· Años atrás, un viajero en un país africano se encontró con un grupo de niños que jugaban a las canicas. Es una escena bastante común, pero cuando se acercó un poco más, descubrió algo inusual. Las canicas que usaban estos muchachos no eran de vidrio. Eran diamantes en bruto.
· En aquella zona había minas de diamantes, y de algún modo estos muchachos habían conseguido algunos diamantes sin cortar. Los estaban usando para jugar a las canicas. Obviamente, no comprendían el valor de sus juguetes. Los trataban como si fueran cualquier cosa, cuando cada uno valía varios años de trabajo. · En nuestra vida espiritual existe un gran peligro de descuidar lo realmente valioso. Jesús nos advierte sobre este peligro en un versículo algo difícil, pero bastante importante. Si podemos comprender lo que Jesús nos enseña aquí, evitaremos muchos problemas y aprenderemos a dar prioridad a lo que realmente importa. · Leamos las palabras de Jesús en Mateo 7:6. No den lo sagrado a los perros, no sea que se vuelvan contra ustedes y los despedacen; ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen. (NVI) · Hay ciertas cosas que estorban nuestro crecimiento espiritual. La semana pasada hablamos de uno de esos estorbos, el juzgar indebidamente a los demás. Caemos en peligro cuando nos fijamos en los errores de los demás, en lugar de fijarnos en Cristo y buscar su ayuda para vencer nuestros propios errores. · El error de hoy es, quizás, un error opuesto. Es el error de no tener discernimiento. Como aquellos muchachos que jugaban a las canicas con diamantes, podemos perder de vista el supremo valor del evangelio que Dios nos ha encomendado. Cuando hacemos esto, dejamos de crecer. · ¿Qué discernimiento nos enseña Jesús a tener? Comencemos con el significado básico de su enseñanza. Obviamente, él no nos está hablando simplemente sobre la alimentación correcta de los perros callejeros o de los cerdos. ¡A nadie se le ocurriría darles de comer perlas a los cerdos! · Pero para comprender su enseñanza, imaginemos por un momento la escena. Digamos que el granjero sale para dar de comer a sus marranos. En lugar de la cubeta usual de sobras, les lleva unas bellas y lustrosas perlas. ¿Qué harán los puercos con las perlas? ¡Para un puerco, una perla es totalmente inútil! La va a pisotear, enojado por no recibir la comida esperada. Ignorará su valor. · Lo sagrado que Jesús menciona aquí se refiere al pan sagrado que sólo podían comer los sacerdotes. Era algo muy especial, algo que no estaba al alcance de la persona común y corriente. Tenía que ser algo limpio y consagrado. Si alguien decidiera tomar de ese pan sagrado y dárselo a una jauría de perros callejeros, ¿creen que los perros lo apreciarían? ¡Al contrario! Se lo acabarán de una mordida, y luego se abalanzarán contra quien les ha dado tan poca comida. · Así como los puercos no valoran las perlas, los perros no valoran lo sagrado. No son capaces de hacerlo. Ahora bien, ¿qué nos quiere decir Jesús con esta comparación? Lo sagrado y las perlas representan lo mismo, que es el evangelio. Es el mensaje del reino de Dios, el mensaje de que hay salvación en Cristo Jesús. · ¿Quiénes, entonces, son los puercos y los perros? Aquí es donde debemos pensar con mucho cuidado. Debemos cuidarnos de identificar fácilmente a personas individuales con los perros y los puercos. No debemos decir: Yo creo que mi tío Jaime es un puerco. Los perros y los puercos en esta comparación son las personas que rechazan el evangelio con arrogancia y dureza de corazón. · Esto implica que todos deben escuchar el evangelio. Nosotros no sabemos cómo va a reaccionar la gente. No podemos determinar con anticipación quiénes serán perros o puercos. Debemos ofrecerle el evangelio a todo el mundo. Pero cuando alguien persiste en rechazar el evangelio con una actitud arrogante y burlona, es hora de buscar a otros para ofrecerles el evangelio. · No debemos insistirle a una persona que persiste arrogantemente en rechazar el evangelio, porque cuando lo hacemos, tratamos al evangelio mismo como si fuera de poco valor. Lo abaratamos. De hecho, cuando envió a sus discípulos a predicar a los diferentes pueblos de su tierra, Jesús les dio instrucciones al respecto. · En Mateo 10:14 les dice: Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies. (NVI) En lugar de seguir insistiendo con los que rechazaban su mensaje, Jesús les dice que se sacudan el polvo de los pies y sigan caminando a otro pueblo donde se necesitaba la predicación del mensaje. · Siempre habrá resistencia al evangelio. Si estás compartiendo con un amigo y te hace preguntas, no tomes este pasaje como pretexto para dejar de hablarle del evangelio. Si hablas con alguien y quiere saber más, no cierres la puerta con esa persona. Pero si compartes con alguien que recibe el evangelio con desdén, con coraje o con burlas, es hora de buscar a otra persona para compartir. · En el libro La cruz y el puñal, el evangelista David Wilkerson relata su experiencia de evangelizar a Nicky Cruz, un joven pandillero. Nicky se mostró reacio al principio, y llegó al punto de sacar un puñal y ponerlo al cuello del pastor. La respuesta de Wilkerson fue decirle: Aunque me cortes en mil pedazos, cada uno gritará: Te amo. · Con su paciencia y audacia, el pastor logró ganar al pandillero para Cristo – y con él, a muchos de sus compañeros. Hay ocasiones como ésta en la que tenemos que persistir en compartir el evangelio. Para esto, necesitamos la sabiduría que el Espíritu Santo nos da. Él nos guiará, si buscamos su ayuda, a saber cuándo persistir en presentarle el evangelio a alguien y cuándo dejar de perder el tiempo. En algunas ocasiones hay que persistir, y en otras, hay que proteger las perlas. · El consejo que nos da Jesús aquí es muy práctico. Nos ayuda a saber que hay momentos en los que debemos ser selectivos en compartir el evangelio. Nos ayuda a ser sabios al evangelizar. Pero si lo consideramos un poco más a fondo, tiene un mensaje más profundo. Jesús nos está llamando a valorizar el evangelio en todo lo que hacemos. · Si el evangelio realmente es una preciosa perla, si es algo maravilloso y sagrado, ¿lo tratamos así? Se dice que la confianza da asco. ¿Será que a veces llegamos a tenerle tanta confianza al evangelio que, si no nos da asco, por lo menos ya no lo apreciamos? · Considera lo que realmente dice el evangelio. Dice que el Dios que lo hizo todo – el Dios que el universo no puede contener – nos conoce a nosotros. No solamente nos conoce; ¡nos ama! Pero nosotros no le hemos correspondido. Le hemos dado la espalda. Lo hemos rechazado. De una manera grosera e irrespetuosa hemos escogido nuestro propio camino, cuando a él le debemos toda nuestra obediencia y toda nuestra adoración. · Sin embargo, a pesar de nuestra desobediencia, ¡él no nos ha dejado de amar! Él no nos dio la espalda a nosotros, aunque nosotros se la dimos a él. Más bien, él vino en la persona de su Hijo Jesucristo para tomar nuestra carne humana, haciéndose hombre. Vivió una vida humilde y sencilla, pero sin pecado. Nos enseñó perfectamente lo que debemos hacer. · Al fin, lo pusimos en una cruz. Aun así, no dejó de amarnos. Mientras colgaba en la cruz, gritó al cielo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Colgó en esa cruz llevando en su cuerpo el pecado de todos nosotros. Él pagó allí la deuda que le debíamos a Dios. · Después de estar en la tumba durante tres días, resucitó. Venció a nuestro enemigo, la muerte. Ahora nos ofrece perdón y vida eterna, si tan solamente nos volvemos hacia él en fe con un corazón arrepentido. Dime: ¿no son noticias maravillosas? ¿No es algo realmente esplendoroso y valioso este mensaje? · Deberíamos caer de rodillas ante Dios en gratitud cada mañana por esta gran misericordia que él nos ha mostrado. Siendo merecedores del infierno, él nos ofrece la gloria del cielo. No sólo esto, sino que nos regala su presencia y su cuidado ahora. Nos da el privilegio de hablar con él y vivir con propósito en el presente. · Sin embargo, en lugar de caer de rodillas en gratitud, muchas veces damos un bostezo enfadado. Nos da flojera compartir este gran mensaje con otros. Nos aburrimos de escucharlo, y nos preguntamos cuándo el predicador nos dirá otro chiste en lugar de seguir hablando acerca de Jesús. Tomamos la perla del evangelio y se la tiramos a los puercos de la distracción, la mundanalidad y el descuido. · Hoy, hermanos, es hora de volver a cuidar lo valioso del evangelio. Es hora de apreciar lo que Dios nos ha dado, en lugar de despreciarlo. Es hora de vivir agradecidos, de levantarnos cada día con el recuerdo de lo que Jesús ha hecho por nosotros. Es hora de santificar lo sagrado y proteger las perlas. Ya no vivas despreciando el evangelio. Valóralo y cuídalo, como el precioso tesoro que es.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Archivos
Septiembre 2024
|