PASTOR TONY HANCOCK
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Fe probada

2/21/2021

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  • Todavía recuerdo la sensación. Fue como una explosión de amargura y hedor. Lo que sucedió fe esto: me había servido una ensalada del bufet de un restaurante, y le había puesto encima varios tomatitos cherry. Me gustaban mucho esos tomatitos, porque para mí eran una novedad.
  • Tomé en la boca uno de esos suculentos tomates y lo mordí. Esperaba sentir esa combinación de dulzura y acidez con el fresco sabor a tomate, pero lo que me llenó la boca fue otra cosa. El tomate estaba podrido. Su sabor fue una sorpresa muy desagradable. Fue lo opuesto a lo que yo había esperado, y por un buen tiempo, no volví a comer un tomatito cherry.
  • Todos hemos experimentado una sorpresa desagradable en algún momento, cuando lo que esperábamos no fue lo que experimentamos. Quizás eso también te haya sucedido en tu fe. Esperabas algo que Dios, pero te llegó otra cosa. La realidad no se acopló a lo que esperabas.
  • Por alguna razón, muchos creemos que no tendremos problemas si tenemos fe. Si estamos bien con Dios, él nos librará de todo problema. A fin de cuentas, si el Ser más poderoso de todo el universo es nuestro Padre, él nos consentirá en todo, ¿no? Parece lógico. Cuando pensamos así, sin embargo, nos preparamos para una gran decepción. Dios no consiente a sus hijos queridos, sin que más bien nos disciplina. No nos debe sorprender cuando enfrentamos pruebas.
  • Santiago nos dice tres cosas acerca de las pruebas. Primero, nos explica el propósito de las pruebas. Después, nos hace ver la provisión de Dios para las pruebas. Finalmente, nos muestra la promesa en la prueba. Comencemos viendo el propósito de las pruebas en Santiago 1:2-4. Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.
  • Cuando vienen las pruebas a nuestra vida, es importante reconocerlas por lo que son. Podemos describir tres clases de pruebas. La primera es la oposición de la gente. Jesús nos habla de esto en Mateo 10:22: Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. No le vamos a caer bien a todo el mundo. Muchos nos criticarán por nuestra fe; nos llamarán intolerantes, simples y otras cosas. Esto no nos debe sorprender. Si te rechazan por ser creyente, recuerda que le hicieron lo mismo a Jesús.
  • La segunda clase de prueba son los sacrificios que hacemos a causa de la fe. Pablo nos habla de esto en Hechos 14:22 cuando dice, «Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios». La obediencia a Dios nos puede costar oportunidades para ganar más dinero, por ejemplo. Dios no siempre nos devolverá de inmediato lo que hemos perdido por su causa. A veces nos toca sufrir un rato a causa de la honestidad o la integridad.
  • La tercera clase de prueba que enfrentamos son los problemas de la vida cuando Dios parece estar lejos. Jesús experimentó la sensación de abandono en la cruz cuando gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Él sufrió a causa del pecado que llevaba. Pero su grito de angustia también es la expresión de todos los que sentimos, en algún momento, que Dios no nos oye. Entramos a un problema y le pedimos ayuda a Dios, pero él no nos contesta de inmediato. Enfrentamos alguna dificultad, pero Dios no nos saca del apuro en ese instante. Es una prueba.
  • Estas tres clases de pruebas vienen a nuestra vida con un solo propósito: desarrollar nuestro carácter. La perseverancia o la constancia es una cualidad que sólo se puede desarrollar con el tiempo. No es algo que Dios nos da automáticamente cuando recibimos la salvación. La única manera de lograr esa cualidad es por medio de las pruebas.
  • Cuando aprendemos a ser constantes, dice Santiago, llegamos a ser perfectos e íntegros. En otras palabras, llegamos a ser cristianos maduros. Llegamos a ser hijos de Dios de buen carácter. Las pruebas son la única manera de lograr esto. Querer llegar a la madurez sin atravesar pruebas sería como querer desarrollar buenos músculos con sólo mirar televisión y comer dulces. ¡No se puede!
  • El propósito de las pruebas, entonces, es desarrollar nuestro carácter como hijos de Dios. Sólo llegaremos a ser las personas maduras y completas que él quiere que seamos por medio de las pruebas. De otro modo, seremos siempre malcriados e inmaduros. La buena noticia es que Dios no nos deja solos en las pruebas. Hay una provisión para la prueba que se describe en los versos 5-8.
  • Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie. Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace.
  • En medio de la prueba, lo que más necesitamos es sabiduría. Nos hace falta saber qué hacer, cómo reaccionar, cómo sobrellevar la situación. Dios promete darnos esa sabiduría, si se la pedimos. Pero es necesario pedir con fe. Esto significa que tenemos que pedir creyendo que Dios es bueno, confiando en su persona tal como él se ha revelado en su Palabra.
  • La persona inconstante es la que dice: ¿Será que Dios es bueno? ¿Será que me ama? Su Palabra dice que me ama, pero yo no sé. No estoy seguro. Cuando estamos en medio de una prueba, es natural sentirnos inseguros. Si queremos que Dios nos dé sabiduría, tenemos que agarrarnos de lo que él nos dice en su Palabra y confiar en él a pesar de los sentimientos.
  • También debemos comprender que sólo Dios nos puede ayudar en medio de la prueba. Es fácil pensar que las riquezas de este mundo nos protegerán de los problemas de la vida. A fin de cuentas, sin embargo, el dinero es pasajero. Esto lo explica Santiago en los versos 9 al 11. El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de su alta dignidad, y el rico, de su humilde condición. El rico pasará como la flor del campo. El sol, cuando sale, seca la planta con su calor abrasador. A esta se le cae la flor y pierde su belleza. Así se marchitará también el rico en todas sus empresas.
  • El rico piensa que puede comprar una vida sin problemas. No es que sea malo tener dinero, pero cuando lo tenemos, enfrentamos la sutil tentación de confiar en nuestras riquezas más que en Dios. Por lo tanto, en la prueba, entendamos que las riquezas son como pájaros. Al rato levantan alas y se van. Si confiamos en ellas, nos marchitaremos como las flores.
  • En cambio, si confiamos en Dios en medio de la prueba, tenemos una gran promesa. La vida cristiana es maravillosa, porque Dios nos da su provisión en medio de la prueba y también nos da una promesa de lo que viene al final de la prueba. Leamos el verso 12 para ver lo que es. Voy a citar la versión Dios Habla Hoy, porque me parece una mejor traducción de este verso.
  • Dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a los que lo aman. Es muy difícil vivir sin esperanza. Es muy difícil aguantar dificultades sin saber que habrá una salida. La gran promesa que Dios nos hace es que las pruebas tendrán su final.
  • Cuando lleguemos al final de esta vida con las pruebas que contiene, mezclados con muchas alegrías, recibiremos una corona. Entraremos a la vida eterna, que es el premio de Dios para todos los que lo aman. Allí ya no hay pruebas ni problemas. Nos espera algo maravilloso. Sólo tenemos que soportar los problemas leves de este mundo para poder alcanzar ese premio.
  • ¿Estás atravesando una prueba? No te sorprendas. Más bien, recuerda el propósito de las pruebas. Busca la provisión de Dios en la prueba, y mira hacia la promesa que viene después de la prueba.
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