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Gloria, amor y gracia

10/9/2022

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  • Cuando era más joven, me gustaba mucho leer las novelas de detectives. Me fascinaba tratar de comprender las motivaciones de los criminales, recoger las pistas que dejaban e imaginarme cuál de los sospechosos sería el culpable. Al llegar al desenlace de la historia, siempre me quedaba sorprendido.
  • A mi madre también le gustaba leer esa clase de libro, pero tenía una forma particular de hacerlo. Ella solía leer primero el último capítulo del libro. Así se daba cuenta de quién era el culpable, y leía el resto del libro sabiendo ya cómo iba a terminar.
  • Supongo que no hay manera correcta de leer una novela de detectives. A fin de cuentas, es pura diversión. Pero cuando lleguemos al final de la vida, ¿cuáles serán las cosas que tendrán importancia? Si pudiéramos brincar al último capítulo, ¿cuál sería el desenlace de todo?
  • Hemos llegado a los últimos versículos de la carta que Pablo escribió a los filipenses. Aquí, al final de la carta, encontramos las cosas que serán importantes al final – al final de nuestra vida, y al final de la historia del mundo. Si llegamos a comprender estas cosas ahora, podremos tomar buenas decisiones y encaminar nuestra vida hacia lo que realmente importará al final.
  • Estas son las tres cosas que importarán al final: la gloria, el amor y la gracia. Vamos a leer lo que Pablo nos dice acerca de ellas, y luego las trataremos de entender una por una.
  • A nuestro Dios y Padre sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
  • 21 Saluden a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo les mandan saludos. 22 Saludos de parte de todos los santos, especialmente los de la casa del emperador.
  • 23 Que la gracia del Señor Jesucristo sea con su espíritu. Amén. Filipenses 4:20-23
  • Cuando lleguemos al final de la historia, la primera realidad importante será la gloria de Dios. La Biblia dice, A nuestro Dios y Padre sea la gloria por los siglos de los siglos. Dios merece la gloria, no sólo por un momento, sino por toda la eternidad. Cuando las cosas más gloriosas de este mundo hayan pasado al olvido, Dios seguirá siendo glorioso y seguirá mereciendo toda la gloria.
  • Quizás te preguntes: ¿Qué es la gloria? La gloria de Dios tiene dos sentidos. El primer sentido es la manifestación de la naturaleza de Dios. El segundo sentido es la aclamación, la adoración, el crédito que le damos por lo que él hace.
  • En otras palabras, la gloria de Dios es lo que él hace para manifestar su grandeza, y es nuestra reacción a lo que él hace. Tomemos un ejemplo. Imagina que estás sentado en la playa junto al mar, viendo la salida del sol. Cada momento los colores se vuelven más brillantes. En el agua se refleja la luz roja, anaranjada, amarilla, azul y blanca. Ves los rayos que se levantan sobre el horizonte hasta que, en un instante, se asoma la esfera de luz que es el sol.
  • En ese momento de hermosura, no puedes contenerte. Le dices a la gente que te acompaña: ¡Mira! ¡Qué bello! ¿Lo ves? Frente al despliegue de la majestad del sol, no te puedes quedar callado. Tienes que expresar tu admiración.
  • Así es la gloria de Dios. La gloria de Dios es como la luz del sol. Así como la luz del sol manifiesta su presencia, la gloria de Dios nos demuestra quién es él. Su gloria muestra su poder, su majestad, su santidad, su perfección, su misericordia, su hermosura. Su gloria se ve cuando él hace maravillas.
  • Nosotros le damos gloria a Dios cuando reconocemos la grandeza de lo que él ha hecho. Cuando hablamos de su majestad, de su grandeza, de su poder, de su amor, le estamos dando la gloria a él. El peor error que podemos cometer es el de querer la gloria para nosotros. Dios merece la gloria.
  • Le dio este mensaje a Jeremías: Así dice el Señor: «Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada—afirma el Señor—. Jeremías 9:23-24
  • Cuando nos gloriamos en nuestra inteligencia, en nuestra influencia o en nuestra riqueza, se nos olvida de dónde vienen todas esas cosas. La única razón de gloriarnos es en conocer al Señor, porque toda la gloria es de él. Él muestra su gloria en su amor, su poder y su justicia.
  • San Francisco de Sales comentó que algunos hombres se vuelven insolentes porque montan un caballo fino, traen una pluma en el sombrero y se visten de ropa fina. ¿Quién no ve la locura de esto? – pregunta Francisco. Si hay gloria en estas cosas, es del caballo, el ave y el sastre.
  • Del mismo modo, nos descarriamos cuando dejamos de darle gloria a Dios. En cambio, vivimos bien preparados para el desenlace de la historia cuando aprendemos a darle gloria a Dios en todo. Él es quien se la merece. Él merece la gloria por todo lo que es y por todo lo que hace en nosotros.
  • La segunda realidad importante al final de la historia será el amor que hemos compartido con los demás. Al final de su carta, el apóstol Pablo manda saludos. El saludo es para todos los santos, los que han sido redimidos por Cristo Jesús. Pablo les manda saludos de tres grupos.
  • Primero, manda un saludo de su equipo, de los hermanos que lo apoyaban y acompañaban. Segundo, manda un saludo de los demás miembros de la iglesia, quienes eran también hermanos y amigos – aunque desconocidos. Tercero, manda saludos de los que trabajaban para el césar en Filipos. Era una ciudad importante en la administración del imperio romano, así que habría hermanos en Filipos que conocían a algunos de los hermanos de Roma por el trabajo.
  • Estos saludos van mucho más allá de la simple cortesía. Muestran la fuerza del amor que une a los creyentes en Jesús. Es extraño mandar saludos a personas desconocidas, pero el amor de Cristo los unía en un solo cuerpo. Del mismo modo, el amor de Cristo nos une a nuestros hermanos también, aquí y alrededor del mundo.
  • Fíjate en el orden de los saludos. Los primeros son de los que sirven al Señor Jesús y de los que son parte de su pueblo. Después, se mandan los saludos de los que tienen una conexión que es parte de este mundo. Es un gran ejemplo de que, cuando llegamos a conocer a Cristo, nuestras relaciones humanas pasan a segundo término.
  • Los lazos de familia, trabajo y nacionalidad no desaparecen, pero ahora lo más importante es que conocemos a Jesús. En cambio, esos vínculos se vuelven más fuertes cuando se comparten entre creyentes. Cuando tu familia conoce a Cristo, el amor fraternal se vuelve más fuerte. En cambio, si no lo conocen, los sigues amando y ayudando – pero algo falta.
  • Al final de tu vida, ¿qué te vas a llevar? ¿Te llevarás tu carro? Una señora trató de hacerlo. Ella dejó instrucciones en su testamento de que la enterraran en su Corvette. Tuvieron que echar cemento alrededor del vehículo para que los ladrones no se lo llevaran. El carro allí se quedó, pero la señora no. Su alma está en otro lugar.
  • ¿Qué te llevarás? ¿Te llevarás tu fortuna? No lo creo. Más bien, se lo dejarás a otros, que probablemente no sabrán usarlo bien. ¿Sabes lo que te puedes llevar? Te llevarás tus amistades en el Señor. Si tus hijos han llegado a conocer a Cristo, te los llevarás. Oremos por nuestros hijos. Démosle el mejor ejemplo que podamos.
  • Si tus amigos han llegado a conocer a Cristo, también te los llevarás. Una buena amistad puede durar toda la vida, pero las mejores amistades durarán toda la eternidad, porque se basan en Cristo. Por eso, es tan importante valorar el amor que Cristo nos da para compartir con otros. Esa unión la llevaremos por siempre.
  • La tercera cosa que será importante al final de la historia es la gracia de Jesucristo. Pablo termina su carta diciendo: Que la gracia de Jesucristo sea con su espíritu. Amén. El motor que nos mueve en la vida es la gracia de Dios que tenemos en Jesús. Al final de la historia, no será tan importante lo que nosotros hemos hecho para Dios. Lo importante será lo que Jesús hizo por nosotros.
  • La gracia de Jesús es el motor que nos anima, dirige y capacita. ¿Recuerdas la historia del paralítico que Jesús sanó? Ese hombre no podía caminar. No podía hacer nada para llegar a Jesús y buscar su ayuda. Sus amigos lo levantaron y se lo llevaron a Jesús. Allí Jesús le perdonó los pecados y lo sanó.
  • Nosotros así somos. Necesitamos ayuda. No podemos hacer lo que tenemos que hacer. No podemos agradar a Dios ni vivir bien por nuestra propia cuenta. Necesitamos que alguien nos recoja y nos lleve al lugar donde podemos encontrar ayuda. Eso es lo que hace la gracia de Jesús.
  • El legalismo nos dice: ¡Esfuérzate más! ¡Tienes que hacerlo! ¡No falles! Pero Jesús te dice: Ven a mí, si estás cansado y agotado, y yo te daré descanso. Jesús te dice: Toma mi yugo, porque yo soy humilde de corazón. La gracia de Jesús no regaña al corazón débil y arrepentido. Más bien, lo levanta.
  • La única manera de llegar bien al final del camino es aprender a depender por completo de la gracia de Jesús. Cuando llegues a pensar: Yo puedo, es que estás en gran peligro. Pero cuando le dices a Jesús: Te necesito, es que su gracia te levanta y te ayuda a caminar.
  • Un hombre se levantó en el culto para dar su testimonio. Después de contar cómo el Señor lo había rescatado y le había dado el perdón de sus pecados, se sentó. El líder de la reunión era un poco legalista, así que dijo: Nuestro hermano nos ha contado de todo lo que Dios hizo por él. Pero cuando yo me convertí, tuve que hacer muchas cosas antes de que Dios me aceptara.
  • Entonces el que había dado su testimonio se volvió a levantar y dijo: Tiene razón, hermano. Se me olvidó contar mi parte. Por más de 30 años, mi parte fue correr de Dios en mi pecado. Esa fue mi parte. Y la parte de Dios fue perseguirme hasta que me encontró. Esa fue su parte.
  • Ese hombre comprendió lo más importante. No es nuestro esfuerzo lo que nos salva y nos lleva por esta vida. Es la gracia de Jesús. Nuestra parte es sólo depender de su gracia, a cada momento. Es buscar su ayuda en todo. Es confiar en que él está obrando. No es tratar de ganar su amor, sino vivir dependiendo de que ya lo tenemos.
  • Al final de nuestra vida, ¿qué importará? Lo más importante será la gloria de Dios, el amor de nuestros hermanos y la gracia de Jesucristo. Y tú, ¿para qué estás viviendo? ¿Qué es lo que más aprecias? No te agarres de cosas que se quedarán atrás. Vive para lo que realmente vale la pena.
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