredan a las personas con sus promesas, pero su propósito es lograr una vida cómoda para sí mismos.
  • El otro día, uno de estos parlanchines dijo lo siguiente delante de una audiencia de miles.  Él dijo: Si yo trajera a mis dos hijos aquí a la plataforma mal vestidos, con huecos en los zapatos y el cabello despeinado, tú dirías: ¿qué clase de padre es él?  Reflejaría mal en mí.  Cuando tú te ves bien, te vistes bien, tienes dinero en el bolsillo – eso trae una sonrisa a la cara de Dios.
  • Cuando el predicador dijo aquellas palabras, el auditorio lleno de gente bien vestida y arreglada comenzó a aplaudir.  Ahora, considera bien lo que dijo.  Si alguno de los hijos de Dios no está bien vestido, ¿significa que Dios es un mal Padre?  Si alguno de los hijos de Dios no trae dinero en el bolsillo, ¿será que no es hijo de Dios?  ¡Claro que no!
  • En mis viajes alrededor del mundo, las personas que he conocido que más aman a Dios muchas veces han sido los que vestían ropa pasada de moda, traían zapatos viejos y tenían poco dinero en el bolsillo – pero tenían a Jesús en el corazón.  En cambio, muchos de los que se aprovechan de los demás también han sido los que mejor se visten. 
  • Sin embargo, es muy fácil caer en la trampa de ver la religión como un medio de obtener ganancias.  Nos preguntamos: ¿Por qué tiene esa gente que no asiste a la iglesia lo que yo no tengo?  ¿Por qué lucho por sobrevivir cuando los malvados se llenan de dinero?  Me acerco a Dios, pero no tengo más dinero.  Creo que esto de la religión no funciona.
  • Dios nos prospera de muchas maneras.  He visto a muchas personas que se acercan a Cristo, cambian su vida y les va mejor.  No quiero decir que Dios siempre nos tendrá pobres.  Al contrario; por lo general, el evangelio eleva el nivel de vida de las personas.  Sin embargo, si nos acercamos a Dios sólo para que él nos prospere económicamente, tarde o temprano terminaremos decepcionados.
  • Por eso, amigo, hermano, cuando alguien te comienza a hablar de un Dios que te quiere bendecir, que te quiere prosperar, ¡ten cuidado!  Pregúntate: ¿es esto realmente lo que me dice la Biblia?  ¿Se está manejando correctamente aquí la Palabra de Dios?  No te dejes llevar por palabras bonitas que alimentan la avaricia.
  • De hecho, hay algo que nos puede proteger de este peligro.  ¿Sabes lo que es?  Se trata del contentamiento.  Dice Pablo que, en realidad, la religión nos trae grandes ganancias – pero sólo si estamos satisfechos con lo que tenemos.  Él mismo había aprendido esta lección.
  • En Filipenses 4:11-13 escribe lo siguiente: He aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. 12 Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. 13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
  • ¿Qué era lo más importante para Pablo?  ¿Su situación económica?  ¿Su estabilidad laboral?  ¿Vivir el sueño americano?  No, lo más importante en su vida era Cristo.  La posesión que más valoraba fue su fe.  Si tú posees todo el mundo, pero no tienes a Cristo, eres un mendigo.  Si vives en un rincón, pero tienes a Cristo, eres el más rico del mundo.
  • Al tener a Cristo, Pablo aprendió el contentamiento.  Si tenía mucho, lo disfrutaba; si tenía poco, confiaba.  Todo lo puedo, dice Pablo, en Cristo que me fortalece.  Cuando aprendemos el contentamiento, nos liberamos de muchos sufrimientos.  Por el amor al dinero, muchos se han llenado de problemas.  Caen en la tentación y se vuelven esclavos.
  • Por amar al dinero, muchos se han alejado de la fe y han destruido su propia vida.  Dejan de asistir a la iglesia por trabajar y ganar un poco más de dinero.  Descuidan a sus hijos en su afán por ganar un poco más.  Su matrimonio sufre por las presiones financieras.  En lugar de valorar lo que realmente importa en la vida – la fe, la familia, las amistades – lo tiran todo por la borda y se quedan, al fin, sin nada.
  • Frente a todo esto, Jesús nos llama a vivir en contentamiento y en confianza.  Él mismo dijo: Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? 26 Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?  (Mateo 6:25-26)
  • En este mundo, tenemos que trabajar y que administrar bien el dinero.  Pero no tenemos que vivir esclavizados por las posesiones.  Más bien, podemos vivir en libertad.  ¿Sabes cuál es el camino al contentamiento?  Es la gratitud.  En lugar de fijarte en lo que no tienes, ¡dale gracias a Dios por todo lo que te ha dado!  Haz una lista de las bendiciones que has recibido.  Disfruta a tus hijos y a tu pareja.  No creas la mentira de que más dinero te hará más feliz.
  • En este mundo, hasta la fe está a la venta.  Pero no debe ser así.  Dios te ofrece, totalmente gratis, lo que a él le costó la vida de su único Hijo.  Él te ofrece su perdón, su amor, su presencia contigo, su provisión en cada necesidad y la vida eterna con él.  Lo vale todo, pero no cuesta nada.  Sólo tienes que abrirle tu corazón y poner tu confianza en él.
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