· ¿Cuál fue la última vez que alguien te decepcionó? Parece que la desilusión es parte de la vida diaria, ¿no es cierto? Cuando visité mi país hace poco, la política estaba en labios de todo el mundo. La nación recientemente sufrió una crisis política que culminó con la renuncia del presidente bajo acusaciones de corrupción.
· El comentario que oí de muchas personas fue éste: Pensábamos que esta vez sería diferente, pero las cosas siguen iguales. ¡Qué decepción! Seguramente todos podemos pensar en alguien que nos prometió lo que no cumplió, en un vendedor que exageró las cualidades de su producto o un jefe que nos aseguró lo que nunca nos dio. · ¿Será que nosotros estamos decepcionando al mundo? ¡Claro que no! – responderá alguno. Yo soy una persona decente, y no hago cosas tan malas. Claro, no soy perfecto, pero ¡yo no decepciono a nadie! Quiero invitarte en esta mañana a considerar las palabras de Jesús acerca de nuestra responsabilidad dentro del plan de Dios. · Sabes, Dios tiene un propósito especial que el nos llama a cumplir en el mundo. Cada creyente ha sido llamado a vivir una vida distinta delante del mundo. Si no lo hacemos, dejaremos al mundo en la decepción y le fallaremos a nuestro Dios. En cambio, cuando lo hacemos, encontramos mucha alegría y bendición. ¿Qué quiere Dios que hagamos? Encontremos la respuesta en Mateo 5:13-16. »Ustedes son la sal de la tierra. Pero, si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. 14 »Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. 15 Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo. (NVI) · El otro día me senté para tomar mi primera taza de café en la mañana, y casi lo escupí. ¡Se me había olvidado el azúcar! Así como se nota la falta de azúcar, también se nota la falta de sal. Cuando le falta sal a la comida, queda desabrida y dan pocas ganas de comerla. Aunque la cantidad de sal sea pequeña relativa a los demás ingredientes, tanto su presencia como su ausencia son notables. · La sal no sirve sólo para sazonar. Sirve también para preservar. Por ejemplo, la cecina dura más tiempo que la carne fresca porque la sal sirve para detener el crecimiento de las bacterias. Además de sazonar y de preservar, la sal también tenía un tercer uso en el día de Jesús. Servía de abono. · Grandes cantidades de sal en la tierra matan las plantas. No vayan a echarle mucha sal al jardín. Pero en los tiempos de Jesús, la sal impura que se usaba servía – en pequeñas cantidades – para abonar la tierra. La sal hacía que la tierra fuera más fértil, que fructificara y rindiera más. · Cuando Jesús nos dice que nosotros somos la sal de la tierra, ¿cuál de estos tres usos habrá tenido en mente? En realidad, podríamos aplicar las tres cosas a la vida del creyente. Así como la sal sazona, debemos ser notables por nuestra presencia en la sociedad. · Cuando llegas a una fiesta o una reunión, ¿cambias el ambiente? ¿Se nota la paz que tienes? ¿Se quiere portar un poco mejor la gente, porque tú estás allí? ¿Tienes una buena influencia en tu trabajo? Como la sal, nuestro propósito es sazonar la sociedad. La presencia del cristiano se debe notar. · Así como la sal preserva, nosotros también debemos preservar la sociedad. Cuando la sal penetra un pedazo de carne, detiene el progreso de la putrefacción y el crecimiento de las bacterias. Este mundo se está pudriendo cada vez más en maldad y en pecado. ¿Servimos para detener el progreso de esa maldad? ¿O más bien, nos unimos al pecado que nos rodea? · Quizás el tercer uso es el más interesante. La sal puede traer fertilidad a la tierra. Así también, nuestra presencia en la sociedad debe traer crecimiento y bendición. Aun la gente que no conoce al Señor vivirá mejor, gracias a la presencia del creyente. Las comunidades florecerán cuando la iglesia cumple su misión de amar y servir en el nombre de Jesucristo. · Esta semana escuchaba el testimonio de una mujer, ya anciana, que relataba el impacto que había tenido sobre ella una de sus maestras de primaria. Aunque habían pasado ya 75 años, su voz temblaba al relatar cómo esta maestra había tocado la vida de sus alumnos. Después de contar todas sus virtudes, terminó diciendo: Y fue cristiana. Esta maestra de primaria había impactado, con su enseñanza, a muchas generaciones de niños. Fue buena maestra, y fue cristiana. · Así también nosotros podemos hacer prosperar las comunidades en las que vivimos. Podemos mostrar un testimonio cristiano siendo buenos carpinteros o albañiles o trabajadores de fábrica o agricultores. En el lugar que Dios nos haya puesto, podemos traer bendición y crecimiento haciendo bien el trabajo con un espíritu cristiano. · ¿Y si no lo hacemos? Dice Jesús: Si la sal se vuelva insípida, ¿cómo recobrará su sabor? La sal pura, como la sal que tienes en el salero de tu comedor, jamás se volverá insípida. Pero en el día de Jesús, la mayoría de la sal se recogía de lugares pantanosos. Tenía muchas impurezas. En un lugar húmedo, la sal misma se podía derretir y dejar sólo las impurezas. En este caso, se volvía insípida. · De la misma manera, si no permitimos que se manifieste la vida de Cristo en nosotros, nos volvemos inútiles. En lugar de sazonar y preservar el mundo, nos quedamos insípidos. En lugar de traer bienestar y fertilidad a nuestras comunidades, permitimos que se hundan en la perdición. · Si alguien entrevistara a tus amigos y compañeros de trabajo y les preguntara si tú eres cristiano, ¿qué respuesta darían? Quizás dirían: Bueno, dice que lo es… Otros quizás responderían: ¿Será? En realidad, no estoy seguro. Ojalá todos respondieran: Yo sé que es cristiano, porque hay algo diferente en su vida. Me habla de Dios, pero también veo la presencia de Dios en su vida. · ¿Sabes cómo va a suceder eso? Sólo si estás caminando con Cristo todos los días. En tus momentos de oración, en tu estudio de la Palabra y en los momentos de adoración el Espíritu Santo te llenará cada vez más con su perfume que es llevado, como por el viento, hacia los demás. ¿Eres sal? · En los siguientes versículos, Jesús también nos enseña que somos luz. ¿En qué sentido lo somos? Bueno, Juan 8:12 registra otras palabras de Jesús. Dice: Una vez más Jesús se dirigió a la gente, y les dijo: ―Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (NVI) · Jesús es la luz del mundo. Él vino a brillar la luz de su verdad en medio de este mundo de oscuridad. Nosotros somos llamados a reflejar esa luz. En los lugares donde nos encontramos, debemos reflejar a los que nos rodean la luz que brilla en nuestros corazones – la luz de Jesucristo. · Tenemos que ser como una ciudad puesta sobre una colina. Mi madre se crio en una zona plana, con leves ondulaciones en la tierra. Cuando regresábamos a visitar a nuestros familiares, se podían ver las luces de los diferentes pueblos a lo lejos. Al viajar por la carretera y subir las pequeñas crestas de las ondulaciones, se veían los pueblos a lo lejos – hasta a distancias de 25 ó 30 kilómetros. · ¡Qué lindo era ver las luces del pueblo donde vivían mis abuelos! Aunque nos faltaba camino por recorrer, ya podíamos ver nuestro destino. El corazón se llenaba de esperanza y de alegría. Así debemos nosotros servir como luces para las personas. Al ver la luz que se refleja en nosotros, sus corazones también se deben llenar de gozo y esperanza. · Nadie enciende una luz para esconderla debajo de un cajón o de una canasta, dice Jesús. Al contrario; la pone en una repisa alta, para que pueda alumbrar todo el cuarto. ¿Habrá puesto Dios su luz en nosotros para que la escondamos? ¿Nos habrá salvado para que guardemos la luz de su salvación sólo para nosotros mismos? · ¡Claro que no! Él nos ha rescatado del pecado, nos ha limpiado y nos ha perdonado para que brillemos su luz ante los demás. ¿Cómo, entonces, haremos brillar su luz? Jesús dice que lo hacemos cuando las personas ven nuestras buenas obras, y alaban a nuestro Padre, que está en el cielo. · Cuando nosotros brillamos la luz, la gente no dirá simplemente que somos buenas personas. Nuestro testimonio los llevará a ver que es Dios quien ha hecho estas cosas en nosotros. En lugar de alabarnos a nosotros porque somos tan geniales, alabarán a Dios por lo que ha hecho en nosotros – y lo buscarán también. · En un pueblo cercano a nosotros hay un aeropuerto que fue usado como base por la Fuerza Aérea durante la Segunda Guerra Mundial. En un parque conmemorativo aún se ve uno de los grandes reflectores que se usaban de noche para guiar a los pilotos en el aterrizaje. ¡Cuán importantes eran aquellos reflectores! Si se apagaban, el piloto sería incapaz de encontrar la pista y, al acabarse el combustible, se estrellaría. Siguiendo el camino de luz que proyectaba el reflector, en cambio, podía llegar sano y salvo al destino. · Nos rodean miles de personas que vuelan sin rumbo en la oscuridad. Están buscando algún reflector, alguna señal que les muestre el camino a su destino verdadero. Necesitan que alguien les demuestre con acciones y con palabras el amor de Jesucristo. ¿Seremos reflectores encendidos? ¿Mostraremos con nuestras vidas y con nuestro testimonio la luz de Jesús? Es hora de brillar.
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