PASTOR TONY HANCOCK
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El fruto de tu corazón

11/13/2022

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  • Los avances de la medicina en las últimas décadas son realmente maravillosos. Piensa, por ejemplo, en el hecho de que se puede introducir una pequeña cámara por el esófago para ver lo que sucede en el estómago. O que, usando el ultrasonido, se puede ver el desarrollo de un bebé en el vientre.
  • Las tomografías nos muestran detalles de los órganos internos que, años atrás, sólo se veían bajo cirugía. Es una gran bendición el hecho de vivir con estos avances tecnológicos. Sin embargo, hace dos mil años, Jesús ya nos había dicho cómo diagnosticar el estado de nuestro corazón.
  • La palabra “corazón”, por supuesto, tiene dos sentidos. Se refiere al órgano que late en nuestro pecho y distribuye la sangre por todo el cuerpo. También se refiere a nuestro ser interior, a la combinación de sentimientos y pensamientos y voluntad que nos convierte en la persona que somos. Decimos, por ejemplo, Te amo con todo el corazón. Para evitar confusión, hay que aclarar que hoy estaremos hablando de nuestro corazón en el segundo sentido.
  • Así como nuestra vida se acaba cuando el corazón deja de latir, nuestra vida también depende de la salud de nuestro corazón mental y espiritual. Proverbios 4:23 dice esto: Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida. Si nuestro corazón está mal, nada más importa. Podemos tener mucho dinero, buenas amistades y una gran familia, pero sin un buen corazón, de nada nos servirán.
  • ¿Cómo podemos conocer el estado de nuestro corazón? ¿Cómo podemos cambiar su condición, si está mal? Escuchemos en esta mañana las palabras del Señor Jesús.
  • Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol malo. 44 A cada árbol se le reconoce por su propio fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. 45 El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca. (Lucas 6:43-45 NVI)
  • Si has trabajado en el campo, o si tienes un árbol frutal en el jardín, sabes a lo que Jesús se refiere. Si tienes una higuera, jamás se te ocurre buscar manzanas entre sus ramas. Del mismo modo, si tienes un montón de maleza en un rincón del patio, no vas a buscar por allí un racimo de uvas. Esas cosas no se dan. Cada árbol y cada planta se reproduce según su propia naturaleza.
  • Jesús nos dice que así somos nosotros también. Del corazón vienen las palabras y las acciones. Lo que haces demuestra lo que eres. Déjame repetir eso: Lo que haces demuestra lo que eres. Podríamos pensar que la idea es muy obvia. Por ejemplo, si alguien roba, le decimos ladrón. Si alguien mata, le decimos homicida.
  • Pero lo que realmente significa es esto: si pecamos, es porque somos pecadores. Si compartimos chismes o decimos mentiritas, es porque somos chismosos y mentirosos. Si somos desidiosos o lujuriosos, esto refleja el pecado que ya está en nuestro corazón. Hablamos y actuamos de lo que nuestro corazón atesora.
  • Lo que preferimos creer es que somos personas buenas de corazón, pero que a veces se nos va el avión y pecamos. Decimos, como el Chavo, Se me chispoteó. Fue sin querer queriendo. Pero Jesús nos muestra la realidad. Lo que hacemos refleja el verdadero estado de nuestro corazón.
  • Observa tu propia vida. ¿Dices siempre la verdad? ¿Usas siempre el dinero con honradez y generosidad? ¿Evitas las groserías? ¿Cuidas siempre tu mente de los malos pensamientos? ¿Has obedecido siempre a tus padres? ¿Adoras siempre a Dios? ¿Eres un fiel representante de Jesús?
  • Pero nadie lo hace, responde alguno. La cosa es ésta: Dios no nos compara con los demás, sino con su ley perfecta. Lo que determina si somos pecadores o no es si pecamos. Si cometemos algún pecado, somos pecadores.
  • Por eso, si queremos cambiar, no podemos simplemente hacer unos leves ajustes. Tenemos que llegar al nivel de corazón y preguntarnos: ¿Amo a Dios con toda mi alma? ¿Me alegra estar en su presencia? ¿Me deleito en estar con él? ¿O me es indiferente? Nuestro corazón es experto en hacer pretextos. Es que has sufrido mucho, nos dice. Nadie espera que seas perfecto.
  • Por eso, dice Jeremías 17:9: Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo? Nuestro corazón mismo nos engaña, haciéndonos creer que somos buenos. Somos como la señora, ya no tan joven, que no acepta que ha subido de peso. Llega a la boutique y pide un vestido de talla chica.
  • La vendedora le responde cortésmente: ¿Le puedo traer varias tallas para que se las pruebe? Pero la señora insiste en que no, ella usa talla chica. Por fin, por tanta insistencia, le traen un vestido de talla chica y, al probársela, se revientan todas las costuras. En su mente, la pobre señora tiene un concepto de sí misma que no concuerda para nada con la verdad.
  • En realidad, así somos todos. Creemos que somos buenas personas, pero Jesús nos pone un espejo y nos dice: ¿De veras? Fíjate en lo que haces. Lo que haces demuestra lo que eres. Si te examinas con cuidado, verás que te hace falta un cambio. Pero ¿cómo puede suceder? ¿Cómo puede cambiar nuestro corazón? Jesús nos da la respuesta en los versículos siguientes. Leamos Lucas 6:46-49.
  • »¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo? 47 Voy a decirles a quién se parece todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica: 48 Se parece a un hombre que, al construir una casa, cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca. De manera que cuando vino una inundación, el torrente azotó aquella casa, pero no pudo ni siquiera hacerla tambalear porque estaba bien construida. 49 Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica se parece a un hombre que construyó una casa sobre tierra y sin cimientos. Tan pronto como la azotó el torrente, la casa se derrumbó, y el desastre fue terrible».
  • Si lo que haces demuestra lo que eres, entonces lo que eres depende de lo que haces con Jesús. Solo él puede transformar tu corazón. La realidad es que muchos nos conformamos con ser conocidos de Jesús, y no amigos de Jesús. Lo conocemos de lejos, pero no nos sometemos a su voluntad. No nos entregamos por completo a él.
  • Eso no funciona. En realidad, nos deja engañados. Creemos que estamos bien porque le llamamos Señor. Le pedimos cosas en oración diciendo Señor, ayúdame, pero no hacemos lo que él nos pide. No es Señor en realidad si no hacemos lo que nos dice.
  • Todos estamos construyendo nuestra vida sobre algo. Sólo hay dos opciones, como los dos hombres en la historia que contó Jesús. Podemos construir la casa de nuestra vida sobre una roca. Para hacer eso, tenemos que cavar hondo. No es algo que se hace a la ligera. Es un compromiso y una entrega de corazón.
  • Si lo hacemos, estaremos seguros cuando llegue la tormenta. La tormenta viene. Vienen tormentas en nuestra vida – enfermedades, problemas económicos, situaciones familiares. Nos hace falta una buena fundación si queremos enfrentar estas cosas con calma.
  • Sobre todo, viene una gran tormenta al final de la historia. Un día, este mundo será sacudido. Todo lo que nos parece tan sólido se desmoronará. El apóstol Pedro lo describe así: Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada. (2 Pedro 3:10 NVI)
  • ¿Estás preparado para ese día? ¿Estás listo para estar delante del Señor y ser juzgado? ¿En qué te basarás cuando llegue ese momento? ¿Cuál será tu fundación? Si has construido tu vida sin cimientos, todo se te derrumbará. No te quedará nada de lo que tanto has luchado por construir.
  • Así es la persona, dice Jesús, que oye sus palabras y no las pone en práctica. En otras palabras, no se entrega de corazón a él. No permite que Jesús transforme su corazón, sino que vive la vida a su propia manera. Le pueden parecer interesante algunas de las palabras de Jesús. Hasta las puede mencionar en conversaciones, pero no se entrega a Jesús ni le rinde su vida.
  • Me entristece mucho pensar que podría haber personas aquí que no se han entregado de corazón. Es incómodo hacer un llamado a la decisión, pero esto es lo que Jesús nos hace a nosotros. Nos llama a entregarnos de corazón a él, sabiendo que él es capaz de transformar nuestro corazón.
  • Si guardas los mandamientos de Jesús, será porque te has comprometido con él de corazón. En cambio, si te llamas cristiano, pero no te nace obedecer a Dios, te estás engañando a ti mismo. Déjame ser claro. Todos luchamos. Él hecho de entregarte a Jesús no significa que quedarás libre de toda tentación, o que jamás caerás en pecado.
  • Lo que significa es que tendrás el deseo de obedecerle. Te sentirás mal cuando no haces lo que él te pide, porque tu corazón está entregado a él. Te esforzarás por hacer lo que a él le agrada. Te gozarás en hacer su voluntad, y en ver que tu vida se acomoda cada vez más a lo que él quiere.
  • Jesús no se conforma con sólo ser parte de tu vida. Él te lo exige todo. Te exige que te entregues por completo a él, pero a cambio, él promete llevarte. Promete transformar tu corazón y guiarte por la vida. Bruce Larson da un gran ejemplo de la diferencia entre encargarte de tu propia vida y entregársela a Jesús.
  • En la ciudad de Nueva York, en la entrada del Centro Rockefeller, hay una estatua que representa la vida sin Cristo. Es una estatua de Atlas, el antiguo titán griego, sosteniendo el mundo sobre sus hombros. Cada músculo se esfuerza por sostener el gran peso. Es una labor enorme.
  • Al otro lado de la Quinta Avenida está la Catedral de San Patricio, donde se encuentra una estatua de Jesús como niño de ocho o nueve años. Sin esfuerzo, sostiene al mundo con una mano. Nosotros podemos ser como Atlas, tratando de llevarlo todo en los hombros. Al final, fracasaremos.
  • O podemos entregarle todo a Jesús. Podemos entregarle nuestro corazón y entender que él se encargará de transformarlo, de resolver nuestros problemas, de suplir nuestras necesidades y de cargar nuestro mundo. ¿Qué harás tú con Jesús?
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