· ¿Has recibido alguna vez una invitación? Un hombre se encontró en la calle con un pariente, y después de conversar un rato, su pariente lo invitó a comer a su casa esa noche. El hombre le contestó: ¿No podría ser mañana? El pariente le dijo que sí, que no había ningún problema. Luego le preguntó: ¿Qué compromiso tienes esta noche?
· El hombre le contestó: Mi familia y yo vamos a ir a comer a tu casa. Tu esposa ya nos invitó. ¡Qué listo! Encontró la manera de convertir una invitación en dos invitaciones. Hoy escucharemos una historia que también nos habla de dos invitaciones. Esta historia sucedió hacia el principio del ministerio de Jesús. · El Maestro ya había llamado a algunos de sus discípulos, y había mostrado su poder en varias ocasiones. Justo antes de esto, había sanado a un hombre paralítico que fue llevado a Jesús por algunos de sus amigos. Con este milagro, demostró su autoridad para perdonar pecados. · Ahora Jesús iba a otro lado, caminando con sus discípulos. En el camino se encontró con un cobrador de impuestos sentado a la mesa, cobrando los aranceles. Cuando Jesús lo vio, le hizo una invitación. Le dijo: Sígueme. De inmediato, este hombre se levantó de la mesa de impuestos y siguió a Jesús. Se llamaba Mateo. · Poco después, Mateo hizo una comida para Jesús y sus discípulos. Mateo también hizo una invitación. Invitó a todos sus amigos. La gente que conocía Mateo era como él – cobradores de impuestos y otra gente marginada por la sociedad. Jesús y sus discípulos se sentaron a la mesa para comer con ellos y convivir. · Algunas personas no vieron con muy buenos ojos lo que estaba pasando. Eran los fariseos, un grupo religioso que se esforzaba por mantener la pureza en todo. Para ellos, estaba muy mal que un maestro como Jesús se juntara con gente pecadora como Mateo y sus amistades. Por lo tanto, comenzaron a criticarlo. · Jesús les contestó: Los sanos no son los que necesitan doctor; son los enfermos. Entiendan lo que dice la Palabra: Pido de ustedes misericordia, no sacrificio. No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a pecadores. · Leamos ahora esa historia en Mateo 9:9-13. Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme», le dijo. Mateo se levantó y lo siguió. 10 Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. 11 Cuando los fariseos vieron esto, les preguntaron a sus discípulos: ―¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores? 12 Al oír esto, Jesús les contestó: ―No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. 13 Pero vayan y aprendan qué significa esto: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores. (NVI) · La primera invitación que encontramos en esta historia es la invitación de Jesús. Llama a Mateo con una palabra: Sígueme. Te hace a ti la misma invitación. La invitación de Jesús no es una invitación a tener sentimientos bonitos o pensar en él de vez en cuando. Es una invitación a seguirle. · Para Mateo, eso implicaba dejar algo que era muy importante para él – su profesión de recaudar impuestos – para encontrar algo mucho mejor. Cuando sigues a Jesús, habrá cosas que tendrás que dejar también. Quizás sean costumbres, relaciones o distracciones. Pero recibirás a cambio algo mucho mejor – la amistad de Jesús y la vida eterna. · Seguir a Jesús no es lo mismo que ser religioso. De hecho, fue con la gente religiosa que Jesús tuvo más problemas. Cuando pensamos en los fariseos, nos imaginamos a unos santurrones mentirosos. Pero la gente de aquel tiempo no los veía así. Los fariseos se consideraban los más piadosos. Se creía que ellos estaban más cerca de Dios. · Sin embargo, cuando llegó Jesús, no lo reconocieron como el Salvador que esperaban. Se cegaron a lo que Dios estaba haciendo, porque creían que estaban bien con Dios por lo que hacían. Iban a la sinagoga cada sábado. Eran buenos vecinos. No se emborrachaban, no escuchaban música del mundo, no se juntaban con gente mala – en fin, eran muy religiosos. · Algunas personas piensan que aceptar la invitación de Jesús significa convertirte en una persona religiosa. Para ellos, ser un buen cristiano significa no tomar alcohol, ir cada domingo a la iglesia y no juntarte con malas compañías. En otras palabras, ¡piensan que ser un buen cristiano significa convertirte en fariseo! · No me malentiendas. El consumo del alcohol es muy dañino, y la borrachera no le agrada a Dios. Asistir a la iglesia es algo bueno e importante. Jesús también tenía la costumbre de asistir a la sinagoga, según Lucas 4:16. La mala compañía puede corromper el buen carácter. · Pero hacer todas estas cosas no es lo mismo que seguir a Jesús. Seguir a Jesús significa entregarle tu corazón. Significa amarle, confiar en él y buscar su voluntad. Significa aprender de él, porque crees que él es el verdadero Salvador, Señor y Rey de todo. No es simplemente ponerle un marco cristiano a tu retrato de Facebook o una calcomanía a la defensa de tu carro. Es una entrega total, un compromiso completo. · ¿Has aceptado la invitación de Jesús? ¿Le estás siguiendo? Si le sigues, te llevará al cielo por unos caminos que no siempre son los más fáciles, pero que te llevarán por lugares bellos. Si estás siguiendo a Jesús, ya es hora de hacer la segunda invitación. Como Mateo, es hora de invitar a tus amigos a seguir a Jesús contigo. · Mateo hizo algo muy natural. Invitó a sus amigos a una cena en su casa. Aprovechó la oportunidad de presentarles a Jesús. Tú también puedes usar las convivencias cotidianas para compartir a Jesús. El evangelismo no siempre tiene que ser un gran proyecto. Puede ser tan sencillo como compartir tu testimonio cuando almuerzas con un amigo. · Lo importante es hacerle la invitación. A veces hablamos con la gente de Dios, pero nunca llegamos al momento de invitarles a conocer a Cristo. No siempre vamos a hacerlo en la primera conversación que tengamos. Pero tarde o temprano, tenemos que preguntarles: ¿Te gustaría aceptar la invitación de Jesús y comprometerte con él? ¿Quieres orar conmigo? · Has oído la historia de dos invitaciones – una que debes aceptar, y otra que debes hacer. Ahora te toca elegir: ¿qué harás con las dos invitaciones?
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