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De Egipto llamé a mi hijo

1/3/2021

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  • La familia joven enfrentaba una situación crítica. Debido a la situación política de su país, no podían vivir en seguridad. Aunque el padre de la familia tenía una profesión, no la podía ejercer debido al peligro. Había un bebé en la familia, y los padres querían una vida mejor para él – una vida de seguridad y bienestar.
  • Por fin, tomaron una decisión difícil. Decidieron huir a un país vecino donde podrían vivir en paz. En ese lugar ya vivían muchos de sus compatriotas, quienes seguramente les ayudarían a ubicarse. Salieron de su casa y viajaron lejos, cruzando un desierto y un río hasta llegar a un lugar mejor.
  • Esta es la historia de muchas familias. También es la historia de la familia de Jesús. El único viaje fuera de su tierra que la Biblia nos relata tuvo lugar cuando Jesús era un bebé. Él y su familia tuvieron que huir y vivir como refugiados. Leamos la historia en Mateo 2:13-15.
  • Cuando ya se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
  • 14 Así que se levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a su madre, y partió para Egipto, 15 donde permaneció hasta la muerte de Herodes. De este modo se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo». (NVI)
  • Los sabios del oriente acaban de salir de regreso a su tierra cuando José recibió otra visita de un ángel. Ya había tenido una, de un ángel que le dijo que se casara con María. Ahora el ángel le dijo que tenía que huir, porque el rey Herodes iba a buscar al bebé para matarlo.
  • En ese tiempo, alrededor de un millón de judíos vivían en Egipto. Era lógico huir a Egipto, porque quedaba relativamente cerca y Herodes no tenía ninguna autoridad allí. Cruzarían ríos y un desierto para llegar, pero había un camino transitado que los llevaría hasta allá.
  • Esta experiencia de Jesús, siendo aún niño, lo conecta con muchas familias que han sufrido lo mismo. Pero el Espíritu Santo le reveló a Mateo que la huida a Egipto tenía otro significado también. Hoy vamos a considerar esa frase profética De Egipto llamé a mi hijo, para encontrar tres diferentes aplicaciones de esta verdad.
  • Mateo nos dice que Jesús cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta, “De Egipto llamé a mi hijo.” El profeta que menciona es el profeta Oseas. Oseas 11:1 contiene esta frase exacta. Sin embargo, cuando leemos el contexto del verso en Oseas, nos damos cuenta de que allí se refiere al pueblo de Israel. Se refiere al éxodo, cuando Dios sacó a Israel de su esclavitud en Egipto.
  • ¿Cómo, entonces, es que Mateo lo aplica a Jesús? Para entenderlo, vayamos paso a paso. La primera aplicación de la frase es a Israel. De hecho, Dios llamó al pueblo de Israel su hijo cuando lo sacó de Egipto. En Éxodo 4:22-23, Dios le dice a Moisés: Entonces tú le dirás de mi parte al faraón: “Israel es mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo para que me rinda culto, pero tú no has querido dejarlo ir. Por lo tanto, voy a quitarle la vida a tu primogénito”». (NVI)
  • Por su propia voluntad, simplemente porque él así lo quiso, Dios adoptó al pueblo de Israel. Antes de que existiera este pueblo, le había prometido a Abraham que él sería padre de una gran nación. Dios mismo lo había levantado para ser su pueblo, para adorarlo a él solamente.
  • Sin embargo, el faraón, el rey de Egipto, lo tenía secuestrado. Había esclavizado al pueblo de Dios. Cualquier familia con un hijo secuestrado hace hasta lo imposible por conseguir su libertad. Estos casos se han vuelto demasiado comunes. Dios también actuó para rescatar a su hijo. Demostró su gran poder por medio de las diez plagas, culminando con la muerte de cada primer hijo en Egipto. De este modo logró liberar a su hijo, el pueblo de Israel.
  • Cuando Dios saca a su pueblo de Egipto, suceden tres cosas. Dios se revela como libertador. Saca a su pueblo de la esclavitud. Dios también se revela como Dios supremo sobre todos los dioses de Egipto. Son incapaces de defender a su gente. En tercer lugar, Dios entra en un pacto con su pueblo. Es como una boda. Sacándolos de Egipto, Dios entra en compromiso con ellos en el monte Sinaí.
  • Recuerda esas tres cosas: Dios se revela como libertador, se revela como Dios supremo y entra en un pacto con su pueblo. Esa acción de Dios en liberar a Israel es la primera aplicación de la frase, De Egipto llamé a mi hijo. Ahora llegamos a la segunda aplicación, la aplicación a Jesús. ¿En qué sentido podemos decir que estas palabras se aplican a Jesús?
  • Una de las cosas que los estudiosos de la Biblia han observado es que Dios muchas veces trabaja de la misma manera en diferentes momentos de la historia. Si la obra de Dios es como un poema, las diferentes líneas riman. Es más, muchas veces algo que sucedió en el Antiguo Testamento sirve como una prefiguración de algo que viene después, sobre todo algo relacionado con Jesucristo.
  • Quizás hayas visto en una película o en una novela un presagio de algo que va a suceder después. La música de fondo te avisa que algo malo va a pasar. Una mirada pasajera en la cara de alguno de los actores revela los planes que tiene. Un hombre y una mujer se conocen de una manera inusual, y ya sabes que van a terminar enamorados.
  • En la historia verdadera de la salvación que Dios ha escrito, hay presagios similares. La liberación de los israelitas de su esclavitud en Egipto es uno de esos anuncios anticipados de lo que Jesús vendría a hacer mil quinientos años después. Por eso, Mateo, bajo inspiración del Espíritu Santo, aplica a Jesús las palabras De Egipto llamé a mi hijo. Aunque originalmente se referían a Israel, Mateo entiende que Jesús es el Hijo perfecto de Dios que había venido para dar la obediencia y cumplir el propósito que Israel no había podido cumplir.
  • La comparación no termina allí. ¿Recuerdas las tres cosas que sucedieron cuando Dios liberó a Israel de su esclavitud en Egipto? Dios se reveló como libertador, como Dios supremo sobre cualquier otro pretendiente y entró en pacto con su pueblo. De una manera más grande y perfecta, ¡las mismas cosas sucedieron cuando Jesús vino al mundo!
  • Dios sacó a Jesús de Egipto para liberarnos de nuestra esclavitud al pecado. Cuando Jesús murió en la cruz, nuestro pecado fue clavado en la cruz con él. Ya no somos esclavos del pecado, del diablo y de la muerte. Por la fe en Jesús, somos libres. Es más, por medio de Jesús, Dios se mostró supremo a cualquier pretendiente.
  • La Biblia llama al diablo el dios de este mundo, porque muchos lo siguen sin saberlo. Pero Jesús lo derrotó. Por la fuerza del amor, en su debilidad y entrega, Jesús ganó la batalla sobre cualquier otro que se pudiera llamar dios. En su muerte, él estableció un nuevo acuerdo entre Dios y su pueblo. En la última cena que tuvo con sus discípulos, él mismo dijo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Ahora el pueblo es más grande, porque consiste en todos los que se entregan a Jesús por la fe.
  • La promesa también es más grande, porque no sólo abarca la provisión para esta vida. Es para toda la eternidad. En muchos sentidos, el nuevo pacto es más grande y mejor que el antiguo. Por medio de Jesús, hemos entrado a ese nuevo pacto con Dios. Bajo el antiguo pacto, los israelitas individuales no podían considerarse hijos de Dios. Pero nosotros ahora lo somos en Jesús.
  • Esto nos lleva a la tercera aplicación de la frase, De Egipto llamé a mi hijo. Si tú y yo hemos llegado a ser hijos de Dios por la fe en Jesucristo, él también nos está llamando a nosotros a salir de Egipto. Tú y yo también estamos incluidos en esa frase.
  • Dios nos ha liberado de nuestra esclavitud al pecado en la cruz. Allí Jesús venció a nuestros enemigos espirituales. Estableció un nuevo pacto, al que entramos por la fe y sellamos en el bautismo. Así como los israelitas salieron físicamente de Egipto, nosotros somos llamados a salir espiritualmente de Egipto, de las cosas de antes y de la vida mundana.
  • Hebreos 3:16-19 describe algo que sucedió en la primera salida de Egipto. Ahora bien, ¿quiénes fueron los que oyeron y se rebelaron? ¿No fueron acaso todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés?  ¿Y con quiénes se enojó Dios durante cuarenta años? ¿No fue acaso con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto? 18 ¿Y a quiénes juró Dios que jamás entrarían en su reposo, sino a los que desobedecieron? 19 Como podemos ver, no pudieron entrar por causa de su incredulidad. (NVI)
  • ¿Qué sucedió con los israelitas? Salieron de Egipto, pero Egipto no salió de ellos. Cuando enfrentaron dificultades, comenzaron a recordar las cosas agradables de Egipto – pero olvidaron todo el sufrimiento y la esclavitud. Dios los liberó de su esclavitud, pero ellos se volvieron a esclavizar por su desobediencia y falta de fe.
  • Dios nos llama a salir de nuestro Egipto. No me refiero a irnos todos a vivir a otro lugar. Estamos hablando de una separación espiritual. Estamos hablando de una separación de corazón. Mostramos que todavía llevamos a Egipto en el corazón cuando sentimos envidia de los que viven en pecado, ignorando todo el sufrimiento que el pecado trae después.
  • Mostramos que nuestro corazón todavía está en Egipto cuando miramos fotos de mujeres o películas pícaras, en lugar de deleitarnos con la mujer que Dios nos ha dado. Mostramos que nuestro corazón está en Egipto cuando guardamos rencor y nos quejamos, en lugar de perdonar y vivir en gratitud.
  • Mostramos que nuestro corazón todavía está en Egipto cuando queremos cumplir con Dios nada más, en lugar de entregarnos completamente a él y ponerlo en primer lugar. ¿Qué pasó con los israelitas que dejaron su corazón en Egipto? Sufrieron una terrible disciplina. No pudieron entrar a la tierra prometida, sino que sus hijos fueron los que entraron.
  • No nos expongamos a la disciplina de Dios. Más bien, escuchemos su voz que nos dice: De Egipto llamé a mi hijo. Si eres hijo o hija de Dios, escucha hoy su voz. En lugar de mirar hacia atrás, mira hacia adelante. Considera todo lo que Jesús ha hecho por ti, y vive completamente por la fe en él. Es hora de que los hijos de Dios oigamos su llamado y dejemos nuestro Egipto atrás.
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