Mi madre vive en una ciudad en la que abundan los desastres naturales. Los incendios forestales, las tormentas de hielo y los terremotos suceden con frecuencia. Sin embargo, el desastre natural más temido es el tornado. En 1999, un torbellino produjo vientos de casi 500 kilómetros por hora, mató a 41 personas y dejó más de mil millones de dólares en daños a la propiedad.
Frente a estos peligros, muchas personas han optado por construir cuartos seguros en sus casas. Construidos de acero, estos cuartos pequeños pueden resistir los vientos huracanados que acompañan un tornado. Cuando llega el peligro, la familia puede encerrarse en su cuarto seguro con la confianza de que, aunque su casa llegue a destruirse, sus vidas se salvarán. ¿Cuál es tu cuarto seguro? ¿Dónde te escondes cuando rugen las tempestades de la vida? No me refiero, por supuesto, a un lugar. No hay ningún cuarto completamente seguro en este mundo. Aun el cuarto más seguro puede fallar ante ciertos desastres. Pero sí tenemos dónde escondernos cuando todo se desmorona. Podemos refugiarnos en Dios. Los hijos o descendientes de Coré eran líderes de alabanza nombrados por el rey David. Por medio de sus cantos exaltaban a Dios y llamaban al pueblo a confiar en él. El Espíritu Santo fue quien los guió en su composición, y por eso, varios de sus cantos se han preservado en el libro de Salmos. Vamos a leer uno de ellos, el Salmo 46. Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. 2 Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar; 3 aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia retiemblen los montes. Selah 4 Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, la santa habitación del Altísimo. 5 Dios está en ella, la ciudad no caerá; al rayar el alba Dios le brindará su ayuda. 6 Se agitan las naciones, se tambalean los reinos; Dios deja oír su voz, y la tierra se derrumba. 7 El Señor Todopoderoso está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah 8 Vengan y vean los portentos del Señor; él ha traído desolación sobre la tierra. 9 Ha puesto fin a las guerras en todos los confines de la tierra; ha quebrado los arcos, ha destrozado las lanzas, ha arrojado los carros al fuego. 10 «Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra!» 11 El Señor Todopoderoso está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah La gente que nos rodea pone su confianza en muchas cosas – en el dinero, en el gobierno, en los ídolos. Pero el pueblo de Dios pone su confianza en Dios. Dios es nuestro amparo, nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura. Dios es nuestro cuarto seguro. ¿Te refugias en él? ¿Confías plenamente en su cuidado y protección? Dios te llama a confiar en él, pase lo que pase a tu alrededor. Los versos 2 y 3 describen eventos realmente aterradores. Si la tierra misma se desmorona y se hunde al fondo del mar, o si las aguas suben y hacen temblar los montes, ¿quién puede estar en pie? Me tocó estar en México durante uno de los terremotos del año pasado. No fue mi primera experiencia de estar en un terremoto, pero me hizo recordar esa sensación única de que la tierra misma tiemble debajo de tus pies. Si el suelo sobre el que estás parado se mueve, ¿qué puedes hacer? ¿Qué lugar firme hay? Enfrentamos muchas situaciones de inseguridad, pero para el creyente, todo esto simplemente representa los dolores de parto que anuncian la llegada de algo mucho mejor. Jesús nos dijo que habría terremotos y otros desastres naturales, guerras y rumores de guerras, pero que todo esto no nos debe inquietar. Son los dolores que anuncian la llegada del reino de Dios al mundo. Por lo tanto, cuando las cosas que pasan a tu alrededor son escalofriantes, Dios te llama a confiar en él. Dios siempre está con nosotros; él está presente en medio de su pueblo. Su Espíritu mora en nosotros. Su Hijo vino a estar con nosotros. Él siempre está con nosotros, pero podemos experimentar su presencia de una manera especial cuando atravesamos problemas. ¡Pon tu confianza en Dios cuando ves que todo se desmorona! Dios también te llama a confiar en él, porque él es tu proveedor. Leamos de nuevo los versos 4 y 5. Los hijos de Coré ministraban en el templo de la ciudad de Jerusalén. Era la ciudad de Dios, el lugar donde él se manifestaba durante este tiempo del Antiguo Testamento. Esa ciudad edificada sobre el monte Sión representaba la presencia de Dios para bendecir, proteger y sostener. Algo interesante de la ciudad de Jerusalén es que no tiene río. ¡Casi todas las grandes ciudades del mundo se encuentren a la orilla de un río, o más de uno! ¿A quién se le ocurriría fundar una ciudad – y una ciudad capital, para colmo – en un lugar sin río? Los ríos sirven como fuentes de agua, se usan para transporte y producen pescado para comer. Pero los hijos de Coré declaran: ¡La ciudad de Dios sí tiene río! Ese río nace de Dios. Él es su proveedor y su protector. Él es quien sacia la sed de su pueblo. Él es quien le trae cosas buenas. Él es quien la protege de sus enemigos. Hay un río que alegra la ciudad de Dios, porque Dios está en ella. En la era presente, la presencia de Dios con su pueblo es una realidad espiritual. Vamos hacia la Jerusalén celestial, donde hay un río que corre por el centro de la ciudad. A la orilla de ese río crece el árbol de vida, que da su fruto cada mes. Esa es la Jerusalén celestial, donde todo creyente morará un día. Pero no tenemos que esperar hasta ese día para experimentar las bendiciones del río de Dios. ¡Él también está presente con nosotros! Su Espíritu está en nosotros. Él mora con nosotros. La presencia de Dios es el verdadero río de bendición. Su provisión, su protección y su plenitud se manifiestan entre el pueblo que confía en él. Puede ser que estés caminando por lugares secos y vacíos. Quizás estés atravesando un desierto que sólo produce espinas. Dios se declara tu proveedor, si confías en él. Aunque la noche sea oscura, al rayar el alba, Dios te brindará su ayuda. De hecho, Dios ya ha provisto lo que más necesitamos. Él ha provisto el sacrificio para el perdón de nuestros pecados. El mismo Dios que provee generosamente para las necesidades de todos, y que es el Proveedor especial de su pueblo, también ha provisto lo que era necesario para nuestra salvación. Nosotros le debíamos una deuda imposible de pagar, pero él envió a su Hijo en carne humana para pagar esa deuda y ofrecernos la salvación. Confiando en él, podemos recibir su perdón. Dios te llama a confiar en él, pase lo que pase a tu alrededor. Dios te llama a confiar en él, porque él es tu proveedor. Dios también te llama a confiar en él, porque él está creando un mundo mejor. Leamos de nuevo los versos 8 al 10. Cuando observamos el mundo, es necesario usar discernimiento. Las primeras palabras del verso 8 son una invitación a ver el mundo con sabiduría. ¿Alguna vez has visto uno de esos dibujos con dos escenas idénticas, donde tienes que identificar las pequeñas diferencias entre las dos escenas? O quizás hayas visto los dibujos que parecen una cosa al principio, pero después de un rato se ve algo diferente allí también. Así es el mundo. A primera vista, todo parece inquietante. Las cosas van de mal en peor. Sólo hay guerras, desorden, caos y destrucción. Es difícil tener esperanza en medio de todo lo que está sucediendo. Pero Dios nos invita a mirar con más cuidado. Nos invita a ser sabios y ver que el Señor está obrando. Él está trabajando, en medio de todo el caos, para establecer su reino. En medio de todo, su iglesia está creciendo. Cada vez más personas se están volviendo al Señor. Es más, cuando las cosas parecen estar a punto de estallar, vemos que Dios frena la violencia y trae paz. Un día, Jesús volverá y pondrá todo en orden. Mientras tanto, si miramos con ojos de sabiduría, podemos ver que Dios está trabajando. Podemos calmar nuestro corazón con la seguridad de que él está obrando, y él está en control. Este mundo no es un carro que se dirige hacia un accidente, sin que nadie esté al volante. Dios está en control. Por eso, Dios nos llama: Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. En lugar de correr ansiosamente de un lado a otro, buscando alguna solución, podemos estar en paz, sabiendo que nuestro Dios está en control. Él será exaltado entre las naciones. Él será adorado entre todos los pueblos de la tierra. ¿Puedes decir conmigo el refrán de este salmo? El Señor Todopoderoso está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Tenemos un cuarto seguro en Dios. En medio del caos, podemos confiar en él. Él está con nosotros, pase lo que pase a nuestro alrededor. El está con nosotros, como nuestro proveedor. Él está con nosotros, creando un mundo mejor. En lugar de correr alocadamente hacia los falsos refugios, podemos descansar en Dios. ¿Confías hoy en él?
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