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Historias de fe: Abraham

2/20/2022

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  • Esta mañana quiero decirte algo que te podrá sorprender. Lo que te quiero decir es esto: el cristianismo no es una religión. Me preguntarás: Entonces, ¿qué es, si no es religión? El cristianismo no es una religión, si por religión entendemos lo que hacemos para quedar bien con Dios.
  • Algunas personas te preguntarán: ¿Cuál es tu religión? Con eso quieren decir, ¿Con qué movimiento te identificas? ¿Qué es lo que haces para complacer a Dios? Pero si lo comprendemos bien, el cristianismo no es una religión. El cristianismo comienza con la verdad de que nosotros no podemos complacer a Dios por nuestra propia cuenta.
  • Isaías 64:6 declara: Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Las cosas buenas que tratamos de hacer, nuestra religión, es como un trapo sucio e inmundo para Dios. No importa cuántas cosas buenas hagamos. No importa cuántas limosnas demos o cuántas oraciones repitamos. Nada de eso será suficiente, si es pura religión.
  • El cristianismo no es una religión, sino una relación. Es una relación de gracia. Nosotros no podemos hacer nada para ganarnos la aprobación de Dios, pero él lo ha hecho todo. Él ha hecho lo que nosotros no podíamos hacer. Ha pagado la pena de nuestro pecado con la muerte de Cristo en la cruz. Ha derrotado a nuestro enemigo, el diablo. Nos invita ahora a pertenecer a su familia.
  • Lo que nos toca a nosotros no es ganarnos el favor de Dios con actos de religión, sino recibirlo por fe en una relación. Esto es lo que declara el apóstol Pablo en Romanos 4:1-5: Entonces, ¿qué diremos en el caso de nuestro antepasado Abraham? 2 En realidad, si Abraham hubiera sido justificado por las obras, habría tenido de qué jactarse, pero no delante de Dios. 3 Pues ¿qué dice la Escritura? «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia». 4 Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un favor, sino como una deuda. 5 Sin embargo, al que no trabaja, sino que cree en el que justifica al malvado, se le toma en cuenta la fe como justicia. (NVI)
  • Esta verdad es la base de nuestra relación con Dios. No podemos comprar el perdón de Dios con trabajo. Cuando uno trabaja, su salario no es un favor que el jefe le hace. Es lo que le debe. Por lo tanto, si nosotros pudiéramos ganarnos el perdón de Dios con acciones de religión, sería simplemente nuestro merecido. No tendría nada de gracia ni de favor.
  • Pero así no funciona, como ya hemos dicho. No importa cuántas veces vengas a la iglesia o te bautices o des el diezmo o cualquier otra cosa. Si crees que con eso vas a merecer el favor de Dios, te equivocas. Estas atrapado en una religión. En cambio, si recibes el perdón de Dios por fe, como un regalo, entras en una relación con Dios que te trae su perdón.
  • La clave es la fe. La fe es el punto de entrada a la relación de amistad y confianza que Dios nos ofrece a todos. Lo que no podemos conseguir con la religión lo recibimos por fe, en relación. El gran ejemplo de esto es la vida de Abraham.
  • ¿Por qué es tan importante Abraham? Fue el patriarca de la nación judía. Dios le prometió que su descendencia sería tan numerosa como la arena del mar. Es más, Dios también le dijo que todas las naciones serían bendecidas por medio de él. Justo antes de la vida de Abraham, Dios había separado a las naciones en la torre de Babel. Su rebelión llevó a la confusión. En Abraham, comienza la restauración de todas las naciones, incluyéndonos a nosotros.
  • Vamos a regresar, entonces, a la vida de Abraham para aprender acerca de esta fe que nos hace aceptables ante Dios. Vamos a sacar tres ideas importantes de su vida acerca de la fe. Si Dios nos acepta por la fe, si la fe nos convierte en amigos e hijos de Dios, ¿cómo es esa fe?
  • Comencemos al principio. Vamos a leer Génesis 12:1-4, donde empieza la historia de Abraham. El Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. 2 »Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. 3 Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!» 4 Abram partió, tal como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Abram tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán. (NVI)
  • Dios le habló a Abraham y le hizo promesas. Le prometió tres cosas: progenie, prominencia y protección. Aunque era anciano, sería el padre de una gran nación y se convertiría en una fuente de bendición. Cuando Dios le habló, ¿qué hizo Abraham? Cuando Dios le dijo que le iba a dar una tierra, ¿cómo reaccionó? Abraham obedeció. Partió, tal como el Señor le había dicho que lo hiciera.
  • Aquí vemos el primer gran principio de la fe. La fe siempre lleva a la acción. La verdadera fe se revela en obediencia. Esto nos ayuda a reconocer algunas ideas equivocadas acerca de la fe. Por una parte, algunas personas creen que la fe es simplemente decir que sí a ciertas ideas. Por ejemplo, es afirmar el credo de los apóstoles o alguna otra declaración doctrinal.
  • La fe es más que eso. No es menos, pero sí es más. Es como si yo dijera que conociera al presidente simplemente porque sé cuándo nació, cómo se llama su esposa y dónde vive. El hecho de conocer información no es lo mismo que estar en una relación. De igual modo, la fe verdadera es más que conocer información acerca de Dios. Es una relación de confianza que nos lleva a la acción.
  • Otras personas creen que la fe es el simple optimismo. Tengo fe de que todo va a salir bien, dicen. Podemos saber que todo saldrá bien, pero no es simplemente porque sí. Podemos tener esa confianza solamente cuando tenemos fe personal en Dios. Esa fe implica entrega. Abraham le creyó a Dios y le entregó su vida. Esto es expresó en acción. Recuerda: la fe siempre lleva a la acción.
  • Encontramos el siguiente principio de la fe en los versículos 5 al 8 de Génesis 12. Al encaminarse hacia la tierra de Canaán, Abram se llevó a su esposa Saray, a su sobrino Lot, a toda la gente que habían adquirido en Jarán, y todos los bienes que habían acumulado. Cuando llegaron a Canaán, 6 Abram atravesó toda esa región hasta llegar a Siquén, donde se encuentra la encina sagrada de Moré. En aquella época, los cananeos vivían en esa región. 7 Allí el Señor se le apareció a Abram y le dijo: «Yo le daré esta tierra a tu descendencia». Entonces Abram erigió un altar al Señor, porque se le había aparecido. 8 De allí se dirigió a la región montañosa que está al este de Betel, donde armó su campamento, teniendo a Betel al oeste y Hai al este. También en ese lugar erigió un altar al Señor e invocó su nombre. (NVI)
  • Abraham viajó desde Jarán, donde se había quedado con su padre, y llegó a la tierra que Dios le señaló. Es una distancia de casi 1.200 Km, así que no estamos hablando de una simple vuelta a la esquina. Ahora fíjate en lo que hizo Abraham cuando llegó allí. Erigió un altar al Señor.
  • La fe de Abraham lo movió a la adoración. Cuando vio la fidelidad de Dios y escuchó su voz, levantó un altar para hacer sacrificios al Señor. Incluso cuando se mudó de un lado a otro dentro de la tierra a la que Dios lo llevó, siguió adorando al Señor. Volvió a levantar un altar para ofrecer sacrificios.
  • Nuestra fe nos llevará a la adoración. Aunque nos mudemos de un lugar a otro, buscaremos también allí al Señor. Si nos cambiamos de lugar y ya no buscamos a Dios, tenemos una fe deficiente. Nuestra relación con Dios se demuestra cuando lo buscamos dondequiera que estemos.
  • ¿Cómo podemos adorar al Señor? Lo adoramos con nuestra voz cuando le cantamos. Lo adoramos también con nuestras ofrendas y diezmos. Lo adoramos con nuestra obediencia, cuando le entregamos nuestra vida para agradarle a él. Lo adoramos cuando ayudamos a otros por amor. Lo adoramos cuando usamos nuestros dones para servirlo en su iglesia. Así como Abraham levantó un altar de adoración, nuestra fe también nos moverá a la adoración.
  • La tercera cosa que descubrimos acerca de la fe en la vida de Abraham se encuentra en Génesis 15:1-6. Después de esto, la palabra del Señor vino a Abram en una visión: «No temas, Abram. Yo soy tu escudo, y muy grande será tu recompensa». 2 Pero Abram le respondió: —Señor y Dios, ¿para qué vas a darme algo, si aún sigo sin tener hijos, y el heredero de mis bienes será Eliezer de Damasco? 3 Como no me has dado ningún hijo, mi herencia la recibirá uno de mis criados. 4 —¡No! Ese hombre no ha de ser tu heredero —le contestó el Señor—. Tu heredero será tu propio hijo. 5 Luego el Señor lo llevó afuera y le dijo: —Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia! 6 Abram creyó al Señor, y el Señor se lo reconoció como justicia.
  • Lo que Dios le dijo a Abraham parecía ser imposible. Era un hombre anciano, y su esposa Sara era estéril. Sin embargo, Abraham creyó. La fe no es creer lo imposible simplemente porque sí. La fe es creer lo imposible porque Dios nos lo dice. Cuando le creemos a Dios, él nos bendice.
  • Este es el tercer principio de la fe: la fe resulta en gran bendición. Cuando le creemos a Dios, las cosas cambian. Nuestro corazón cambia. Nuestra familia cambia. Nuestras circunstancias cambian. Sobre todo, nuestro destino cambia. Ya no estamos destinados al infierno, sino a la vida eterna con Dios.
  • Hemos visto en la vida de Abraham que la fe lleva a la acción, la fe nos mueve a la adoración y la fe resulta en gran bendición. Quiero invitarte ahora a considerar tu propia vida. En primer lugar, ¿has entrado por fe a una relación con Dios? Quizás hayas estado confiando en la religión. Crees que Dios te aceptará por lo que haces, pero nunca le has entregado el corazón.
  • La religión no salva. Sólo puedes conocer a Dios por fe, en una relación. Si no lo has hecho, pon tu fe hoy en Jesús. En segundo lugar, ¿estás confiando en Dios en tu vida diaria? Si tienes una fe que te lleva a la acción y que se expresa en adoración, puedes saber que resultará en gran bendición. Confía en Dios para la bendición que necesitas hoy.
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