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Del jardín a la ciudad

11/7/2021

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  • La vida humana comenzó en un jardín. Dios creó el jardín del Edén para ser un templo de adoración a él. Quizás te hayas encontrado alguna vez en un jardín tranquilo, con flores hermosas y una fuente o una corriente de agua. En ese momento, sentías que estabas en la presencia de Dios. Cuando Dios hizo el mundo, el lugar que creó para su morada fue un jardín.
  • En ese jardín puso a la primera pareja de seres humanos para servir y adorarle. El lenguaje del templo y del jardín del Edén se parecen. Por ejemplo, se usan las mismas palabras para describir lo que Adán debía hacer en el jardín que se usan más tarde para describir el trabajo en el tabernáculo que hizo Moisés. En el jardín del Edén abundaban el oro y el ónice, materiales que se usaron abundantemente en la decoración del tabernáculo.
  • Cuando Ezequiel describió un templo futuro, mencionó un río que salía del templo – como había ríos también en el jardín del Edén. Dios caminó con Adán y Eva en el jardín, así como Dios luego caminó con su pueblo en el tabernáculo, según Levítico 26:12. En ese jardín, adoraban a Dios. En ese jardín, disfrutaban de su presencia. El jardín del Edén fue un templo.
  • Viviendo en un templo, para Adán y Eva, la adoración fue el enfoque de su vida. No sentían ningún vacío en su corazón, porque siempre estaban en la presencia de Dios. De su presencia fluía todo lo que podrían necesitar. En su presencia disfrutaban del amor, la provisión y la seguridad. En gratitud, respondían con adoración.
  • Pero algo sucedió. Adán y Eva desobedecieron el único mandamiento que Dios les había dado. Comieron del árbol prohibido. Al desobedecer el mandamiento de Dios, rechazaron su autoridad sobre ellos. Deshonraron a Dios, porque él les había dado todo.
  • Como resultado, fueron expulsados de su presencia. Dios es santo, y él no tolera el pecado en su presencia. Ellos habían rechazado la autoridad de Dios. Por lo tanto, ya no podían vivir en su presencia. Ya no podían vivir en su templo. Eran inmundos. Su presencia deshonraba a Dios.
  • Sin embargo, Dios no abandonó a su creación. Buscó la manera de seguir viviendo en relación con la humanidad que había creado. Pero ahora esa comunión sólo sería posible con sacrificio. Hacía falta un sacrificio de sangre para cubrir el pecado y apaciguar la ira de Dios.
  • El primer sacrificio se hizo allí mismo en el jardín, cuando Dios mató a unos animales y usó sus pieles para cubrir la vergüenza de Adán y Eva. Pero ese sacrificio no deshizo el pecado que habían cometido. Sólo compró un poco de tiempo. No pudieron seguir viviendo en el jardín.
  • A lo largo de la historia, Dios siguió estableciendo templos para que la gente se pudiera acercar a él. En los días de Moisés, mandó que se construyera el tabernáculo. Era un templo móvil, una carpa. Por supuesto, era también un lugar de sacrificio, porque la única manera de poder acercarse a Dios debido al pecado es por medio del sacrificio.
  • Durante el tiempo del rey Salomón se construyó un templo permanente. Fue un edificio esplendoroso, lleno de oro y acabados muy finos. Cuando se dedicó ese templo, Dios llenó el lugar con la nube de su gloria. Cada día, los sacerdotes hacían sacrificios por los pecados del pueblo. Cualquiera se podía acercar allí y hablar con Dios.
  • Sin embargo, ese templo también fue destruido. Debido al pecado y la rebelión de la gente, Dios permitió que un ejército invadiera y destruyera ese templo. Pero no se rindió en su esfuerzo por renovar su relación con nosotros. Cuando se cumplió el tiempo, Dios levantó un templo de carne y hueso. En la persona de su Hijo Jesús, Dios vino al mundo y tomó un cuerpo humano como templo.
  • En ese templo se hizo el sacrificio más perfecto posible. Los sacrificios de animales que se ofrecieron en los templos anteriores fueron sólo una medida temporal. En cambio, el sacrificio que Jesús hizo de su propio cuerpo fue un sacrificio perfecto. Por medio de su sangre, tenemos acceso a la comunión con Dios.
  • Jesús regresó al cielo, pero en su ausencia, se está levantando otra clase de templo. La iglesia es el nuevo templo. La presencia de Dios llena este templo con su Espíritu. Por lo tanto, el cuerpo de cada creyente es también un templo, un lugar de adoración. Como personas individuales y en congregación somos el templo de Dios. La sangre de Jesús nos purifica, y podemos adorar en libertad.
  • Pero queda todavía un templo más. Al final de la historia humana, habrá otro templo donde todos los que se hayan entregado a Jesús irán a vivir y adorar para siempre. Dios le mostró a Juan este templo en una visión. Si la historia humana comenzó en un jardín que fue un templo, terminará en una gran ciudad que también será un templo. Apocalipsis 21 lo describe. Leamos los versos 1 al 4.
  • Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. 2 Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. 3 Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. 4 Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».
  • Cuando llegue el final de la historia, después del juicio final, Dios hará un cielo y una tierra renovados. Este cielo no se refiere al cielo donde está Dios, sino al cielo que nosotros vemos. En otras palabras, toda esta creación que ha sido dañada por el pecado será renovada.
  • El mar, lugar de caos y la destrucción, dejará de existir. Y descenderá del cielo una maravillosa ciudad. ¿Por qué desciende del cielo? Porque no es una creación humana. No es una de las ciudades que hacemos nosotros, llenos de crimen y contaminación. Será una ciudad realmente santa, dedicada a Dios.
  • En ese lugar no habrá muerte, tristeza, dolor ni lamentos. No habrá enfermedad. Todo lo malo de esta vieja creación será quitada, y podremos vivir en la presencia misma de Dios. Será un lugar de compañerismo, de trabajo placentero, de aventuras y diversión, de descanso y paz. Será todo lo que la vida humana siempre debía ser.
  • ¿Quieres entrar a ese lugar? Los siguientes versículos nos dicen cómo entrar.
  • El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza».
  • 6 También me dijo: «Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. 7 El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo. 8 Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los que practican artes mágicas, los idólatras y todos los mentirosos recibirán como herencia el lago de fuego y azufre. Esta es la segunda muerte». (Apocalipsis 21:5-8)
  • ¿Quién es digno de decidir quiénes entran? Sólo el que está sentado en el trono. Es Jesús, el Juez de todo y el Cordero inmolado. Es el principio y el fin. Tiene el derecho de determinar las condiciones de entrada. Él dice que todo el que salga vencedor se convertirá en heredero de todo esto. Tendrá su lugar, su posesión en esa ciudad.
  • ¿Qué es lo que tenemos que vencer? Tenemos que vencer al mundo. 1 Juan 5:4 declara: Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. Todo el que haya caminado por la fe en Jesús no sólo entrará a esa ciudad, sino que tendrá su herencia allí. Recibirá, por decirlo así, un título de propiedad en la ciudad santa.
  • Para mantener la santidad de esa ciudad, también hay una lista de los excluidos. Los cobardes, los que le tienen más temor a lo que dice el mundo que a Dios, quedan excluidos. También quedan excluidos los que se han rehusado a creer. Los que han preferido el pecado de diferentes tipos y no se han querido arrepentir también quedarán afuera.
  • Igualmente, los que se han entregado a la magia y la idolatría quedarán fuera. La buena noticia es que, si hemos cometido estas cosas, podemos ser perdonados si nos arrepentimos. Los que quedan fuera no son los que alguna vez cometieron estos pecados, sino los que se aferran a ellos y no se quieren arrepentir. No te aferres al pecado, ni dejes que te mantenga fuera del reino de Dios.
  • No podemos regresar al jardín del Edén. Ya no existe. Pero sí podemos prepararnos para vivir en la nueva Jerusalén, el nuevo templo que Dios está preparando ahora para nosotros. No te lo pierdas por nada en este mundo.
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